“Se lee: para vivir más, para gozar más, para transgredir las limitaciones del tiempo y del espacio a las que se ve sometida toda vida humana”. Carlos Granés, en prólogo del libro “El fuego de la imaginación“.
La noche del 7 de diciembre de 2010, en el discurso que pronunció en la ceremonia de entrega del Premio Nobel de Literatura, el novelista y ensayista peruano-español Mario Vargas Llosa afirmó, ante los sabios suecos, que “lo más importante que le había ocurrido en la vida” fue haber aprendido a leer a los cinco años, en una escuela de Cochabamba (Bolivia), donde vivía con sus abuelos maternos.
He recordado la declaración del Nobel, la que repite frecuentemente, luego de conocer el informe publicado por el diario El Espectador bajo el titular:
“Una tragedia silenciosa: el 60% de los niños de 10 años en Colombia no entiende un texto simple“. Y el siguiente resumen:
“Si a los niños colombianos de 10 años le dieran un texto sencillo para su edad, solo 4 de cada 10 lo entenderían. En algunos municipios hay casos donde ninguno lo comprendería. Detrás de la pobreza de aprendizaje, como llaman a ese fenómeno, hay cosas muy inquietantes”.
El informe se fundamenta en un estudio adelantado, tanto en Colombia como en Venezuela, por el Banco Mundial y el Instituto de Estadísticas de la Unesco. Del estudio se destacan las siguientes conclusiones:
1ra. “Determinó que la pobreza de aprendizaje es más alta en municipios donde la población es mayoritariamente afrocolombiana, de pueblos indígenas o los municipios más afectados por el conflicto armado”.
Pero impedir que la niñez colombiana, que crece dentro de circunstancias de desigualdad socioeconómica, aprenda a leer comprensivamente, no sólo es un atentado a la igualdad social, sino una manifiesta violación al derecho fundamental de comprensión lectora. Derecho que realmente debe garantizarse en escuelas y hogares. Y para ellohay que enseñar a leer, ya que un niño lector será, no lo duden, una persona libre. o sea, un ciudadano responsable.
2da. “Las brechas en la pobreza de aprendizaje también se manifiestan entre los colegios públicos y privados del país. En términos generales, el 60% de estudiantes que no es capaz de leer y entender un texto simple a los 10 años está en los colegios oficiales y el 30% en los colegios privados”.
Aunque los resultados del estudio en comento, están relacionados a un segmento de la población infantil en determinadas zonas territoriales del país, no es menos cierto que el fenómeno socio-cultural evidenciado de incomprensión lectora, como puede denominarse, afecta también a una significativa población adulta y con una evidente formación académica, hasta con títulos universitarios. Es decir, somos analfabetas funcionales.
Ello porque al no aprender a leer en la primera infancia constituye una incapacidad cognitiva que se refleja, más tarde, en carecer de pensamiento crítico para comprender cualquier lectura. Así lo esbozó el pedagogo ruso, Lev Vygosky, al plantear la teoría de la llamada “zona próxima“, que no es otra cosa que pensar y vivir con si la educación no hubiera influenciado positivamente en el desarrollo personal. conozco a muchos profesionales que no han salido de su “zona próxima”.
Pero impedir que la niñez colombiana, que crece dentro de circunstancias de desigualdad socioeconómica, aprenda a leer comprensivamente, no sólo es un atentado a la igualdad social, sino una manifiesta violación al derecho fundamental de comprensión lectora. Derecho que realmente debe garantizarse en escuelas y hogares. Y para ello hay que enseñar a leer, ya que un niño lector será, no lo duden, una persona libre. o sea, un ciudadano responsable.
Concluyó estas reflexiones con las palabras de la librera catalana, Neus Botella, que, al ser preguntada sobre el fomento de la lectura, recomendó:
“Para fomentar la lectura sólo hay una fórmula y es la de encontrar el libro que nos haga clic en el corazón. Cuando sucede de verdad, la lectura se convierte en la actividad preferida porque nos permite estar con nosotros al cien por cien y poder compartir con personas afines ese estado de ánimo, es un poco como el amor desenfrenado”. Ese amor cura la soledad, digo yo. El amor a leer libros.
La próxima: hay, hoy, ¿periodismo en Colombia?