Esta noche estamos reunidos bajo el pretexto de esperar a Sofía. Desde hace meses compartimos la alegría y las incertidumbres de este itinerario establecido bajo la promesa del amor que se profesan sus padres. Desde que supimos de Sofía cada uno fue construyendo un imaginario que se devela a través de las conversaciones entre familiares y amigos. En ese contexto lanzamos interrogantes, trazamos conjeturas; jugamos con el género, “y si fuera varón, o si fuera mujer”, y los posibles parecidos, “seguro tendrá el carácter de su padre, la alegría evidente de su madre”. Hasta que un día las riendas de la imaginación llegaron a su límite observable y concreto, bajo los preceptos de la ciencia y sus laboratorios, que afirmaron categóricamente que sería niña. Desde ese momento las especulaciones acabaron. Finalmente, sus padres como heraldos de la familia fueron contundentes: “Es niña y se llamará Sofía”. Adiós a las especulaciones, a los malabares instintivos de las conjeturas, al misterio del vientre creciendo de la madre, pero auscultado bajo el rigor de la ecografía fetal.
Pero, ¿Quién es Sofía? ¿Acaso la hija de dos personas comunes y corrientes, artistas del amor, que se hicieron cómplices en el trazo de sus mejores pinceladas en esa obra de arte que hoy palpita con sus ocho meses de existencia? O, ¿La hija de una mujer y un hombre, inmersos en la dinámica del Caribe que un día se juraron amor eterno en el Castillo de Salgar, o en las Playas de Santa Verónica? O, ¿Por qué no? Es la niña juguetona y preguntona que tomada de la mano de sus padres los cuestiona con inmaculada inocencia a través de los versos que escucha en boca de su madre, antes de acostarse: ¿Qué pasa con las golondrinas/que llegan tarde al colegio?, o les pregunta sobre la largura del tiempo contenido en un instante: ¿Cuántas semanas tiene un día? Y ¿cuántos años tiene un mes? Sí, esa es Sofía, así es Sofía, la niña que se duerme con el libro de las Preguntas, de Neruda abrazado en su pecho mientras le llega el sueño a repararle las fatigas del día.
Aunque la ciencia con sus sofisticados aparatos fue capaz de predecir su género, hoy estamos más convencido que nunca lo difícil que es pronosticarle una vida de bondades en este itinerario breve de la existencia que nos recuerda Séneca, el romano, en su ensayo Sobre la Brevedad de la vida. Pero ante esa dificultad no hay que escatimar esfuerzos para que Sofía sea bienvenida y acogida con los sentimientos más nobles y puros que le permitirán crecer como un ser humano ante las tristezas y las alegrías. Un mundo posible e ideal, diferente a los mundos de donde procedemos los que hoy estamos aquí presente pero abiertos a la comprensión que exige la dinámica compleja de la sociedad.
Aunque la ciencia con sus sofisticados aparatos fue capaz de predecir su género, hoy estamos más convencido que nunca lo difícil que es pronosticarle una vida de bondades en este itinerario breve de la existencia que nos recuerda Séneca, el romano, en su ensayo Sobre la Brevedad de la vida.
Los que estamos reunidos aquí en el día de hoy, en familia, tenemos la certeza que esta generación de Sofía tendrá más posibilidades que las de antaño. Ello es posible cuando la existencia de cada niño se edifica sobre un amor sin límites, infinito, que todo lo puede. Desde este amor se da apertura a la sensibilidad y la creación, a la participación y la autonomía manifiesta en la toma de decisiones. Un amor cuya fuerza invisible es el motor desde donde se persiste sin desfallecer, donde cada caída es una enseñanza, donde el diálogo interior que habita dentro de uno mismo se consolida en procura de una autoestima que posibilite el ejercicio de un amor cómplice e íntimo.
Sí, vino a este mundo y con ella trajo el entusiasmo y la alegría. Si antes estábamos a la espera, en medio de la incertidumbre, hoy continuamos esperándola en una vida que crece y promete; si antes la desconocíamos, ahora vamos ganando certeza de hasta dónde puede llegar; si antes era una incógnita que no se podía despejar, ahora es un ser humano lleno de ricos matices, experimentando caminos inciertos que la alientan en el intrincado mundo social, en la vocación abarcadora e ilimitada de probar la vida según sus propios intereses. Siempre estaremos esperándola, aunque deje de ser una niña y le toque volar lejos, muy lejos. Somos conscientes que su vocación de ave, guiada por sus instintos, está convencida que siempre estaremos aquí para ella, esperándola.
Nuestra espera es la única forma de quererte, porque esperándote siempre estarás en nuestros pensamientos. Sin duda alguna
“un te espero”
es más intenso que un “te quiero”.
Cuántas cosas no pensamos sabiéndote alegre y lejana, pero anhelándote con los recuerdos, la memoria, con el corazón palpitante en medio de la emoción de saber que tu regreso está muy cerca.
GANE, Miguel. Puedes hacerme lo que quieras. Penguin Random House Grupo Editorial. Colombia. 2023. Pág. 45.