El profe Cervantes
El profesor Cervantes en la escuela No 18 para varones del barrio San Felipe, no bajaba al estudiante o a los estudiantes de hijueputas cuando lo hacían coger rabia. Era su rutinaria manera de infundir respeto. Esto sucedía por allá en la década de los 50 cuando yo hacia la primaria. No pasaba nada. El señor Cervantes, que al tiempo era el rector de la escuela, tenía la fama de teso, de jodido. Nadie se atrevía a enfrentarlo. Eran otros tiempos no tan intolerantes.
Tiempos aquellos en que “la mentada de madre”, todavía, se consideraba una ofensa que terminaba, a la usanza barranquillera, en una muñequera entre el ofensor y el ofendido. ¡Hijueputa! Decía uno; “La tuya, más hijueputa eres tú”, contestaba el otro. Preámbulo de insultos que cruzaban, los jóvenes contendientes de la época, antes de enfrentarse a puños. Lo bonito de este incidente, los dos contrincantes al día siguiente se encontraban y seguían de amigos como si nada hubiese pasado.
En una especie de aseguranza, supersticiosa, acostumbraban los muchachos a empuñar la mano derecha con el dedo pulgar por dentro, aprisionado y con la mano izquierda golpear el puño diciendo “tapón”, para protegerse de que no le cayera la mentada de madre, si se la corrían. Por si caso, decían.
El Hermano Genaro
En la cancha de la Escuela Normal para varones (Barrio Olaya) y en el Estadio Municipal (Romelio Martínez), década de los 60, el Hermano Genaro, ya sesentón, con el cabello entrecano, de sotana vestido, Lasallista, Comunidad de los Hermanos Cristianos del Colegio Biffi, se paseaba por todo el estadio, la cancha y las tribunas, mentando madre a diestra y siniestra a los árbitros, jugadores del equipo de futbol contrario, casi siempre del Colegio Barranquilla para varones, y a todo el que se le atravesaba, defendiendo la divisa biffeña. En la medida que la gente le devolvía sus madrazos más se enfurecía, más hijueputeaba. Para mí y mayoría del público nos parecía cómica y divertida su mentadera de madre; tal vez por lo que se trataba de un loco y viejo cura.
El Corito Celestial
En coro, en forma de “Corito Celestial” la palabra hijueputa resonaba en el coliseo de la 72, Estadio Romelio Martínez, cada vez el árbitro pitaba mal, en contra del Junior, bajo la batuta del gran Edgar Perea, quien se inventó este canto de combate que todavía se escucha, multitudinario, en el Metropolitano, en homenaje a su memoria.
El Profesor Carlos Cruz
Julio Pizarro, de mi promoción 1969 de la Universidad de Cartagena, realizaba en un cadáver su práctica de anatomía, junto a otros compañeros, en el anfiteatro del Hospital Santa Clara. Cuando, algo distraído, les comenta: “Qué raro, ya van a ser las 8 y el hijueputa de Carlos Cruz todavía no ha llegado”. Tras un breve suspenso el profesor le contesta “Sabes una cosa que el hijueputa de Carlos Cruz ya llegó, está aquí desde las siete”. Pizarro mandó el madrazo sin darse cuenta de que el profesor lo tenía detrás de él, a sus espaldas. No podría asegurar si como consecuencia de este dislate el amigo Pizarro perdió la asignatura, tocó repetirla.
Mi Papa
A mi papa, Francisco de Jesús Coronado, en sus 74 años de existencia, nunca lo oí pronunciar una mala palabra, no obstante ser un gran conversador.
En alguna ocasión, siendo yo un adulto, estudiante de medicina, pronuncié la palabra “Vaina”, eché mi vainazo, en su presencia. Fue Troya. “Aquí, en esta casa, el único que puede echar vainas soy yo… Usted nunca me ha oído pronunciarla, ni ninguna otra mala palabra”, sentenció.
Pasado el tiempo, jugueteando con Jesús María, su nieto de 2 a 3 años, le tuvo que llamar la atención y el pelaito, de una, “se la corrió”: “Paputa tú, paputa”, le dijo. Don Francisco al contrario de la reacción que tuvo con el hijo aquí, con el nieto, hizo fiesta, y sonrió a carcajadas. A Catón el viejo, político romano, se atribuye la frase: “Si hubiera sabido que existían los nietos, no hubiera tenido hijos”.
La socialización que se ha dado de la expresión Hijo de puta permite, de otra parte, su uso en forma cariñosa para acercar amigos, romper el hielo, expresar emociones fuertes de descontento o agrado, etc. permiten una suerte de vínculo especial entre las personas.
Diría que muchos niños después de mamá, papá y tete la cuarta palabra que aprenden a pronunciar es esta, que en su origen semántico es considerada una “mala palabra”, una grosería. Es obvio que la repiten oída de sus padres, demás familiares y allegados.
Gustavo Petro
Cuando pensaba que el más grande “hijueputeador” que había en Colombia era el Pibe Valderrama resulta que ahora le ha salido un pollo que “menta madre” en una forma más elegante, calmada y sofisticada. Nadie más ni nadie menos que el presidente de la república Gustavo Petro. “Mucho HP” se la sopló, sin asco, al presidente del senado Efraín Cepeda, hace unos días.
Esta corrida de madre presidencial me sirve para recordar la anécdota que refiere la ocasión en que se cruzaron dos históricos expresidentes, copartidarios conservadores, que no se podían ver. Recuerdo que mi padre refería los violentos debates del “Hombre tempestad”, Laureano Gómez, contra el filólogo antioqueño autor de “Los Sueños de Luciano Pulgar”, Marco Fidel Suarez. Un día se encontraron, de casualidad, en una calle capitalina. Cuando Laureano se acercó a Marco Fidel le dijo: “No le cedo el paso a ningún hijueputa”. A lo que Marcos Fidel respondió “Tranquilo pues yo sí”. Elegante devolución del madrazo por parte del paisa.
El Pibe Valderrama
En alguna entrevista le preguntaron al Pibe de porqué cuando era jugador, mentaba tanta madre y casi no hablaba, se limitaba a decir: “Todo bien, todo bien”. “Aja, tú lo has dicho, antes era jugador de futbol, ahora no. Antes hablaba con los pies, ahora puedo hablar con la boca”, contestó al periodista. Con su natural sabiduría el 10 de la selección Colombia nos está enseñando que de acuerdo con el escenario así debemos comportarnos, así debemos expresarnos. Pareciera, según esta lógica, que en una cancha de futbol existe licencia para esta “mala palabra” y hasta en coro, el “coro celestial” está permitido.
Socialización
La verdad es que la palabra hijo de puta o hijueputa todos la hemos pronunciado en distintos contextos, según la circunstancia y tiene, igualmente, significación distinta como puede verse en las situaciones arriba mostradas.
El escritor Fernando Vallejo en la presentación de su libro “Memorias de un Hijueputa” en la FILBO afirmó que: “Como casi todas las palabras de este idioma y de otros, la palabra hijueputa tiene múltiples reflexiones. Hijueputa ha sido el insulto más grande, pero también es encomiosa porque se puede decir ¡qué hijueputa tan inteligente!”.
Este vocablo utilizado en forma violenta y grosera es un insulto, una ofensa. A los estudiantes de medicina les advertía de la forma descompuesta, amenazante como llega la gente, tantas veces, a la urgencia o a la consulta. Les recomendaba no responder violencia con violencia, ni insulto con insulto. El médico no puede igualarse en agresividad y vulgaridad, enfrentándose con las personas y contestando cuando les corren la madre “Mas hijueputas eres tú”. Lo prudente es no responder, mantener la altura, ser decentes. Mostrar ecuanimidad.
La socialización que se ha dado de la expresión Hijo de puta permite, de otra parte, su uso en forma cariñosa para acercar amigos, romper el hielo, expresar emociones fuertes de descontento o agrado, etc. permiten una suerte de vínculo especial entre las personas.
Con el cariñoso calificativo de “Hijueputica”, mi cuñado Issac Arana trataba a los niños de la familia.
¡Hijueputa… gol! Gritamos para celebrar un penalti. Indicar alegría.
¡Ay Hijueputa… lo boto! Gritamos cuando el penalti es errado. Para indicar frustración.
Un madrazo “no se le niega a nadie, ni siquiera al mejor amigo”, es un decir sarcástico de los antioqueños.
COLOFÓN
Urbanidad de Carreño. La etiqueta y la urbanidad le da a esta palabra y a otras expresiones lingüísticas el carácter de: groserías, palabrotas, malas palabras, palabras soeces, palabras obscenas, insultos, etc., que, de acuerdo con el entorno, tono y forma como se usen o digan suelen estar “prohibidas”. Se oponen a los buenos modales, a una forma correcta de expresarse. Hacen parte de un comportamiento descortés, mal educado y falto de “principios”. “Nuestro lenguaje debe ser siempre culto, decente y respetuoso, por grande que sea la llaneza y confianza con que podamos tratar a las personas que nos oyen”, nos advierte la urbanidad de Carreño.
Un buen recorrido el de este interesante artículo, de mi condiscípulo el doctor Teobaldo Coronado, quien ha hecho todo un tratado sobre la mentada de madre, el cual me llevo a una escena de la obra de David Sánchez Juliao donde la niña Tulia, se pasea de pretil a pretil esperando un barato para entrar a la pelea, hasta que una de la mujeres que pelea le dice: niña Tulia que no es con usted, y Tulia le responde más hijueputa eres tu y se armó el zafarrancho.