Homofobia

INTRODUCIÓN

De niño, década del 50 en los carnavales de Barranquilla, corría presuroso detrás de cumbiambas, danzas y disfraces. En aquellos tiempos se trasladaban, de un lugar a otro de la ciudad, bailando por calles o avenidas hasta llegar al sitio del desfile o presentación. Ahora se transportan en cómodos autobuses debido al crecimiento de la Puerta de Oro de Colombia.

Distintas danzas de Congos: Torito, Congo Grande, Congo Ribereño, Burra Mocha, etc., integradas, exclusivamente, por hombres, danzaban al ritmo sabrosón de un conjunto musical conformado, también, por hombres. Entreverados, en medio de los Congos danzarines, iban graciosos maricas vestidos de mujer. Estos fueron los primeros gais de que tengo memoria. Me llamaban, ingenuo, la atención, simple curiosidad.

En la escuela primaria tuve, entre mis amigos cercanos, un compañerito, bastante espigado, que tenía modales, francamente, afeminados. Lo observaba algo distinto a mi modo de ser. No recuerdo haber tenido, en ningún momento, muestras de rechazo contra él. Gabby era amigo mío.

Estando ya en la universidad, una mañana de domingo bien temprano, llegaron policías a la pensión donde vivía, preguntando por mí. 
– “Necesitamos nos acompañe a la cárcel (situada bastante cerca). Un muchacho que está allá detenido nos dijo viniéramos por usted y que no se lo comunicaremos a nadie más”. 
En el trayecto hacia la cárcel pregunté a los agentes qué pasaba. 
– “A su amigo lo encontramos esta madrugada en el Parque del Centenario teniendo relaciones sexuales con otro joven. Se detuvo por conducta constitutiva de escándalo público”, me comentaron. 
En la cárcel, el compañero preso, depositando toda su confianza en mí, me entregó las llaves de su maleta para que sacara algún dinero y ropa que necesitaba para salir del presidio. Sin explicaciones. Eso hice dentro del mayor sigilo.

Nada se supo, por boca mía, de lo sucedido a Bob, del cual existían sospechas, entre los compañeros de la universidad, sobre su tendencia homosexual.

A partir de este incidente, tal vez por vergüenza se alejó de mí. La relación amistosa que teníamos se distanció. No volvió a ser la misma de antes, en la que nos unía, más que los temas médicos, las inquietudes intelectuales. Era un tipo bastante culto, muy leído.

EXPERIENCIA DOCENTE. Muchos, han sido, los estudiantes homosexuales que han pasado por mi aula. Los he tratado con el mayor aprecio y consideración. Quizá, consciente de su estatus, he observado hacia ellos comportamiento especial, en lo personal, sin ningún tipo de discriminación ni a favor ni en contra. Por lo general son jóvenes inteligentes, participativos en clase y con gran sentido de responsabilidad.

En la cátedra de ética médica he insistido, a mis alumnos, en la no discriminación de los enfermos, en particular, a los de estas tendencias. He observado, en quirófanos, a muy pocos estudiantes que asumen cierta actitud grotesca, burlona o chistosa hacia ellos, que no tolero ni permito. “Lesbianas, gays, bisexuales y trans son sujetos de derecho y deben recibir un trato respetuoso y considerado en los servicios de salud en conformidad con las normas y estándares universales y regionales de derechos humanos”, subrayó Heidi Jiménez, asesora jurídica de la OPS/OMS

EXPERIENCIA QUIRÚRGICA. Por uno de mis grupos médicos, cirujanos, de WhatsApp he recibido, no tanto con fines didácticos o académicos, sino en tono exhibicionista y, por lo mismo, sensacionalista, video en donde se proyecta procedimiento, por vía anorrectal, para extraer un cuerpo extraño (botella de gaseosa) de un paciente. Expresé mi indignación total con este mensaje retirándome del grupo. Callado. Sin agregar nada en absoluto. Lo hago ahora a través de esta crónica.

Fueron muchas las cirugías, en el Hospital General de Barranquilla, en donde participé, anestesiólogo, para resolver este tipo de aberrantes complicaciones, tanto por vía abdominal (laparotomía) como por la ruta anal. Botellas de cerveza y gaseosas, penes sobredimensionados confeccionados en madera, esperma de velas, plásticos y yeso, hasta un tubo de luz fluorescente en cierta ocasión; extraídos a pacientes, en su mayoría hombres, también hubo casos de mujeres, sin exteriorización, ni festejo alguno, por parte del equipo quirúrgico con el que yo operaba.  Debido respeto a la dignidad e intimidad de las personas así lo exigían. 

Me he detenido en una presentación preliminar de la experiencia personal con gente gay en vista de la discusión, que se ha planteado en WhatsApp, por el grupo de colegas médicos de mi promoción de la Universidad de Cartagena, con relación a la homofobia.

HOMOSEXUALIDAD

Mientras, la Organización Mundial de la Salud, OMS, considera, en la actualidad, la homofobia una enfermedad mental que se expresa en “Odio a los homosexuales o la aversión irracional hacia las personas que aman a las personas de su mismo sexo; en 1990, 17 de mayo, excluyó a la homosexualidad de su listado de enfermedades mentales.

Mayo 17 es el día del “Orgullo gay”.

La homosexualidad es una condición natural que nadie ha elegido. Existen factores genéticos y neurológicos, sobre todo, que determinan la fisonomía y modales típicos del individuo con esta peculiaridad. Que coloca al homosexual en desventaja ante un medio o unas estructuras sociales que, fundamentadas en tabús culturales, religiosos y sociales obstaculizan su realización como ser humano que es. Su conducta personal es evaluada negativamente, desde el punto de vista ético, solo por su condición homosexual y no por la moralidad de sus acciones per se.

No es justo estigmatizar la particular inclinación de la persona homosexual hacia el mal frente a la de cualquier persona heterosexual. Ambas son éticamente reprobables. La tendencia actual, en nuestro país,  a polarizar entre buenos y malos, entre amigos de la paz y enemigos de la paz, entre corruptos e incorruptos no legitima considerar a los heterosexuales de moralmente correctos y a los homosexuales como unos inmorales a ultranza.

No es justo estigmatizar la particular inclinación de la persona homosexual hacia el mal frente a la de cualquier persona heterosexual. Ambas son éticamente reprobables. La tendencia actual, en nuestro país,  a polarizar entre buenos y malos, entre amigos de la paz y enemigos de la paz, entre corruptos e incorruptos no legitima considerar a los heterosexuales de moralmente correctos y a los homosexuales como unos inmorales a ultranza.

La definición y la decisión sobre lo que era la homosexualidad comenzó a cambiar en 1973, cuando la Asociación Americana de Psiquiatría decidió retirar de su “Manual de Diagnóstico de los trastornos mentales” a la homosexualidad como una enfermedad mental.

La Organización de las Naciones Unidas ha señalado que la población mundial LGBTI puede representar hasta 10% del total de habitantes del planeta, en correspondencia con el Informe Kinsey. Si esa proporción se mantiene para Colombia, la población LGBTI podría ser hoy superior a cinco millones de persona.

Me van a perdonar me salga el barranquillero, en asunto tan serio, pero, si cada uno de nosotros ponemos a funcionar el maricometro, anexo a nuestro móvil, a mi modo de ver el porcentaje es un poco más alto si sumamos maricas, lesbianas y travestis.

MOVIMIENTO GAY

A partir de la consideración médico – psiquiátrica  sobre la homosexualidad se ha producido en el mundo el surgimiento, de lo que se ha denominado “Movimiento Gay”, con importantes repercusiones en todas las esferas de la sociedad. Los gobiernos han elaborado legislaciones y normativas a favor de esta comunidad minoritaria en busca de un trato justo y equitativo para sus integrantes.

El “Poder Gay” ha tomado fuerza inusitada en nuestros días, debido a políticas estatales que lo acogen. Sus estándares de conducta, sus estilos de vida tienen fuerte influencia o se tratan de imponer, por todos los medios posibles, sobre las costumbres de la inmensa mayoría de población que no es homosexual, es decir, el 90%.

En Colombia, según la Revista Dinero “La comunidad LGBTI está en el poder: manda desde el Ejecutivo, el Congreso, Altas Cortes, tribunales y la Fiscalía; las Fuerzas Militares, las empresas, el arte y el deporte…  Hay personas gais en grandes instituciones del poder económico y empresarial como el Banco de la República, el Ministerio de Hacienda, el Ministerio de Transporte, en los gremios, en el Sena, en la banca, en la industria, en las juntas directivas de las grandes compañías, en el agro, en la ingeniería, en el periodismo y hasta en el gabinete presidencial…Según el senador Armando Benedetti la bancada gay supera en el Congreso de la República a la bancada del partido conservador y agrega:  de 268 parlamentarios podrían haber de 20 a 26 de la comunidad LGTBI.

Como es de suponer, se presenta, entonces, el confrontamiento con estamentos comunitarios que, reconociendo de manera respetuosa las conquistas alcanzadas y merecidas por los homosexuales, los consideran atentatorios para la institución familiar, tradiciones ancestrales y valores morales. Es una actitud que, de ninguna manera, se puede considerar homofóbica.

Están en juego derechos justos, reconocidos por la ley, en muchos países a favor de una respetable minoría; contra los derechos, también justos, de una inmensa mayoría que, por defenderlos, como debe ser, no constituyen expresión de odio contra miembros de la sociedad, diferentes a los heterosexuales. Así lo demanda el acatamiento al orden democrático en un Estado Social de Derecho. Sin, por esto, dejar de reconocer que la gente gay sufre la arbitrariedad de grupos intolerantes, inconsecuentes con el respeto debido a la diferencia.

CONCLUSIÓN

El respeto debido a las personas, en este caso a los pertenecientes a la comunidad LGTBI, no implica, de ninguna manera, tener que aceptar una ideología, en cuanto ya tiene connotaciones políticas con un contenido doctrinario de fundamentación homosexual, por parte del 90% con orientación heterosexual. “Doctrina de género”, la denominan los expertos, para imponerla, dogmáticamente, a una porción mayoritaria de la sociedad, que igualmente debe ser respetada.

El hecho de que las mayorías estén llamadas, legalmente, a respetar lo que las minorías consideran sus legítimos intereses dentro del contexto de los “Derechos Humanos”, no significa que deban estar supeditadas a sus pretensiones, apoyadas en un poder político y económico evidente, que violenta sus más caros principios y valores. 

De cajón, pero, lapidaria, la sentencia del prócer mexicano Benito Juárez. “El respeto al derecho ajeno, constituye la paz”.

PD. Los nombres son ficticios.

Barranquilla febrero 17 de 2022.

   www.paho.org/hq/index.php?option=com_content&view=article&id=10964:2015-lgbt-health-

 /www.dinero.com/edicion-impresa/caratula/articulo/el-poder-gay/174773

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