Innegable que, en esta sociedad globalizada, con deslumbrantes avances tecnológicos, no sólo en el campo de las comunicaciones, “Todos los ojos miran y opinan”. Así que sin teorizar podemos afirmar que la libertad de expresión se transformó en un derecho absoluto que trasciende los límites, normativos y conceptuales, de lo que en el siglo XVIII se llamó “Libertad de prensa“.
He ahí el origen, intuitivo, del interrogante planteado: ¿hay, hoy, periodismo en Colombia? No intento abrir un debate ni menos una polémica, pues de antemano “la llevo perdida”, como en el verso de León De Greiff. Solo pretendo exponer, hasta donde soy capaz, mis percepciones y juicios sobre cómo siento y pienso la manera, desenfrenada del quehacer periodístico en nuestro país. Una república de regiones y culturas diversas.
Tampoco deseo partir de una definición sobre: ¿qué es periodismo?, ya que la misma es un asunto académico. Y éste espacio no tiene esa naturaleza. Sólo opino. Pero, periodismo no es especulación. Y parto desde ahí para auto responderme: en Colombia no se está haciendo periodismo, ya que lo que se pública, por medios y redes sociales, es más especulación, que información. Veamos.
Considero que la situación del oficio periodístico hoy, proviene de las lecturas que se le están dando a dos normas constitucionales, artículos 20 y 73, aplicados al uso indiscriminado de las herramientas tecnológicas. Esas normas consagran lo siguiente:
“Se garantiza a toda persona (…), la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación“(art 20).
“LA actividad periodística gozará de protección para garantizar su libertad e independencia profesional”(art 73).

“Se garantiza a toda persona (…), la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación“(art 20).
“LA actividad periodística gozará de protección para garantizar su libertad e independencia profesional”(art 73).
Como puede apreciarse, de romper, éstas normas garantistas convierten a cualquier persona en periodista y les permiten crear medios de comunicación, sin mayores presupuestos mentales. Por eso hay tantos canales en Redes y pocos comprenden los límites constitucionales a la información: veracidad e imparcialidad. Entonces, “los periodistas caseros” no sólo se creen los dueños del mundo y por sus “canales” se dedican a especular, como agentes con camiseta.
Pero los llamados medios de comunicación social (diarios, radio, televisión, revistas, etc.), Olvidando la tradición, la historia y los postulados periodísticos, se han dejado llevar por la moda del periodismo digital. Careciendo de un mínimo control de calidad, los medios usan las redes sin mayor criterio que la velocidad, contratan actrices y se olvidan de la calidad. Vender es la prioridad.
En días recientes, durante la ceremonia de entrega del Premio “Simón Bolívar” de Periodismo, la columnista del diario El Espectador, Cecilia Orozco Tascón, al recibir el reconocimiento de vida y obra, en el discurso de agradecimiento, describió el crítico panorama por el que atraviesa el oficio actualmente. Y señaló los aspectos de los que carece su ejercicio, tales como:
1. Sin rigor en la verificación,
2. Investigación desapasionada,
3. Exactitud en los detalles,
4. Contrastar versiones,
5. Integrar parte y contratarte de la historia,
6. Separar el tratamiento de la información de la libertad de opinión.
La ausencia de esos presupuestos esenciales del periodismo, sin adjetivos, indica que hoy, en Colombia, no se está difundiendo información veraz e imparcial. Que todo el mundo se cree “periodista”, monta un postcast, se coloca una camiseta de oposición o de gobierno y se lanza a especular. Tal espectáculo se vive a diario y cada día es más preocupante.
Es hora, entonces, de pensar qué periodismo merece nuestra sociedad. Lo digital está arrasando con la capacidad mental de la opinión pública. No se enseña a pensar, sino a pelear. Y esa no es la razón de ser del periodismo, como profesión. Mediten colegas. Y honren el oficio “más bello del mundo”. Ni lambones ni jueces. Solo testigos de la historia.