Para su conductor, designado por el Partido Comunista de Chile después del regreso de la Embajada en París, Neruda “era un gozador, un verdadero Pasha, que no dejaba de disfrutar, aunque le doliera la pierna, tuviera crisis de reumatismo, le ardiera el esófago o le costará orinar”. El poeta fue un amante de la buena cocina, tanto la popular como la “de cache”, como se refleja en su poesía universal.
Días atrás, les conté la experiencia afortunada de almorzar, caldito de congrio, en el restaurante “Cocina y Poesía“, ubicado a un costado de la casa-museo “Pablo Neruda” en Isla Negra, sur centro de Chile, a pocos pasos del Océano Pacifico, cuyo menú es un homenaje a las creaciones nerudianas sobre la riqueza de la cocina y, por ende, de la poesía.
Así que cuando escuché y ví, por YouTuBe, la entrevista radial ofrecida, meses atrás, por el bio- ingeniero Pablo Zamora, diseñador y creador del menú que se deleita en “Cocina y Poesía“, al periodista chileno Cristian Warnken, y la antesala de la nueva versión de la feria Sabor Barranquilla/2025, no tuve dificultad alguna para combinar en la presente columna, sabores y olores e invitar, desde nuestro paladar, a disfrutar de la cocina y, obvio, de la poesía.
Zamora declaró que, luego de lograr un acuerdo con la Fundación “Pablo Neruda”, se dedicó por más de 18 meses a estudiar las obras del nobel poeta relativa a sus gustos gastronómicos. Y mezclando ciencia y poesía, elaborar el menú del singular restaurante, cuya ventana y terraza dejan penetrar las olas del Pacífico. El caldito de congrio, pie a pie a cada verso, es un plato de los preferidos por visitantes amantes de la cocina y de la poesía.

Sabor Barranquilla es la feria gastronómica más importante del Caribe Colombiano. Se inició en el 2008, teniendo como sitio ardiente el Salón Jumbo del Country Club que, año a año, le fue quedando estrecho, incómodo, pues es la gran ventana culinaria de nuestra Barranquilla Linda. Desde la inauguración del Centro de Convenciones “Puerta de Oro“, en la Vía 40 al costado del Malecón del Río, la feria encontró su hábitat.
Leonardo da Vinci hace la siguiente reflexión sobre el hombre promedio que: “mira sin ver, oye sin oír, toca sin sentir, come sin saborear, se mueve sin ninguna conciencia física, inhala sin percibir olores o fragancias y habla sin pensar”. Frente a tal enseñanza de Leonardo, genio, los barranquilleros, cada año, tenemos la fortuna de saborear la comida. ¡Sabor Barranquilla!, ilumina nuestro paladar.
Durante estos años, he pretendido y preferido visitar sabor Barranquilla, por lo menos un día entero, desde la mañana hasta el atardecer, para disfrutar de los olores, colores Y sabores de mi tierra caribe. SI, ¡Caribe soy! Donde vaya busco el río, busco el mar. Para esta versión 2025 la cocina invitada es la de Valledupar, tierra de una culinaria exquisita. Aspiro degustar un armadillo al carbón con una arepa asada con queso. comida de monte.

El plato en la mesa
He aprendido, desde el goce de la abuelidad, de mi nieto mayor, Jesús Mario, que hay que dejarse conducir por el paladar. Sin duda alguna, la lengua en su órbita es el más universal de los sentidos humanos. Allí habitan, en simbiosis perfecta, todos los placeres de una existencia grata. Más allá del habla, la lengua nos provoca y proporciona felicidades infinitas.
En el libro “muchas felicidades, tres visiones y más de la idea de felicidad”(Ariel), el filósofo Fernando Savater comenta: “Epicuro (hedonista clásico) distingue entre tres clases de apetencias. En primer lugar, encontramos deseos qué son naturales y necesarios, es decir, aquellos que nos vienen impuestos como meta por nuestra naturaleza humana y que además debemos satisfacer si no queremos morir. Se trata de una suerte de peaje que la vida se cobra por vivirla: Comer, Dormir, Beber…”(ver pág 12).
Luego, en el Renacimiento, Leonardo da Vinci hace la siguiente reflexión sobre el hombre promedio que: “mira sin ver, oye sin oír, toca sin sentir, come sin saborear, se mueve sin ninguna conciencia física, inhala sin percibir olores o fragancias y habla sin pensar”. Frente a tal enseñanza de Leonardo, genio, los barranquilleros, cada año, tenemos la fortuna de saborear la comida. ¡Sabor Barranquilla!, ilumina nuestro paladar.
Neruda, con quien inicie está invitación, dedica en el aparte los platos en la mesa, al final del poemario auto-biográfico “Memorial de Isla Negra”, a describir el cómo “Los animales comen con hermosura“, pero canta que “no así los hombres“. Y otra vez, los barranquilleros somos afortunados, en razón a que en sabor Barranquilla, a la vez de saborear podremos comer con hermosura. Nos vemos en el Río.
La próxima: Dos nobeles de literatura criados, en su niñez, por abuelos maternos.

En el artículo titulado Sabor Barranquilla: la cocina y la poesía, el autor realiza un ejercicio complejo: intenta establecer puntos de encuentro entre tres conceptos igualmente profundos: el sabor, la cocina y la poesía. Para ello, emprende un recorrido literario que explora diversas épocas y autores.
Menciona que en el Renacimiento, por ejemplo, Leonardo da Vinci reflexiona sobre el hombre promedio y afirma: “mira sin ver, oye sin oír, toca sin sentir, come sin saborear”. Por su parte, Neruda —con quien inicia esta invitación— dedica un apartado a los platos en la mesa al final de su poemario autobiográfico Memorial de Isla Negra. Considera que los barranquilleros somos afortunados: en Sabor Barranquilla no solo saboreamos, sino que también podemos “comer con hermosura”. El autor concluye con una invitación llena de poesía y sentido de pertenencia: Nos vemos en el Río