Reflexiones sobre la enseñanza de la ética

La ética no sirve para nada, pero sirve para mucho.
Rodolfo Ortega Palma.

La ética es el estudio de la moral, determina lo qué es bueno y cómo se debe actuar. Se le considera una teoría o ciencia del comportamiento moral. Por su parte, la moral está compuesta por un conjunto de normas de conducta que regulan nuestras acciones. Según Adela Cortina, la palabra Ética proviene del término griego ethos, que se relaciona con modo de ser o carácter. Esta perspectiva, muestra que la Ética está implicada en la formación del carácter.

Para Aristóteles, la Ética guarda relación con las actuaciones humanas, las cuales se encaminan hacia la búsqueda de la felicidad en esta vida, entendida como el Sumun Bonun o bien supremo al que aspira toda persona. Esta felicidad conlleva el deseo de vivir con dignidad y de estar en armonía con los demás.

La reflexión Ética Aristotélica comienza, por tanto, con la aspiración natural de las personas a vivir bien consigo mismo y con los demás. Señala Ayllón que la felicidad constituye una exigencia; un conjunto de aquellas cosas que la voluntad es incapaz de no querer. De manera similar el filósofo Carlos Angulo Menco propone una felicidad del más acá realizable en esta vida. Pues, la Ética está profundamente vinculada al deseo de alcanzar una vida plena.

Según Nicol la enseñanza de la Ética proporciona al estudiante herramientas necesarias para construir su eticidad, es decir, desplegar su capacidad para actuar moralmente, mediante la formación del carácter y la generación de un criterio propio (Nicol, 1994). También desarrolla la capacidad de reflexión crítica, prepara al individuo para emitir juicios sobre lo correcto, y va más allá del cumplimiento de normas morales básicas.

La enseñanza de la Ética apunta a la formación integral, el desarrollo del yo moral y la construcción de la identidad en los educandos. Para ello, recurre a diversas estrategias pedagógicas como el análisis de casos y la reflexión sobre su praxis moral, también se propone relacionar la Ética con la vida cotidiana y a la toma de decisiones responsables.

La Ética tiene como finalidad el desarrollo en los estudiantes de competencias para emitir juicios, entendido como un ejercicio continuo que se extiende a lo largo de la vida. También, implica la capacidad para analizar situaciones complejas y tomar decisiones fundamentadas en principios morales, lo que transciende el simple cumplimiento de normas.

El juicio ético se nutre de la reflexión personal, del diálogo con los demás y la experiencia práctica. Se fortalece especialmente al enfrentar y resolver dilemas en distintos contextos sociales. La Ética es, en esencia, intersubjetiva, pues, se desarrolla en las comunidades mediante el ejercicio del diálogo y a través de la convivencia diaria, es un proceso en donde se afirman los valores compartidos colectivamente. Ahora bien, dicha construcción es un ejercicio de coherencia, es decir, se debe actuar conforme a los valores proclamados y transcendiendo las posturas individuales.

El conocimiento de lo ético es la base para la asimilación de los principios morales, la interiorización por parte de los estudiantes de estos principios enriquece su proyecto de vida, también le permite modelar valores relacionados con el sentido del bien y el respeto. La ética también nos enseña a vivir en libertad, una sociedad verdaderamente libre en donde todos sus miembros están en condiciones de igualdad.

Las doctrinas éticas promueven el pluralismo, entendido como una riqueza cultural, una fuente de aprendizaje y evolución social. Una sociedad homogénea corre el riesgo de volverse monótona y limitada en sus posibilidades de crecimiento. Si hablamos de progreso —ya sea humano o científico—, este solo será auténtico si va acompañado de una profunda reflexión ética.

La ética forma para la cooperación y el ejercicio de la solidaridad, dado que somos individuos en constante relación con otros. Educar para la cooperación, la justicia y la solidaridad es una forma de desarrollar nuestra inteligencia emocional. No se trata de solo de actuar correctamente por temor a perder la reputación, sino de preguntarnos si nuestras acciones responden a una verdadera conciencia ética.

La enseñanza de la Ética proporciona al estudiante herramientas necesarias para construir su eticidad, es decir, desplegar su capacidad para actuar moralmente, mediante la formación del carácter y la generación de un criterio propio (Nicol, 1994). También desarrolla la capacidad de reflexión crítica, prepara al individuo para emitir juicios sobre lo correcto, y va más allá del cumplimiento de normas morales básicas.

La ética también promueve la confianza, un valor beneficioso en todos los niveles de la vida social. Esta generación de confianza facilita las relaciones humanas, reduce los conflictos, y contribuye a disminuir el sufrimiento humano. En este sentido, puede afirmarse que la educación desempeña un papel fundamental en la formación moral. Según Emilio Durkheim (1989), su objetivo es despertar y desarrollar en los jóvenes una serie de disposiciones físicas, intelectuales y morales que implican un compromiso con la sociedad en su conjunto. La transmisión cultural, por tanto, no se produce únicamente de manera hereditaria, sino a través de la vida en sociedad, lo que ha permitido la difusión de ideales de la humanidad a lo largo de la historia.

La educación, es un proceso de socialización metódica que se transmite de generación en generación. A través de ella se comunican costumbres, creencias, aspectos morales y otros elementos que conforman el ideal social. Por ello, es fundamental formar al ser humano en el civismo, ya que es parte constitutiva de una sociedad. Puede afirmarse que la ética es un actuar reflexivo que orienta las acciones de las personas. Así, la ética se manifiesta en actos solidarios conscientes y en la vivencia de valores comunitarios.

En el contexto actual, marcado por procesos constantes de globalización y creciente diversidad cultural, se hace evidente la necesidad de incorporar principios éticos en la educación, con un enfoque que responda al pluralismo y contribuya a prevenir problemáticas de orden social. La educación, por tanto, debe ser sensible a estas nuevas exigencias, lo que implica la formación de agentes comprometidos con su entorno y capaces de actuar con responsabilidad.

Martha Nussbaum propone el diseño de microcurrículos multiculturales con contenidos amplios, elaborados con el apoyo de expertos. Asimismo, sugiere implementar programas para el desarrollo profesional del profesorado, junto con espacios destinados a la reflexión metodológica y pedagógica. En sintonía con esta visión, Jimeno Sacristán (1987) destaca la importancia de cultivar valores desde una perspectiva del “deber ser”, entendiendo por valores éticos aquellos que se centran en el comportamiento humano y en la apertura a la construcción del sentido del ser.

Resulta fundamental considerar las propuestas de Edgar Morin (1999), quien plantea la necesidad de repensar la educación a través de conceptos clave como “las cegueras del conocimiento, el error y la ilusión, los principios de un conocimiento pertinente, enseñar la condición humana, enseñar la identidad terrenal, enfrentar las incertidumbres, enseñar la comprensión y la ética del género humano” (Morin, 1999). En particular, al abordar la enseñanza de la comprensión y la ética del género humano, Morin subraya la importancia de concebir el conocimiento como un constructo social limitado y en constante evolución. Bajo esta premisa, es esencial formar a los estudiantes en entornos que promuevan la tolerancia, la reflexión crítica y el diálogo, permitiendo así el desarrollo de una ética con sentido humanista.

Adela Cortina (2013), en su obra ¿Para qué sirve la ética?, plantea la necesidad urgente de una formación en valores orientada a la reconstrucción de los lazos sociales. Para la autora, la ética no solo cumple una función moral, sino también social y económica: si las personas desarrollaran plenamente sus valores, se podrían reducir significativamente los costos sociales derivados de la desconfianza, el conflicto y la exclusión.

En este sentido, Adela Cortina hace especial énfasis en la importancia de una ciudadanía consciente, crítica y comprometida, capaz de contribuir a la construcción de una sociedad más justa. En línea con esta visión, los cursos de Ética y Desarrollo Humano del SENA constituyen una experiencia pedagógica significativa, orientada a la formación de ciudadanos con valores sólidos y una conducta íntegra.

Destaco el valioso trabajo de formadores como Rodolfo Ortega Palma, Carlos Angulo Menco, Manuel Escobar Camargo, Mario Escorcia García y Julio Giraldo, entre otros, quienes han dejado una huella profunda en este proceso educativo. La enseñanza de la Ética en el SENA se basó en el empleo de una metodología vivencial, participativa y reflexiva, que promoviera el compromiso responsable en los ámbitos personal, comunitario y laboral. Este enfoque se basó en principios como el respeto, la honestidad, el compromiso y la solidaridad, pilares fundamentales de la formación profesional integral en esta institución.

Explorando experiencias similares, Aldana (2009) realiza un estudio en Bogotá donde sostiene que la formación humanística ha sido fundamental en todas las épocas y culturas, pero que en la contemporaneidad ha sido relegada a un segundo plano, llegando incluso al olvido. Esta preocupación se ve reflejada también en el documento “Lineamientos Curriculares de Educación Ética y Valores Humanos” (Ministerio de Educación Nacional, 2009), resultado de un trabajo interdisciplinario que aborda el papel de la educación en la sociedad actual.

Este documento, ofrece una guía basada en una reflexión filosófica, sociológica, histórica y psicológica sobre la ética y la educación en valores. Sus principales objetivos son explicar la ética como una propuesta pedagógica y fundamentar la educación, particularmente la formación en valores. Los Lineamientos Curriculares invitan a comprender filosóficamente la naturaleza del debate ético en las sociedades contemporáneas. En general, las propuestas para la enseñanza de la ética enfatizan que la función del docente no debe limitarse a la mera transmisión de conocimientos, sino que debe conectar la teoría con los problemas actuales. Asimismo, resaltan la importancia de la interdisciplinariedad como herramienta esencial que enriquece la formación ética del estudiante.

2 thoughts on “Reflexiones sobre la enseñanza de la ética

  1. Muy buena
    Reflexión sobre todo en esta época que carece de ella , muchos profesionales se van más por el valor del dinero que en sus principios éticos y morales

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