Errores brillantes: cuando el fracaso impulsa la ciencia

El fracaso constituye uno de los ingredientes fundamentales de la ciencia, según afirma el biólogo Stuart Firestein. Por su parte, el filósofo Mario Bunge define la ciencia como un conocimiento racional, sistemático, exacto y verificable, y por ende, falible, obtenido a través del método científico. Se trata de una actividad humana orientada a comprender y transformar el mundo, mediante una reconstrucción conceptual de la realidad que busca ser cada vez más amplia, profunda y precisa, aunque no exenta de aciertos y errores.

La historia de la ciencia es el estudio del desarrollo de la ciencia y la tecnología a lo largo del tiempo, así como de sus interacciones con otros aspectos de la cultura, como la economía, la sociedad y la política. Se centra en cómo los seres humanos han generado conocimiento, lo han aplicado y han transformado el mundo, así como en la evolución de los métodos científicos y en el papel que los científicos han desempeñado en la sociedad. No obstante, este proceso no está libre de fracasos ni de interpretaciones erróneas.

A lo largo de la historia, los científicos han logrado innumerables avances y descubrimientos que han transformado profundamente nuestra comprensión del mundo. Sin embargo, detrás de sus éxitos se esconden también grandes fracasos y reveses que, en muchas ocasiones, han pasado desapercibidos. En este escrito vamos a mostrar breves historias de algunos científicos e inventores importantes, que han experimentado grandes fracasos, destacando las valiosas lecciones que se pueden extraer de los desafíos que enfrentaron.

La idea de que la Tierra era plana fue una teoría científica que sostenía que nuestro planeta tenía la forma de un disco plano, y no la de una esfera. Esta idea, carente de fundamento empírico, fue gradualmente refutada a lo largo de los siglos mediante observaciones astronómicas, cálculos matemáticos y diversos experimentos científicos. Inicialmente, estos estudios permitieron concluir que la Tierra era aproximadamente esférica. No obstante, con el avance de la ciencia y el perfeccionamiento de las mediciones geodésicas, se determinó que la forma de la Tierra no es una esfera perfecta, sino un esferoide oblato, que está ligeramente achatada en los polos y ensanchada en el ecuador, una forma que algunos asemejan a un huevo de gallina.

Precursor de la astronomía moderna Galileo Galilei (1564–1642), enfrentó una intensa persecución por apoyar el modelo heliocéntrico del sistema solar, que sostenía que la Tierra orbitaba alrededor del Sol. Esta teoría contradecía la visión geocéntrica ampliamente aceptada en su tiempo y respaldada por la Iglesia Católica. Como consecuencia, Galileo fue juzgado por la Inquisición y condenado a arresto domiciliario, pena que cumplió durante los últimos ocho años de su vida. A pesar de las restricciones, continuó en secreto sus investigaciones y observaciones astronómicas, dejando un legado que revolucionó la ciencia y sentó las bases de la física y la astronomía modernas. Su valentía para cuestionar las creencias establecidas y su perseverancia frente a la adversidad siguen siendo un ejemplo inspirador para la comunidad científica actual, recordándonos la importancia de la libertad intelectual y el espíritu crítico en el avance del conocimiento.

La historia de la manzana ilustra cómo la observación y la paciencia jugaron un papel crucial en su pensamiento científico. Isaac Newton (1642–1727) era muy reservado respecto a su trabajo, esto hizo que muchos de sus fracasos y experimentos infructuosos permanecieran ocultos hasta después de su muerte. Aunque es reconocido como el genio que formuló las leyes del movimiento y la gravitación universal, también se enfrentó a numerosos desafíos en sus investigaciones. Por ejemplo, le tomó años de trabajo arduo y la realización de 200 experimentos para desentrañar los secretos de la luz y el color, enfrentándose repetidamente a resultados inesperados antes de alcanzar conclusiones que revolucionaron la óptica.

Thomas Alva Edison (1847–1931) es conocido por la invención de la bombilla eléctrica, un logro que ha pasado a la historia como símbolo de innovación. Sin embargo, el camino hacia ese descubrimiento estuvo marcado por numerosos fracasos. Se estima que realizó más de 2.500 experimentos fallidos antes de lograr un diseño funcional, y más de 10.000 intentos para encontrar un material que pudiera servir como filamento duradero. A pesar de ser casi sordo, Edison nunca permitió que esta dificultad limitara su trabajo; al contrario, su perseverancia frente a los obstáculos es un testimonio ejemplar de su determinación. Su célebre frase: “No fracasé, solo descubrí 10.000 maneras que no funcionaban”, resume el espíritu con el que enfrentó cada revés.

La corrección de errores en la ciencia subraya la importancia de la honestidad intelectual, la revisión constante del conocimiento y la capacidad de adaptación frente a nuevas evidencias. La ciencia avanza mediante un proceso iterativo de formulación de hipótesis, experimentación, corrección y perfeccionamiento, donde el error no se concibe como un fracaso, sino como una valiosa oportunidad para avanzar. Por ello, debemos abrazar la incertidumbre y los tropiezos en nuestra propia búsqueda del saber, cultivando la curiosidad y la perseverancia.

El padre de la teoría de la evolución por selección natural Charles Darwin (1809–1882), no solo enfrentó enormes desafíos científicos, sino también personales y sociales. Durante su viaje a bordo del HMS Beagle, sufrió constantes mareos y trastornos digestivos, lo que en varias ocasiones retrasó su trabajo de campo y escritura. A pesar de sus importantes hallazgos, en su época Darwin fue objeto de rechazo y controversia. Tras la publicación de su obra más influyente, El origen de las especies, en 1859, se enfrentó a dos décadas de escepticismo, críticas y oposición por parte de diversos sectores de la comunidad científica, religiosa y social. Aunque su teoría transformó profundamente la biología, la aceptación de sus hallazgos fue un proceso difícil, marcado por la resistencia al cambio.

En los inicios de sus investigaciones María Curie (1867–1934) manipulaba materiales radiactivos sin conocer los riesgos que implicaban para la salud a largo plazo. Solía transportar sustancias como el polonio y el radio en tubos de ensayo que guardaba en sus bolsillos, completamente ajena a los efectos nocivos de la exposición prolongada. Su trabajo pionero en el campo de la radiactividad le valió dos premios Nobel —uno en Física y otro en Química—, convirtiéndose en la primera persona en recibir este reconocimiento en dos disciplinas distintas. Sin embargo, su dedicación tuvo un alto costo personal debido a la exposición continua a la radiación le provocó graves problemas de salud, falleciendo a causa de una leucemia.

Científicos como Albert Einstein (1879–1955) experimentaron fracasos y momentos de duda. Antes de alcanzar reconocimiento mundial, Einstein tuvo dificultades para encontrar un empleo académico y trabajó muchos años como examinador en una oficina de patentes Suiza. En su teoría de la relatividad general, introdujo la llamada “constante cosmológica” para sostener la idea de un universo estático, acorde con las creencias científicas de la época. Sin embargo, tras el descubrimiento de la expansión del universo por Edwin Hubble, Einstein reconoció que esa constante no era necesaria y la calificó como el “mayor error” de su carrera. A pesar de ello, su humildad para admitirlo también refleja la grandeza que debe tener un hombre de ciencia.

Un papel crucial en el descubrimiento de la estructura de doble hélice del ADN desempeñó Rosalind Franklin (1920–1958), gracias a su trabajo pionero en cristalografía de rayos X. Sin embargo, sus aportes fueron en gran medida ignorados durante su vida. Su carácter reservado y su fuerte determinación, si bien esenciales para su labor científica, podrían haber dificultado la comunicación efectiva del valor de sus hallazgos, lo que contribuyó a un reconocimiento limitado en su época. Fue recién décadas después —casi 50 años más tarde— que su papel en uno de los descubrimientos más importantes de la biología molecular comenzó a recibir el reconocimiento que merecía. Franklin falleció antes de que se otorgara el Premio Nobel a Watson, Crick y Wilkins en 1962, lo que también impidió que su nombre fuera considerado formalmente, pues este galardón no se otorga de manera póstuma.

El carácter reservado y enigmático de Werner Heisenberg (1901–1976) pudo haber dificultado la comunicación clara de su revolucionario Principio de Incertidumbre, lo que generó confusión y resistencia iniciales entre sus colegas. Heisenberg, físico pionero en mecánica cuántica, enfrentó dificultades para explicar su propio principio, que desafía las nociones clásicas sobre la precisión en la medición de ciertas magnitudes físicas. Esta experiencia muestra cómo incluso las ideas científicas más innovadoras pueden resultar complejas de entender en un primer momento, requiriendo tiempo y reflexión para ser plenamente asimiladas. Las historias de estos extraordinarios hombres de ciencia, junto con sus persistentes fracasos, constituyen un testimonio del indomable espíritu humano y un buen ejemplo de su constante búsqueda del conocimiento. La trascendencia de estos errores nos inspira a levantarnos con mayor determinación, transformando en última instancia nuestra comprensión de la existencia.

La corrección de errores en la ciencia subraya la importancia de la honestidad intelectual, la revisión constante del conocimiento y la capacidad de adaptación frente a nuevas evidencias. La ciencia avanza mediante un proceso iterativo de formulación de hipótesis, experimentación, corrección y perfeccionamiento, donde el error no se concibe como un fracaso, sino como una valiosa oportunidad para avanzar. Por ello, debemos abrazar la incertidumbre y los tropiezos en nuestra propia búsqueda del saber, cultivando la curiosidad y la perseverancia. Solo así podremos contribuir al legado de quienes nos precedieron y abrir nuevos caminos para las generaciones futuras, construyendo un mundo más rico en conocimiento y generando más posibilidades de progreso.

One thought on “Errores brillantes: cuando el fracaso impulsa la ciencia

  1. Este artículo tuyo permite reflexionar sobre el por qué se habla desde la ciencia y se exalta la importancia del en ensayo y error, y no se hace lo mismo desde las ciencias humanas. ¿Cuántos errores cometemos desde lo humano y cuánto cuesta reconocerlos en las interacciones sociales, políticas, económicas y psicológicas en el ejercicio de la convivencia social en los ámbitos de la familia, la escuela, la ciudad? Creo que desde esta perspectiva los autoritarismos, la falta de asertividad, la tiranía e intolerancia evidenciada en la vida nacional y mundial, a pesar de los errores que se cometen a diario nadie asume la responsabilidad, reconoce el error y reconstruye una nueva perspectiva de mundo.

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