“-Busque, nomás, Capitán. Aquí hay una cosa peligrosa para ustedes. El oficial dio un salto. ¿Qué cosa? Pregunto. ¡La poesía!, dijo el Poeta…”(J. Edwards. ADIOS, POETA…pág.303)
Una noche del junio cuando regresábamos de Valparaíso a Viña del Mar, en una parada “técnica” buscando donde cenar, encontramos una librería abierta, la primera que veía en el paseo a Santiago de Chile -después visite otras super modernas y repletas-, ingrese e indague sobre un libro recién publicado. El librero atento buscó y encontró: “El asesinato de Pablo Neruda: motivo, oportunidad, encubrimiento y arma homicida“.

El autor es el sociólogo chileno Francisco Marín Castro quién, además, fue corresponsal de la revista mexicana proceso, donde publicó la entrevista con el chófer de la seguridad del poeta, Manuel Araya Osorio, militante del Partido Comunista, la persona que declaró: “Neruda no falleció de caquexia por metástasis de cáncer prostático”. Fallecimiento ocurrido a la medianoche del domingo 23 de septiembre de 1973, en la Clínica Santa María del centro de Santiago.
El libro es una investigación periodística, tiene 300 página y se publicó, en agosto de 2024, por Ediciones Ceibo. Está dividido en dos partes, tituladas así: 1o. El crimen queda al descubierto y 2o. La batalla legal y forense. Cada uno tiene como epígrafe los siguientes versos: “Miradme desde el fondo de la tierra” y “Contadme todo, cadena a cadena, eslabón a eslabón, paso a paso…”. El libro carece de índice y es cocido.
Está fundado, básicamente, en las indagaciones judicial abiertas, bajo el Radicado No. 1.038.2011, que consta de 6 mil folios e instruidas por el Juez Mario Carroza, luego que proceso, la revista, publicará las declaraciones dadas, el 24 de abril de 2011, al autor por el conductor del poeta, Sr. Araya quien falleció en el 2023, aunque alcanzó a ratificar sus afirmaciones al periodista ante el juez del caso Neruda.

La tesis central del libro es que al autor de “Veinte poemas de amor y una canción desesperada“, lo envenenaron mientras estuvo recluido, como paciente, en la clínica al inyectarle: “La bacteria colistridium botulinium” con el pretexto de calmarle los dolores que lo sofocaban. Neruda, en ambulancia, fue trasladado desde Isla Negra a Santiago el 19 de septiembre de 1973, en un tortuoso recorrido ya que los militares golpistas controlaban las vías.
“No existen elementos suficientes que pongan en duda la naturaleza de la muerte de la víctima establecida en forma oficial en septiembre de 1973 en el sentido que correspondería a una muerte por enfermedad en una persona con diagnóstico conocido de enfermedad neoplasia de mal pronóstico (cáncer de próstata) y forma médico legal de muerte”.
Lo afirmado a todo lo largo del libro “El asesinato de Pablo Neruda“, es que está fundado en el móvil político y un inminente viaje a México, por invitación del presidente Luis Echeverria, desde donde el Ex-Embajador en Paris y Premio Nobel de Literatura, miembro del Partido Comunista Chileno, se dispondría a adelantar una campaña MUNDIAL de repudio a la Dictadura. Informa además que un avión de Aero-mexicana lo esperaba el 22 de septiembre, pero el poeta aplazó viajar, anunciando la partida para el lunes 24. Falleció el 23 de aquel septiembre negro.
El libro, entonces desarrolla una refutación de las causas de la muerte del vate, expresada por cercanos suyos, como Matilde Urrutia, su tercera esposa, ama y señora de la casa en Isla Negra; y Jorge Edwards, amigo y secretario del Neruda Embajador en París. Quienes, en sendos libros, señalan que fue un avanzado cáncer de próstata y otros males menores los que condujeron al poeta a la tumba, sin desconocer el contexto de la dictadura.
Edwards en la página 293 del libro “Adiós, poeta…”(Tusquets Editores. 1990), al inicio del capítulo “La poesía es peligrosa”, escribió lo siguiente:
“El diagnóstico de esos médicos soviéticos que habían examinado al Poeta, antes de su regreso a Francia llevando cargamento de oso y de caviar, había sido malo. La primera intervención de París, realizada en el primer año de su estada, no había conseguido detener el proceso de cáncer en la próstata, que amenazaba con extenderse por las caderas y los huesos de las piernas. El Poeta había padecido de flebitis durante muchos años y sufría de ataques más o menos frecuentes de gota”.
De Matilde Urrutia se afirma en el libro de Marín que acogió, en sus memorias “Mi vida junto a Pablo Neruda“, la tesis expuesta por Edwards, porque éste corrigió el libro luego de la muerte de ella, quien descubrió al Poeta, “con las manos en la masa” cuando desfogaba con una “amante rubia”, que en Valparaíso lo acompañaba a las terapias químicas contra el cáncer, pero que Matilde ocultó para no deprimirlo, pues el Embajador en París un día confesó: “mientras más viejo, más caliente me pongo“(ver pág 295 de Adiós, Poeta…).
Muy a pesar de lo rotundo de la afirmación que da título a “El asesinato de Pablo Neruda“, el investigador no logró demostrar, con la certeza judicial y la imparcialidad periodística, que el Poeta Embajador haya sido asesinado. Tanto que en la página 206 del libro debe transcribir el siguiente aparte del Informe Médico Legal, de 2012, practicado luego de la exhumación de los restos mortales que reposan frente al mar de Isla Negra:
“No existen elementos suficientes que pongan en duda la naturaleza de la muerte de la víctima establecida en forma oficial en septiembre de 1973 en el sentido que correspondería a una muerte por enfermedad en una persona con diagnóstico conocido de enfermedad neoplasia de mal pronóstico (cáncer de próstata) y forma médico legal de muerte”.
Yo comulgo con esta causa, es más poética para quien amó la vida y la cantó. “puedo escribir los versos más tristes esta noche…”
La próxima: a Bellas Artes la restauraron con recursos de la estampilla, que son de la Universidad del Atlántico y no de la Gobernación.

El artículo resulta muy interesante, ya que aborda la interrogante de si el poeta Pablo Neruda fue asesinado o si su muerte ocurrió por causas naturales. Según el diagnóstico oficial emitido en septiembre de 1973, se estableció que su fallecimiento fue consecuencia de una enfermedad —en este caso, un cáncer de próstata—, considerado de mal pronóstico y reconocido como una forma médico-legal de muerte natural. Hasta ahora, no se han presentado elementos concluyentes que permitan poner en duda dicha causa oficial. Sin embargo, el debate sigue abierto y plantea importantes reflexiones sobre la historia reciente de Chile y la búsqueda de verdad y justicia.