Hace algunos días, “navegando” por las intrincadas redes virtuales de la www encontré un texto titulado Los relatos de la razón. El meme afirmaba que la Filosofía es como estar en un cuarto oscuro buscando un gato negro. La Metafísica es como estar en un cuarto oscuro buscando un gato negro que no está ahí. La Teología es como estar en un cuarto oscuro buscando un gato negro que no está ahí, y además gritar: ¡lo encontré!, para convencer a los demás. La Ciencia es encender la luz para ver qué demonios hay en el cuarto.
A partir de la lectura de dicho escrito comencé a reflexionar: La Filosofía es la búsqueda de lo existente que se nos oculta, es un ejercicio de develamiento (aletéhia). La Metafísica es la búsqueda de lo que no está presente pero cuya existencia es una exigencia de la razón. Es una aventura racionalista. La ciencia es la satisfacción de las dudas para configurar nuevas creencias que nos permitan vivir en sosiego. Es encender la luz para ver qué encontramos en la oscuridad. El arte es la experiencia de una vida armónica.
En la actividad científica el investigador busca, explora, indaga, descubre, encuentra. Metafóricamente: El investigador siempre anda buscando gatos con una linterna de luz led. A veces se esconde, casi lo atrapas, sin embargo, suelen crecer otros gaticos. Y cuando atrapas a los gaticos ya habrán crecido otros gatiticos. La ciencia es como un globo en expansión, mientras más conocemos, más crece su superficie de contacto. En la ciencia proliferan los gatos, gaticos y gatiticos.
Lo que llamamos ciencia es un invento del ser humano para asignarle mayor categoría al conocimiento configurado a partir de sus intereses, deseos y subjetividad. En la historia de la humanidad se ha hecho más filosofía que ciencia, y hemos enmascarado con el nombre de ciencia, el conocimiento obtenido en el acto de filosofar.
En filosofía y ciencia cada conquista es un acto de procreación de nuevos problemas, gatos y más gatos. Incluso gatos productos de la imaginación humana, que no tienen vida, son simulaciones, simulacros, o gatos de juguete, o dibujos de gatos, o gatos hechos de madera, metal, plástico, barro, pero gatos sin vida.
La ciencia bien podría considerarse como una etapa madura de la filosofía. Ambas son formas del conocimiento humano. En esto comparto el punto de vista de Comte (2008). No podemos olvidar que la ciencia ha querido destruir a la filosofía, aludiendo que ha muerto. Sin embargo, vemos que se sustenta en ella para hacer sus aportes. Hoy los científicos, incluso los máximos representantes de las mal llamadas ciencias duras, hacen más filosofía que ciencia. Pero esto es sólo un intento de “científicos” insensatos, que los hay. Los ecuánimes de ambas disciplinas tienen claro que ellas no se excluyen; se oponen creativamente. Los principales filósofos hoy están dedicados al análisis de las ciencias y se han formado en disciplinas científicas. Para un pensador configuracional, entre ciencia y filosofía no hay dicotomía, constituyen un sólido matrimonio. Tanto los llamados filosóficos como los científicos son seres humanos, son personas; entonces ambas son configuraciones humanas, no dicotómicas, sino complementarias. Aunque hayan existido momentos de desvarío en los que se afirmó dicha dicotomía.
Stephen Hawking, uno de los más grandes científicos, vivo, incluso comparado con Einstein y con Newton, afirmó en la página 5 de su magna obra El gran diseño que “la filosofía ha muerto”, y asume una Epistemología que él denomina Realismo dependiente del Modelo. Pero cuando uno lee sus obras se percata que ese modelo orientador de la realidad, es precisamente su filosofía. Y queda atrapado en una autocontradicción.
La única ciencia original y autónoma que existe es la filosofía. Todas las demás disciplinas que pretenden erigirse en ciencia, en el fondo son filosofías, pero adoptan el calificativo de ciencias para ubicarse en un mayor nivel jerárquico, ya que el ser humano cree que solo lo científico es verdadero y por eso se subvaloran otras formas legítimas de conocer. Tal es así que la gente al hablar sobre algo, para darle peso epistémico y demostrar su “veracidad” dicen: “eso está comprobado científicamente”, insinuando que el adjetivo científico es una garantía de veracidad, validez y certeza. Vale la pena preguntarse si la relación espacio-tiempo en la obra de Hawking es o no objeto de reflexión filosófica. No nos la presenta precisamente en forma de una mera ecuación.
Hawking (2010) afirma que la filosofía ha muerto, pero su propuesta de comprensión del origen del universo y su evolución, es precisamente el resultado de su reflexión filosófica. Y para darle el rango de “científico” declara que su epistemología es realismo dependiente del modelo. Hawking crea un modelo derivado de su reflexión filosófica.
Todos los errores de Hawking se encuentran precisamente en sus reflexiones metafísicas. En La historia del tiempo (1988), supuso un origen primero de la historia del tiempo, en Breve historia del tiempo (2005) lo quitó. Está por verse si es capaz de unir todas las fuerzas del universo en una, que es su búsqueda científica, deberá demostrarlo matemáticamente. Ya Einstein lo hizo, y aunque no se comprometió demasiado con la epistemología, sociológicamente planteó grandes preguntas y reflexiones aceptadas por la humanidad.
A veces siento nostalgia de la antigua Grecia, de los avatares de Sócrates y de la academia de Platón. No extraño tanto a Aristóteles. ¿Por qué no invitar a Platón a la fiesta científica del siglo XXI?
Adhiero a la teoría de la filosofía como ciencia primera y las demás ciencias como filosofías segundas, y aunque esta posición ha evolucionado, mantiene un principio de verdad. Soy más filósofo que científico. Leyendo hallazgos “científicos” y estudiando los avances de la “ciencia” percibo que los científicos, para dar cuenta de sus hallazgos, han tenido que acudir a la filosofía. No hay verdadera ciencia sin filosofía. Por eso es inevitable convenir que lo que el hombre busca es interpretar la realidad, comprenderla. A ese intento lo podemos llamar ciencia o filosofía, qué más da. Históricamente la filosofía hizo posible la ciencia y ese principio sigue vigente.
Pero a veces ambas, ciencia y filosofía, avanzan en paralelo, y esto es nocivo para la comprensión de qué tipo de seres vivos somos, qué clase de mundo vivimos, que hacemos aquí, y cuál es nuestro origen y destino, si es que existe alguna teleología en nuestra vida. Es preciso develar el punto donde se cruzan los caminos de ambas. Tiene que existir la perpendicularidad en las líneas que marcan el camino por donde transcurren la ciencia y la filosofía. ¿Será que solo existe una ciencia filosófica y es cierto que la filosofía ha muerto? ¿Será que solo existe una filosofía científica y es la ciencia la que ha muerto? ¿Será que ya no existen ni la ciencia ni la filosofía? ¿Existen ambas? Si existen ambas, ¿entonces cuál es el rol de cada una y cuáles son sus límites? Ayudemos usted, filósofo y científico, a desenredar esta madeja que nos atrapa en nuestra cotidianidad académica y no nos deja avanzar en la configuración del conocimiento epistémico.
Lo que llamamos ciencia es un invento del ser humano para asignarle mayor categoría al conocimiento configurado a partir de sus intereses, deseos y subjetividad. En la historia de la humanidad se ha hecho más filosofía que ciencia, y hemos enmascarado con el nombre de ciencia, el conocimiento obtenido en el acto de filosofar
Entre ciencia y filosofía hay una oposición y al mismo tiempo una interrelación. En palabras de Hegel (1966): “diferentes en su identidad e idénticas en su diferenciación”. Quien honestamente se ocupa de la filosofía, habrá de respetar, aunque contradiga lo que los científicos postulan y viceversa. Actualmente, ninguna es madre de la otra, son hermanas, y ambas están persiguiendo gatos. Los asuntos de los que se ocupan los científicos hoy día son tan específicos que más vale darles tratamiento empírico, lo demás debe asumirlo la filosofía. La solución probable entonces es la configuración tríadica entre ciencia, filosofía y arte. Es el escenario perfecto: rigor científico, reflexión filosófica crítica y comprensiva, y sensibilidad estética.
Siguiendo la epistemología tríadica de Charles Sanders Peirce (2012), el arte sería la categoría primera, primeridad, la ciencia la segundidad, y la filosofía la terceridad. La filosofía es la mediadora entre el arte y la ciencia. La filosofía es inevitable incluso para los artistas y científicos, ambos inexorablemente filosofan. Incluso, nuestros antepasados combinaban no sólo la tríada de Sanders, se confundían con el mundo natural, de su ambiente circundante y natural que estaban creando. Sentían, eran parte de todo ello, apenas se estaban estrenando en el descubrimiento de las cosas, pero eran más sensoriales que racionales. En efecto, la racionalidad es una conquista relativamente reciente del ser humano. Algunos piensan que sólo fue lograda con la filosofía.
La filosofía, o más bien el filosofar, es más emocional que racional. Detrás de cada pensamiento hay un sentimiento. No hay cognición sin afectos. Lo racional es el resultado de lo emocional. La razón es el punto más alto de la escalera de la emoción. Cuando filosofamos y reflexionamos, activamos nuestras configuraciones axiológicas. El pensar se deriva de los deseos humanos. La actividad racional se orienta por nuestros intereses, anhelos y expectativas. En todo caso muy por encima de lo sensorial.
Los seres humanos utilizamos la razón para subvalorar la emoción, porque creemos que lo racional nos eleva a lo más alto en la escalera de los seres vivos, pero en realidad no hay razón sin emoción. Toda decisión racional tiene un sustento emocional. Decidimos basados en nuestros intereses, ideales y convicciones. Nos mueven nuestros deseos y motivaciones. La emoción determina la acción racional.
La aspiración del Racionalismo Moderno fue ubicar a la razón por encima de la experiencia y al mando de las emociones. Sin embargo, Pascal (2010) tuvo que reconocer que las emociones escapan al dominio de la razón. “El corazón tiene razones que la razón no entiende”. Es una lástima que las meditaciones pascalianas están olvidadas. El Idealismo Alemán logró opacar el pensamiento europeo precedente. Comenzando por Hegel. Y Kant. Baruch Spinoza la tenía clara. Y Heráclito ya lo sabía.
En efecto, fue el resultado de la estatura intelectual de Kant y Hegel. Pero se impuso la autoridad de estos pensadores sobre la ecuanimidad de Spinoza y la genialidad de Heráclito. No es el primer caso en la historia del pensamiento en el cuál la autoridad prima sobre una interpretación más coherente de la realidad. Sucedió con Aristarco frente a Aristóteles. Y sucede en la actualidad en nuestra cotidianidad académica e investigativa.
Precisamente hace algunos días sostuve un debate con un colega sobre la génesis del falsacionismo. Hacía una aclaración histórica: quien creó esa concepción epistemológica no fue Popper sino el fundador del pragmatismo norteamericano Charles Sanders Peirce, en 1887. Popper aún no había nacido. El propio Popper cita a Peirce en su obra La lógica de la investigación científica, y reconoce la paternidad de Peirce sobre dicha concepción.
No podemos creer mucho en lo que publica Wikipedia. Ahí cualquier persona escribe lo que desea. No es confiable. No es episteme lo que allí se publica. Ni tan siquiera doxa. Hay muchas falacias.
Hay que ir a las fuentes originales. En este caso dos: el libro La lógica de la investigación científica (Popper, 2011) y la obra filosófica reunida (Peirce, 2012)
Ya no se puede creer ni en los artículos publicados en revistas de alto impacto indexadas en Scopus o en ICI. Debemos sumergirnos en la tradición, usar fuentes originales. Aunque sea preciso visitar a los presocráticos.
No existe una verdad absoluta, universal y general. La verdad siempre es singular y particular, contextual, social e íntersubjetiva. Pero más útil que Wikipedia es un libro del propio autor, original, fuente primaria. Wikipedia es una fuente terciaria, poco confiable. Hay que hacer la crítica científica. Porque mucha gente toman las falacias de internet creyendo que son verdades. Y eso causa mucho daño a la academia y a la propia configuración epistémica de la ciencia.
En la investigación que hice sobre los giros hermenéutico, lingüístico, fenomenológico y pragmático, como cimientos epistémicos del giro configuracional, develé muchísimas falacias. Tenemos muchas creencias nocivas para la configuración del saber. Mi supuesto hermenéutico es que esto se debe a que leemos fuentes terciarias que tergiversan lo planteado por el autor originario. Por eso insisto en la importancia y necesidad de leer al fundador del movimiento o concepción epistemológica.
Finalmente: el harakiri. Si es cierto que no existe una verdad absoluta, entonces esta proposición tampoco es cierta. Lo cual indica, desde la lógica semiótica, que sí podría existir una verdad absoluta. La proposición se vuelve tautológica. Es autocontradictoria. Es como si yo afirmara: todos los cubanos somos mentirosos. Si lo que digo es cierto, entonces la proposición es falsa. Y si lo que digo es falso, entonces la proposición es cierta. ¡¡¡Pluff!!!
Referencias Bibliográficas
Comte, A. (2008). Discurso sobre el espíritu positivo. Bogotá: El Búho.
Hawking, S. (1988). Historia del tiempo. Del big bang a los agujeros negros. Bogotá: Planeta.
Hawking, S. (2005). Breve historia del tiempo. Barcelona: Crítica.
Hawking, S. (2010). El gran diseño. Barcelona: Crítica.
Hegel, G. (1966). Fenomenología del espíritu. México: FCE.
Pascal, B. (2010). Pensamientos. Madrid: Cátedra.
Peirce, Ch. S. (2012/1867-1893). Obra filosófica reunida. Tomo I. México: FCE.
Peirce, Ch. S. (2012/1893-1913). Obra filosófica reunida. Tomo II. México: FCE.
Popper, K. (2011). La lógica de la investigación científica. Madrid: Tecnos.