– Gabo en camino a Macondo.

-Gaspar Hernandez

“Macondo no es un lugar

sino un estado de ánimo

que le permite a uno ver lo que quiere ver, y verlo como quiera.”

G.G.M.

Cuando fue publicada en Buenos Aires, un medio día del mes de Julio de 1967, Cien Años de Soledad, la novela que le dio fama y fortuna a GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ. Según él, llevaba “Unos quince años de fastidiarse mucho, de vivir mucho y de estar pendiente de esto todos los días, tratando de ver cómo eran las cosas.” pues ese tiempo lo cuenta desde la publicación de La Hojarasca, en 1.955.

Pero ocurre que en el libro Camino a Macondo (Random House), el investigador bogotano Conrado Zuluaga, en la nota editorial, cuenta otra cosa sobre la concepción de Macondo, con su mundo propio de historias y personajes. Tanto que éste libro, que acaba de salir a librerías, arranca con ficciones que datan de 1950 a 1966, años anteriores al alumbramiento público y exitoso de Cien Años de Soledad, después de 18 meses de redacción, gestación o maduración en México. D.F.

Conrado Zuluaga es fuente confiable. Lo digo porque fui su ayudante, por recomendación del Maestro Germán Vargas Cantillo, cuando vino a Barranquilla, primero que el francés Jacques Gilard, a investigar la producción periodística del Nobel, mucho antes de serlo, en el diario El Heraldo. Conrado investigó en los archivos de El Heraldo, ubicado entonces en inmediaciones de la plaza de San Nicolás, para escribir su tesis en filosofía en la Universidad de Los Andes. Mi trabajo consistió en colaborarle en  fotocopiar  “La Jirafa“, la columna que Gabo firmaba como “Septimus”, y conservarla para cuando él regresaba o enviársela a la Capital. 

Por eso el libro Camino a Macondo, concebido muy seguramente por Conrado, es pura arqueología periodística y literaria de la obra de un genio de la literatura universal. Así de simple son las cosas grandes de este mundo increíble. A la sombra la Plaza de la Catedral de San Nicolás y del embrujo del callejón de “Las Notarías” de la Barranquilla de 1.950 nació Macondo. Así sencillamente lo demuestran las 506 páginas de papel periódico de este libro que recomiendo a todo aquel lector joven de vida, no de edad, que desee conocer el mundo de lo real maravilloso de la existencia  cultural del Caribe, un mundo raro y fascinante.

El libro contiene la siguiente producción artística de Gabo, siempre vivo:

LA CASA DE LOS BUENDÍA,

– LA HIJA DEL CORONEL,

– EL HIJO DEL CORONEL,

– EL REGRESO DE MEME,

– MONÓLOGO DE ISABEL VIENDO LLOVER EN MACONDO,

– UN HOMBRE VIENE BAJO LA LLUVIA,

– UN DÍA DESPUÉS DEL SÁBADO,

– LA HOJARASCA,

– EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA,

– LA SIESTA DEL MARTES,

– UN DÍA DE ÉSTOS,

– EN ESTE PUEBLO NO HAY LADRONES,

– LA PRODIGIOSA TARDE DE BALTAZAR,

– LA VIUDA DE MONTIEL,

– ROSAS ARTIFICIALES,

– LOS FUNERALES DE LA MAMÁ GRANDE y

– LA MALA HORA.

El primero de éstos texto, “La casa de los buendía” se publicó en el No. 6 de crónica, (junio de 1.950), un seminario que García Márquez editaba en unión de sus amigos cómplices, Germán Vargas, Álvaro Cepeda y el maestro Alfonso Fuenmayor, filósofo. Todos personajes tanto del Coronel no tiene quien le escriba como de Cien Años de Soledad, y aludidos en otras obras. De crónica, la Universidad del Norte hizo un libro, otra obra de arqueología, con la investigación del escritor Ramón Illán Bacca Linares, autor de novelas, cuentos y columnas periodísticas de auténtico toque caribeño.

Así que para todo lector amante de la cultura caribe, puede armar en estos tiempos de peste un gran menú. De entrada Camino a Macondo. De plato fuerte Cien Años de Soledad. Un verdadero Banquete Literario. Y todo sin salir de casa.

Al final de su nota editorial para Camino a Macondo, Conrado Zuluaga afirma, luego de referenciar unas declaraciones de García Marquez, en 1.970: “Y el resultado está ahí, Cien Años de Soledad (1.967), una novela concebida por un autor que parecía tocado por los dioses, considerada desde su primera aparición como una de las mejores novelas en lengua española después de el quijote”.

Padura por los Caminos de Itaca (La Habana).

“El Malecón no es solo un lugar físico, es mucho más. Nosotros podemos hablar de ese simbolismo del Malecón de La Habana.. “. L. Padura.

Pero si Macondo es “un estado de ánimo”, La Habana Vieja es de El Malecón la ciudad dentro de otra ciudad muy viva y mejor descrita por escritores cubanos que la mantienen como una Itaca, el mítico lugar de regreso al amor. A la imaginación literaria. A la vida perdida y/o soñada. Vivida.

Cuando terminé de leer como polvo al viento (Tusquets), la recién publicada novela de Leonardo Padura, otro al que anuncian para un Nobel caribe, llegue a Camino a Macondo, encontrándome nuevamente, en plena peste sin abrazos y sin besos, con mi amor por los libros de papel. Y coincidencias en el estilo narrativo.

García Márquez dijo: “En realidad uno no escribe sino un libro”. Y eso mismo pienso de PADURA. El cubano, para mí, está escribiendo un solo libro: El de la post-revolución cubana. Y no estoy intentando hacer análisis socio-literario, solo comentando apreciaciones de mis pandémicas lecturas encerrado detrás de una ventana desde donde diviso las espumas del Mar Caribe, el que viene ondulante desde la Bahía de La Habana y ancla su oleaje de sal y sol en Salgar, poblado macondiano al que puedo llegar caminando y sudando. A píe. Hasta allá se extiende la nueva Barranquilla: urbe del Caribe.

Padura, en distintos pasajes de las historias paralelas de los amigos cubanos exiliados, alude no solo a Macondo, sino al propio Gabriel García Márquez, con nombre y personalidad propia. Como también al Coronel Aureliano Buendía. Haciendo lo que los profesores llaman: “Literatura dentro de la literatura“. Y para mí, lector de auroras, reconociendo la herencia e inspiración del creador de Macondo, ese estado de ánimo donde hacemos lo que nos dé las benditas ganas de “Vivir mucho“. Es decir, “quien lo vive es quien lo goza“. Macondo como nuestro Carnaval.

Macondo y La Habana Vieja se parecen en estas ficciones de Padura y Gabo. ¿Por qué?. Porque en ambos lugares fantásticos, de novela, se vive en la clandestinidad. Los personajes viven conspirando. Haciendo guerras de encantamiento, anhelos y frustraciones. Pero siempre contando desde la ficción literaria la realidad latinoamericana. Con el mismo lenguaje del desparpajo. De la poesía viva.

García Márquez dijo: “En realidad uno no escribe sino un libro“. Y eso mismo pienso de PADURA. El cubano, para mí, está escribiendo un solo libro: El de la post-revolución cubana. Y no estoy intentando hacer análisis socio-literario, solo comentando apreciaciones de mis pandémicas lecturas encerrado detrás de una ventana desde donde diviso las espumas del Mar Caribe, el que viene ondulante desde la Bahía de La Habana y ancla su oleaje de sal y sol en Salgar, poblado macondiano al que puedo llegar caminando y sudando. A píe. Hasta allá se extiende la nueva Barranquilla: urbe del Caribe.

Cuando concluí la lectura de las 669 páginas de como polvo al viento, me provocó seguir leyendo a Padura y coleccionar, como lo hice con los libros de García Márquez, a quien comencé a leer desde aquel bachillerato de Filosofía y Letras, sus otros libros pues había leído como dije adiós, Hemingway, el hombre que amaba los perros y herejes. Así que salí del encierro, con tapaboca y oliendo a alcohol medicinal, a buscar sus libros a La Nacional, librería cercana a mi ventana. Y como no sueño ni duermo en la casa con patio de ciruelo y coco, me traje uno solo: El Regreso a Itaca, un guión cinematográfico sobre el diálogo nostálgico de unos viejos amigos en un balcón de La Habana vieja desde donde se ve la bahía oscura. Son, en el fondo, los mismos amigos de como polvo al viento, con la misma ansiedad de la soledad. La soledad de escapar de la Isla, pero regresar a Ítaca, la misma isla anhelada como mujer generosa.

Si para Padura “Todos los caminos conducen a Itaca”, para García Márquez todos sus caminos, senderos y atajos lo convocan en macondo

Y ello porque para ambos “La literatura tiene que ver con la realidad, y la realidad no es el paraíso. La literatura es también la memoria de un país y sin memoria“(ver pág. 197. Regreso a Ítaca).

Razón para que no dude en asegura que Gabo es el mejor violentólogo de la historia contemporánea colombiana. Y Padura de la historia de la díaspora de la Revolución Cubana. Razones más que suficiente para leerlos y disfrutar sus enseñanzas de realidad con fantasía.

Realmente la novela buena o la que me gusta, es la realidad contada por la magia de los dioses. Dioses de la palabra escrita como Gabo y Padura. Seguiré leyéndolos y releyéndolos encantado.

La próxima: Condenas y Sentencias en Pandemia.

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