Configuración del cerebro fetal

Desde las 8 semanas de embarazo, ya el cerebro del feto está muy desarrollado. Si le tocan sus labios, enseguida sobresalta. A las 14 semanas, todo su cuerpo reacciona a las impresiones táctiles. En la actualidad, las operaciones quirúrgicas que se practican a los fetos, son realizadas con analgésicos. Los fetos son muy sensibles al dolor. Desde muy temprano se forman las vías dolorosas, pero no las que inhiben el dolor. Entre la semana 10 y la 20, su cerebro crece a una extraordinaria velocidad. “Producir doscientas mil nuevas neuronas por minuto es una buena marca de velocidad.” (José Antonio Marina)

El estrés de la madre embarazada influye de manera considerable en el desarrollo del feto. Las hormonas del estrés de la madre llegan al cerebro del bebé, lo cual tiene graves consecuencias en su conducta cuando sea niño.

Un equipo de investigadores de Canadá observó los efectos de este desastre natural en los fetos, para luego hacer un estudio longitudinal con los niños a medida que crecían y se incorporaban al sistema educativo canadiense. El resultado de esta investigación fue espeluznante. Para cuando los niños de la “tormenta de hielo” cumplieron los cinco años, sus conductas eran muy distintas a las de los niños cuyas madres no habían experimentado tormenta. Se les atrofió el desarrollo del lenguaje y del coeficiente intelectual verbal. El estrés de la madre provoca este desastre neuronal.

Consecuencias del estrés severo durante el embarazo:

  • Cambia el temperamento del niño, se vuelve más irritables, menos consolable.
  • Disminuye el coeficiente intelectual del bebé.
  • Disminuye el tamaño del cerebro del bebé.
  • Se afecta el sistema de respuesta al estrés del bebé.
  • Se cohíben las futuras capacidades motoras del bebé, así como sus estados de atención y su capacidad de concentración, diferencias observables aun a los seis años.

Una reseña de más de cien estudios de diversos países desarrollados económicamente confirma el carácter intercultural de los efectos negativos en el desarrollo del cerebro fetal. David Laplante, autor principal del estudio sobre la tormenta de hielo, señaló de una manera relativamente sencilla: “Sospechamos que la exposición a altos niveles de estrés puede haber alterado el neurodesarrollo fetal, influyendo de este modo en la expresión de las capacidades neuroconductuales de los niños en la infancia temprana”

Afortunadamente, no todos los estreses son iguales. Para el bebé es bueno un estrés moderado y en cantidades pequeñas, el tipo de estrés que suelen experimentar la mayoría de las mujeres durante el embarazo. El estrés suele activar a la gente, lo cual enriquece el entorno del bebé. “El útero es una estructura sorprendentemente resistente, y tanto él como su diminuto pasajero están bien equipados para capear los estresores típicos del embarazo” (John Medina)

Es importante distinguir el estrés que afecta al cerebro del estrés típico, benigno e incluso ligeramente positivo para el bebé. Las neurociencias han caracterizado tres tipos de estrés tóxicos, que han sido aislados por los investigadores. El común denominador de estos tipos de estrés en el embarazo es que la madre se siente descontrolada por las cosas negativas que le sucede. A medida que el estrés pasa de moderado a severo, y de agudo a crónico, esta pérdida del control se vuelve catastrófica y empieza a afectar al bebé. He aquí los tres tipos de estrés tóxicos caracterizados por John Medina:

  • Demasiado frecuente.

Un estrés crónico e implacable durante el embarazo afecta el desarrollo cerebral del bebé. El veneno está en la exposición sostenida y prolongada a los estresores que la madre percibe que están fuera de control, entre los que se encuentran: un trabajo excesivamente exigente, una enfermedad crónica, falta de apoyo social y pobreza.

  • Demasiado severo.

Un acontecimiento realmente grave durante el embarazo puede afectar el desarrollo cerebral del bebé. No tiene que ser una tormenta de hielo, y por lo general tiene que ver con alguna relación: separación conyugal, divorcio, muerte de un ser querido, sobre todo del esposo. El estrés severo puede ser ocasionado por la pérdida del trabajo o por un asalto criminal, como una violación. El asunto clave, una vez más, es la pérdida del control.

  • Todo es demasiado para la madre.

Hace años que los profesionales de la salud mental son conscientes de que algunas mujeres son más sensibles que otras a los acontecimientos estresantes. Si la madre tiene tendencia a estresarse todo el tiempo, su útero también. Cada vez tenemos más evidencias de que esta sensibilidad al estrés es genética. Y las mujeres que viven bajo esta dictadura biológica deben mantener a raya el estrés durante el embarazo.

Se han realizado múltiples investigaciones para tratar de comprender de qué manera el estrés de la madre afecta el desarrollo cerebral del feto. El investigador Hans Selye, fundador del concepto moderno del estrés, desmenuzaba “extractos endocrinos”, que presumiblemente contenían las hormonas activas del estrés, y se los inyectaba a las ratas para ver que sucedía. Su técnica de laboratorio era aterradora: dejaba solos a los animales cuando los inyectaba y después los perseguía con una escoba para volver a meterlos en sus jaulas. Por consiguiente, las ratas se ponían ansiosas en su presencia. Observó que podía crear esta respuesta psicológica en las ratas, con el simple hecho de aparecer ante ellas.

Selye les inyectaba los extractos endocrinos a algunos animales del grupo experimental, y una solución salina a los del grupo de control. Se quedó atónito al descubrir que les salían llagas a los de ambos grupos, además de que dormían menos y se mostraban más propensos a contraer enfermedades infecciosas. De esta manera, concluyó que la ansiedad era la que estaba produciendo el efecto, un concepto sorprendentemente nuevo para aquella época. Si las ratas no podían deshacerse de la fuente de ansiedad o lidiar con ella en cuanto se producía, esta podía generarles enfermedades y otras consecuencias. Para describir el fenómeno, Selye acuñó el término “estrés”. Como se aprecia, este recursivo científico responde la pregunta problema en el plano más íntimo posible: el de la célula y la molécula, lo cual conllevó a un descubrimiento excepcional: el vínculo entre las conductas visibles y los procesos moleculares invisibles.

El trabajo precursor de Selye sentó las bases para que la comunidad científica investigara cómo las percepciones estresantes pueden influir en los tejidos biológicos, incluyendo el desarrollo cerebral. Debido a este descubrimiento pionero, en la actualidad sabemos mucho sobre las hormonas del estrés y cómo éstas afectan los tejidos neurales en crecimiento, incluyendo los del bebé, y aunque la mayor parte de la investigación la hizo con ratas, también se han encontrado muchos de los mismos procesos clave en los humanos. De hecho, el cortisol es la hormona del estrés más importante. Es la gran estrella de un desagradable equipo de moléculas conocidas como “glucocorticoides”, las cuales controlan la mayoría de nuestras respuestas del estrés, desde hacer que el corazón nos lata con fuerza hasta la necesidad repentina de hacer nuestras necesidades. Estas hormonas son tan poderosas, que el cerebro ha desarrollado un sistema natural de “bloqueo” para aplacarlas tan pronto haya pasado el estrés. El hipotálamo, un órgano cerebral del tamaño de una arveja y ubicada en el centro del cerebro, controla la segregación y el bloqueo de estas hormonas.

Las hormonas del estrés de una mujer embarazada afectan al bebé al filtrarse en la placenta y entrar en su cerebro. De aquí la base del principio del cerebro: Mamá estresada, bebé estresado. El primer módulo afectado es el sistema límbico, un área profundamente implicada en la regulación emocional y la memoria. Esta región se desarrolla más lentamente cuando hay un exceso de hormonas, una de las razones por las que la cognición del bebé se ve afectada si la madre sufre un estrés severo o crónico. Asimismo, un exceso de hormonas del estrés de la madre puede implicarle al bebé dificultades con su propio sistema de respuesta al estrés. “El cerebro del bebé queda adobado en glucocorticoides, cuyas concentraciones se hacen menos fáciles de controlar” (John Medina).

El niño estresado tendrá dificultades con el sistema de bloqueo, y los  niveles elevados de glucocorticoides se convierten en parte habitual de su vida, incluso en su edad adulta. Si es una mujer y queda embaraza, ese exceso de hormonas afectará el cerebro del feto. “El bebé desarrollará un hipotálamo parcialmente confundido, que bombeará más glucocorticoides y, así, el cerebro de la siguiente generación se encogerá aún más. El ciclo vicioso se perpetúa. El estrés excesivo es contagioso: su bebé puede pegárselo usted, y usted puede pegárselo a su bebé” (John Medina)

Está claro que demasiado estrés no es bueno para las mujeres embarazadas ni para sus bebés. Para un desarrollo óptimo del cerebro del bebé, la madre debe vivir en un ambiente menos estresado, sobre todo en los últimos meses del embarazo. Y aunque no puede detener su vida por completo, lo cual también es estresante, sí puede reducir el estrés, con el apoyo amoroso de su cónyuge.

La madre embarazada debe identificar las áreas de su vida que le provocan estrés, para crear estrategias que le permitan recuperar el control. Debe apartarse de la situación que le está generando estrés, y con ello beneficia de por vida el cerebro de su bebé, y el suyo propio.

Existen múltiples técnicas para reducir el estrés. Una muy valiosa es el ejercicio físico, al cual le dedicamos un epígrafe en este libro. El ejercicio debe ser una actividad cotidiana de los embarazos humanos. Uno de los beneficios tiene que ver con el parto. Las mujeres que hacen ejercicio con regularidad, sienten menos dolor que las mujeres obesas. Incluso, la etapa dolorosa en la que hay que pujar y pujar dura unos 27 minutos en promedio, mientras que las mujeres obesas pujan casi una hora, incluso más. Al ser mucho más corta esta etapa, los bebés de las mujeres atletas sufren menos daño cerebral por la falta de oxígeno.

Las madres deportistas también tienden a dar a luz a bebés más inteligentes que las madres obesas. En primer lugar debido a los efectos directos del ejercicio aeróbico en el desarrollo del cerebro del bebé, y en segundo lugar por el impacto del ejercicio aeróbico en la reducción del estrés, lo cual a su vez, potencia el cerebro fetal.

El ejercicio aeróbico estimula una molécula del cerebro que bloquea los efectos tóxicos de las hormonas glucocorticoides, que invaden el tejido neural y producen daño cerebral. “Esta heroica molécula se conoce como “factor neurotrófico derivado del cerebro” . Más BDNF equivale a menos estrés, y esto significa menos glucocorticoides en su útero, lo cual significa un mejor desarrollo del cerebro de su bebé. Puede que suene extraño, pero una madre que está en buena forma física tiene más posibilidades de dar a luz a un bebé inteligente” (John Medina)

Pero todos los extremos son nocivos. El bebé puede sentir y reaccionar al movimiento de la madre. Cuando la respiración de la madre se acelera, también se acelera la del bebé. Cuando la frecuencia cardiaca de la madre aumenta, también aumenta la del bebé. Durante un ejercicio moderado, sobre todo en los últimos meses del embarazo, la frecuencia cardiaca del bebé empieza a disminuir, al igual que su respiración. Sin embargo, “un ejercicio demasiado extenuante empieza a bloquear el flujo sanguíneo hacia el útero, restringiendo el suministro de oxígeno del bebé, lo cual no es nada bueno para su cerebro. El útero también puede sobrecalentarse. Y un aumento superior a dos grados centígrados eleva el riesgo de aborto espontáneo y puede afectar el desarrollo del cerebro y de los ojos. Para el tercer trimestre, los niveles de reserva de oxígeno de la madre son muy bajos, de modo que es un buen momento para reducir las actividades agotadoras en preparación para el parto” (John Medina).

El ejercicio aeróbico moderado y regular es esencial para estimular y potenciar el cerebro del feto. Nadar es uno de los mejores ejercicios que puede hacer la futura madre en esta etapa final del embarazo, ya que el agua ayuda a disipar el exceso de calor del útero. “Para la mayoría de las mujeres, esto significa mantener la frecuencia cardiaca por debajo del 70 por ciento del máximo (que es 220 pulsaciones por minuto menos su edad), y después tomárselo con calma a medida que la fecha se aproxima. Pero debe hacer ejercicio. Siempre y cuando no tenga ninguna complicación obstétrica  o de otro tipo, el Colegio Estadounidense de Obstetras recomienda treinta minutos diarios de ejercicio moderado” (John Medina)

Para describir el fenómeno, Selye acuñó el término “estrés”. Como se aprecia, este recursivo científico responde la pregunta problema en el plano más íntimo posible: el de la célula y la molécula, lo cual conllevó a un descubrimiento excepcional: el vínculo entre las conductas visibles y los procesos moleculares invisibles.

Sobre el proceso de configuración del cerebro fetal, John Medina expone algunos puntos clave que son esenciales:

  • En la primera mitad del embarazo, el bebé quieren que lo dejen en paz.
  • No gasten su dinero en productos que dicen mejorar el coeficiente intelectual, el temperamento o la personalidad de su bebé aun no nacido. No se ha probado científicamente que estos productos sean efectivos.
  • En la segunda mitad del embarazo, los bebés empiezan a percibir y procesar una gran cantidad de información sensorial. Puede oler el perfume que usa la madre y el ajo de la pizza que acaba de comerse.
  • La futura madre debe estimular el cerebro de su bebé de cuatro formas: teniendo el peso adecuado, consumiendo una dieta balanceada, haciendo ejercicio regular y moderado y reduciendo el estrés.

Después del nacimiento, el cerebro del bebé cambia de manera considerable, principalmente en lo que se refiere al número de sinapsis (conexiones entre las neuronas). No obstante, casi todas las neuronas y el potencial del cerebro del niño se generan mucho antes del nacimiento, sobre todo en los tres primeros meses del embarazo.

Fecundación: el primer mes de vida del cerebro

Hemos expresado que el crecimiento del cerebro empieza a las tres semanas de gestación, cuando comienzan a crecer neuronas y a la vez se crean nuevas conexiones entre estas neuronas. “El cerebro empieza siendo una única célula en la matriz, mudo como un secreto. En unas pocas semanas, produce células nerviosas a la asombrosa velocidad de ocho mil por segundo. En unos pocos meses ya va camino de ser la máquina de pensar más perfecta del mundo” (John Medina). Uno de los primeros sentidos en activarse es el tacto. Los embriones de aproximadamente un mes pueden sentir el tacto en su nariz y labios, lista capacidad se difunde rápidamente, y a las doce semanas, casi toda la superficie de la piel es sensible al tacto.

Del segundo al cuarto mes de vida del cerebro: la neurogénesis

En esta etapa, es vital que el tubo neural se desarrolle correctamente. “Si no lo hace, el bebé podría desarrollar una columna vertebral desviada o incluso un tumor en la parte inferior de la espalda, una enfermedad conocida como espina bífida. O el bebé podría desarrollarse sin una cabeza completa, una rara enfermedad conocida como anencefalia” (John Medina). Ésta es la razón por la que casi todos los libros sobre el embarazo recomiendan tomar el ácido fólico de la vitamina B, por cuanto ayuda a configurar el tubo neural en sus dos extremos. “Las mujeres que lo toman cerca de la concepción y durante las primeras semanas de embarazo tienen un 76% menos de probabilidades de engendrar un feto con defectos en el tubo neural en relación con quienes no han tomado el suplemento.” (John Medina). Esto es lo primero que debe hacer una madre para contribuir al desarrollo del cerebro de su bebé, y lo segundo que debe hacer es dejarlo solo, ya que las células no se convierten en un cerebro por intervención externa de la madre ni por estimulación temprana con juegos, música u otros artificios. Las células embrionarias se transforman en neuronas mediante un proceso conocido como neurogénesis. 

En esta etapa del embarazado, muchas madres compran medicinas y juegos musicales para estimular el cerebro del feto, y no se dan cuenta que en esta etapa el bebé quiere estar solo. No se ha demostrado científicamente que algún producto comercial tenga efecto positivo en el rendimiento cerebral de un feto en desarrollo. Ningún estudio científico riguroso ha demostrado que un programa de educación en el útero produzca beneficios académicos a largo plazo cuando el niño ingrese en el jardín o vaya a la escuela secundaria. No ha habido estudios con gemelos separados en el nacimiento para aislar los componentes relativos a la naturaleza y la educación de los efectos de un determinado producto. El cerebro del feto se configura y desarrolla de manera impresionante en esta etapa, y dicho proceso es espontáneo y natural, no es un proceso inducido ni estimulado. “El pre-cerebro de tu pequeño embrión creará neuronas a la asombrosa velocidad de quinientas mil células por minuto. Eso son más de ocho mil células por segundo, un ritmo sostenido durante semanas. Este proceso es fácilmente observable tres semanas después de la concepción y continúa hasta la mitad del embarazo” (John Medina)

El mejor consejo que ofrecen los neurocientíficos a una futura madre sobre cómo estimular, potenciar y optimizar el desarrollo cerebral de su bebé en la primera mitad de su embarazo puede resumirse en una sencilla frase: no hagas nada. No tienes que ponerle música de Beethoven a tu embrión en esta fase, ni hablarle en inglés. En todo caso, el cerebro de tu bebé aún no está conectado a sus oídos. “La neurogénesis, la principal preocupación del cerebro del bebé en estas fases tempranas, procede de forma casi automática. Tan sólo busca un lugar tranquilo donde puedas vomitar regularmente, y toma la cantidad de ácido fólico recomendada por tu doctor: previene defectos en el tubo neural” (John Medina)

El quinto mes de vida del cerebro: la sinaptogénesis

La segunda mitad del embarazo es otra historia.  Ya en la segunda mitad del embarazo las neuronas migran a la región que finalmente será su hogar y empiezan a unirse unas a otras. Este proceso recibe el nombre de sinaptogénesis.

A medida que el desarrollo del cerebro transita desde la neurogénesis hacia la sinaptogénesis, el feto empieza a mostrar una mayor sensibilidad al mundo exterior. Las sinapsis de las células disminuyen por el propio acto de crearlas, y están más sometidas a influencias externas, sobre todo a la influencia de su madre. Este período se convierte en la primera escuela a la que asiste un niño. Así como lo lees, en la segunda mitad del embarazo comienza el proceso formativo del futuro bebé, ya que en esta etapa las influencias externas son más impactantes que las influencias internas, en cuanto a las conexiones entre las neuronas (sinapsis), que son las que, en última instancia, determinan la conciencia, la memoria, el aprendizaje y la inteligencia del niño.

En este proceso de configuración sináptica, se pierden muchas neuronas, y “a pesar de esta increíble velocidad, los cerebros de los bebés nunca se completan antes del nacimiento. El 83% de la sinaptogénesis continúa después del nacimiento” (John Medina).

De manera sorprendente, el cerebro del bebé no completa sus sinapsis (conexiones entre las neuronas) hasta que cumpla los veinte años aproximadamente. Los cerebros de los chicos pueden tardar aún más que los cerebros de las chicas, es por eso que las jóvenes de 20 años son más maduras que los jóvenes de 24. En los animales no humanos, el cerebro es el primer órgano en completar su desarrollo, pero increíblemente, en los seres humanos, el cerebro es el último órgano que completa su configuración.

Lo anterior refrenda la importancia de la educación como proceso formativo y neuroconfigurador. De hecho, al final de esta etapa, los bebés ya perciben estímulos como sonidos y olores, se sienten muy en sintonía con ellos, y los recuerdan de manera subconsciente. Esto lo pude constatar en la mitad del embarazo de mi hijo más pequeño: Alejandro Luis.  Él se movía mucho, y con frecuencia pude ver algo muy parecido a la aleta de un tiburón en el vientre, subiendo y luego sumergiéndose.  Esto es impresionante para cualquier padre, y a la vez es placentero. Pensando que debía tratarse del pie del bebé, una mañana intenté tocarlo cuando apareció, pero la protuberancia retrocedió de manera inmediata, provocándome un grito de entusiasmo. Si intentas hacer esto en la primera mitad del embarazo, no obtendrás ningún resultado. El tacto los bebés sólo lo vivencian en el quinto mes de la gestación. Es cuando el cerebro del bebé desarrolla “mapas corporales”, diminutas representaciones neurológicas de todo su cuerpo.

Del sexto al octavo mes de vida del cerebro

“Al inicio del tercer trimestre, un feto muestra conductas de evitación (por ejemplo, intenta apartarse cuando una aguja se acerca para una biopsia).  Esto nos hace concluir que los bebés pueden sentir dolor, aunque es imposible medirlo directamente.” (John Medina). En efecto, a los seis meses se puede enviar un sonido al feto en la matriz, por ejemplo un golpecito, y escuchar sorprendidos cómo su cerebro produce una respuesta eléctrica muy débil. En un mes más, el estímulo y la respuesta aumentan en intensidad y en velocidad de reacción. Y en otro mes ya todo habrá cambiado: ahora este bebé prematuro puede oír, responder y discriminar entre varios sonidos.

Los bebés pueden oír la voz de su mamá en la matriz a los seis meses de gestación, y la prefieren a otras voces. Incluso, pueden recordar la música que su madre escucha y los programas de televisión que observa durante el embarazo. Un entretenido experimento expuso a los bebés en formación fetal a la melodía inicial de una telenovela. Los bebés del grupo control no escuchaban ninguna melodía. Cuando nacieron, los niños del grupo experimental dejaban de llorar apenas escuchaban dicha melodía, mientras que los bebés del grupo de control no mostraban esa respuesta específica. Los recién nacidos manifiestan una poderosa memoria para los sonidos que han escuchado en la matriz en la última parte de la gestación. El olfato del bebé también se potencia a partir del sexto mes de gestación. Es impresionante que el bebé pueda oler el perfume que utilizas y el ajo de la pizza que te acabas de comer.

En esta etapa, podemos observar ciertas conductas ya conocidas por todos. Hacia finales del octavo mes, los bebés cambian su patrón de ingestión: cuando la madre come algo dulce, el bebé traga más. “Los sabrosos componentes de la dieta de la madre atraviesan la placenta hasta el líquido amniótico que, para el tercer trimestre, los bebés tragan a un ritmo de un cuarto al día. El efecto es tan poderoso que lo que la madre coma durante las últimas etapas del embarazo puede influir en la preferencias alimentarias del hijo” (John Medina). Las madres que tomaron una gran cantidad de zumo de zanahoria en las últimas fases del embarazo tuvieron bebés que prefirieron el zumo de zanahoria después de nacer. Esto recibe el nombre de programación gustativa, y también puede comprobarse después del nacimiento.  “Las madres lactantes que comen manzanas y melocotones mientras dan el pecho producen niños que, al destetarse, mostrarán esas mismas preferencias” (John Medina)

El principio por recordar es el siguiente: “El cerebro dedica la primera mitad del embarazo a instalar su taller neuroanatómico, ignominia alegremente casi cualquier intromisión de los padres (me refiero a las intromisiones bienintencionadas; las drogas, incluidos el alcohol y la nicotina, pueden afectar claramente el desarrollo cerebral del bebé durante el embarazo). La segunda mitad del embarazo es otra historia. A medida que el desarrollo del cerebro pasa de concentrarse en la neurogénesis a la sinaptogénesis, el feto empieza a exhibir una mayor sensibilidad al mundo exterior, y el cableado de las células se hace más susceptible a las influencias externas usted, entre ellas  que al acto de crearlas” (John Medina). Pero apenas el bebé tiene la capacidad de percibir señales, como sonidos y olores, lo cual sucede hacia la segunda mitad del embarazo, ellos se sintonizan de una manera muy precisa, y recuerdan casi todo de una manera subconsciente. A veces puede llegar a ser incluso espeluznante, como descubrió el director de orquesta Boris Brott.

El afamado director de orquesta, Boris Brott,  estaba en el podio de una orquesta sinfónica, dirigiendo una pieza que no había dirigido nunca, y cuando empezó a tocar el violonchelista, se dio cuenta que ya había escuchado esa pieza. Pero no era el recuerdo de alguna pieza parecida y olvidada: pudo predecir con exactitud todas las frases musicales y el flujo de toda la obra durante el transcurso del ensayo, incluso supo cómo dirigirla al perderse en la partitura. Perturbado, llamó a su madre, una violonchelista profesional. Ella le preguntó cómo se llamaba la pieza, y después soltó la carcajada. Era la pieza que había estado ensayando cuando estaba embarazada. Durante los últimos meses del embarazo, el violonchelo había estado contra su abdomen, una estructura llena de fluidos que conducen el sonido, totalmente capaz de transmitirle información musical a su hijo aún no nacido. Es evidente que el cerebro incipiente del bebé en el útero tenía una sensibilidad suficiente para registrar los recuerdos musicales.

“Todas las notas que conocía eran las que ella había tocado mientras estaba embarazada de mí”, dijo Brott en una entrevista. “¡Simplemente, me llegó!”, le dijo Brott a su madre. Esto es algo fantástico, si tenemos en cuenta que se trata de un órgano que no tiene ni cero años.

El noveno mes de vida del cerebro

Es evidente que el cerebro de un bebé no está preparado para sobrevivir en el mundo. Esto se debe a que el bebé nace con un cerebro incompleto, sin culminar su formación. No hay correspondencia entre el tamaño del cerebro en el noveno mes de vida del feto y la anchura del canal de nacimiento. En realidad, en esta etapa del embarazo aun el cerebro del feto no está listo para salir al mundo y desenvolverse de manera autónoma e independiente. Pero si se pospone el parto, para esperar unos meses más y así obtener un mayor crecimiento y desarrollo del cerebro, esto puede traer graves consecuencias. Si la cabeza del bebé fuera demasiado grande, moriría la madre; pero si la cabeza del bebé fuera demasiado pequeña, moriría el niño. En verdad, sin una intervención médica extraordinaria e inmediata, los bebés prematuros no durarían ni diez minutos vivos. Es por ello que los bebés nacen antes de que sus cerebros estén lo suficientemente grandes como para causar daño a su madre. Y como consecuencia de lo anterior, los niños llegan al mundo antes de que sus cerebros estén plenamente desarrollados. El resultado de todo este proceso complejo y contradictorio es la educación en la primera infancia.

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