Fabiola Ochoa Montiel
Alexander Luis Ortiz Ocaña
La conciencia moral es universal, esto indica que debería existir un acuerdo general entre las culturas. Unos investigadores de Harvard desarrollaron una encuesta de juicio moral que han respondido cientos de miles de personas de más de 120 países. Los datos recopilados confirman un sentido moral universal.
El camino entre el razonamiento moral y la conducta moral es bastante complicado de transitar. El concepto de “conciencia” se desarrolló precisamente para hacerlo más transitable. La conciencia es algo que nos hace sentirnos bien cuando hacemos cosas buenas, y nos hace sentir mal cuando no las hacemos. Lawrence Kohlberg, el fallecido psicólogo de Harvard, creía que una conciencia sana era el peldaño más alto de la escalera del razonamiento moral. Pero no todos los neurocientíficos creen que la conciencia sea innata. Algunos creen que es una configuración social, y para ellos, la interiorización es la medida más importante de la conciencia moral.
Kohlberg creía que el razonamiento moral dependía de la madurez cognitiva general. Por lo tanto, si las decisiones tienen fuertes raíces emocionales, entonces el razonamiento moral depende de la madurez emocional. Esta idea de Kohlberg tiene sus críticos, pero aun así estos planteamientos siguen siendo importantes, al igual que los de su educador, Jean Piaget. Las ideas de estos dos eminentes psicólogos han sido aplicadas con éxito en colegios y universidades.
Medina (2010) describe el proceso progresivo del desarrollo moral esbozado por Kohlberg:
- Evitar el castigo: razonamiento moral pre convencional. El razonamiento moral empieza en un nivel bastante primitivo, enfocado principalmente en evitar el castigo.
- Considerar las consecuencias: razonamiento moral convencional. A medida que la mente del niño se desarrolla, empieza a pensar en las consecuencias sociales de sus conductas y a modificarlas de manera coherente.
3. Actuar por principios: razonamiento moral post convencional. Con el tiempo, el niño empieza a basar sus decisiones conductuales en principios morales y objetivos bien desarrollados, no solo para evitar el castigo o para ser aceptado por sus pares. La meta de todos los padres y educadores es llegar hasta aquí.
Es por ello que cuestiono el acto de pegarles a los niños como método de enseñanza, no solo porque no contribuye a su aprendizaje y emergencia de su moralidad, sino porque la imitación de este acto podría contribuir a conductas violentas por parte de los niños. Es cierto que pegarle a un niño no implica ningún tipo de sacrificio, y la crianza inductiva implica esfuerzo. Pero pegarle a un niño es una manera perezosa de criarlo y educarlo, y además, genera violencia en el infante
Los niños no necesariamente llegan a la tercera etapa por sí solos. Junto con el tiempo y la experiencia, puede que también se necesite una crianza sensata para lograr que un niño se comporte sistemáticamente de una manera congruente con su gramática moral innata. Y esto es difícil, en parte, porque si los niños observan un mal comportamiento, lo aprenden. Incluso si ese mal comportamiento es castigado, sigue estando accesible en su mente. Esto fue lo que demostró el psicólogo Albert Bandura, con la ayuda de un payaso. Veamos la descripción de Medina (2010):
En la década de los sesenta, Bandura les mostró a unos niños en edad preescolar una película con Bobo el payaso, uno de esos muñecos inflables con un peso en la base. En la película, una adulta llamada Susan le da golpes y patadas al muñeco, para luego darle una paliza con un martillo. Después de ver la película, los niños pasan a una sala llena de juguetes, entre ellos un Bobo el payaso y un martillo de juguete. ¿Qué hacen los niños? Depende. Si vieron la versión de la película en la que se elogia a Susan por sus acciones, golpean al muñeco con mucha frecuencia. Si vieron la versión en la que castigaban a Susan, le pegan a Bobo con menos frecuencia, Pero si Bandura entra en la habitación y dice: “Les daré una recompensa si repiten lo que vieron que hizo Susan”, los niños cogen el martillo y le dan una paliza al muñeco. Aunque hayan visto que la violencia es castigada o recompensada, han aprendido el comportamiento.
A este proceso Bandura lo denomina “aprendizaje observacional”, y pudo demostrar que tanto los niños como los adultos aprenden al observar las conductas de los demás. La conclusión de Bandura es una extraordinaria arma de educación social. El aprendizaje observacional desempeña un papel poderoso en el desarrollo moral. El cerebro ético se configura a partir de la observación. Es por ello que cuestiono el acto de pegarles a los niños como método de enseñanza, no solo porque no contribuye a su aprendizaje y emergencia de su moralidad, sino porque la imitación de este acto podría contribuir a conductas violentas por parte de los niños. Es cierto que pegarle a un niño no implica ningún tipo de sacrificio, y la crianza inductiva implica esfuerzo. Pero pegarle a un niño es una manera perezosa de criarlo y educarlo, y además, genera violencia en el infante. “Los niños de tres años a los que les daban palmadas más de dos veces al mes tenían un 50 por ciento más de probabilidades de ser agresivos a los cinco” (Medina, 2010, p. 290)
Finalmente, es preciso reiterar que todo ser humano tiene un sentido innato de lo correcto y lo incorrecto. En el cerebro, las regiones que procesan las emociones y las que procesan la toma de decisiones trabajan juntas para lograr la conciencia moral, base de la conducta moral, la cual se desarrolla con el tiempo y requiere una orientación particular. En este sentido, la manera como los educadores (padres y educadores) manejen las reglas es clave: consecuencias coherentes e inmediatas para la violación de las reglas; elogio al esfuerzo por el buen comportamiento; y expectativas claras y realistas. Es decir, los niños tienen más probabilidades de interiorizar la conducta moral si los padres les explican el porqué de una regla y de sus consecuencias.
Referencias
Alper, M. (2008). Dios está en el cerebro. Una interpretación científica de la espiritualidad humana y de Dios. Bogotá: Norma.
Begley, Sh. (2008). Entrena tu mente. Cambia tu cerebro. Bogotá: Norma.
Blackemore, S. J. y Frith, U. (2008). Cómo aprende el cerebro. Las claves para la educación. Barcelona: Ariel.
Damasio, A. R. (1994). El error de Descartes. La razón de las emociones. Santiago de Chile: Andrés Bello.
Damasio, A. R. (2007/2001). El error de Descartes. La emoción, la razón y el cerebro humano. Barcelona: Destino.
Health, R. (2000). Researchers Identify Brains Moral center. Miércoles. Marzo 5.
Medina, J. (2010). Como tener los hijos listos y felices. Bogotá: Norma
Papalia, D. (1990). Psicología General. Bogotá: McGraw-Hill.
Pinker, S. (2008). Cómo funciona la mente. Barcelona: Destino.
Stein, R. (1999). Sociality, Morality and the Brain. Lunes. Octubre 25. A13
Usted también puede hacerlo, en http://moral.wjh.harvard.edu .
Creo que no es cierto lo que establece; la conciencia moral no pude catalogarse dentro de la universalidad, sería un despropósito considerar que se debe construir una conciencia universal; porque esto va contrario a la idea de valorar lo propio, la cultura de pueblos originarios; cada grupo social tiene una cultura y esta cultura desarrolla sus propios códigos morales como forma de representación y esencia de su pueblo; de tal forma que si hablamos de configurar una conciencia moral universal es desconocer el multiculturalismo en procura de la unificación que esto ya esta muy debatido; incluso podría decirse que si hay algo algo que puede considerearse universal dentro del mundo son una serie de principios que se ha analizado y que se ha determinado que las diferentes culturas y religiones tienen en común, como por ejemplo “no matarás”; pero hablar de “moral” de una “conciencia moral” son dos cosas bastante disímiles.