Anotaciones sobre El libro salvaje de Juan Villoro
“Todo libro está dormido hasta que lo despierta un lector.”
—Juan Villoro
1.
Las historias se cuentan, narran y escriben. Siempre encontramos oyentes a las palabras que tejen aquello que se cuenta, y cuando salen del secreto guardado en la profunda intimidad de lo humano, parafraseando a Juan Villoro, dejamos de ser prisioneros, experimentando el sosiego del alivio, a medida que se narra y se narra de manera interminable. En el Libro Salvaje, Villoro cuenta una historia extraordinaria que entusiasma a ávidos lectores a convertirse en lectores prínceps. Si un adulto desea contagiar a su hijo, nieto, o estudiante, en el viaje de convertirse en lector, tendrán que caminar juntos, al mejor estilo de Thoreau, dejando todo atrás, saliendo a la calle y viviendo “puertas afuera, bajo el viento y el sol”, una aventura cada día como la que leerás en El Libro Salvaje.
2.
Las palabras son cedidas a Juan, adolescente, observador que participa y padece la separación de los padres: una madre que llora y un padre que se va a Paris con una amiga, prometiéndole llevarlo al fútbol a su regreso. Con ese dolor, comienzan las vacaciones “grandes” de verano. Entre jugar con Pablo o irse a vivir con el tío, Juan no tiene opción de elegir, yéndose a vivir con su tío Tito. A pesar de resistirse a ir donde el tío, – al que solo le ve defectos y carencias: pelos blancos asomados en la nariz, no tener televisión en casa – su madre insiste en que lo pasará bien en la biblioteca de un tío que lo ama. Ante la inminente partida y faltas de certezas, Juan, se anticipa al lector: “Lo que entonces no podía saber es que eso me iba a llevar a la mayor aventura de mi vida”.
3.
Juan reconoce no ser un lector consumado. Lleva consigo, su libro: Todo sobre las arañas, que considera estupendo y se conforma, sin correr riesgos, con lecturas desconocidas. Ernesto, su tío, conocido por Tito; vive con tres gatos: Obsidiana, Marfil, y el hijo de ambos, Dominó, además, de sus libros. Estuvo casado un año, su esposa resultó alérgica a “los papeles viejos”, pero “la vida sin biblioteca fue muy triste para él, así que decidió dejar a su esposa y volver con sus libros”.
4.
¿Qué implica iniciar una temporada en el laberinto de los libros? Juan ve a su tío como un demente y se reserva su impresión ante la madre que lo lleva personalmente. Recorriendo la casa encuentra libros para secar y planchar, que el tío justifica: “A veces se me derrama el té sobre las páginas”. Una sospechosa locura que persiste al contarle su tío la preferencia por las arañas inofensivas y silenciosas que acaban con los mosquitos y evitan que los zumbidos interrumpan la lectura y el silencio; una paradoja porque al comer le gusta sentir el ruido de su masticación. Además, ¿Cómo es posible vivir en una casa aislada de ruidos, sin teléfono, argumentando que dificultan la concentración? Le impresionaban los ojos del tío, a punto de salirse de la cara, cada vez que lo miraba de frente, haciéndolo sentir como otro de sus libros. Una casa donde un desconocido se perdería, razón para que le entregara una campanita, advirtiéndole: “Si te pierdes…, agita la campana y llegaré en tu auxilio”. Un tío que, desde el primer día, sugirió la práctica del método de Sherlock Holmes, para conocer personas y aceptar los defectos que se tienen.
5.
Las comidas del día se impregnaban con el aura de la literatura, incluso las meriendas. El Omelette con los ojos cerrados es una manera de respetar e imitar a Homero, que era ciego; el Pay de Newton, delicioso pastel, recordando la manzana caída en la cabeza de quien descubrió la ley de la gravedad. “Realmente el tío actuaba como un chiflado”, piensa Juan por momentos. Pescado a la Moby Dick y salsa Ismael, sopa de pulpo al estilo Capitán Nemo y un postre de Nieve del Almirante. Cocinar historia se convirtió en uno de los hobbies del tío Tito: “quiero confeccionar comida con sabor a novelas” afirma el tío en la cocina, ojeando la obra de Herman Melville. Los libros se convierten en aromas y sabores que invaden la cocina. Con orgullo exhibe sus recetas de comidas y postres: galletas Cronopios dulces y salados, sándwiches Robinson Crusoe y sándwiches Tres Cochinitos.
6.
La casa está llena de incontables libros, incontables. “…Vivimos aquí tú y yo y un millón de libros”, cifra basada en la espontaneidad y la incertidumbre del tío ante las matemáticas, ya que le cuesta sacar cuentas sencillas, recurriendo a Juan. El incierto conteo se debe a los libros escurridizos, moviéndose de un estante a otro y cambiando de lugar: “los libros se mueven solos; te buscan o te rehúyen”, le dice a Juan, aunque se piense que es un absurdo. La experiencia de lector en el intransitable laberinto de la biblioteca, dificultándole el paso, le permiten lanzar hipótesis: “Los libros buscan su acomodo, a veces piden que los leas, a veces que no lo leas”. Los libros se ordenan en convenciones subjetivas y extrañas, agrupándose en temas señalados con letras rojas: desde “Perros chicos” hasta “Cómo gobernar sin ser presidente”. En ese paseo por la biblioteca, Juan pregunta: ¿Y los ha leído todos? El tío responde: “Claro que no. Una biblioteca no es para leerse entera, sino para consultarse”, dice con sabiduría el tío; y prosigue con humildad: “La diferencia entre un presumido y un sabio es que el presumido solo aprecia lo que ya sabe y el sabio busca lo que aún no conoce”.
7.
Según el tío, cada libro posee un espíritu que busca su lector ideal y favorito. “Los libros se mueven como las almas en los cementerios, para acercarse a alguien o para huir de él”. En su opinión, los libros desean ser leídos por mejores personas, por eso son incansables en la búsqueda de sus lectores. En este sentido, y parafraseando a Barthes, cuando vemos un libro en una librería – o en una biblioteca – y lo compramos, inventamos mil motivos al tenerlo, pero nunca pensamos que nos desea y es él el que nos ha comprado, nos posee. Los libros se consideran súper personas, viven siempre a la caza de lectores, opina el tío. 7. Juan ha despertado las almas dormidas en la biblioteca, razón por la que el tío, con su sentido de clarividencia, lo bautice “un lector prínceps”, es decir, un lector único, cuya presencia es percibida por los libros en los estantes, estudiándolo sin prisa. Además, las orejas calientes cuando se está leyendo, en opinión del tío, es una señal de concentración. Los libros sienten que Juan puede leerlos mejor a diferencias de otras personas. Le recuerda el tío a Juan, como para que no lo olvide: “Un lector prínceps no es el que lee más libro sino el que encuentra más cosas en lo que lee”. Además, para el tío es suficiente con que su sobrino sea un prínceps continuum, es decir, “el que conserva el talento de leer a lo largo de su vida”.
Estuvo casado un año, su esposa resultó alérgica a “los papeles viejos”, pero “la vida sin biblioteca fue muy triste para él, así que decidió dejar a su esposa y volver con sus libros”.
8.
Pero, ¿qué es El libro Salvaje? Es el que no puede leer el tío de Juan, volviéndose cada vez irrecuperable. Se sabe que está perdido en la biblioteca, ¿pero exactamente dónde? Nadie lo ha leído, es único en su caso, tampoco tiene autor ni se sabe de qué trata, no tiene nombre. Ante este misterio, el tío desea que la búsqueda no se haga en forma convencional, sino que tendrá que encontrarse de manera secreta, por eso se dirige al sobrino: “Si mereces el libro, él llegará a ti”. Juan es el elegido y es la razón de estar en casa del tío. Nadie de la familia lo ha leído, se les escapó a todos y su rebeldía se reducirá al aceptar al lector que considere apto. “El libro salvaje necesita un lector especial, y creo que eres tú”, dice al sobrino.
9.
Del Libro Salvaje, brotan frases profundas, emanadas de la experiencia del narrador. Los libros se indagan por el interés del lector, que ahonda en sus pensamientos. “Los grandes lectores le agregan algo a los libros, los hacen mejores”. Los libros son incorregibles, es fácil imaginarlos cuando no son vistos, “pueden provocar una tormenta”, sólo se escuchan los saltos que dan, cuando se establece un apego. Una vasta lectura es un viaje sin moverse de lugar, “un libro es el mejor medio de transporte: te lleva lejos, no contamina, llega puntual, sale barato y nunca marea”. Aunque no te consideres buen estudiante, eso no impide “convertirte en un gran lector”, dice el tío al sobrino. Los libros buscan al buen lector, moviéndose y postrándose a sus pies; están dispuestos a llevarlo a donde sea necesario. “Ningún soldado ha luchado tanto por su patria como un libro por su lector.
10.
Los libros en sus ansias de ser leídos adoptan comportamientos humanos. Dialogan en la soledad de los anaqueles, se compenetran y se juntan unos junto con otros, murmuran entre sí, enriqueciéndose de saberes mutuos. En este universo, dialogan en silencio, se agrupan como amigos, se contaminan de ideas, se hacen confidentes. Algunos son amables. Otros, amargos. Todos, sin embargo, exigen al lector un discernimiento activo.
11.
“Pon una mano en mi hombro y nómbrame escudero. Es una vieja costumbre de caballería”. Con esta imagen quijotesca, el tío delega la responsabilidad de los libros en Juan. Le recuerda e insiste que los libro siempre andan en busca de sus lectores, además ya él lo consideran un lector prínceps.
12.
Aunque no se tenga la experiencia de un hábito lector, en mi opinión, hay que crear las condiciones para que se abran las oportunidades de inmersión. ¿Cómo sabrás de la importancia de lo que la vida te sugieres sin atreverte a bucear en las aguas oportunas que tantas bondades traerán? Quizás alguna vez dijiste, no me gusta leer ni escribir, ¿por qué lo dices, acaso lo intentaste? Eso le sucede a Juan, que escéptico termina deslumbrado por el universo de los libros en la fantástica biblioteca de su tío. Hay que resaltar la riqueza de ese océano promisorio, donde sumergirse es una aventura. Al salir de esa inmersión, lo más seguro es que no seamos los mismos. ¿Acaso la lectura realizada con avidez y entusiasmo no deja una huella que nos marca? La inmersión en un ambiente de libro, en casa, en la biblioteca, o en la escuela, deja esa huella. Pensar así, es una esperanza, una realidad, o una utopía, y eso es lo que nos hace avanzar.
13.
¿Ya escribiste tu libro salvaje? Si no lo has hecho, ¿cuándo lo harás?
¿Sabías que ese libro que aún no escribes sigue con sus hojas en blanco, esperándote? Déjate invitar por El libro salvaje de Juan Villoro. Tal vez te impulse a encontrar tu propio libro, y al encontrarlo, no te decepciones. Atrévete a escribir eso íntimo que ha dado sentido a tu vida: tus sinsabores, tus descubrimientos, tus alegrías. Solo asegúrate de que ese libro no se quede dormido. Despiértalo.
Un articulo que cobra vigencia, ahora que estamos en los inicios de la FILBO, el libro salvaje en proceso de construccion, considero que los libros nacen de la imaginacion de sus autores, pero adquieren vida propia, toman distancia de su autor, son los hijos que se vsn del hogar a hacer su vida