Algunos influencers dicen que porque ese es su trabajo y de ahí dependerán los likes que reciban -aunque no lo justifico- se ponen a contar viejas anécdotas y cosas que pasaron con sus compañeros y técnicos; si son chistosas, vaya y venga, pero qué triste cuando tratan de pasar facturas por viejas deudas morales y expresan rencores o exponen al escarnio público a ex-técnicos o directivos.
Lo alarmante es que jugadores activos, en pleno ejercicio de la profesión, hayan caído también en esa práctica. En esta época mediática, los hemos visto, algunos con ropaje internacional, quizás exacerbados por las angustias de la pandemia, acusando a recientes entrenadores de olvidos, errores y manejos dudosos en el último mundial o torneo. Pienso que no se han dado cuenta de que esta es una actitud poco profesional. Han caído, ingenuamente, en la trampa del escándalo y de poner en entredicho la capacidad de técnicos y compañeros y -algunos van más allá- poniendo la honestidad y la reputación de los mencionados en la picota pública.
¿Qué gana un jugador de fútbol con decir todo eso? Aparte del momento viral de aparecer en todos lados y hacerse más visible, lo que puede generar es desconfianza en su medio profesional ¿Qué entrenador va a querer llamarlo si el tipo resuelve sus resentimientos en un programa de televisión? ¿Por qué no dijo lo que tenía que decir cuando ocurrió el hecho y en la interna, como debe ser? ¿Qué compañero o amigo del fútbol va a querer comentarle alguna otra situación si éste, más temprano que tarde corre a desbordar su boquilla apenas le ponen un micrófono?
En todas las profesiones del mundo existen unos códigos, temas que hay que resolver de frente y en persona; esto es necesario, incluso por el propio respeto y prestigio de la actividad. Sabiamente lo decían los viejos: La ropa sucia se lava en casa. No deja bien parado un entorno profesional si cualquiera sale a contar las miserias o lo que el ofendido considera errático o inmoral. Todo el mundo tiene derecho a una defensa, a verse emplazado a una revisión de sus acciones, pero no en medio del escándalo, que para eso primero están los estamentos de control.
En todas las profesiones del mundo existen unos códigos, temas que hay que resolver de frente y en persona; esto es necesario, incluso por el propio respeto y prestigio de la actividad. Sabiamente lo decían los viejos: La ropa sucia se lava en casa.
Tampoco creo que sea prudente que un jugador esté en un club y se ponga a decir que es fanático de tal equipo (que no es ese) o que diga que su sueño es ir a jugar a tal club. Insisto, pienso que no es profesional. El futbolista es un actor (en el sentido del que actúa, del que hace) y debe, por respeto donde está jugando, disimular o soslayar sus pasiones. El futbolista no debe exponerse como hincha o fanático, corriendo el riesgo de que después eso sea usado en su contra. Se mencionan casos de jugadores que dijeron en su momento que eran fanáticos del Barcelona de España y luego fueron pretendidos por el Real Madrid, con el consiguiente perjuicio de no ser contratados. Lo lógico es que diga que es un profesional y como tal considerará cualquier oferta que se le presente. Al final de su carrera o después de que se retire, ya podrá decir lo que dijo el Pibe Valderrama recientemente refiriéndose al América.
Ni para qué mencionar a aquellos que salen a divulgar los líos personales y familiares en programas de chismes o en las redes. Es muy importante que la figura defienda su vida privada, conservando la discreción del caso y cierto halo de misterio. Eso lo protegerá de las faltas de respeto y las ligerezas del público, si eso es lo que quiere.
Juan Villoro expresó, en una frase, todo esto que hemos tratado de argumentar: “El objetivo final de la cultura de la fama no es la admiración sino el sacrificio”. En realidad este escrito, más que una crítica, es una recomendación para aquellos jóvenes que se han dejado, o podrían dejarse arrastrar, por situaciones que resultarán incómodas, escandalosas, profusamente mediáticas pero que no contribuye para nada en la construcción de una buena imagen. Los que me conocen saben de mi admiración y aprecio por esos jugadores que fecha tras fechas nos llenan de alegría y felicidad por su capacidad para hacer de este juego algo maravilloso y sublime.
Buenos días respetado profesor, leo cuidadosamente todas sus publicaciones y las comparto, estoy tratando desde hace tiempo contactarme con usted y poder presentar un talento con gran proyección, agradecería su amable atención.