Viajando en búsqueda de mi identidad

Wensel Valegas

“Y vio que era buena la tierra anhelada y al ver por doquiera la paz exclamó

¡Soledad amada, yo a ti te bendigo! y puesto de hinojos la tierra besó”(Coro)Himno de Soledad.

De pronto se encuentra uno una pregunta que le sale al paso, sugerida por un amigo de esos que hace rato se dedica a indagar sobre la búsqueda de sí mismo a través de ese viaje interior, del cual nos habla Joseph Campbell, en su obra extensa sobre los mitos y sus múltiples interpretaciones. Un viaje interior que reflexiona desde la distancia, desde la lentitud que ofrece la sabiduría alejada de toda impulsividad, o sobre ese pensar con serenidad al que nos invita Séneca. Es una pregunta urgente, que requiere una variedad de respuestas y que invita a escribir extensas páginas. Páginas que rescaten la memoria en un ejercicio de indagación del pasado, antes que este se olvide y quede hecho trizas por la indiferencia de muchos y la angustia de unos pocos, que transitamos desde el siglo pasado hasta este siglo XXI lleno de incertidumbres y escasas certezas. Hace dos días, ese amigo de carne y hueso, después de veinticuatro meses de pandemia, se asoma a1 WhatsApp y me interroga desde la virtualidad:

¿cuáles son las características más relevantes y autóctonas, que hacen de Soledad un lugar único, con personalidad? Es una pregunta que debe ser parte del currículo local de las escuelas y colegios de Soledad; difícil de responder por maestros que no viven en el municipio, o son demasiados jóvenes. Aun así, trataré de dar mi humilde opinión a1 respecto ante una buena pregunta que abre el debate para una multiplicidad de respuestas.

De acuerdo a mi vivencia como nativo de este municipio, he sido observador de personalidades diversas en el mundo de la vida de los soledeños. Desde mi uso de razón – hace más de 50 años – creo que el hombre y la mujer soledeños son el producto de una crianza férrea, soportada en el machismo de los hombres y la benevolencia de las mujeres, que de alguna manera les permitieron a sus hombres ser como fueron en su momento, refiriéndome a un pasado cercano donde el número de habitantes no alcanzaba a llegar a 100.000. Esos hombres y mujeres que conocí, hicieron parte de mi infancia y crecimiento personal, como familias, amigos, vecinos, padres, madres, hermanos, escuela, clase política; la ruralidad del momento, permitió que tuviese una concepción de ese entorno próximo, como un segundo útero que me albergo después de nacido: Soledad. De acuerdo a eso puedo decir, no sin antes reconocer la profunda connotación de la pregunta, que el municipio ha tenido diversas personalidades.

Soledad es un municipio donde la gente se moría de viejo y su trajinar cotidiano iba de la casa al río, donde estaba la subsistencia en actividades cotidianas como la pesca, la ganadería, la siembra de hortalizas. Para el soledeño ese era el horizonte, no había nada más allá de la preocupación por subsistir, no estaba en su psiquis el deseo de conocer a Barranquilla como ciudad cercana. Estoy hablando del hombre y mujer ingenuos ante la vida, de esos personajes que no se hacían grandes preguntas sobre la existencia, quizás para no ser tildados de locos. Una ingenuidad reforzada en la confianza, la cooperación, la fiesta, la burla sin ánimo de herir a nadie. Por ejemplo, quizás los de la vieja generación recordemos a1 Loco Medina, leyendo largos textos rebuscados en medio de la basura; era tanta su fluidez al leer que a muchos nos impresionó y nos permitió soñar con hacerlo algún día como él, sin importar que años más tarde nos diéramos cuenta que lo leía no tenía que ver con lo que decía, y que al final, su discurso eran palabras fuertes contra el sistema político de la época. Nos reíamos, nos gozábamos al Loco Medina, le dábamos papeles sin letras y él los devoraba con una lectura en voz alta, fuerte y vigorosa. Nos reíamos e inconscientemente queríamos ser como él.

El hombre y la mujer soledeños se caracterizaron por su nobleza, que junto a la ingenuidad los mostraba buenos. Había un espíritu de solidaridad y respeto ante las situaciones adversas que tenían que ver con la muerte, un casamiento, el servicio militar, o simplemente, que alguien estuviera con el fogón pegado. Bellos tiempos aquellos en que no había barreras de cemento, ni rejas de hierro; se podían mirar los patios; se podía usufructuar la compañía de las casas, siempre con las puertas abiertas. Por eso la gente se daba cuenta de los fogones apagados y sin juzgar no escatimaban en regalar un plato de comida. Comida fresca y pulcra extraída de la tierra de las siembras, del río caudaloso, que hoy agoniza sin fuerza, muriendo a medio camino en su viaje final hacia el mar.

Pero también el hombre soledeño estaba corroído por ese machismo heredado de sus padres, y, ¿por qué no? de los españoles, que nuca dejaron de abusar de la nobleza. En ese sentido, la educación recibida por las mujeres, formal o informal, era la obediencia al hombre libertino; la permisividad de la mujer favoreció y arraigó más el machismo de los hombres. Era costumbre de los hombres salir de pesca, o cacería durante varios días, incluso meses, dejar a la mujer preñada y de regreso encontrarse con un nuevo miembro de la familia. Eran mujeres homéricas, especialmente Penélope, esa que resalta Homero como la mujer paciente entretenida en sus labores, o como Amaranta en Cien años de Soledad, tejiendo y destejiendo para engañar a la muerte. En nuestro municipio, esas mujeres se quedaban contadas en sus hogares, cuidando los hijos, viviendo de lo que le daban los vecinos cuando la comida escaseaba y su hombre aun no regresaba; hoy día esa añoranza de la espera del hombre amado es lo que se denomina el Síndrome de Ulises, y lo que vale resaltar es la confianza que estas mujeres tenían depositadas en el regreso de sus hombres.

Pero también el hombre soledeño estaba corroído por ese machismo heredado de sus padres, y, ¿por qué no? de los españoles, que nuca dejaron de abusar de la nobleza. En ese sentido, la educación recibida por las mujeres, formal o informal, era la obediencia al hombre libertino; la permisividad de la mujer favoreció y arraigó más el machismo de los hombres.

La familia, el trabajo, la fiesta fueron satisfactores suficientes para pensar que vivir con esos referentes era suficiente. No había esperanzas e ideales futuros que les permitiera trascender, sólo el pragmatismo de una vida cotidiana bajo las categorías antes mencionada. Las familias eran unidas y los vecinos también eran parte de ellas. Era frecuente el respeto por el territorio, por las personas y si alguien entraba en conflicto bastaba un par de puñetazos, que se olvidaban cuando llegaban las fiestas. “Vamos a darnos trompá pero sin cuchillo”, era la sentencia para dirimir peleas entre costeños y cachacos, porque estos últimos ya traían la fama de acuchillar cuando peleaban. Era frecuente ver a los contrincantes abrazados en medio de una borrachera y la gente bailando. Así en medio del festín, la vida continuaba, la amistad cerraba sus rupturas; la fiesta no solo era la tregua, sino el sello lúdico de una paz duradera.

Muy poca preocupación había por el estudio, se llevaba una vida muy visceral, demasiado intensa y corta, para tener que construir esperanzas con la educación. El estudio era una opción, siempre y cuando alguien se decidiera a arriesgarse. Era costumbre burlarse de los sabihondos, mamarles gallos, pero al final, todos respetaban las elecciones tomadas y muchos profesionales que trascendieron no se olvidaron de su gente, otros se fueron para nunca más volver.

A pesar que siempre han existido las diferencias de estrato social en Soledad, creo que se podría hablar de los acomodados y los menos acomodados, aunque en el mundo de la escuela esto no era muy significativo, ya que ricos y pobres jugaban, estudiaban y se recreaban sin que se diera el tema del abuso de poder, sobre todo en la infancia. Fue tal la convivencia de estos estratos que se aprendió a coexistir, unos para usufructuar la experiencia y experticia de los otros. Los riquitos usufructuaban los oficios de los pobres: guías para pescar y cazar, choferes, para ostentar el ocio excluyente. Y los pobrecitos – disculpen el sarcasmo – se sentían orgullosos de ser necesarios para este tipo de personas. Visto así, todo esto se extendía a la política, donde algunas familias — usted sabrá cuales — comenzaron a ver oportunidades ante una población ingenua y machista, partidaria de las fiestas y las celebraciones, y que muchas veces fueron llevados a las urnas a votar sin saber por qué y por quién. Mientras una clase era maquiavélica, ocultando sus verdaderas intenciones, la otra era ingenua, servil y entusiasta; con el tiempo los de menos oportunidades aprendieron que había que hacer uso del voto por empleo, o por dinero, o un puesto. Bueno, aunque todo esto ya se venía experimentando desde los romanos y los griegos.

Finalmente, el tiempo nos ha mostrado un crecimiento desmedido de nuestra población, y con ello el ejercicio de la interculturalidad -igual que en Bogotá – que muestra a una Soledad albergando cachacos, paisas, santandereanos y gente de todo el país, incluso venezolanos. Esto que vivimos en la actualidad desdibuja la Soledad de mi infancia, su plaza principal, su parque, la iglesia. Sin duda alguna los advenedizos se han apropiado de nuestro terruño, no de nuestra ingenuidad ya desaparecida, sino a costa del terror y el miedo que sentimos cada vez que alguien trata de protestar, sobre todo porque lo que acontece en la actualidad es el evidente reflejo de un estado que ha colapsado y hecho sinergia por todo el territorio nacional. Solo puedo preguntarme como lo hizo el poeta Porfirio Barba Jacob a1 regresar a su tierra, en su poema Regreso: ¿Quién en ciudad trocó mi caserío? Querer volver a ese momento de ingenuidad y despreocupación es parte de la nostalgia que uno siente con más fuerza cada día. Agregaría, además, ¿qué ha sucedido con la obra de arte que es nuestra iglesia? Y lo pregunto porque nadie parece inmutarse por la horrible restauración exhibida. Es difícil que esto les duela a las nuevas generaciones, sobre todo las que han crecido sin memoria. En mi opinión personal, creo que la triste restauración del templo es un homenaje a la decadencia espiritual de los habitantes (refiriéndome a la escasa apreciación de la belleza, al irrespeto de la arquitectura de una obra de arte, a la falta de sensibilidad para apreciar la cultura, a la indiferencia por lo nuestro) de nuestro municipio.

En conclusión, esa vida bucólica, provinciana e ingenua de los habitantes de Soledad se ha extraviado y naufraga en la explosión demográfica del momento. Sería bueno entonces replantear la pregunta e indagar minuciosamente en lo que actualmente hace única a Soledad, sobre todo cuando siento que cada día la memoria se ha ido perdiendo. Melchor Caro, se maravilló al ver esta tierra nuestra inundada de paz y no dudó en postrarse de hinojos, como lo expresa el himno en su letra y su canción, recreando el mito o el inconsciente colectivo de antiguos habitantes en torno a un pasado heroico, pero también el anhelo de un gran porvenir que seguimos añorando a pesar de la encrucijada que hoy vive nuestro municipio.

4 thoughts on “Viajando en búsqueda de mi identidad

  1. Me hizo recordar algo de mis viejas vivencias, el loco Medina olvidados en mi recuerdos. Excelente narrativa. (Rafael el Mello). Felicidades

  2. Dios le siga bendiciendo, felicitaciones apreciado Maestro, excelente semblanza de un pueblo, un lugar en el que se tejen muchas historias.

  3. Felicitaciones hermano ,me agrada el tema del pasado q fue mejor y desenvuelto brillantemente en reflexiones maduras q muchos jovenes desconecen . Sigue con el control de tu narrativa .

  4. Bueno, no había podido detenerme a leer con visión concéntrica, por mil razones, pero siempre pendiente de hacerlo.Bueno me parece una descripción muy descriptiva del entorno de la época en que el escritor vivió, utiliza unas palabras sobresalientes en el vocabulario, que relata con fluidez y vigencia lo acontecido en esa región, adicionalmente Cira referencias de otros sitios paralelos a épocas quizás más lejanas en el tiempo y el espacio,y deja como sello estas referencias, quizás influenciado por su aprendizaje en lecturas anteriores de ese mundo griego, Europeo alejado de estos espacios latinos y coloquiales. Consideró pertinente la descripción literaria de ese rincón del mundo, con sus vivencias wue o caracterizan , exeptuanfi que faltó hablar de la cultura y el arte que caracteriza a doledad fuertemente, cómo lo es su gastronomía , en esta caso particular la butifaea de kad 15 letras ( Que realmente tiene 15 letras) de su música , como es la cumbia , de el merecimiento , que nació en ese pueblo, con su autor Pacho galán, y por último sin ánimo de discriminar sino de ser realista en los tiempos, en esta región se caracterizó por llevar siempre la relación despectiva en ese entonces del número 13, que representa la vcaractristica del tercer género, que hoy por hoy, es una pluralidad mundial, felicito nuavemente al escritor Wencel que con su pluma mágica aferrada a su mente nos deja prrplejod del registro de estos acontecimientos, saludos y un abrazo escritor… tú amigo Roque.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *