“Nuestra vida es lo que nuestros pensamientos hacen de ella”.
Marco Aurelio.
En la vida cotidiana los pensamientos nos acompañan, no podemos desligarnos de ellos. En ellos se forman y habitan convicciones, afirmaciones, miedos, temores, metas. Los pensamientos nos conducen a visualizar éxitos y logros, a padecer anticipadamente la sensación del fracaso o la derrota. Los pensamientos no solicitan permiso para habitarnos, sean positivos o negativos, aparecen como cualquier advenedizo, siempre con el ánimo de perdurar. Como seres humanos e históricos, el itinerario que vivimos día a día ejerce influencias sobre nosotros, existe entonces la necesidad de estar atentos a esos pensamientos, meditando, analizándolos, controlándolos y ejercitando algunas técnicas hasta convertirlas en hábitos, o evitar su intromisión. Inmersos en esa cotidianidad nos asumimos como sujetos que estudiamos, trabajamos y jugamos, y en cada uno de esos ámbitos padecemos la presencia de ideas y pensamientos, sin excepción. La pretensión de este texto es ahondar en los pensamientos del deportista en su condición de homo ludens que ha hecho del deporte un estilo de vida, donde confluyen experiencias sociales, educativas, competitivas que lo estresan, pero que le permiten emerger como un héroe al batir un record, exhibir su talento y ser ejemplo en el mundo del deporte en su comunidad, región o país.
A continuación, de manera breve, analizaré lo que suscita la responsabilidad de ser deportista en el comportamiento de un atleta, basquetbolista y un futbolista. Las descripciones que se dan a continuación son contribuciones para acercarnos más a esa preparación psicológica de nuestros deportistas, producto de diálogos y entrevistas en las sesiones de psicología. Las inquietudes parten de un interrogante aplicado a las conductas en tres deportes: ¿qué tipos de pensamientos aparecen en el atleta, ubicándose en los tacos de salida, del basquetbolista en un lanzamiento decisivo y del futbolista al cobrar un penalti? La experiencia del psicólogo y de los deportistas en entrevistas a profundidad permiten develar emociones y sentimientos en ese espacio breve, casi instantáneo, de la competencia. Veamos lo que sucede con el atleta en la pista atlética antes de la competencia.
El atleta se dispone para la competencia. Sobre la pista atlética realiza el calentamiento, estira su cuerpo al tiempo que piensa en la carrera, en la confianza que se tiene; observa a sus contrincantes y sabe con claridad cuál es más el más difícil de vencer, sin embargo, se dice a sí mismo – usa el autodialogo –, con confianza, “cualquiera puede ganar, por eso he llegado hasta esta serie final”, y piensa: “estaré en el pódium”. El juez ha dicho: “A sus marcas”. El corredor afianza su cuerpo – percibiéndolo en un estado de propiocepción – apoyando los talones en los tacos de salida y sus manos en la pista sintética, siente el peso de su corporeidad; se concentra en la meta y se visualiza rompiendo la cinta con el pecho; aislado del ruido y las voces del público, tensiona su cuerpo, al escuchar el grito de “listo”, en la voz del juez. Suena el pistoletazo de este y el corredor ejercita su pensamiento táctico integrando los automatismos a partir de las habilidades entrenadas: momento de salida, carril de carrera, armonía de la respiración, el número de pasos, llegada, espíritu de competición frente a los rivales, dosificación de los esfuerzos. El resultado de años de preparación se evidencia en la carrera del atleta. Está convencido que la diferencia con los demás corredores está en su preparación psicológica.
Por otra parte, en la práctica del baloncesto – deporte de equipo – el rendimiento del basquetbolista es un aporte al trabajo en equipo. En este deporte, el talento se apoya en la cooperación de los jugadores: identidad, sentido de equipo, respeto y reconocimiento de lo que cada uno hace, objetivos personales tendiendo lazos hacia un propósito común. Por eso el jugador que lanza frente al aro en un momento decisivo necesita del reconocimiento del grupo (Maslow), apoyo del entrenador; se ponen a prueba su autoconfianza y su autoeficacia, su atención y concentración, la conciencia de ser un buen encestador, la tranquilidad en la búsqueda del lanzamiento perfecto, la pasión por el juego manifiesta en una ansiedad competitiva. En la mente del deportista está fijo el estereotipo de la repetición de miles de lanzamientos, su cuerpo le ayuda con la evidencia de una memoria motriz, en la relación sistema nervioso – músculo, buscando la precisión sensorial y la armonía que tiene que ver con dos factores perceptivo motrices esenciales, el tiempo y el espacio, y la autorregulación muscular al momento de lanzar.
Sobre la pista atlética realiza el calentamiento, estira su cuerpo al tiempo que piensa en la carrera, en la confianza que se tiene; observa a sus contrincantes y sabe con claridad cuál es más el más difícil de vencer, sin embargo, se dice a sí mismo – usa el autodialogo –, con confianza, “cualquiera puede ganar, por eso he llegado hasta esta serie final”, y piensa: “estaré en el pódium”.
El basquetbolista sabe que puede convertir la cesta definitiva, diciéndose así mismo, “lo he entrenado miles de veces”, lo dice viendo la cesta, concentrado en ella – sin importar la rechifla de la barra del equipo contrario, su concentración puede más y no la escucha, no lo distrae – driblando el balón. En un instante breve, revisa los ajustes de su cuerpo, la semiflexión de rodillas, la toma del balón, recorre la cadena cinética de su cuerpo desde los pies, rodillas, flexión de brazo hasta las manos que lanzan al aro con seguridad. No hay duda, su cuerpo vive la sensación anticipada de la canasta lograda. Todos los automatismos entrenados han sido puestos en marcha para afrontar los dilemas en su mente: “si hago la cesta, ganamos, sino perdemos”, “clasificaremos si hago la cesta”, “el equipo y el entrenador, ¿seguirán confiando en mí si no logro encestar?”. El deportista respira profundo, en menos de treinta segundos su memoria vive una experiencia psicológica; es tanta la autoconfianza durante el lanzamiento que las coordinaciones implicadas dependen de su memoria corporal, dejándole la libertad de pensar. Suena el silbato y el lanzamiento describe una parábola, buscando el aro.
Por último, el fútbol, también es un deporte colectivo y popular en todo el planeta. Se caracteriza por las coordinaciones ojo – pie, siendo estas las que más prevalecen; por las precisiones y ajustes de todas las partes del cuerpo que tienen contacto con el balón, desde los pies, canilla, muslo, bajo vientre, pecho, manos – arquero – hasta la cabeza, las cuales son denominadas superficies de contactos.
La alegría del juego tiene una de sus máximas tensiones al momento del cobro de un tiro desde los doce pasos, el penalti. Además de la búsqueda del gol, el cobrador tiene ante sí una diversidad de obstáculos: el espacio delimitado de la portería, la movilidad del arquero que intenta frustrar el gol con la amplitud de su envergadura, el abucheo del público intentando distraer al hombre frente al arco. Después de la algarabía, el silencio acompaña la carrera del futbolista hacia el balón, llevando consigo la decisión pensada y expresada en la conducta fructífera del logro, o del drama de la frustración: viendo al balón inflar las redes explosivamente, o pasar fuera de los tres palos, hacia el infinito, o reconociendo la capacidad del guardavalla, erigido como un gigante debajo del travesaño.
Antes del cobro, el arquero ha estudiado al pateador, comprobando a través de los videos las variantes de su patada al arco, su pie de apoyo, sus amagues, su fuerza o delicadeza al momento del cobro; puede decirse que el arquero conoce al cobrador y eso lo llena de confianza, sabe de sus defectos y debilidades, de su fortaleza. Conoce al cobrador, lo admira y sabe que puede ganarle la partida. El pateador también ha estudiado al arquero, conoce sus mañas distractoras, sus debilidades; concluye con madurez que el error de uno resaltará la proeza del otro. Se miran con sus propios pensamientos circulantes, seguro de atajar, seguro del gol; se avistan – probablemente sean amigos o no – y dejan entrever el reto mutuo. El arquero observa los pies del pateador, hace alardes con manos y pies hasta donde le permite el reglamento. La atención del pateador deambula entre el arquero y la pelota, se concentra y con la decisión tomada se impulsa para patear el balón. El estadio estalla de euforia, ¿gol o atajada? Tanto el pateador como el arquero se observan y piensan que uno es mejor que el otro, que el historial deportivo que los respalda les da seguridad, que han sido más los éxitos que los fracasos en sus carreras deportivas, que perder es una posibilidad en el deporte de rendimiento, sin embargo, el pateador ya decidió la fuerza del disparo y la colocación del mismo; también el arquero, por un instante, se deja llevar por los instintos y toma sus propias decisiones amparado en la confianza de sus reflejos, en la elasticidad de su cuerpo, en la potencia de salto que lo hará volar como un pájaro.
En conclusión, el deportista de competencia no es indiferente a los pensamientos que rondan su cabeza, no puede evitar que lleguen, pero puede ejercer su control con la disciplina diaria, a través del entrenamiento exhaustivo, incorporando un tiempo dedicado a la preparación psicológica, integrándola a la preparación total, sin dejar nada al azar. No todos afrontan de igual manera el estrés de la competencia, eso sucede también con los deportistas y el tipo de su personalidad que lo caracteriza. Al elegir un deporte y asumir la alta competencia, el deportista tiene que desarrollar la conciencia de qué tan bueno es y estar en disposición de ponerse a prueba hasta el límite, venciendo la frustración, sobreponiéndose a ella, fortaleciendo su mente y ejerciendo su control sobre ella durante la competencia. En palabras de José Mourihno: “sin control emocional no puedes jugar, no puedes reaccionar. Tienes que ser frío”. Si se practica, observa o dirige un deporte resulta imposible ignorar la influencia de la mente sobre el esfuerzo deportivo; hacer uso del aspecto mental en el deporte permite explorar el verdadero potencial deportivo.
Barranquilla, febrero 1/2024