¿Qué es ser “jefe de estado” en un Estado “Social” de Derecho?

Si quienes tienen menos pueden aceptar que la sociedad es justa, entonces quienes tienen más también podrán asumir esa idea”. Daniel Chandler.

En el poemario “Por el atajo“(1920), el reconocido poeta cartagenero Luis Carlos López, más identificado como “El Tuerto López“, incluyó el poema “a mi ciudad nativa“, a cuyos versos se le rinde homenaje perpetuo en el parque a mis zapatos viejos. En ese poema El Tuerto introdujo la siguiente estrofa:

“Fuiste heroica en los años coloniales,

Cuando tus hijos, águilas caudales,

No eran una caterva de vencejos

Leí, estudié y hasta organicé un seminario sobre la poesía del Tuerto López, cuando estudiaba Derecho en la Universidad del Atlántico. Desde entonces había olvidado regresar a su picante y diestra manera de hacer crítica social desde sus versos y forma peculiar de comunicar. El poeta fue periodista. Pero, he recordado el verso “cuando tus hijos…no eran una caterva de vencejos“, en estos días de verborrea presidencialista, de todo cuño.

Me explico. Colombia es históricamente una sociedad que acepta el régimen presidencialista, para el manejo de sus instituciones políticas. Recuerdo la lectura del libro que, sobre este aspecto de la vida nacional, escribió el excanciller Diego Uribe Vargas. Muy esclarecedor. Pero dicho régimen es, a mi entender, el que nos ha impedido ser una sociedad moderna, es decir, nos mantiene en un feudalismo, no sólo mental, sino real: Nos creen “una caterva de vencejos“.

Esa sociedad pre-moderna es la que describe, en sus diversas facetas, toda la obra literaria de nuestro Premio Nobel, Gabriel García Márquez desde “El coronel no tiene quien le escriba”, pasando por “El general en su laberinto” hasta la Oda de “Mis putas tristes”. Historia que se condensa, mágicamente, en su obra cumbre: “Cien Años de Soledad“. Esa sociedad y su historia es la que erige, como su “líder”, quien se ha auto-proclamado el último coronel Aureliano Buendía.

Pero, en 1991, luego de un espontáneo movimiento juvenil, Colombia se proclamó: un estado social de derecho, al expedir una nueva Constitución Política que, de una buena manera, es el diseño para la construcción de una sociedad moderna. Así está consagrado en las normas constitucionales que erigen, como principio fundador, el respeto a la dignidad humana. Es decir, la Constitución diseñó un “orden justo“(art. 2 c.p).

Entonces, el mítico coronel Aureliano Buendía cuyo cimiento es el coronel al que nunca le reconocen pensión, en la ficción de la novela es un líder feudal, otro “Condottiero”. Así que quien pretenda, en su imaginación trasnochada, encarnarlo por aquel destino ficticio que la literatura concede, está representando el pasado y, equivocadamente, interpretando y “aplicando” los postulados constitucionales vigentes. Es, no lo dudo, otro personaje de mala historia de novela.

La pluralidad del lenguaje constitucional es, en buen romance, una guía política para la construcción del Estado Social de Derecho diseñado para hacer efectivos los derechos, deberes y garantías a todos los colombianos. Es decir, abogar por una sociedad de libres e iguales.

Al filósofo norteamericano John Rawls, cuya obra es comparable a la de Platón y Hobbes, se le atribuye la “autoria intelectual” del estado social de derecho, por lo expuesto en su libro “la teoría de la justicia“, el cual se edifica, después de la II Guerra Mundial, en países del centro de Europa, de la Península Escandinava y, posterior a la muerte del dictador, en España, de cuya Constitución, de 1978, nosotros lo copiamos.

Portada del libro sobre John Rawls

Al respecto, bien vale la pena consultar el libro “Libres e iguales, un manifiesto por una sociedad justa“(Paidós), del filósofo inglés Daniel Chandler, para poder comprender, desde el análisis crítico, la retórica “veintejuliera” del último “Aureliano Buendía” que, espada en mano, reta a ricos y pobres a una nueva guerra o lucha de clases sociales. Es válido recordar que el coronel de la novela perdió 32 batallas.

Es por ello que decide volver a las normas de nuestra vigente carta política, la de 1991, para ver si en su semántica hallaba expresiones como ricos y pobres. Y en mi ejemplar, de Legis, no las encontré. Pero si es evidente que la Constitución, semiológicamente, consagra entre los fines esenciales del estado: “servir a la comunidad y promover la prosperidad general”(art 2 c.p). Frente a tales fines resulta iluso un discurso de pobres contra ricos.

La pluralidad del lenguaje constitucional es, en buen romance, una guía política para la construcción del Estado Social de Derecho diseñado para hacer efectivos los derechos, deberes y garantías a todos los colombianos. Es decir, abogar por una sociedad de libres e iguales. No hacerlo, sino propiciar con “labia” la confrontación de clases, es perder la histórica oportunidad de estructurar un cambio.

Por tanto, el jefe de estado, de acuerdo a lo consagrado constitucionalmente, es quien tiene la obligación de preservar la riqueza nacional y transformar, con obras de gobierno sensato, las necesidades insatisfechas de la población menos favorecida con educación, agua potable, saneamiento básico y salud. Quien contribuya con su gestión en resolver esas evidentes necesidades será Jefe de Estado y no quien cree que somos “una caterva de vencejos“.

La próxima: reflexión: ¿Qué es un hijo?

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