El tema de la violencia en Colombia, en éste como en los dos siglos anteriores, es materia de estudio, tanto por la Academia como por círculos de expertos nacionales y extranjeros, al punto que se afirma que nuestra historia es “un inventario de muertos” o que somos, los colombianos, seres consustancialmente violentos y, en muchos casos, sin remedio a la vista. Ahora, los escenarios de sangre y cuchillos son los estadios de fútbol.
La violencia ha cruzado la historia de la humanidad. Y la frase: “la violencia es la partera de la humanidad“, atribuida a Karl Marx, sigue siendo “bandera” para luchar y sostener el poder político, aún en esta época cibernética, donde nada está oculto, ni en las montañas ni en los palacios de gobierno. Entre nosotros esa idea, la de las armas, sigue preocupando la vida nacional, desde el norte al sur del territorio.
El historiador Álvaro Tirado Mejía, en su libro “una historia política de Colombia, del siglo XIX al Frente Nacional” (Debate), afirma que: “Después de más de un siglo de división plasmada en nueve guerras civiles durante el siglo XlX(…) En ese contexto se sentaron las bases de las farc, que por sesenta años estuvieron en el centro de la violencia del país”( pags. 182 y 183). Dos siglos violentos hemos vivido y nada de paz.
A mitad del pasado siglo, un nuevo ingrediente, con sus actores ambiciosos, se le sumo a nuestro conflicto social: el narcotráfico, el cual nutrió o nutre las raíces de la violencia colombiana. Es decir, surgieron otras razones morales para asumir ser violento, pervirtiendo la actividad política, influyendo en la economía y creando nuevas costumbres de vida: “la paraca“, la cual también cuenta con un extenso “inventario de muertos”.
En Barranquilla, considerada como un buen vividero, las calles del sur de la ciudad, por ejemplo, cuando llueve son tomadas por jóvenes del vecindario para protagonizar “una guerra de piedras” …bajo la lluvia. Guerra que ninguna autoridad, sea familiar, educativa o Estatal, ha logrado frenar y acabar. Cualquier amenaza de lluvia se ha convertido en un auténtico anuncio del terror. Más de un dolor han causado esas lapidaciones sin control.
En los 200 años de vida republicana, para no decir en dos siglos de violencia, nuestra sociedad e instituciones democrática han intentado crear acuerdos de paz negociada, tanto que, en 1991, con la proclamación de una nueva constitución política, se consagró la paz como un derecho, al igual que “un deber de obligatorio cumplimiento“(art 11 c.p). Pero cada día la paz es una quimera…un ¿sueño en Macondo?
Si. La violencia, la historia y la literatura la documentaron, inicialmente, en el campo. Pero la misma, con el pasar del tiempo, ha escalado a las ciudades en sus más diversas manifestaciones y formas. Tanto que la inseguridad ciudadana es uno de los grandes problemas sociales que las autoridades territoriales deben, aceleradamente, buscarle soluciones. No hay plan de gobierno que no incluya la seguridad.
En Barranquilla, considerada como un buen vividero, las calles del sur de la ciudad, por ejemplo, cuando llueve son tomadas por jóvenes del vecindario para protagonizar “una guerra de piedras” …bajo la lluvia. Guerra que ninguna autoridad, sea familiar, educativa o Estatal, ha logrado frenar y acabar. Cualquier amenaza de lluvia se ha convertido en un auténtico anuncio del terror. Más de un dolor han causado esas lapidaciones sin control.
Pero de un tiempo a ésta parte, los actos de los violentos se han trasladado a las tribunas de los estadios de fútbol, convertidos en verdadero circo romano, pues en vez ir a ver correr a “la pelota”, lo que se escenifica es una carrera de sangre y de heridos, como recientemente ocurrió en un estadio de Medellín por el enfrentamiento, a cuchillo y machete, de las llamadas “barras bravas” que, dizque, apoyan a tiburones y verdolagas, con final de 45 heridos.
Cuando conocí de los desmanes en las gradas del estadio, recordé por la semejanza de los protagonistas que algo unía a las barras bravas con las primeras líneas. No tarde mucho en comprender esa relación al leer la siguiente declaración:”…Los fracasos de muchos jóvenes en sus vidas y barrios hacen que en(sic) el fútbol su espacio y lo defienden con violencia”(Presidente Petro. El Tiempo 30/9/24).
Justificar la violencia, no sólo en el fútbol sino en las calles y montañas, con la hipótesis de fracasos en la convivencia es, a mi entender, creer que el ser humano y, en este caso, los colombianos no tenemos otro destino distinto a ser violentos. Definitivamente no me aparto de mi consideración: solo con educación dejaremos la barbarie de seguir matándonos. Y esa tarea es de todos. El fútbol es una fiesta, no un matadero. nada justifica la violencia.
La próxima: Reflexiones en torno a la Universidad del Atlántico.