“No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad”. Gabriel García Márquez. CIEN AÑOS DE SOLEDAD.__________________
La frase del título de la presente reflexión, la dio una amiga lectora que temerosa del coronavirus se fue a vacunar, en familia, a los Estados Unidos, pero la idea navegaba por las neuronas desde que compré el libro “La búsqueda de la felicidad“(Arpa) de la profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona, Victoria Camps.
Pero, tanto la sugerencia amiga como el interés por la lectura del libro de Victoria, se juntaron periodísticamente cuando leí, en la prensa, el siguiente titular:
“Colombia es el país más feliz del mundo, pero ¿por qué?”(ver El Tiempo. 29/12/2021. Pág. 2.9).
Y en un párrafo de la noticia, se lee esta explicación:
“El estudio de Gallup este año señala que “Aunque en el mundo las expectativas sobre el futuro están a la baja, Latinoamérica, y especialmente Colombia, muestra expectativas positivas y tiene el mejor índice de felicidad individual“.
Desde entonces, me obligué por placer a leer a Camps. Ella hace un metodológico viaje filosófico por la felicidad, como búsqueda humana, y a volver ¡volver, volver! a mis subrayados libros de cabecera y de almohada:
1).”Muchas felicidades. Tres visiones y más de la idea de felicidad”(Ariel), autores: Fernando Savater, Carlos García Gual y Javier Gomá Lanzón y
“El objetivo es sufrir lo menos posible, evitar el dolor, pues, como escribe Voltaire y Schopenhauer recuerda, “Le bonheur n’est q’un reve, et le douleur est réelle” (la felicidad es solo un sueño, y el dolor es real). Que la vida feliz sea consecuencia de la aceptación del dolor no deja de ser una paradoja que conduce a una estrategia muy sabia:“Sabemos mejor cómo librarnos de un mal que cómo conseguir algo mejor que lo que tenemos“.
2) “La historia más bella de la felicidad“(Anagrama), autores: André Comte-Sponville, Jean Delumeau y Arlette Farge.
Pero, en el fondo solo deseo adherirme, como una estampilla, a la idea de provocar una Pandemia de felicidad, a fin de reinvindicar todos los besos y abrazos que nos ha impedido el COVID-19, sino destacar una que otra idea feliz que he leído y subrayado de los libros convocados. Libros que no son de auto-ayuda, como esos que recomiendan, a diario, profesores de Harvard y Yale, sino auténticas reflexiones de pensadores con contexto histórico, pues no es lo mismo ser feliz en los carnavales de Barranquilla, que en las fiestas de negros y blancos de pasto.
Así mismo, encontrar en los textos que comparto, una que otra explicación del por qué los colombianos, individualmente considerados, somos felices, según revela la encuesta arriba citada. Aspiro a acertar y contribuir que cada uno de mis lectores se contagié, sin vacuna, de esa felicidad animal de tener: que comer, que beber, donde dormir y tener bueno sexo.
He aquí, a mis autores y sus enseñanzas:
1o. “deleitarse con lo que se tiene“.
Victoria Camps comenta que Michael Montaigne lo tiene claro:
“huyo de los motivos de enojo, y evito enterarme de las cosas que van mal“.
“Mi precaución fundamental frente a los servidores es la ignorancia(…) hay que dejar un poco de sitio a la deslealtad o a la imprudencia del criado“.
La profesora concluye:
“y, por encima de todo, lo más valioso es la independencia. acabar haciendo lo que a uno le gusta sin interferencias“.
Lo que hizo más feliz a Montaigne fue encerrarse en su castillo a leer y escribir sus ensayos.(Opus cite. Pág. 65).
2o.”Como los elefantes capturados“.
En este aparte del libro V. Camps se refiere a Schopenhauer. Y expresa:
“El objetivo es sufrir lo menos posible, evitar el dolor, pues, como escribe Voltaire y Schopenhauer recuerda, “Le bonheur n’est q’un reve, et le douleur est réelle” (la felicidad es solo un sueño, y el dolor es real). Que la vida feliz sea consecuencia de la aceptación del dolor no deja de ser una paradoja que conduce a una estrategia muy sabia:
“Sabemos mejor cómo librarnos de un mal que cómo conseguir algo mejor que lo que tenemos“. Es una lección trasladable a la moral en general: Es más fácil detectar el mal y corregirlo o evitarlo que imaginar el bien y pretender realizarlo“(ibídem. Pág. 75).
3o. Fernando Savater, en su aparte titulada “Jardines interiores“, cuenta:
“Epicuro se da cuenta de que una porción muy importante de la felicidad es individual, y que, en esta dimensión individual, lo que a uno le hace feliz, le puede fastidiar el día a otro. Así, Epicuro se preocupa de arreglar su casa y su jardín, se preocupa sin molestar a nadie de procurarse aquellos bienes y actividades que a él le dan satisfacción. Y como no es lo bastante idiota, se rodea de un grupo de amigos y de discipulos con los que pasar la tarde y compartir el placer del estudio, la conversación y una digestión ligera a la sombra“(Opus cite. Pág. 125).
Para más adelante, rematar:
“El tiempo político de Epicuro y el nuestro no se parecen en nada, y en una sociedad democrática, como lo he dicho antes, es recomendable mantener un ojo avizor sobre los asuntos que nos conciernen al conjunto, no nos vayan a cerrar el jardín por decreto legal después del esfuerzo de construirlo“(ibídem. Pág. 138).
4o.”¿Qué queda de la sabiduría antigua?
En el libro “la historia más bella de la felicidad“, André Comte-Sponville, Epicureo él, concluye con esta anotación:
“El asunto no es abolir el deseo, sino cultivarlo, desarrollarlo, hacerlo durar y renacer, ¿A esto no se le llama hacer el amor?. Lo que vivimos en el acto de amor es precisamente eso, un acto: no es un estado ni un tener, sino la alegria del deseo en acto, redoblado por el deseo del otro. Se trata menos de transformar el deseo en placer que de gozar del deseo mismo. Esto es una lección para toda nuestra existencia. La felicidad no es otra cosa que “el amor realizado del deseo que permanece siendo deseo”, por retomar una expresión de René Char acerca de la poesía. El deseo, entonces, ya no es carencia de un objeto (¿a quién le ha faltado alguna vez un poema?), sino potencia de goce y de disfrute de este objeto, potencia de amar“(Pág. 143).
Espero que las breves enseñanzas de los clásicos hayan permitido descubrir que no podemos perder el jardín, ni interior ni exterior. Y que Colombia siga siendo el país más feliz del mundo. El que no lo crea que se vaya pá Maracaibo. He dicho, sean felices en su propio jardín.
La próxima: La Sagrada Vida Humana y Carencia de Legisladores.