Del Santuario a Villa Carolina los crímenes asustan a Barranquilla

Gaspar Hernández Caamaño

Una corazonada es la creatividad tratando de decirte algo”. Frank Capra.____

María Caamaño, mi madre, fue una de las fundadoras, a mediados de 1962, del barrio el santuario, escenario hace unos días de “una masacre” a bala de cuatro personas que departían en una de las tienda-estadero de la carrera ocho. Allá viví la niñez y la adolescencia hasta perder la soltería. En meses pasados debí ir a entregar la casa construida, ladrillo a ladrillo, por mi padre, al concluir el proceso de sucesión notarial de mi mamá. 

De mi vida en EL Santuario vivo orgulloso, ya que vi crecer esa comunidad bajo soles y lluvias con arco iris, acompañando a “La Mona Caamaño” en sus luchas comunales para dotar al barrio de todo lo necesario para convivir decentemente, es decir en un santuario. Por eso la noticia del múltiple crimen me conmovió. Cerca de la Cra. 8 quedaba mi antiguo hogar y las viviendas de “las caamaño“, tías y primas. Mi madre luchó para que sus hermanas, venidas huérfanas de padre de Chinú (Córdoba), tuvieran un techo para su prole. Ella, lo recuerdo ahora, recitaba una frase del Presidente J.F. Kennedy, también asesinado, sobre quién “no tiene vivienda, no tiene nacionalidad”. Creo que de otra manera lo cantó Facundo Cabral.

Pero, de un tiempo a esta parte, el crimen se ha venido tomando, sin descanso, calles, esquinas y plazas de Barranquilla, desde el sur profundo hasta el encopetado norte, produciendo un sentimiento de desamparo en la ciudadanía. Recuerdo aquí la imagen de un asaltante abatido en el parqueadero de un Centro Comercial de la urbanización Villa Carolina, por donde a veces camino aún bajo la luna. El ultimado atracaba a un conocido dirigente político local y el escolta lo repelió. Muchos curiosos rodeaban el cadáver, en una escena que se repite en la ciudad llamada, tiempo atrás:”El mejor vividero del mundo!”.

Ocurre que en días pasados, por un acontecimiento luctuoso, conversé con mis parientes de El Santuario y me enteré que el “dado de baja” en Villa Carolina era, según ellas, el último miembro de una banda de “bandidos” que atemorizaba al vecindario. Y que de tener diversas entradas a la cárcel seguía delinquiendo hasta encontrar la muerte vestida de bala resguardada. Entonces, me pregunté: ¿Cuándo se jodio el santuario? No encontré respuesta. Sólo que el Ministro de Justicia del Pacto Histórico presentó un proyecto de ley para desocupar las celdas (que no dan abasto por la demanda) y acabar el delito de inasistencia alimentaria.

Mientras el crimen nos agobia en casi todo el país, este gobierno sin gestión nos invita, en cada trino presidencial, a vivir como en una ficción: detrás de las rejas que protegen las terrazas y las ventanas de las viviendas, tanto populares como de las residencias de “los ricos”, pues ese es el discurso que nos están vendiendo, cada día, las autoridades improvisadas de este histórico pacto que solo es retórica mientras la violencia no da tregua. en vez de soluciones se gestiona la diferencia. ¿Cuál igualdad? Solo es un pregón.

El pánico ciudadano se siente. Se agiganta cuando en las redes la inseguridad, como el precio del queso costeño, se transforma en memes que encuentran en la muerte una fuente “divertida” de inspiración. y la ola de delitos se vuelve mamadera de gallo. Chiste de esquina.

De aquella conversación improvisada con mis primas, todas canosas como yo, entendí que los barrios de Barranquilla están plagados y divididos, como parcelas, por las “jefaturas de los pagadiarios” que, para mantener sus dominios, mantienen “escuelas de sicarios” que, ante una orden, disparan sin distinción ocasionando muertes “no contratadas” y generando gran confusión. la comunidad, entonces, esta acorralada por balas sin destino ni blanco conocido.

Esa versión no sale en los medios. Estos solo entrevistan y publican la versión de las autoridades de policía uniformada que versa así: “El abatido tenía varias anotaciones”. Allí muere la noticia sin más historia, como, por ejemplo: quienes eran los muertos inocentes; ¿los que estaban en lugar equivocado? Seguramente habrán demandas contra La Nación (Policía) y el Distrito por no garantizar una vida tranquila y segura, como aquella que viví en El Santuario, en los tiempos en que veía películas bajo las estrellas, con la novia de turno.

El pánico ciudadano se siente. Se agiganta cuando en las redes la inseguridad, como el precio del queso costeño, se transforma en memes que encuentran en la muerte una fuente “divertida” de inspiración. y la ola de delitos se vuelve mamadera de gallo. Chiste de esquina. Los prudentes no quieren salir a la calle ni a caminar como terapia. Mientras eso pasa los gimnasios se llenan de trusas y sudores. entonces ¿para qué tenemos tantos y bellos parques dotados de “máquinas de hierro“? ¡Para que se oxiden!

Imagen proporcionada por el autor de la columna.

Si hemos sido, como ciudad, galardonados internacionalmente como una ciudad jardín, con esa idea los gringos imaginaron a Barranquilla, se hace necesario que los parques, desde El Santuario a Villa Carolina, sean invadidos por los vecinos a los que las autoridades, tanto gubernamentales como policivas, deben ampararlos del delito que no solo se toma las calles, sino los hogares humildes y lujosos, sin distinguir si son pobres o ricos, como pregona el Presidente Petro azumando una inútil lucha de clases. Pura bazofia de la historia desde que los franceses crearon la ciudadanía.

Mientras redactaba, recordé aquel otro pregón de un viejo locutor local: “¡la ciudad necesita seriedad!”. Ciertamente rima la frase, que en eso se quedó. Solo ante la realidad cotidiana me atrevo a decir: Barranquilla necesita seguridad, tranquilidad y salubridad, para ser la ciudad que todos soñamos. una urbe limpia, sana y segura en todos sus puntos cardinales. todos tenemos derecho a caminar en paz. Viva el Carnaval!. 

La próxima. Tutela, espada de Damocles a periodistas irresponsables.

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