La madre, de 20 hijos, es una joven señora de 38 años de edad. Nunca se le preguntó su identidad y sitio de habitación. La llaman “Doña Marta”. Ella ha confesado haber parido veinte veces seguida. Exhibe un embarazo avanzado. Vive con 18 de sus hijos, criados con los dineros de los subsidios estatales, pues dos de los mayorcitos abandonaron “el hogar”, donde la mamá paré un hermanastro cada año, desde que cumplió sus “catorce primaveras“.
Cada hijo tiene un padre, cuyo destino ella ignora. Igual ocurre con el actual embarazo, producto de una “rumba” a la que asistió, meses atrás. Le gustó un muchacho y tuvo sexo ebrio. Con-sentido. De su “amante” circunstancial no sabe nada, ni su destino ni actividad. Sólo que fue efectivo porque quedó preñada: como ha sucedido con todos sus embarazos precedentes, ya que su propósito siempre ha sido parir. Y vivir del dinero de los subsidios que cada mes recibe por cada hijo.
Según ha contado a INFOBAE.COM por cada niños, dependiendo la edad, recibe mensualmente una suma promedio de $250.000. Por niño “grande” el Gobierno Nacional la subsidia con $300.000; por los más pequeños le entregan $100.000. Doña Marta, entonces, se hace un “dinerito” cercano a tres millones de pesos, suma que “invierte” en: alimentación, educación y otros menesteres de su prolífica familia.
La múltiple familia de Doña Marta, habita una reducida casa construida en madera y zinc, de tres “cuartos”, en los cuales duerme con su prole, que despierta no cabe en la sala ni en el cuarto de labores y cocina. La casa tiene un pequeño patio, donde se “asolea” la ropa de las niñas y niños que, con todas las dificultades imaginables, asisten a la escuela pública y realizan sus tareas escolares. en esa casa los niños no cuentan con espacio para jugar. Sólo duermen horizontalmente, como las sardinas en lata.
Muy a pesar de lo apretado e incómodo de la vivienda y de las complejas condiciones de vida que le proporciona a su abundante prole, Doña Marta se niega a acabar con los embarazos anuales. Afirma conscientemente que: “¡tomo esto como un negocio!”.
Muy a pesar de lo apretado e incómodo de la vivienda y de las complejas condiciones de vida que le proporciona a su abundante prole, Doña Marta se niega a acabar con los embarazos anuales. Afirma conscientemente que: “¡tomo esto como un negocio!”. Precisando: “la verdad es que como el gobierno me ayuda por cada niño, entonces recibo un “dinerito” por cada hijo”, menor de edad. Con esta filosofía de vida ha “criado” 20 criaturas solo con la ayuda de papá-estado.
En el video que ilustra el informe periodístico, con la escasa entrevista ofrecida por la “negociante” madre, se observa y escucha cuando, una de las hijas pequeña le dice: “¡Mamá, tengo hambre!” Y la “Doña”, displicente, le responde: “Espera un momento que estoy ocupada”. Sobre cómo alimenta a la comuna de niños, cuenta: “Que junta huesos y frijoles para hacer un sancocho comunal, en algunas ocasiones. En otra, prepara otros alimentos”.
La embarazada, desde los 14 años de edad, no trabaja, ni en las labores del hogar, pues en ellas le colaboran los niños y niñas con más edad. ¿La razón? Ella vive preñada. Y cuando no va a las rumbas vecinales, para lograr otra preñez. Además de subsistir con las ayudas estatales, recibe apoyo de la Iglesia del barrio. Y obvio, de sus vecinos, entre quienes presumo habitan otras familias subsidiados, las que viven de la solidaridad de todos los colombianos.
Esta historia no es surrealista. Es verdadera y está contada en una crónica periodística, que identifique atrás. A mí me parece ideal para una cátedra de sociología jurídica, por sus detalles de conciencia para sobrevivir sin trabajar, solo con parir. Así mismo de antropología social, ya que indica cómo se engendra más desigualdad. Y por qué no para una clase de filosofía política para desnudar el concepto del Estado de Bienestar. En fin, la de Doña Marta es una historia para estudiar. ¿A ustedes, amables lectores, le parece?
La próxima: ¿quién se burla de quién?