¿Qué haces, abuelo?,
pregunta Valentina con sus grandes
ojos negros, curiosos, alegres.
En la vida cotidiana acostumbramos a usar y escuchar la palabra empatía, pero, aunque es un concepto en construcción y discusión por parte de los enfoques teóricos de la psicología, surge una primera aproximación: “Capacidad de comprender los sentimientos y emociones de los demás, basada en el reconocimiento del otro como similar”. Se considera esta capacidad una habilidad indispensable en permanente desarrollo, ya que la vida que llevamos y asumimos transcurre en contextos sociales complejos de relaciones. Para entender y comprender hay que ponerse en los zapatos del otro, es lo que dicen los profanos sobre este tema, que ya es parte de la sabiduría popular. Comprender los sentimientos y emociones de los demás, o ponernos en sus zapatos, constituye un desafío en las relaciones humanas que vivimos a diario. Implica el ejercicio de observación del otro en un intento por reconocerlo en sus estados mentales, cómo piensa, qué tanto sufre, qué hay en sus pensamientos, es decir, ahondar en sus procesos psíquicos, para una mejor comprensión y respuesta adecuada.
La empatía procede del concepto alemán, einfuhlung, sentirse dentro de algo o de alguien, utilizado a finales del siglo XIX, hace referencia a la Estética Alemana, que ve la empatía como la unión o conexión entre un sujeto y un objeto artístico y su impacto en las emociones y psiquis de los espectadores y admiradores del arte. Traducido al inglés, emphaty, comienza a utilizarlo la psicología a comienzos del siglo XX, en estados Unidos. “La empatía es esa tendencia natural a sentirse dentro de lo que se percibe o imagina, reconociendo la existencia de otro”, en palabras de Wispe (1987).
Ese reconocimiento del otro implica comprender y explicar las conductas altruistas a través de la expresión de un sentir, pensar y actuar, para ayudar a otros y procurarle su bienestar, siendo una de sus bases la empatía. La empatía se fortalece con el contagio emocional, la toma de perspectiva, teoría de la mente (atribución de estados mentales así mismo y a otros), mentalización (inferencias, metacognición), conceptos estos que se entrecruzan y se relacionan. Hay dos enfoques teóricos que indagan a profundidad sobre este tema: una percepción directa, que reconocen el contagio emocional y la imitación como base de la empatía, apoyada en la teoría de las neuronas espejos. El modelo que acentúa el componente cognitivo encuentra su apoyo empírico en la activación temporal y medial de las regiones prefrontales que implican tareas de lectura de la mente, estableciendo diferencias entre la empatía humana y lo observado en otros animales. No son excluyentes, sin embargo, se convierten en sustento de investigaciones en neurociencias al ser integrados.
En la vida cotidiana esa conjetura vital de la que nos habla Poper, en el intento de acercar el mundo de la vida al mundo cognitivo, los seres humanos se relacionan con los demás desde una perspectiva psicosocial. El mundo de la vida es interpretado y abordado en los entornos familiares, escolares, laborales etc. Además, problemas globales como las economías, falta de oportunidades, inseguridad, injusticias, calentamiento global y ecología, desesperanzas e incertidumbres ante un futuro ensombrecidos por las luchas ideológicas e intolerancias sociales y políticas. Este panorama afecta la vida de las personas, en su plano existencial, interfiriendo en el curso del desarrollo humano, en la relación con los demás y la responsabilidad social que implica las interacciones empáticas con el otro.
La literatura constituye una posibilidad que sensibiliza a niños hacia experiencias empáticas significativas encontradas en las historias, leyendas, cuentos y novelas; en esos mundos construidos desde la ficción que asombran a niños y jóvenes cuando estando bajo la tutela de un maestro lector. Desde esta perspectiva, la escuela es un actor importante, además de la familia, en el proceso lector. Este ensayo breve es apenas una muestra de cómo nos impacta la lectura como lector y también su vinculación a procesos socioemocionales en la lectura.
En la relación con los demás existe una movilidad de sentimientos empáticos con sus certezas y ambivalencias. Por ejemplo, el maestro de escuela que hace una lectura de sus estudiantes, sus carencias, su talento, que usa el diálogo para encantar y promover la cultura antes que ser policía de la misma; el maestro comprensivo, que ahonda en el otro, necesitado, sumergido en él para conocer sus temores, escucharle sus miedos, esperanzas, sus vacíos existenciales y cognitivos, el mundo de creencias que lo rodea. La capacidad empática se evidencia en la carta que el maestro Louis Germain, escribe al escritor argelino Albert Camus:
“Mi querido pequeño:
Me resulta fácil imaginar que mi carta te sorprenderá. Debes de preguntarte quién puede escribirte de esta forma y permitirse estas confianzas. Se trata de alguien que te quiere mucho y por quién estoy convencido de que tú también sientes afecto. ¿A que nunca adivinarías que soy el señor Germain, de Argel, tu antiguo maestro?”.
La humildad del maestro y el reconocimiento al alumno por sus logros y su historial al premio Nobel; la humildad y la certeza de que los afectos expresados son recíprocos y están vigentes todavía. Más adelante, Camus, al recibir el premio Nobel de Literatura, escribe a su maestro una carta fechada el 19 de noviembre de 1957:
“He dejado que se apague un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de venir a hablarle con el corazón. Acaban de hacerme un grandísimo honor (el premio Nobel) que yo no había buscado ni solicitado…cuando recibí la noticia, mi primer pensamiento, después de mi madre, ha sido para usted…sin esa mano afectuosa que tendió al niño pobre que yo era, sin sus enseñanzas y su ejemplo, no habría sucedido nada de esto”.
Es una respuesta de gratitud del alumno al maestro que tanto hizo por él. Sin duda sus enseñanzas y ese tiempo dedicado a los aprendizajes fueron factores determinantes que necesitó el niño para emerger de la pobreza. “Fue pensando en tu padre, mi querido pequeño, como me interesé por ti, … por los demás huérfanos de guerra. Te amé un poco por él…Cumplí con un deber sagrado a mis ojos”, es la expresión sincera de afecto del maestro comprometido con sus estudiantes, que Camus llevó consigo y siempre tuvo presente. Su presencia fue una luz brillante y empática que dejó su huella en el discípulo, descubriendo su talento, percibiendo sus deseos, construyendo una óptica sobre él. La gratitud hacia el maestro fue un gesto evidente del escritor.
La empatía procede del concepto alemán, einfuhlung, sentirse dentro de algo o de alguien, utilizado a finales del siglo XIX, hace referencia a la Estética Alemana, que ve la empatía como la unión o conexión entre un sujeto y un objeto artístico y su impacto en las emociones y psiquis de los espectadores y admiradores del arte.
Por otra parte, en la novela, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Robert Stevenson, el Dr. Jekyll reflexiona con angustia sobre su personalidad dual, a la que le llevó su espíritu científico, en su obsesión por separar el bien del mal, que lo condujo a la trágica situación de perder el control y albergar dentro de sí a un Mr. Hyde perverso y malévolo. “Mi caso me hizo reflexionar profunda e insistentemente en la dureza de la vida, que es el origen de la religión y una de las fuentes más abundantes del dolor. A pesar de tan profunda dualidad, yo no era un hipócrita; mis dos lados eran completamente sinceros. Yo no era más yo cuando me encontraba sin restricción y me sumía en la vergüenza, que cuando trabajaba a la luz del día por el desarrollo del conocimiento y por el alivio del dolor y el sufrimiento… Mientras la bondad brillaba en el semblante de uno, el mal estaba escrito amplia y claramente en el rostro del otro…He observado que cuando revestía la apariencia de Edward Hyde, nadie se acercaba a mi sin sentir al principio un recelo visible del cuerpo. Esto como yo lo entiendo, es debido a que todos los seres humanos, tal como lo vemos, son una mezcla del bien y el mal”. Se refleja en el narrador el conocimiento exacto de una personalidad atribulada e impotente donde coexiste la evidencia de un dilema existencial que lo angustia y lo lleva a una fatal decisión. El ejercicio de la empatía requiere de un otro externo, sin embargo, el ejercicio de la racionalidad le permite asumir una postura que le impide vivir y lo aterra. El Dr. Jekyll al mismo tiempo que habla se escucha a sí mismo, percibiendo dentro de sí las señales malévolas y misteriosas de su sino, que le quitan el sueño; además, comprende lo que le sucede y la culpa lo invade; vive su sufrimiento y reconoce las causas obstinadas de su situación. Ese conocimiento profundo de sí mismo lo angustia y lo reduce a un sufrimiento y a un conflicto interior sobre quién prevalece en la pesada dualidad, si el odio o el amor en su vida, que lo anula en su condición humana.
Salman Rusdhie, en su libro, Cuchillo, deja entrever fragmentos autobiográficos de su vida, enfocándose en el intento de asesinato sufrido en el 2022. A punto de hablar en una conferencia alcanza a percibir en el lapso breve de 27 segundos al asesino que se le abalanza, propinándole quince cuchilladas, que le afectaron después de la recuperación, una mano y la pérdida del ojo derecho. En esa convalecencia, Salman, reflexiona en medio de ciertas ambivalencias e incertidumbres sobre su asesino, deseando verle la cara o desistiendo de ello. El escritor realiza un ejercicio de ficción que lo reconforta, que le sirve como terapia, intentando colocarse en los zapatos del hombre que intentó asesinarle, aunque no lo reconozca: crea unas sesiones imaginarias con el asesino, desdoblándose y penetrando en su mente en un juego de roles que le divierte, con la intención de saber cómo piensa, ahondando en él. Un pasaje de la primera sesión intentando penetrar, haciendo una lectura de la mente del asesino:
Salman Rusdhie: Trato de comprenderte. Solo tenías veinticuatro años. Toda la vida por delante. ¿Por qué estabas tan dispuesto a echarla a perder? Hablo de tu vida. No de la mía. La tuya.
A (Asesino): No intente comprenderme. Usted no tiene capacidad para entenderme.
Salman Rusdhie: Pero debo intentarlo porque durante veintisiete segundos tuvimos una relación íntima. Tú te adjudicaste el papel de Muerte. Yo hacía de vida. Es una unión profunda.
A: Estaba dispuesto a hacerlo. Yo servía Dios.
Es la expresión de una empatía evidente poniéndose en los zapatos del otro, imaginando las respuestas del asesino, su ira, su rabia, su escepticismo ante la vida y su condición suicida influenciada por la religión y las creencias, su pérdida de sentido. Ese ejercicio libera a Salman de sus miedos, ejerciendo en él un efecto terapéutico que le da paz y tranquilidad para continuar su vida, con sus posturas irreverentes, diciendo la verdad y sabiendo que los espectadores de su vida están divididos en: los que lo odian y desean su muerte y los que le aman y le admiran. Al final, no hay odio hacia esa persona que intentó truncarle la vida, comprendiéndolo. En ese juego de roles se evidencia el interés empático del escritor – narrador frente al desinterés empático del asesino. Aunque finalmente, Salman evidencia en la ficción del diálogo la resistencia del asesino; de ese otro que no deja ninguna puerta abierta, de una falta de interés. En el fondo, el asesino imaginado se resiste a pesar que el escritor ha descendido de su empatía cognitiva y racional a una empatía emocional, es decir, de corazón a corazón. El asesino ensimismado en sus creencias se desconecta emocionalmente, ¿acaso provocado por las creencias del escritor, sus padecimientos y sus persecuciones históricas, incluso por un cansancio empático? Nunca lo sabremos.
Scheherezade es una joven instruida, lectora de poesía, filosofía y tratados de arte y ciencia, gran conocedora de las historias de su país, se ofreció como esposa del sultán Schariar, quien fue engañado por su esposa, decapitándola a ella y todas las mujeres de la corte. El sultán llegó a la conclusión que todas las mujeres eran infieles por naturaleza y ordenó a su visir conseguirle una esposa para cada día, a las que asesina a la mañana siguiente. La estudiosa y culta Scheherezade se ofrece como esposa ante la resistencia de su padre, pero ella tiene un plan. Cada noche cuenta un cuento al sultán y lo interrumpe antes del alba, dejándolo ansioso. Así lo hace durante mil noches, dejando siempre “picado por la curiosidad” al sultán, termina un cuento, empieza otro hasta dejarlo por la mitad. La mujer llegó a las mil y una noches, tiene dos hijos, el sultán se enamora y la convierte en reina, perdonándole la vida.
A través de las historias contadas, Scheherezade, penetra el duro carácter del hombre; su sensibilidad lo persuade con el paso de los días y las noches. La empatía emocional emanada de su oralidad hace sus efectos en las creencias del hombre, en sus imaginarios. Noche tras noche se rompe la dureza del sultán y sus estereotipos en torno a las mujeres se derrumban hasta lograr una conciencia solidaria y una empatía cognitiva, que le permite discernir y construir una perspectiva diferente. La osadía de Scheherezade con su paciencia y su arte hizo brotar el amor reciproco, contagiando al sultán en esa atracción mutua de la que surge la empatía emocional.
¿Qué haces, abuelo?, pregunta Valentina, mirándome con sus grandes ojos negros, curiosos, alegres, infantiles. Ha entrado con su curiosidad en el cuarto de estudio sin dejar de interrogarme: ¿me lees un cuento? Tomo los Cuentos de Perrault y le pregunto ¿quieres escuchar el cuento del Gato con Botas? ¡Síííííí!, afirma sentándose en una silla, sonriente, expectante. Sus cuatro años se concentran en la lectura. Hacemos conexión emocional. Ella desea escucharme y yo deseo leerle.
“Un molinero dejó su molino, su asno y su gato…”, comienzo a leerle.
- Me gustaría tener un gato, abuelo – pide su deseo después de la lectura.
- ¿Y qué nombre le pondrías? – la animo en su idea, explorando su mente.
- El gato con botas – dice evocando emocionada las travesuras leídas. Se ríe.
- ¿Para qué tendrías un gato? Le pregunto, paciente y comprensivo a su deseo.
- Para alimentarlo, acariciarlo y jugar con él – dice con pasión y ternura a la vez
- Pero a los gatos les encanta cazar ratones – afirmo, a ver qué responde.
- Mi gato no comería ratones, además en casa no hay – decisión y fuerza en la voz.
- Abuelo, ¿me comprarías un gato? – una súplica conmovedora. Nunca tuve gatos.
- Claro que sí, pero hay que preguntarles a tus padres – respondo y sugiero.
- Ok. ¿sabes qué, abuelo? – usa las palabras que nos oye en casa cuando estamos de acuerdo. También me interroga sin perder la coherencia.
- ¿Qué?
- Si me regalas el gato, no se te olvide comprarle las botas – me recuerda. Si se te olvidan, lo llamaré: El Gato Descalzo –, enfatiza. Se levanta y corre, repartiendo su risa alegre y pícara por toda la casa. Sabe que conseguiré su gato. Confía en mí.
CAMUS, Albert. Cartas a mi maestro. Editorial Plataforma actual. Barcelona. España.2022. pág. 19
La creación de personajes hunde raíces en el otro, lo que ayuda al desarrollo de la habilidad empática. Es una parte, porque como lectores también experimentamos adversidades de las personalidades de personajes no santos, y surgen las preguntas sobre el otro
La creación de personajes es configurar un comportamiento, una vida, una personalidad, que invitan al escritor o narrador a plantearse hipótesis sobre ese otro que deambula en la imaginación con una manera de ser, según las circunstancias. Feliz tarde, estimado Pedro.