“Todos los vicios y la mezquindad de un pueblo son vicios de sus maestros”.
Gabriela Mistral, Pensamientos pedagógicos.
En los sistemas educativos, la figura de los maestros representa un aspecto sustancial de los mismos. Pieza clave sobre la cual descansa la intención de formar (en el sentido del filósofo alemán, H.G Gadamer) seres humanos íntegros, autónomos y dotados de una conciencia y pensamientos críticos. En pocas palabras, de educar para la libertad.
Los maestros son agentes de cambio por cuanto contribuyen con sus habilidades y capacidades de orden pedagógico y disciplinar a la divulgación del conocimiento de las ciencias, las humanidades y las artes, en beneficio de sus estudiantes y de la comunidad educativa de la cual hacen parte.
De igual manera, en despertar esa necesaria curiosidad en sus discípulos que permita comprender críticamente el mundo, la sociedad y la cultura propia de la vida cotidiana de los niños y de los jóvenes. Pero también educan con su ejemplo de integridad ética y con su pasión por lo que hacen en su oficio influyendo positivamente en sus comunidades educativas.
Sin embargo, su tarea se ha tornado compleja por diversos factores. Uno de ellos tiene que ver con el impacto de la revolución digital a la cual asistimos en este momento de la historia. La realidad virtual y las tecnologías de la comunicación con su constante estímulo de lo visual y de la imagen, representan serios desafíos al oficio de los maestros. ¿Se ha cumplido entonces lo que afirmó Martín Heidegger en su ensayo, Caminos de bosque (Holzwege, 1938) cuando sostuvo afirmó lo siguiente: “El fenómeno fundamental de la Edad Moderna es la conquista del mundo como imagen”?
Parece entonces que todo está al alcance de un simple clic, contribuyendo con esto a la configuración de un modelo educativo light (ligero), donde muy poco se valora el esfuerzo, la exigencia y la disciplina que son disposiciones necesarias que conducen al cultivo del pensamiento de alto nivel. Hoy, parece haberse impuesto una educación basada más bien en la idea de seducción y en la emoción en vez del fomento de lo intelectual. Esto parece traicionar la vieja tesis de Aristóteles de Estagira, quien al inicio de su obra cumbre, Metafísica, afirmaba lo siguiente: “Todos los hombres por naturaleza desean saber”. (Aristóteles, Metafísica, Gredos, 2014; página 73).
Ahora bien, la figura del maestro se ha devaluado, ya no goza de ese prestigio ante la sociedad como acontecía en décadas anteriores. Ante esta realidad perturbadora vale la pena entonces preguntarse: ¿Esta situación comenzó con la experiencia de mayo del 68 dónde las jóvenes generaciones del siglo pasado cuestionaron toda forma de autoridad y, por ende, la de los maestros?
Algunos pensadores e investigadores contemporáneos creen que sí y se han ocupado de la crisis de la educación y autoridad de la figura de los maestros, como ocurre en un corto escrito de la pensadora judía alemana, Hannah Arendt, quien estando en el exilio en los Estados Unidos publicara en 1954 su libro titulado, Entre el pasado y el futuro (particularmente en su capítulo, Crisis de la educación), donde habla de este tema.
Y, de igual manera, la profesora de origen sueco, Inger Enkvist, en varios de sus libros donde compara sistemas educativos en el mundo se ha referido también a este asunto. Basta consultar, a manera de ejemplo, La educación en peligro (2010); La buena y la mala educación (2011) o Educación, guía para perplejos (2014) para constatar como un hecho histórico el declive de la autoridad del educador.
Nuestros jóvenes y niños, tan receptivos y sensibles ante el universo digital han orientado su interés y atención no precisamente en figuras académicas o científicas o de aquellos pensadores que han consagrado sus vidas al fascinante mundo del pensamiento. No, ahora las frivolidades y banalidades propias de la farándula, del espectáculo, de lo obsceno y vulgar han impactado sus conciencias de tal manera que se ha hecho evidente un profundo declive de ese interés de educarse para alcanzar mayores niveles de autonomía moral o intelectual. Poco interés hay hacia los temas científicos o de corte humanístico que puedan ser motivo de conversación o discusión académica entre los jóvenes. Lamentablemente esa es la herencia que los adultos le estamos dejando a las actuales generaciones. ¿Cómo extrañarnos que nuestros niños y adolescentes poco leen cuando más bien los estimulamos a ser adictos al entretenimiento y a la distracción?
Nuestros jóvenes y niños, tan receptivos y sensibles ante el universo digital han orientado su interés y atención no precisamente en figuras académicas o científicas o de aquellos pensadores que han consagrado sus vidas al fascinante mundo del pensamiento. No, ahora las frivolidades y banalidades propias de la farándula, del espectáculo, de lo obsceno y vulgar han impactado sus conciencias de tal manera que se ha hecho evidente un profundo declive de ese interés de educarse
De igual manera, la brecha intergeneracional entre maestros y estudiantes hace más complejo formar a jóvenes quienes tienen intereses y códigos comunicativos tan disímiles en comparación con las de sus tutores. Sobre este hecho, el historiador inglés, Eric Hobsbawm en la introducción de su libro, Historia del siglo XX (1994), y refiriéndose a los principales cambios característicos de la anterior centuria sostiene la siguiente tesis: “La tercera transformación, que es también la más perturbadora en algunos aspectos, es la desintegración de las antiguas pautas por las que se regían las relaciones sociales entre los seres humanos y, con ella, la ruptura de los vínculos entre las generaciones, es decir, entre pasado y presente”. (Pág. 25).
La anterior transformación a la que alude ese historiador marxista tiene repercusiones profundas en la praxis educativa y en la forma en que se entiende la educación contemporánea que, sin desconocer sus aspectos positivos, como su deseo de formar lectores competentes, ciudadanos que sepan convivir civilizadamente, o el de fomentar relaciones más horizontales entre educadores y educandos, ha caído en la trampa de una pedagogía light que sólo parece privilegiar la forma en que se educa sin cuestionarse el para qué educar hoy.
Esto explica quizás la proliferación de tantas estrategias de aprendizaje que, sin embargo, no han logrado trascender ese sin sentido y vacío existencial tan propio de estos tiempos de hipermodernidad, para algunos, o de posmodernidad, para otros pensadores. En este sentido es válida la crítica del educador español, Víctor García Hoz quien afirmó lo siguiente: “nunca como hoy ha dispuesto la educación de tantos medios y recursos, y sin embargo, nunca como hoy el descontento ha sido mayor y tan generalizado”. (Citado por Leonardo Polo, en su libro, Ayudar a crecer. Cuestiones filosóficas de la educación, publicado por EUNSA en 2006, página 13).
En otro orden de ideas, se observa también otra situación no menos preocupante alrededor de la figura del maestro: el de haberse convertido en un mero administrador de currículos. En Colombia, los maestros son tratados como menores de edad, para emplear una expresión kantiana. El Ministerio de Educación Nacional, diseña, formula, recomienda y exige el cumplimiento de un sinnúmero de orientaciones que, en la mayoría de los casos, le niega al educador su creatividad y capacidad para formular iniciativas que respondan a cabalidad y de manera satisfactoria las demandas y necesidades educativas de sus estudiantes en virtud del contexto en el cual ejercen su actividad formadora: Lineamientos Curriculares, Derechos Básicos de Aprendizajes, Estándares Básicos de Competencias, entre otros instrumentos que, en muchas ocasiones invisibilizan iniciativas y proyectos que algunos maestros críticos y heterodoxos adelantan al interior de sus instituciones educativas.
En los años ochentas del pasado siglo el magisterio colombiano tuvo el acierto y el coraje de liderar una de las más significativas experiencias en el ámbito educativo: el Movimiento Pedagógico que logró adelantar importantes investigaciones en pedagogía con interesantes resultados que se vieron reflejados en seminarios, conferencias, libros, artículos y recomendaciones de maestros hacia el MEN, logros que se cristalizaron con la promulgación de la Ley General de Educación, sancionada por el Congreso de la República en febrero de 1994.
Hoy en cambio, se ha hecho evidente el declive tanto de la educación como de la figura del maestro quien está llamado a recuperar ese estatus de intelectual de la educación. Pese a lo anterior, la historia de la pedagogía ha demostrado que, cuando los maestros, fieles a su vocación de formadores, lideran procesos pedagógicos fundamentados en la crítica académica, humanística y científica, impactan positivamente los modelos educativos hegemónicos, experiencias necesarias para la configuración de una sociedad donde predominen valores de una ética cívica que permita garantizar una convivencia civilizada entre los individuos que hacen parte del tejido social.
A pesar de la complejidad del oficio de ser maestro, es necesario que los educadores sean reconocidos como ejemplos de madurez intelectual y ética de tal manera que, con su ejemplo de abnegación y entrega, en su condición de formadores de niños y jóvenes abracemos la utopía de que sí es posible imaginar y contribuir a una paz perdurable en la nación colombiana, respetuosa de la dignidad intrínseca de toda persona humana.
Hoy día, el oficio de ser maestro requiere de la apropiación de saberes, una reflexión pedagógica y una vocación, que evidencie una Praxis apasionada y comprometida. El oficio y la dignidad del maestro depende mucho de sí mismo.
Si tenemos en cuenta que en el sistema y formas de una sociedad de consumo, el conocimiento, es un producto devaluado, pierde su atractivo, porque, que para las nuevas generacion6es el progreso y desarrollo humano, está representado en el poder adquisitivo, casa, carro, beca, lujos, para la consecución del más grande propósito de un ser humano, ser feliz !
El oficio de maestro ha ido evolucionando dada la dinámica de los avances actuales, el maestro sigue teniendo el poder de la palabra y la capacidad de impactar las vidas de sus educandos, sigue incidiendo en la comunidad, en las poblaciones pequeñas sigue siendo una figura relevante. Interesante articulo que
muestra la importancia que tiene el maestro como formador y facilitador de los procesos de aprendizajes.