“El motor de la historia es el amor, el bien”. Marcus Gabriel, filósofo francés.
Desde diversas perspectivas las llamadas Ciencias Sociales, al igual que las duras, como las matemáticas y la física, han formulado teorías no sólo sobre el origen de la humanidad, sino del amor y su importancia en la consolidación de la civilización humana. Ninguna descarta el carácter de animal social del ser humano, sin ignorar el aspecto divino que lo distingue desde que habita el planeta tierra.
En ese orden, bien se podría ahondar en cada una de tales teorías. Pero no es ese el interés del columnista que, únicamente, pretende hablar de amor durante estos calenturientos días de septiembre, incluso con vendavales, por aquello de ser el mes del amor y la amistad. Así que para cerrar este ciclo 2024, he escogido para compartir unas teorías, cuyos autores explican el origen del amor desde las perspectivas de las madres, de la maternidad.
Anotado lo anterior vamos a reseñar, con la brevedad de unos párrafos escritos en el sudor de las auroras submarinas, tres de esas teorías cuyos autores son: un historiador Yuval Noah Harari, un científico social Edgar Morín y un filósofo André Comte- Sponville. Estos tríos consideran, de sumo interés, el protagonismo de las mujeres madres en el nacimiento y construcción del amor humano. Así lo han expuesto en su amplia obra.
Y bien. Es menester aclarar que no hablamos de un amor con adjetivo calificativo, sino con un extenso significado en el convivir humano. Ese significado del amor nos los brinda filósofos con enseñanzas sobre el amor como dicha, regocijo, alegría, placer, euforia, satisfacción. Ese amor del que enseñan las madres. Porque una vida sin alegría, placer, regocijo y/o dicha no vale la pena ser vivida. Las madres dan de ese amor extenso, vivo, alegre, dichoso, delicioso, como un vaso de Frozzo Malt al mediodía de octubre.
1. En la historia
Harari, historiador, dedica en su libro “de animales a dioses, Breve Historia de la Humanidad”(Debate) un importante paginaje, a exponer y explicar la revolución agrícola y el significado en la cultura de los humanos, tanto en el desarrollo histórico como biológico, diferenciando sexos y géneros. Tal distinción le asigna a las mujeres, por su disponibilidad genética, la domesticación de la vida sedentaria, sin sedentarios no habría agricultura.
Tu madre le temía a la noche, al insomnio que le quitaba el sueño y la desvelaba, tragándose la impotencia y rogándole a Dios que la recogiera para evitar seguir con este sufrimiento, repetía entre sollozos ante el consuelo de los vecinos.
Al respecto comenta, críticamente, la tesis de la dependencia que dice: “…es que los hombres han sido programados para ser ambiciosos y competitivos, y para destacar en la política y los negocios, mientras que las mujeres han tendido a apartarse del camino y a dedicar su vida a criar a los hijos” (pág 180). Pero el historiador no considera cierta la misma.
La crianza de los hijos es una evidencia de amor.
2. En la filosofía.
Así lo entiendo al leer al filósofo Comte-Sponville, quien en el libro “la vida humana“(Paidós) afirma: “Antes del hombre, me refiero a antes de un ser humano, hay una mujer. Siempre”. Para anotar sobre las diferencias de género, lo siguiente: “La humanidad es una invención de las mujeres. Incluso en las sociedades modernas, la madre, casi siempre, permanece como el primer amor, y el último también a veces. Es que ella fue la primera en amar“(pags. 31 y 32).
Comte-Sponville inicia el capítulo amar del libro, así: “La gran cuestión es amar, naturalmente. Pero ¿quién podría hacerlo sin haber sido amado primero? Se empieza por ahí, casi siempre. En los brazos de una mujer, junto a su corazón, junto a su pecho, en el fondo de sus sueños y de su amor…Es la primera que nos ha amado, éste es el punto decisivo, (…).Es el amor incondicional por excelencia (quiero decir sin otra condición que ésta: ser su hijo)”. (pág. 70). Al criar la madre crea el amor. Es la evidencia de la historia humana.
3. En la ciencia
Es E. Morín, el científico social que al cumplir los 100 años de vida pidió “erotizar la vida”, quien en un aparte del libro “el método 2. La vida de la vida“(Cátedra), bajo el título “La humanidad del amor y el amor a la humanidad”, devela el complejo vínculo de madre e hijos en el nacimiento y crecimiento amoroso de un ser humano. Vínculo que Harari reseña para la historia de la agricultura y que Comte-Sponville dibuja para la historia de una persona.
El centenario Morin lo describe así:
“Pero el amor humano tiene dos fuentes animales más cercanas.
Una es la relación mamífera madre – hijo: es decir, la continuación extrauterina en el amamantamiento, y después en el apego, del vínculo simbólico entre dos seres.
La otra es la relación simbiótica de la pareja macho/hembra que se constituye en los pájaros y en ciertos mamíferos” (pág. 510).
A manera de conclusión debo expresar que para aprender a amar es menester haber aprendido calor humano de los brazos de una amorosa madre. ¡Sí en ellas!, porque las madres dicen orgullosas: el amor más grande del planeta en mis brazos. Toda la vida pasamos buscando esos maternos abrazos. Demostrado esto, que el amor es creación de las madres.
La próxima: Gabo, la eternidad de la obra del nobel.
Buen texto amigo.
El amor materno, tema inagotable para cualquier escritor