Resignificación de la evaluación en escenarios educativos virtuales

Reflexión inicial: génesis epistémica de la noción de evaluación

El concepto de evaluación se refiere a la acción y a la consecuencia de evaluar, un verbo cuya etimología se remonta al francés évaluer y que permite indicar, valorar, establecer, apreciar o calcular la importancia de una determinada cosa o asunto.

La evaluación es la interpretación de la medida que nos lleva a expresar un juicio de valor. Evaluar no es medir. La medición sólo aporta datos e informaciones, y la evaluación aporta comprensiones, argumentos, interpretaciones y valoraciones. Cuando hacemos un examen no estamos evaluando, estamos midiendo. Evaluar es analizar el proceso de aprendizaje que lleva a cabo el estudiante, interpretar, comprender y emitir juicios de valor sobre dicho proceso. Sin embargo, desde el punto de vista metodológico, la evaluación se basa en la obtención de datos e información (evidencias) representativas del estado de desarrollo del proceso formativo en un momento determinado, especialmente referido al aprendizaje individual y grupal de los estudiantes; evidencias que se someten a la interpretación y comprensión de la realidad para emitir juicios de valor, que conducen a la toma de decisiones y de reorientación, cuyo propósito esencial es el mejoramiento de la calidad de la educación.

Evaluar es valorar, significa asignarle valor a algo, no quitarle valor. Cuando evaluamos debemos darle valor al proceso de aprendizaje de los estudiantes, concentrarnos en sus avances, en sus logros, no en sus desaciertos y errores, aunque estos van a aparecer y tienen un valor formativo extraordinario, pero la finalidad de la evaluación no es buscar las fallas de los estudiantes sino sus aciertos, lo cual nos permitirá interpretar su proceso. Evaluamos para comprender. En consecuencia, evaluar es:

  • Obtención de evidencias.
  • Comprensión, interpretación de evidencias.
  • Constatar el logro de las intenciones formativas.
  • Formular juicio de valor.
  • Proceso sistémico de reflexión sobre la práctica pedagógica.
  • Confrontación entre la evaluación individual y la grupal.
  • Fuente de adaptación o ajuste del currículum.
  • Fuente de mejoramiento de la calidad.
  • Toma de decisiones (las consecuencias de evaluar).
  • Orientación.
  • Retroalimentación de la práctica pedagógica.
  • Mediación para ajustar la actuación en el proceso formativo.

Casi siempre evaluamos a la persona del estudiante y no su desempeño, evaluamos para castigar y no para mejorar el desempeño de los estudiantes. Debemos evaluar para que los estudiantes aprendan. La evaluación debe ser formativa.

Tradicionalmente los autores se han referido a dos tipos de evaluación: la sumativa y la formativa. La evaluación sumativa permite valorar si los estudiantes promueven o no al siguiente nivel educativo. La evaluación formativa le permite al profesor mejorar y perfeccionar el proceso de formación.

reflexionemos en la posibilidad de determinar con exactitud numérica cuánto conocimiento, habilidad, destreza, capacidad o competencia, posee un estudiante en comparación con otro. ¿Cuál es la unidad de medida de un conocimiento o de una habilidad, destreza, capacidad o competencia?

El conocimiento, la habilidad, destreza, capacidad o competencia es un fenómeno de naturaleza neuropsíquica, relativo a la configuración cognitivo-expresiva de la personalidad, y como todo fenómeno neuropsíquico, en sí mismo no es mensurable. Sin embargo, a la hora de evaluar al estudiante le otorgamos calificaciones. ¿Cuál es el criterio que seguimos para otorgar las calificaciones?

Para que la evaluación sea formativa y promueva el aprendizaje, los profesores no pueden tomarla como un mecanismo de dominación y control. Los profesores deben partir de una actitud abierta, honesta, humilde y comprensiva. El estudiante debe percibir que el profesor es transparente y que no está utilizando la evaluación para sancionarlos. De esta manera el estudiante asumirá una actitud positiva hacia ésta. En definitiva, lo más importante no es la nota o calificación sino el aprendizaje. Si el profesor utiliza la evaluación como un mecanismo amenazador, entonces el estudiante le hará rechazo a la misma y la considerará como su principal verdugo.

La evaluación tiene una intencionalidad formativa, su finalidad no es calificar. Lo importante no es qué nota se obtuvo o cuánto se sacó sino qué se logró y cuánto se aprendió. El propósito de la evaluación no es identificar a los estudiantes que tuvieron éxito y a los que fracasaron, sino orientar su proceso de aprendizaje.

En múltiples ocasiones, identificamos y confundimos evaluar con calificar, y reducimos la evaluación a una cuantificación del saber. No es lo mismo evaluar que calificar. La evaluación está relacionada con el análisis y la interpretación de datos e información, y la calificación consiste en asignar números o letras al resultado del estudiante, catalogándolo de mejor o peor según una escala previamente establecida. Pero en realidad las calificaciones nos dicen muy poco del aprendizaje de los estudiantes. Evaluar es valorar y comprender. Calificar es excluir y cuestionar.

La forma en que evaluamos influye en el aprendizaje de los estudiantes y en la forma en que enseñamos. Dime cómo evalúas y te diré cómo enseñas.

Un resultado nunca es parte del proceso que le dio origen. Si me oriento al resultado nunca veo el proceso. Debemos concentrarnos en el proceso de aprendizaje, y el resultado es una consecuencia de ese proceso. El resultado se deriva del proceso pero no forma parte de él. Debemos reconocer que los resultados de cualquier proceso evaluativo no dependen del estudiante, sino del profesor-evaluador y del instrumento evaluativo. No existe la evaluación objetiva. Toda evaluación es subjetiva, porque la realiza un ser humano dotado de subjetividad, que asigna sentido y significado al proceso de aprendizaje del estudiante. Cuando se trata de calificar u otorgar un valor a una determinada manifestación de un fenómeno esto nos hace remitirnos al concepto de medición, pues es necesario comparar dicha manifestación con una unidad de medida. Ahora bien, reflexionemos en la posibilidad de determinar con exactitud numérica cuánto conocimiento, habilidad, destreza, capacidad o competencia, posee un estudiante en comparación con otro. ¿Cuál es la unidad de medida de un conocimiento o de una habilidad, destreza, capacidad o competencia?

El conocimiento, la habilidad, destreza, capacidad o competencia es un fenómeno de naturaleza neuropsíquica, relativo a la configuración cognitivo-expresiva de la personalidad, y como todo fenómeno neuropsíquico, en sí mismo no es mensurable. Sin embargo, a la hora de evaluar al estudiante le otorgamos calificaciones. ¿Cuál es el criterio que seguimos para otorgar las calificaciones?

Reflexión final: Evaluar es comprender, calificar es excluir.

Cuando realizamos evaluaciones en torno a la calidad de una determinada ejecución o conocimiento logrado por el estudiante, nos debemos apoyar en térmi­nos estrictamente valorativos acerca del grado de funcionalidad, pertinencia o aplicabilidad de ese conocimiento, así como la posibilidad que tiene el estudiante de generalizar una habilidad/destreza a diferentes conocimientos de distinto grado de complejidad.

El evaluador (profesor y/o los propios estudiantes, en el caso de la coevaluación, la heteroevaluación y la autoevaluación) tendrá la oportunidad de comparar cuán adecuada es la ejecu­ción de un estudiante con respecto al modelo, representación o perspectiva que asume el evaluador, y la evaluación estará en dependencia del grado de adecuación de la ejecución con respecto al modelo (patrón, representación, configuración, esquema, enfoque o perspectiva) asumido. La evaluación, como proceso valorativo, siempre tendrá un carácter subjetivo. Lo más que podemos hacer en nuestro rol de profesores es valorar, en función de determinadas concepciones y criterios, la correspondencia con la naturaleza misma de la ejecución y su grado de adecuación o pertinencia con determinado modelo, teniendo en cuenta que la competencia, la capacidad, el conocimiento, la habilidad o la destreza como tal, no podrá ser  medida ni cuantificada en sí misma.

La evaluación formativa se basa en analizar cualidades y atributos del proceso de aprender, por eso su esencia y naturaleza es cualitativa. La evaluación formativa siempre es cualitativa, de lo contrario no es evaluación. Hablar de evaluación cualitativa es tautológico porque toda evaluación es cualitativa.

Lo que es cuantitativo es la calificación. Es por ello que, en un proceso cualitativo no hay grados, ni niveles, ni escala. Precisamente por eso es cualitativo. La evaluación se asocia más a la descripción, comprensión, valoración y argumento. La calificación está más relacionada con el número o letra que permite clasificar al estudiante en una escala y encasillarlo. En la evaluación formativa no hay calificaciones, no hay notas, ni en números ni en letras, sencillamente el estudiante aprueba o no aprueba el curso, y se hace una valoración descriptiva-comprensiva de su proceso de aprendizaje, se describen sus logros, se argumenta de manera comprensiva, caracterizando sus aciertos y desaciertos. Pero si hacemos una escala, mediante rúbricas, seguimos en lo mismo, y lo que hacemos es quitar los números y sustituirlos por letras. Lo cuantitativo es sumativo, lo cualitativo es comprensivo. Reitero: Evaluar es comprender, interpretar y valorar. Calificar es excluir.

2 thoughts on “Resignificación de la evaluación en escenarios educativos virtuales

  1. La evaluación formativa, en consonancia con el paradigma cualitativo que lo soporta, conmina a elevarla a la categoría de un proceso científico de investigación- acción, donde la recolección de información y datos de manera permanente acerca del estado en que se encuentra el aprendizaje del estudiante, con respecto a los propósitos de aprendizaje, permiten tomar las acciones que ayuden a favorecer y/o potenciar divhos aprendizajes. De esta manera, se puede afirmar que la evaluación de y para el aprendizaje, es un escenario inherente al aprendizaje.

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