“Además, las instituciones están todas cuestionadas, ya no crees en los jueces, en la ley…¿En qué crees?, ¿en quién confías? No crees en los curas tampoco”. ISABEL ALLENDE, novelista chilena.
La sociedad colombiana, desde las tres últimas décadas del Siglo XX, está sometida a los estragos de laeconomía del narcotráfico, iniciado con la mal llamada “bonanza marimbera” y continuada con los cultivos y explotación de la hoja de coca, hasta hacerla cocaína, lo que engendró una nueva forma, más violenta, de la corrupción que deviene del contrabando, hasta del café, heredado de la época colonial. De contrabando y narcotráfico es, en gran medida, nuestra economía.
Esa economía influye en todas las manifestaciones de la vida política nacional, causando asesinatos de destacados líderes políticos de diversas corrientes ideológicas. Y convirtiendo al congreso de la república, como a otros órganos del Estado de Derecho, en recinto de para-políticos y para-guerrilleros, muy a pesar que a finales de ese Siglo nos dimos una nueva constitución política que, se presumió, sería la verdadera carta de paz y un novísimo contrato social. Y, por arte de magia, se acabaría la corrupción legendaria.
Tanto la economía y la política del narco-tráfico se reflejaron, indiscutiblemente, en el poder judicial. Y las altas cortes de justicia fueron, ¿o son?, nidos o cunas de carteles, bautizado de “La Toga“, donde magistrados, parlamentarios, jueces y fiscales han ultrajado, con su cuestionada conducta en el servicio público, la llamada majestad de la justicia como sostén de las garantías de los Derechos y Libertades ciudadanas. Siendo una de esas cortes, la constitucional: la guardiana de la nueva carta magna y del estado social de derecho.
Era ese, y no otro, el panorama de la sociedad colombiana, cuando en 1.993, el profesor de Introducción y Filosofía del Derecho de la Facultad de la Universidad de Antioquia, Carlos Gaviria Díaz, fue designado, por amplias mayorías, por el Congreso de la República, magistrado de la corte constitucional, órgano de cierre recién creado por la Constitución de 1.991. Allí permaneció hasta el 2001.
Cuando se hizo Magistrado, Gaviria Díaz, que había sido “Juez de Pueblo”, en Rio-Negro, venía de una carrera docente en la Universidad de Antioquía donde, además de profesor, fue Decano, Vicerrector y dirigente sindical. Y estuvo exilado, en Buenos Aíres, a donde viajó, sin familia, luego del asesinato de su entrañable y amado amigo, el médico salubrista, Héctor Abad Gómez. De cuya vida y muerte su hijo escribió la novela “El olvido que seremos“, ahora convertida en película, con la que competiremos, pronto, por un Oscar de la Academia Hollywoodense, en el renglón de Mejor Film Extranjero.
Para entonces, también era autor de los libros como “Introducción al estudio del derecho“, su pulida tesis de grado como abogado; que más tarde se transformá, 25 años después, en: “Temas de introducción al derecho, una concepción kantiana del derecho y la moral“. Y “Mitos y Logos“, libro que logró redactar, durante el exilio, en la hermosa y arquitectónica Biblioteca de Buenos Aires, siempre acompañada por las esculturas, en cemento, de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar.
Pero, de dónde proviene que a éste académico y ex magistrado se le haya llamado “el hereje“, como se titula el recientemente publicado libro sobre su vida como hijo, padre, amigo, catedrático, magistrado, senador y candidato a la Presidencia de la República?.
Para comprender ese calificativo a la vida intelectual del exjuez, vale la pena recordar que:
“La inquisición fue un tribunal creado en 1231 por Gregorio IX para inquirir o investigar los casos de herejía. su objetivo era la reconciliación del hereje con la iglesia y, de esta forma, conseguir la salvación eterna”, como lo cuenta Agustín Andrés Irazala en su crónica “Precisiones necesarias sobre la inquisición” (Ver El Tiempo 14/11/2020).
Y el citado cronista precisa:
“sin herejías no hay inquisición. Sin embargo, herejías ha habido desde el principio de la iglesia. Hasta el siglo xii, las herejías en el mundo occidental no habían merecido sanciones materiales de la iglesia, y hasta el siglo xiii no se creó el tribunal especial. el castigo de la Herejía era cosa del Estado.”.(ibidem).
Conocido que Inquisición anuncia, históricamente, herejías, es lógico indagar de dónde surge El Hereje: Carlos Gaviria(Ariel), como tituló su libro la periodista Ana Cristina Restrepo Jiménez. Y ese asunto no nos es complicado para quienes habíamos estudiado, por oficio académico, uno que otro fallo de la Corte Constitucional, cuyo ponente había sido el Dr. Gaviria Díaz, en especial el referido a La Eutanasia, Derecho a la muerte digna aún no regulado, en su ejecución clínica, por la incapacidad legislativa que nos acompaña.
Es así que, en una compilación de la producción judicial de Carlos Gaviria, editada por el Fondo de Cultura Económica, se denominará “Sentencias, herejias constitucionales. En ese libro completo, desde la explicación y el prólogo, se encuentra, diáfanamente, la respuesta. Veamos.
El propio Gaviria Díaz, en una explicación que redactó para esa compilación, lo expresó claramente. Porque las sentencias y salvamentos de votos, redactadas “de mi puño y letra”, son “polémicas y audaces”, creadoras de ” nuevos rumbos a la jurisprudencia colombiana, ya que frente a La Ortodoxia Secular…la del nuevo tribunal aparecen francamente Herética”.
El amor, como la ética, no se predica, se aplica”. Y él, según su familia, se definió por el amor: a la lectura, la música, los amigos, la familia, la humanidad. Y expresaba que el sentido de la vida, era el amor. Una persona así, con tanto talante de Lo ético, es decir, de Lo correcto tendría que ser un juez herético en un país de tartufos.
Esas sentencias, como por ejemplo: la del consumo de droga, la del ejercicio del periodismo, entre otras, le dieron la bienvenida en el DERECHO COLOMBIANO “a una hermenéutica nueva. En ella se pone de presente que el juez también es creador de derecho…frente a lo que secularmente se enseñó en nuestras facultades de derecho que el legislador crea derecho y el juez solo lo aplica“.(ver opus cite).
Entonces, esa nueva hermenéutica constitucional, alejada de la exégesis del Siglo XVIII, expuesta y desarrollada en tal compilación, “inaugura un nuevo derecho”. He allí, La herejía de Carlos Gaviria Diaz y la de sus colegas en esa Corte Constitucional Magnífica.
Precisada la fuente de la herejía, de dónde surge, entonces, a que podemos atribuirle una ética y una estética a ese nuevo derecho colombiano, agenciado por el hereje de Gaviria Díaz?
Esta pregunta, coherente con el título de esta columna para solo/proposiciones.com, se me hace necesaria formularla e intentar, en la brevedad del texto, una respuesta desde el mismo ámbito de la vida intelectual del Exmagistrado, cuando en Colombia, producto de la emergente cultura del narcotráfico, la del “traqueto”, personajes de dudosa reputación mental, ahijados de “paracos” proclamaron: “que el derecho no le debe nada a la ética“. Y, obvio, a La estética.
Pero, la obra académica, judicial e intelectual, como la personal y familiar del Hereje, Carlos Gaviria Díaz, nos demuestran que tal publicitada afirmación, amén de mendáz e ignorante, es solo una “payasada” de tinterillo rico de pueblo pérdido en los avatares de mafias feudales.
Gaviria, a mi entender, por su sólida formación jurídico-filosófica, fue, o es, el mejor intérprete del cimiento ético liberal de la Constitución Política del 91. Y, en su lectura dialéctica de esa nueva normatividad, descubrió la ESTÉTICA que subyace en el texto redactado por una muy plural Asamblea Constituyente. Él hizo, en sus sentencias heréticas La lectura moral de la constitución que propuso el profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad de Harvard, Donald Dworkin. Como la de otros autores liberales kantianos. La filosofía política de estirpe liberal.
En el prólogo de sentencias, herejías constitucionales, el fallecido sociólogo y cronista, Alfredo Molano, dice: “Ahora, Gaviria me muestra que la ética también está detrás de la JURISPRUDENCIA, LA INFORMA, Y ES LA VERDADERA ARMA DE LA CRÍTICA POLÍTICA. ¡Tremendo descubrimiento!. Un poco tardío, es cierto, pero quizás por eso tan lleno de provocadores significados”.
Una ÉTICA POLÍTICA, como la llama el ex-magistrado, que deviene de su formación filosófica aprendida de las enseñanzas, contemporalizadas, de Platón, Sócrates, Aristóteles, I. Kant, J.J. Rousseau y otros pensadores, cuyas ideas son visibles en diversas normas de la nueva Constitución. Solo hay que leerla con deleíte y frugalidad.
Para Gaviria Díaz “El amor, como la ética, no se predica, se aplica“. Y él, según su familia, se definió por el amor: a la lectura, la música, los amigos, la familia, la humanidad. Y expresaba que el sentido de la vida, era el amor. Una persona así, con tanto talante de Lo ético, es decir, de Lo correcto tendría que ser un juez herético en un país de tartufos. Porque para él “Hay un problema de fondo, que es incluso ético, y es lo que podríamos llamar la búsqueda de la verdad, de la certidumbre. Porque de alguna manera todo el ordenamiento jurídico está muy enraizado con una moral” (Ver El Hereje. Pag 87).
Pero, dilucidado el inexorable sentido ético del Derecho. Dónde radica lo estético?
Soy un convencido que el derecho, como disciplina o como normatividad, es un lenguaje. Un lenguaje para resolver, argumentativamente, los conflictos en todos los matices de la vida social. En el descubrimiento, uso, disfrute y creación de ese dialéctico y complejo lenguaje jurídico, a mi comprensión, está sin discusión lo estético del derecho. Las palabras crean las cosas y las cosas son las palabras, como en Macondo donde lo real se hace maravilloso.
Un pariente confiesa, para el libro El Hereje que “El gran amor de la vida de Carlos, por encima de todas las cosas, eran los libros“. Y para cultivar ese amor hay que ser, inevitablemente, un gran lector. Si no sé es como el Expresidente Turbay Ayala que compraba libros por metros para tupir las paredes de sus “bibliotecas”.
Gaviria, contrario al expresidente nasal, fue un gran lector. Leyó y se aprendió, de memoria, textos de Jorge Luis Borges y Ludwing Wittgensteín. Ambos literatos y filósofos. Artistas de la magia de las palabras y de las ideas. De ahí, que el ex-magistrado, que escribía sus sentencias heréticas a puro puño y letra, se entregará a pulirla hasta hacerlas diáfanas como un verso. Poesía que, al igual que la ética, está en distintas normas constitucionales. Lean el artículo 29, el del debido proceso, y me cuenta si miento.
Para no quedar mal, regreso al prólogo de Molano donde dice: “el raciocinio de Gaviria tiene que ver con otra dimensión que para mí permaneció oculta: la armonía de su lenguaje. no solo porque sus sentencias son un ejemplo de discurso fluído, sin adornos pues Gaviria no acepta el recurso de la fuga luterana, sino por el peso que le asigna a cada palabra en la frase y el concepto”.
Gaviria fue, entonces, un juez y un ser ético en su vida y es su trabajo, donde demostró ser un esteta del derecho. Su inteligencia lingüística, producto favorecido por su mentalidad de pensar racional, es la demostración fehaciente y contundente que, más allá de la cultura “traqueta”, su obra de Hereje es una herencia para lo ético y lo estético del derecho colombiano. Sus sentencias contienen una pedagogía de la que hay que nutrir nuestras Escuelas de Leyes. He ahí una tarea urgente!!.
próxima. libros e investigaciones en pandemia.