Los seres humanos percibimos el mundo, y aunque somos parte de éste, no lo percibimos así, percibimos el mundo como si éste fuese una entidad separada de nosotros. Tal es así que hablamos de lo externo, o del mundo que nos rodea. Si seguimos la terminología de Karl Popper podemos percibir tres mundos: mundo 1, mundo 2 y mundo 3. El mundo 1 es el mundo natural, el mundo 2 es el mundo subjetivo o psicológico, y el mundo 3 es el mundo de las creaciones humanas (arte, música, poesía, ciencia, religión, innovación, construcción). Incluso desde esta mirada, el ser humano forma parte de los tres mundos.
Haciendo una reducción fenomenológica podemos darnos cuenta que los seres humanos percibimos cosas que nos rodean, casas, carros, edificios, construcciones diversas, y también percibimos personas, animales, plantas, carreteras, nubes, estrellas, el Sol, la luna. En nuestro hogar percibimos mesas, sillas, televisores, lapiceros, libros, ropa, zapatos, etc. Percibimos además eventos, fenómenos, situaciones, procesos, acontecimientos. En fin, los seres humanos percibimos objetos, sujetos y sus relaciones: las relaciones sujeto-objeto y las relaciones sujeto-sujeto. En la terminología de Niklas Luhmann, percibimos sistemas vivos, sistemas psíquicos y sistemas sociales, y la diferencia de estos sistemas con el entorno.
Los seres humanos, para referirnos a estas cosas, personas, animales, eventos, etc., utilizamos palabras, sustantivos. Y al referirnos a ellas damos a luz al mundo en que vivimos. El lenguaje nos permite crear nuestro mundo. Sin lenguaje no hay mundo. El mundo no es externo al ser humano, es creado por éste. Eso no quiere decir que las cosas u objetos (carreteras, arboles, mesas, animales) no existan, lo que eso quiere decir es que el mundo no es sólo eso, y quiere decir además que al nombrarlas les damos vida, las materializamos, las traemos a nuestro mundo, a nuestro espacio vital, psíquico y social. Vemos el mundo a través de los conceptos que creamos.
Para nombrar los objetos y sujetos, los seres humanos no sólo debemos percibirlos sino además identificarlos, etiquetarlos y hacer una distinción, por cuanto es imposible que el ser humano distinga todo el mundo, distinguimos sólo un fragmento de éste, el segmento que decidamos distinguir. Por ejemplo, observamos un árbol y en éste hay una paloma. Podemos decidir distinguir el árbol o la paloma. Si distinguimos el árbol excluimos la paloma y si distinguimos la paloma excluimos el árbol.
Para Luhmann existen los sistemas, y existen porque son distinciones que hace el ser humano entre el sistema y el entorno. Lo que distinguimos es el sistema y lo que excluimos es el entorno. En la distinción árbol/paloma, si distinguimos el árbol, éste es el sistema, y la paloma es el entorno; pero si distinguimos la paloma, ésta es el sistema, y el árbol es el entorno. Un sistema puede ser entorno de otro sistema distinguido como tal, y un entorno puede ser sistema (si lo distinguimos así) de otro entorno. Lo importante es la distinción. Sin embargo, cuando hacemos la distinción entre una y otra cosa (evento, persona, animal, fenómeno, proceso, situación), ya antes hemos hecho una distinción previa de lo que vamos a distinguir. En realidad hacemos una distinción de la distinción. En el ejemplo anterior, antes de hacer la distinción entre árbol o paloma, ya distinguimos el árbol y la paloma como dos unidades o entidades independientes, y eso lo hacemos con sustantivos, con palabras, con nuestro lenguaje.
Los sustantivos nos permiten crear el mundo, y crearnos a nosotros mismos, por ejemplo cuando decimos “Yo”, es una palabra, es un sustantivo que nos permite alumbrarnos a nosotros mismos, venir al mundo, y esto es posible solo mediante el lenguaje. Un bebé que está por nacer, cuando lo haga no sabrá que ha nacido, porque aún no vive en el lenguaje, no sabrá que existe, aunque exista. Sólo existirá para él cuando sea capaz de decir “Yo”, porque al decirlo se estará creando a sí mismo y con su lenguaje creará su propio mundo. Aunque sí existirá desde que su mamá lo vea nacer y lo nombre: mi hijo, mi bebé. Parafraseando a Wittgenstein, los límites del lenguaje son los límites de mi mundo.
De manera que sin percepción no hay distinción, y sin distinción no hay mundo. El observador percibe y crea su mundo haciendo distinciones. Podemos distinguir cosas, objetos, personas, es decir, unidades, entidades únicas fácticas, o podemos distinguir las relaciones entre ellas, podemos distinguir la unidad o la diferencia. Gregory Bateson solía decir que la epistemología es un asunto de relaciones. Los psicólogos y epistemólogos de la Gestalt (Wertheimer, Köhler, Shedrovitsky), demostraron que en nuestro vivir cotidiano distinguimos entrelazamientos, entretejidos, interconexiones, redes de relaciones. Estas redes de relaciones remiten a un sustantivo novedoso, polémico y resbaladizo: configuración.
Recientemente, Humberto Maturana comienza a utilizar con más frecuencia y profundidad la noción de configuración. Su discípulo también la emplea en los últimos trabajos publicados. Francisco Varela argumenta que la emergencia de patrones o configuraciones globales en sistemas de elementos interactuantes no es una rareza de casos aislados ni es exclusiva de los sistemas neurales. De hecho, todas las unidades holísticas conformadas por subunidades interconectadas generan otras unidades holísticas que emergen de dicha relación. Es por ello que la teoría de las configuraciones formulada por Ortiz en el año 2013 tiene un carácter general y universal y, por tanto, es aplicable tanto a fenómenos naturales como a fenómenos humanos y sociales.
Esto indica que el ser humano percibe una configuración de configuraciones, pero para reducir la complejidad del mundo que él mismo crea (su propio mundo), se basa en distinciones que le permiten simplificar la realidad creada: la distinción de la configuración como unidad holística, la distinción del entorno configurante (que también puede ser considerado una configuración holística si así lo distinguimos), y la distinción de la configuración relacional que articula la configuración holística y el entorno configurante.
Durante el proceso investigativo de una de las tesis doctorales que orienté en la Universidad del Magdalena en el año 2015, la profesora Mileidy Salcedo Barragán (hoy Doctora en Ciencias de la Educación) elaboró una teoría del pensamiento configuracional infantil, basada en la actividad lúdica libre, mediada por situaciones problémicas matemáticas. La configuración es una totalidad organizada que articula relaciones teóricas inmanentes. Es una unidad holística entrelazada por una red de redes conceptuales de la que emergen nociones y conceptos característicos.
En su tesis doctoral, Salcedo utiliza la noción de configuración desde cinco ámbitos diferentes. La utiliza como intencionalidad epistemológica (Configurar una teoría), es el objetivo general o propósito principal de la investigación, expresado con el verbo configurar, que indica la acción teleológica que despliega la investigadora. La utiliza como condición y esencia de la teoría, por cuanto ésta es una configuración de nociones y conceptos entrelazados. La utiliza como cualidad del ser humano, como proceso psicológico infantil y como subproceso (el pensamiento infantil es una configuración neuro-psico-social, es un proceso, y a su vez está integrado por otras configuraciones o subprocesos). La utiliza como adjetivo (Pensamiento Configuracional), es decir, como atributo que modifica al sustantivo Pensamiento Infantil, que ya no es visto como un pensamiento general sino un pensamiento configuracional, un pensamiento diferente, emergente. Y por último la utiliza como totalidad y componente, el todo y sus partes (la tesis doctoral es una configuración, pero cada capítulo, epígrafe, parte o componente de la tesis también es una configuración. Es por ello que podemos afirmar que la tesis doctoral es una configuración de configuraciones, un macroconstructo teórico conformado por múltiples constructos conceptuales).
Dada esta diversidad y multiplicidad en el uso de la noción de configuración, en ocasiones el discurso se vuelve tautológico o cacofónico, lo cual no es negativo ni positivo, es simplemente nuestra condición biológica como seres vivos, es nuestra ontología constitutiva, debido a la cual, como afirma Maturana, los seres humanos existimos en un cosmos que al surgir de nuestras distinciones surge como una configuración de configuraciones. De igual modo, la noción de configuración evoca un conjunto de relaciones entrelazadas que distinguen a su vez configuraciones de menor orden. Por ello, al hablar de configuración de configuraciones no hacemos redundancia, pues esta distinción permite evocar relaciones y articulaciones de macro y micro procesos eslabonados en un todo.
Según Maturana, la palabra configuración es interesante porque no es descriptora sino evocativa. La noción de configuración evoca una disposición relacional, es decir, una forma, y esta forma puede ser entendida como una unidad o entidad que distingo, o como una entidad que excluyo, o como una entidad que entrelaza la forma distinguida y la forma excluida. La forma distinguida es una configuración: la paloma, pero la forma excluida también es una configuración: el árbol, el entorno configurante. Además, entre la paloma y el árbol también se generan operaciones relacionales, hay entrelazamientos, entretejidos e interconexiones. Esos eventos y acontecimientos relacionales que emergen de las interacciones entre la paloma y el árbol, son también configuraciones (interpenetración diría Niklas Luhmann, acoplamiento estructural diría Humberto Maturana).
De manera que, desde esta mirada, podemos distinguir tres tipos de configuraciones muy diferentes entre sí: la configuración como unidad distinguida, el entorno configurante como unidad excluida, y la configuración relacional, que no es más que el entrelazamiento entre ambas unidades holísticas. Ahora bien, es evidente que el árbol no es el único entorno configurante para la paloma, y ésta no es el único entorno configurante para el árbol. Cada unidad distinguida como configuración holística tiene múltiples entornos configurantes. Si el ser humano distingue dicho entorno entonces podría nombrarlo utilizando su lenguaje, mediante un sustantivo: árbol, paloma; pero si no lo distingue entonces todo lo que excluye al distinguir y nombrar la configuración, formará parte del entorno configurante. Esto indica que el ser humano percibe una configuración de configuraciones, pero para reducir la complejidad del mundo que él mismo crea (su propio mundo), se basa en distinciones que le permiten simplificar la realidad creada: la distinción de la configuración como unidad holística, la distinción del entorno configurante (que también puede ser considerado una configuración holística si así lo distinguimos), y la distinción de la configuración relacional que articula la configuración holística y el entorno configurante.
Por otro lado, cuando nos percibimos a nosotros mismos no lo entendemos como si estuviésemos percibiendo un fragmento del mundo. Para percibirnos a nosotros mismos debemos hacer una abstracción, una observación de segundo orden, una observación de observaciones, porque debemos distinguirnos como observadores que observamos a un ser humano que observa. Y si nos distinguimos a nosotros mismos como una configuración holística entonces somos una configuración que observa a otra configuración que es ella misma.
La configuración es la disposición de los procesos en las relaciones simultáneas, es una entidad autónoma de relaciones internas. En realidad existe sólo una configuración que es el universo, pero el ser humano como observador-investigador puede hacer y hace distinciones acerca del mundo que le rodea. Y esa distinción es una configuración. Y lo que excluye es el entorno configurante que es también una configuración.
Los seres humanos, en nuestras biopraxis comunes, no sólo configuramos por medio de palabras la objetividad de nuestra subjetividad, sino que esta objetividad está también en la génesis de la configuración lingüística. Las palabras, los conceptos que expresamos y las nociones, son emergencias de una configuración interhumana en la que el sentido y el significado son inmanencia. Pero las palabras también se convierten en herramientas por medio de las cuales los seres humanos seguimos configurando configuraciones lingüísticas, en un proceso circular del que emergen la autopoiesis y la autorreferencialidad, como cualidades inmanentes a las propias palabras y a las conversaciones y reflexiones que caracterizan las biopraxis humana. Es decir, las palabras que expresamos reproducen nuevas palabras que a su vez generan otras, configurando así las biopraxis lingüísticas.
Las configuraciones lingüísticas configuradas emergen como procesos o entornos configurantes, por cuanto no sólo activan sino que configuran nuevos sentidos y significados en un proceso ad infinitum, fertilizando las biopraxis interhumanas como biopraxis culturales. Si una conversación o red de redes de conversaciones se cultiva y consolida, entonces esta red de conversaciones se configura, se mantiene o establece y se conserva en las biopraxis humanas, formando así lo que llamamos cultura.