La academia y los sofistas de la salud

Introducción

Siendo magistrado del Tribunal de Ética Médica del Atlántico, finales de los 90, en conversación informal con el Dr. Nayib Narváez Utria, a la sazón su presidente, me propuso la vinculación a la Academia Nacional de Medicina de Colombia. Una y otra vez insistió hasta que al fin le entregué carta en donde solicitaba el ingreso; que permitió la incorporación a esta respetable institución el 29 de junio de 1999, luego de ser aprobada mi solicitud y presentar el trabajo – exigencia estatutaria – “Ética Nicomáquea. Fundamentos Aristotélicos del Principio de Beneficencia”.

Primer acercamiento a la Academia se había dado en alguna reunión que tuve oportunidad de asistir por allá en la década de los 80. En esa ocasión, joven aun, impactó la pinta veterana de la generalidad de sus integrantes.

Cierto es, la porfía por la lectura permitía, no recuerdo ni cómo, que la revista MEDICINA su órgano de difusión, cayera en mis manos y se convirtiera en soporte documental para mis elucubraciones médicas y valiosa fuente bibliográfica para el ejercicio docente. Facilitaba información general sobre las actividades propias de la Academia Nacional de Medicina.

La impresión inicial, sobre el aspecto curtido de sus integrantes, dejó señal positiva en mi dictamen con relación a la estructura específica que origina y justifica la existencia de una academia, más aún si es de medicina. Tuve certeza, se requería gran distinción personal, altura intelectual y demasiada categoría profesional, propias de un “Ser Médico Excelente”, para ocupar asiento en tan ilustre corporación. Lejos estaba en mi mente, por aquellos tiempos, formar parte, algún día, de esa casta de “Hombres de Bien” que constituyen una Academia, mucho menos, ocupar el puesto dignísimo de presidente durante dos periodos: 2014 – 2016, 2016 – 2018.

Según decir del Ex presidente de la Academia Nacional de Medicina, Doctor Efraím Otero Ruiz “Las academias de medicina constituyen verdaderos reservorios de talento y de experiencia, a los que se llega no por recomendaciones mezquinas ni por intrigas palaciegas sino porque se es elegido libre y ampliamente por sus pares. Para ello se tiene en cuenta ante todo el valor intrínseco de las personas, sus cualidades científicas intelectuales y éticas y la pléyade de servicios que como ciudadano o como médico haya prestado a la nación”.

EXCELENCIA ACADÉMICA.  La academia es templo sagrado de la excelencia. Quienes la constituyen, en su amplio significado platónico de “Gimnasio de la Mente”, son un grupo de hombres y mujeres sobresalientes en las letras, las artes y las ciencias, tipos ejemplares en el conocimiento y práctica de ellas, además de fornidos atletas de la ética y la moral.

Es refugio ideal donde encuentran cabida los que han alcanzado la excelencia. Excelencia entendida no solo como el más alto nivel de sabiduría conceptual, sino también, de sabiduría práctica, manifiesta con nobleza en ejemplar vocación de servicio a la gente y comportamiento decente en su vida personal. Que les concede posición privilegiada de liderazgo en el conglomerado social. He aquí la razón por la cual excelencia académica y excelencia universitaria son denominaciones afines.

Las universidades alcanzan la excelencia en la medida que se aproximan a lo académico, es decir, a lo que conciben ese grupo de personas plenas de “talento y experiencia” que continúan el ideal trazado por el filósofo griego.

Tenemos, pues, los académicos un compromiso ineludible con la educación médica y sus escuelas de formación. De allí la imperiosa necesidad de volcarnos de manera constructiva sobre los centros de estudios superiores, en donde la mayoría de nosotros cumplimos labor docente, para no seguir enseñando medicina con licencias provisionales, prácticamente en la informalidad, por carecer de programas de estudios acreditados.

El reproche de Platón es contundente: “A vosotros no os importa la cosa misma, la verdad o la razón y el derecho; lo que os importa es el poder, y en el fondo no tenéis idea de la verdad y de los valores del hombre, y por eso no sois conductores, sino seductores”.

“Siempre he creído que debería existir un compromiso u obligación mutua que hiciera posible retornar periódicamente al Alma Máter para renovar la savia”; nos advierte el doctor Fernando Sánchez Torres, expresidente de la Academia Nacional de Medicina,  en atención a lo señalan sus estatutos de: “Contribuir al estudio y progreso de la medicina, de la educación médica y la investigación, auspiciar el adelanto de las ciencias afines y las tecnologías complementarias, y propender por la ética, el buen ejercicio profesional y el desarrollo humanístico del médico; fortalecer la unidad del cuerpo médico dentro del ejercicio libre de la profesión”.

SOFISTAS NEOLIBERALES. Cuando Platón creo la Academia lo hizo para enfrentarse a los mismos sofistas que antes había combatido su maestro Sócrates.

Y ¿por qué fue condenado Sócrates a morir envenenado con la cicuta? Todos sabemos que el gran pecado, del más sabio y justo de los atenienses, fue proclamar la verdad en contra de sus enemigos, los sofistas.

Dos rasgos de los sofistas, estrechamente vinculados entre sí, son la búsqueda del éxito a cualquier modo y la ceguera para reconocer el valor intrínseco de la verdad. Así, con iguales características, persisten en los días de hoy, sembrados como inescrupulosos mayoristas de la salud, los sofistas neoliberales para los cuales todo está permitido; carentes de principios, ansiosos, obsesivos del poder. El reproche de Platón es contundente: “A vosotros no os importa la cosa misma, la verdad o la razón y el derecho; lo que os importa es el poder, y en el fondo no tenéis idea de la verdad y de los valores del hombre, y por eso no sois conductores, sino seductores”.

Nosotros emulando al hombre de las anchas espaldas, estamos llamados a seguir, no obstante, el largo tiempo trascurrido, sus sempiternas enseñanzas cuando los explotadores de la ciencia y profesión médica aún perviven, cual seductores modernos, sin recato alguno en su afán por acumular más y más dinero. Capitalismo salvaje es la doctrina, ya sabemos, de los que aplican a este sistema insaciable de explotación económica.

LA MINISTRA CORCHO. En sentencia 760 de 2008 la Corte Constitucional ya advertía sobre el “Alto grado de corrupción, la prevalencia absurda de intereses particulares, la debilidad manifiesta en el control estatal, el inadecuado manejo administrativo por ineficiencia, son algunos de las causas generales que afectan los recursos de la salud”.

La llegada de la ministra Carolina Corcho al “gobierno del cambio”, proveniente de la misma organización Medica, de la Federación Médica Colombiana, avivó las esperanzas del gremio por un cambio verdadero en la actual política de salud para corregir las falencias que señala la Corte Constitucional. Que en términos prácticos buscarían evitar una crisis de la salud – que en los actuales momentos no existe –   y no de provocarla como es el propósito de la ministra para lo cual en el presupuesto anual de la nación 2023 destinado a la salud ya lo redujo en 300 mil millones de pesos.

La propuesta del gobierno actual es “hacer borrón y cuenta nueva” – Tal lo señala un video del senador Gustavo Bolívar que circula por las redes – a lo logrado con la ley 100 de 1993 para volver al modelo existente antes de la vigencia de esta norma. Es claro que el problema central de la seguridad social, en estos momentos, tiene que ver con la calidad del servicio porque gracias a la ley 100 la cobertura paso del 40 % antes de su expedición a casi el 100% hoy en día. Este desfase entre cobertura y calidad es el que hay que corregir a sabiendas de que su factor determinante es la corrupción; la plata que se roban.

Tengo viva en mi memoria lo que tocó padecer a los trabajadores de la salud que laborábamos en las instituciones públicas del Estado antes de la ley 100 cuando su administración dependía directamente de las dependencias gubernamentales: secretarias, ministerio, etc., como se pretende ahora. Para que nos pagaran nuestros justos salarios teníamos que hacer huelga porque los recursos destinados a los hospitales llegaban primero, de preferencia, a los proveedores y contratistas por aquello de los porcentajes y comisiones, de las jugosas ganancias que dejaban a sus gestores. En el Hospital de Barranquilla, en donde laboré por 23 años, teníamos que parar las actividades cada tres o cuatro meses para lograr el pago de las mesadas atrasadas que, casi siempre, conseguíamos de forma parcial con el paro.

Los pacientes de otra parte tenían que llevar desde almohadas y sabanas hasta medicinas, guantes, gasas y mayoría de elementos de uso hospitalario para ser atendidos. Se vivía una situación caótica. Lo que los periodistas llamaron el “Paseo de la muerte” era algo normal en aquellos tiempos de ingrata recordación. No quiero creer vayamos a volver a vivir tanto horror.

Abrigo el optimismo que con la médico – psiquiatra Carolina Corcho no se haga efectivo el refrán aquel de que “No hay peor cuña que la del mismo palo”.

En el actual gobierno trabajan dos grandes expertos en materia de salud pública: el exministro Alejandro Gaviria y el Superintendente Nacional de Salud el Dr. Ulahy Beltrán.  Ojalá con sus luces ayuden a pensar a la ministra del ramo que, en mi parecer, está procediendo más con criterio ideológico, revanchista, que con lineamientos técnicos que permitan corregir las fallas estructurales de la seguridad social en Colombia. Todavía estamos a tiempo.


     Platón citado por Hirschberger Johannes, Breve Historia de la Filosofía, Editorial Herder, Barcelona, 1993, p. 25

One thought on “La academia y los sofistas de la salud

  1. Hola Teo. La ministra Corcho nombró al Dr Felix Leon Martínez en la dirección de ADRES nacional. El dr Martínez es un médico magister en salud pública de la universidad de Antioquia. Es un gran conocedor del sector salud y de la ley 100. Creo, sin temor a equivocarme, que es el funcionario actual del Minsalud con la mayor experiencia en el sistema de salu del país.
    Saludos Teo.

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