“…el valor de ser abuelos activos favorece que los humanos mantengan un buen estado físico mucho después de los mejores años reproductivos y que explicaría también por qué el ejercicio es tan beneficioso en edades avanzadas. Este papel de los abuelos COMO PILARES DE LA CRIANZA podría ser el motivo de que LAS MUJERES, al contrario de lo que sucede en casi todas las especies animales, PUEDAN VIVIR DECADAS DESPUÉS DE PERDER LA FERTILIDAD”. Universidad de Harvard.___________
Si fuese fotógrafo, hoy todos los somos con un smarphone en las manos, me dedicaría a fotografiar a mis nietos. Por ahora tengo cuatro: Jesús Mario, Emilio Carlos, Gabriel Antonio y Agustina, son mi mayor y mejor diversión. Sí, me divierto mucho cuando los visito. O me visitan. Registraría sus alegrías y crecimiento. Pero, como por ahí dicen que soy “escritor”- he vivido de leer y escribir- y en este Portal tengo la libertad de decir lo que siento y pienso, decidí, “a mi manera“, dedicar esta reflexión al privilegio de la abuelidad, ahora cuando ha llegado ¡Navidad!: la fiesta más linda del año, como dice la canción.
Ser abuelo no es un derecho objetivo consagrado en norma jurídica. ¿Conocen alguna?. No. Es un privilegio que provoca la vida buena. Y en ese sentido, el del goce de la buena vida. Es un derecho fundamental para mí, por la profunda satisfacción que vivo cada vez que mis nietos me dicen: ¡ a b u e l o !. Me sonríen. Y corren a abrazarme, como a un juguete apreciado, casi que necesario.
Agustina, mi nieta argentina, lo hace en silencio y con la idéntica sonrisa de la sangre en la mirada. Ya gozo de la dicha infinita de contemplarla, en vivo y directo, pues, desde meses atrás solo la disfrutaba en fotografías digitales. La peste, el miedo y la cobardía nos tenían alejados. Ella en el Sur, “en el fin del mundo“. Y yo acá, en el Caribe, mirando al Río y al Mar. Nada que me atrevo a comerme una mojarra frita en Prado-Mar. Con este esculpido tapa-boca se me atragantarían las escamas, esas que vienen en el relleno de las empanadas de la esquina de Olaya.
Por eso, por lo que se siente detrás de la piel: allá dentro, donde ningún poder ajeno llega, es que ¡abuelidad!, no es paternidad. ¿Se entiende? Nadie nos puede graduar de abuelo. Pero, conozco escuelas de padres. He ahí “le petit” diferencia. Se nota. Ser padre se aprende. Ser abuelo se disfruta. Quien no goza de los nietos, no es abuelo. Porque es alguien que nunca llego a ser padre. ¡He dicho! Continuó.
La paternidad es, pura y simplemente, responsabilidad. Si el padre no es responsable, no es padre. De ahí, que Ruben BLade lo canté bien dicho: “La responsabilidad del padre no termina jamás“. El irresponsable (el mundo judicial está lleno de procesos por “inasistencia alimentaria” y abusos de toda clase, hasta la negación de la paternidad) es sólo una carga de esperma. André Comte-Sponville lo expresa mejor:
la ¡a b u e l i d a d! Es, a no dudarlo, libertad. Libertad en sus dos conceptos: negativa y/o positiva. Con límites o sin ellos. Los nietos nos desnudan, nos regresan a esa infancia que nunca debemos perder: la de la sonrisa y el caramelo. No hay abuelo que no sea un disfraz de sí mismo. O es que Celia no tenía razón: ¡LA vida es un carnaval!
“El padre es biológicamente necesario, pero humanamente superfluo. Es la sociedad, mucho más que la naturaleza, la que la dará ese lugar exorbitante que es el suyo, el del poder de tener, del nombre patronímico. …Asimetría de la naturaleza. Asimetría de la cultura, que se opone a la primera y la corrige. El padre, casi siempre, casi en todas partes, es socialmente dominante, culturalmente privilegiado. Pero su nombre, su ley, sus bienes podrían casi bastar, y bastan en efecto, en diversas sociedades. Yendo al extremo, no tiene más que un rol simbólico (o su rol, diría Lacán, es lo simbólico mismo)“. (Ver La Vida Humana. Pág.32. Paidós). Como ven para la filosofía francesa postmoderna la paternidad es un símbolo.
Mientras que la ¡a b u e l i d a d! Es, a no dudarlo, libertad. Libertad en sus dos conceptos: negativa y/o positiva. Con límites o sin ellos. Los nietos nos desnudan, nos regresan a esa infancia que nunca debemos perder: la de la sonrisa y el caramelo. No hay abuelo que no sea un disfraz de sí mismo. O es que Celia no tenía razón: ¡LA vida es un carnaval!
Para mí, libertad de gastarme la mesada de jubilado vitalicio por vejez…y asalariado, ¡sí soy viejo!, en lo que desee regalar…obsequiar a mis nietos. Comprando lo que me dé la gana o lo que ellos pidan: chocolate con fresa, juguetes y piscinas inflables. Lo que los divierta. En lo que nos divierta. Somos una cooperativa de pura sangre buena.
Pero, cuando trabajé lo que ganaba en salarios u honorarios era, única y exclusivamente, para invertirlo en “alimentos congruos“, como los llama los “juristas” que nos visitaron, para mis tres únicos hijos: Alimentación Adecuada, Educación de Calidad, Salud Integral, Vestuario de Moda, Vivienda Digna, Recreación y Deportes. Todo un combo de obligaciones paternas tanto biológicas, legales y morales. Cumplí las obligaciones de padre responsable. Tanto que mis hijos me han “premiado” con cuatro nietos y en espera de más Hernández’s en la familia nuclear. Los nietos son la más cercana semejanza, por ser la continuidad de la sangre. ¡Un privilegio! philia.
Cuando nació mi nieto mayor escribí, entre orgullo y reflexión, una columna que se publicó en El Heraldo de entonces, el del “Grandulón” de Ernesto (qepd). De esa me copio, me auto-plagio, el siguiente párrafo:
“En ello está la magia de ser abuelo, que no tiene deberes para con el nieto, sino satisfacciones que no son otra cosa que derechos, aquellas situaciones que nos gusta disfrutar humana y decentemente. Y no por obligación; de las cuales no nos sustraemos si somos personas responsables. Además, a la figura del padre de por aquí, se le ha colgado el “estigma” de ser castigador. Muchos se lo han apropiado por el “prurito” de ser: “el sostén del hogar”.
“Esos deberes no los tiene el abuelo. Por ello disfruta de los nietos que lo vuelven a “Enniñecer“, como poetizó el Joe Arroyo en mamá. Volver a ser niño con experiencia (y pensión vitalicia) es una dicha enorme, muy distante de los deberes de padre responsable.
Ahí está la razón, más que suficiente, porque los abuelos somos consentidores. Ningún niño sabio (un abuelo) podría castigar al otro niño de su sangre (un nieto). La humanidad no lo perdonaría.
Volví a enniñecer con mis nietos sanos, hermosos y juguetones. ¡Feliz Navidad a los dichosos abuelos del mundo entero!
La próxima: vacuna anticovid-19: derecho de los niños y deber de padres, sociedad y estado.