INTRODUCCIÓN
La vida, en estos días jubilares de mi existencia, me ha dado la gracia infinita de contemplar desde lo alto de mi balcón amaneceres de variados y multicolores matices. Pintados por el astro sol, enmarcados con la curvilínea e imponente silueta de la Sierra Nevada de Santa Marta y engalanados con la majestuosa estampa del mar Nostrum del Caribe y el Rio de la Magdalena que, en Bocas de Cenizas, se juntan para solazarme una mañana tras otra con paisaje tan bello, tan divino.
En mi remota infancia a las cinco de la mañana estaba en pie, listo a moler el maíz pilado que nos daba la blanca masa con que mi diligente madre hacía bollos o arepas para el desayuno, antes de partir a la escuela.
Luego en la jovial época de estudiante, bachillerato y universidad, tocaba levantarme bien temprano para llegar cumplido, a las 7 am, al comienzo de las clases después de alegre y larga caminata aireada por el viento fresco de la mañana.
Ya mayor, en mi dilatada carrera médica, especialista en anestesiología, incontables amanecidas me sorprendieron, en turnos de urgencias, realizando extenuante intervención quirúrgica. Igual había que estar a las siete en quirófanos para cumplir con la cirugía programada.
Lejos ya de compromisos asistenciales y docentes en procura de “cuerpo y mente sanas” es el tenis, el deporte blanco, el que me pone en la calle a la hora de maitines cuando todavía la ciudad no ha despertado del todo y primeros rayos del sol caribeño se asoman, gratamente solferinos, en el horizonte barranquillero.
Amaneceres hay, que pueden variar, según la observación personal, con distintas manifestaciones así:
ENCANTADORES
Los amaneceres, en su mayoría, son encantadores, radiantes; invitan al optimismo, a gozarse el nuevo día con entusiasmo desbordante. Empujan hacia adelante, a enfrentarse a la dura realidad que nos aguarda.
ABURRIDOS
Algunos amaneceres se presentan aburridos, nublados, sin esperanza. Provoca tirar la toalla. Exclamar ¡basta ya!
NEUTROS
Suelen desplegarse alboradas en que no prima ni lo uno ni lo otro. Cero optimismos, nada de aburrimiento; algo así como neutros. Poco afectan el entusiasmo. Ni fu ni fa. La alternativa es aceptarlos, conformes, para satisfacer deberes y compromisos. Lo que toca, toca. Hay que levantarse.
ESTACIONALES.
Lo bueno o malo de un amanecer puede depender de la época del año. Distinto el despuntar de una cálida mañana veraniega que el gélido y sombrío de una madrugada gris de invierno. En el caso nuestro, privados de las cuatro estaciones, no es lo mismo diciembre con su refrescante y juguetona brisa que octubre bajo pertinaz y cansona lluvia. Cada temporada, de acuerdo con el cristal que se mire, tiene su encanto. Asunto de cada uno.
ETARIOS
La edad es factor significativo. Incide en la forma como se perciben. Los longevos, que duermen poco, no se perturban tanto con un madrugón. En cambio, para los mocetones, en general dormilones, el sufrimiento o gozo de un despertar tempranero corre parejo a circunstancias específicas.
MORTIFICANTES
Puede suceder que el alba nos sorprenda despiertos, la mirada perdida, sin rumbo, después de interminable noche de pesadillas por mortificante pensamiento debido a múltiples aflicciones que nos agobian, tratando de encontrarles solución o por fantasmagóricos sueños que atormentan asustadizos la conciencia.
INDESEABLES
Amanecer indeseable aquel en que toca levantarse de la cama a la brava para consumar una tarea o compromiso que nos desagrada. Por ejemplo, ¡qué fastidio! sentimos después de largas, cómodas y perezosas vacaciones y llega la desazón del primer día de clases o de volver al trabajo; si la mañana es mojada y fría la levantada es aún más pesada. ¡Qué flojera ¡
TORMENTOSOS
Madrugada tormentosa padecíamos consecuencia del castigo, por alguna falta o desorden. Por indisciplina nos citaban al colegio domingos, a las cinco de la mañana, a darle doce vueltas a la cancha de fútbol. Luego quedarnos para la obligada santa misa de las siete. Vi a muchos compañeros caer, víctimas de una pálida (hipoglicemia).
TENEBROSOS
Tenebroso despuntar enfrentábamos, cada semestre, antes de entrar al colegio, de preparación para la jornada escolar. Férula en mano nuestros padres nos sometían al suplicio de tragarse, a la brava, aceitoso purgante de horripilante sabor, para matar parásitos y lombrices, con la inhumana prohibición de degustar alimentos durante todo el día. Solo agua de panela que, al final de la tarde, hastiados, también sabía a vermífugo.
PEREZOSOS
Perezoso amanecer, recuerdo todavía, de muchacho, al toque del primero, segundo y tercero campanazo de la iglesia parroquial, que llamaba a levantarnos presurosos, bañarse a la carrera por el pánico al agua fría, para la misa de seis, cuando todavía estas se celebraban solo de mañana. Casi siempre en ayunas.
¡Cómo no extrañar! el sacro resonar de campanas al alba, ya no se escuchan, opacado por el ruidoso torbellino de la urbe o porque los sacristanes se fueron para siempre de San Felipe, San Clemente y San Francisco.
FERVIENTES
Luminoso amanecer el del ocho de diciembre, tronar de triquitraques y velitas encendidas, congregados en el atrio de la casa en honor a la Inmaculada Virgen María. Creían los abuelos que volaba, la virgen, por el alto cielo a las cinco de la mañana derramando bendiciones a porfía. Y la algarabía de la muchachada, en la arenosa calle, persiguiendo con intrépidas patadas una bola e’ trapo envuelta en candela viva. Mientras a un costado de la vía desfilan fervientes feligreses de la parroquia en el Rosario de la aurora cantando: Ave, ave, ave María. Ave, ave, ave María.
BELLOS
Bello despertar, sin duda, el de la madrugada de Navidad, pasada la Nochebuena, con el enorme regocijo de desenvolver los esperados aguinaldos que el Niño Dios había dejado cerca a nuestro lecho. Y a lo lejos escuchar el hermoso villancico:
Noche de paz, noche de amor, todo duerme en derredor. Entre sus astros que esparcen su luz bella, anunciando al niñito Jesús.
Brilla la estrella de paz. Brilla la estrella de paz.
ROMÁNTICOS
Placentera amanecida, aquella del esplendor de la mocedad, después de una noche de farra y el alcahuete doctor Solano dejando caer sus resplandecientes rayos sobre los turbados cabellos de la complaciente novia que se deleita, gustosa, con los besos de su pretendiente bajo el excitante murmullo de las olas del mar.
ERÓTICOS
Las sábanas se sacuden y el maderamen del catre se zangolotea mientras la sombra nocturnal se agazapa consintiendo la faena de los amantes que se amacizan, por el arte de procrear, antes que la luz del día aparezca. Mientras, ni muy cerca ni distante, se escucha el canto despertador de un gallo impertinente que apura.
PARRANDEROS
Aurora fabulosa la parrandera en medio de exultante fandango o una rueda de cumbia. Cirios encendidos y compañía estimulante de la hembra que, con sensual arrebato, bajo la mirada cómplice de la luna incita a degustar lo placentero de la fiesta en rito bailable que colma, en demasía, la cercanía con la felicidad. Quien lo vive, es quien sabe lo que eso es.
HERMOSOS
La más hermosa alborada se degusta en el campo y su ambiente saturado de airecillo revitalizador, oloroso a “moñinga e’ vaca”; canto melodioso, diverso, de los pájaros y, en la lejanía, la tonada alegre de vaqueros arreando el ganado para el cotidiano ordeñe matutino de la leche que, totuma en mano, en esas primeras horas es elixir sustancioso para la salud.
CONCLUSIÓN
En cada amanecer se configura un renacer, nacemos otra vez con la alegría de volver de nuevo al prodigioso milagro de la vida. Al entreabrir los ojos, obnubilados por los nacientes y esplendorosos fulgores matutinos, retornamos gloriosos a la jornada cotidiana de un gratificante día más de existencia; después de efímera estadía en la morada callada de la diosa noche con sus hijos Morfeo, dios del sueño y Thanatos, inexorable dios de la muerte. Como para exclamar agradecidos: “Gracias Dios mío por la noche que se fue y el reluciente, inédito, día que nos regalas”. ¡Bendito seas!
Pareciera como si los amaneceres, todos, estuvieran acompañados de cierta melodía vital, un divertido canto impulsador de nuestro aliento para la humana faena que nos espera.