Uso terapéutico de la muerte

Teobaldo Coronado, Medico anestesiólogo, columnista.

En Sentencia C-239 de mayo 20 de 1997 la Corte Constitucional, CC, al resolver una demanda de inconstitucionalidad, declaró exequible, con algunas reformas, el artículo 109 del Código Penal que reza: “Homicidio por piedad. El que matare a otro por piedad, para poner fin a intensos sufrimientos provenientes de lesión corporal o enfermedad grave o incurable, incurrirá en prisión de seis meses a tres años”. Eximió a los médicos de cualquier pena en caso de realizar homicidio por piedad, siempre y cuando cumplieran ciertos requisitos, así:

 1º. Que el sujeto del procedimiento fuera un enfermo terminal.

2º. Que estuviera bajo intenso sufrimiento o dolor

3º. Que el sujeto hubiese solicitado, de manera libre y en uso pleno de sus facultades mentales, la realización del procedimiento

4º. Que dicho procedimiento lo realizara una persona calificada, es decir, un médico.

Exhortaba al congreso para que “…en el tiempo más breve posible, y conforme a los principios constitucionales y a elementales consideraciones de humanidad, regule el tema de la muerte digna”.

Ante la inoperancia del Congreso, tras 20 años de producida la despenalización de la eutanasia la CC, en sentencia T-423 de 2017, decidió asumir una función legisladora al ampliar el derecho a la eutanasia no solo a pacientes con enfermedad terminal, según lo dispuesto en sentencia de 1997, sino también a los que padezcan intenso sufrimiento por lesión corporal o enfermedad grave e incurable.

Más allá del enfermo terminal. El Ministerio de Protección Social en cumplimiento a lo ordenado por la CC se vio impelido este año, tras varios intentos de reglamentación de la “muerte digna” a expedir la Resolución 971 de julio 1 de 2021 que extiende el procedimiento eutanásico, en su artículo 7º a: … La presencia de una condición clínica de fin de vida, esto es, enfermedad incurable avanzada, enfermedad terminal o agonía, presentar sufrimiento secundario a estas…”.

Al enfermo terminal lo define la resolución del ministerio como: “Aquel paciente con una enfermedad medicamente comprobada avanzada, progresiva, incontrolable que se caracteriza por la ausencia de posibilidades razonables de respuesta al tratamiento, por la generación de sufrimiento físico -psíquico a pesar de haber recibido el mejor tratamiento disponible y cuyo pronóstico de vida es inferior a 6 meses”.

Sin duda jurisprudencias de la CC y disposiciones consiguientes del gobierno nacional colocan a Colombia en país bandera   junto con Holanda, Bélgica, Australia y Luxemburgo, en legislaciones de avanzada, para la realización de procedimientos eutanásicos.  

Paradójico, mientras nuestro lindo país colombiano marca la vanguardia, al lado de naciones con gran desarrollo económico – social, en una estrategia de salud que promueve el “Uso terapéutico de la muerte”, continuamos rezagados, subdesarrollados, en las indispensables políticas   que traigan consigo la calidad del servicio asistencial y aceptables condiciones de vida para la población en general. Dando prioridad a la “terapéutica por una muerte digna” antes que a la “terapéutica por la salud y la vida digna”. De una verdadera dignificación de la vida humana sin la cual no es posible el alcance de una dignidad cierta, en el momento final de la vida, para una muerte digna. La dignidad a que tenemos derecho como murientes no puede ser posible sin el alcance de una dignidad como vivientes.

Fragilidad de la Ética Médica. Profesor de ética médica y bioética durante cuatro décadas no ha pasado por mis manos un código ético, surgido del seno de la profesión, que recomiende a los médicos la realización de la eutanasia. Antes, por el contrario, todos, sin excepción, proclaman principio fundamental, del ejercicio profesional, el “Respeto por la vida humana”.

Si muchos médicos opinan a favor de la eutanasia es demostración fehaciente de la “fragilidad de la ética médica” y de la necesidad urgente que hay de fortalecerla. Cuando la ética médica la prohíbe advierte contra el <<riesgo profesional>> del ejercicio médico por la vulnerabilidad e indefensión de los pacientes. No obstante, su habilidad, buen juicio y capacidades los médicos, seres humanos al fin, están propensos a cometer errores y equivocaciones. La ética profesional en actitud preventiva trata de poner límites a su conducta, a su probable falta de escrúpulos, para proteger la integridad y vida misma de las personas puestas a su cuidado. 

La época actual por el aumento, en general, de la expectativa de vida ha experimentado un crecimiento de la población senil con la consiguiente prevalencia de enfermedades crónicas o degenerativas y cáncer con indudable detrimento de la calidad de vida. Por estas circunstancias surge un modelo de asistencia sanitaria, en que los profesionales de la salud, en especial, los que atienden unidades de cuidado intensivo, se ven abocados a decidir sobre la continuación o suspensión del tratamiento en situaciones que la resolución del gobierno define como “Condición clínica de Fin de vida”.

El asunto científico, ético y legal tienen que ver con la decisión sobre el trance final de un paciente que todavía está vivo. En que la llegada de la muerte puede ser prolongada con tratamientos fútiles, es decir, mediante “encarnizamiento terapéutico”, distanasia, o adelantada con la práctica de la eutanasia, si nos atenemos a los dictados de leyes que la autorizan.

Ilustro con un ejemplo sencillo. Paciente de cincuenta años con diabetes, enfermedad incurable, que cursa con septicemia y coma diabético, estado grave. Aplica fácil, según la nueva normativa gubernamental, para proceder a poner “Fin a su vida” en vez de sacarlo del coma, amputarle la pierna por la gangrena del pie que le ha producido la septicemia y devolverlo a su casa y no a la morgue como vemos sucede, a diario, en cualquier hospital.

No ha coincidido desarrollo paralelo entre los impresionantes avances diagnósticos y la consiguiente acción curativa que muestra la ciencia médica.  De esta forma pacientes con “intenso sufrimiento por lesión corporal o enfermedad grave e incurable” se estima aplican a la fórmula “terapéutica de la muerte”, es decir, a la eutanasia   por pregoneros, a ultranza, de la calidad de vida que los consideran desahuciados o desechables; en contravía de preclaros dictados de la Ética Médica.

Fragilidad de la Ética Médica. Profesor de ética médica y bioética durante cuatro décadas no ha pasado por mis manos un código ético, surgido del seno de la profesión, que recomiende a los médicos la realización de la eutanasia. Antes, por el contrario, todos, sin excepción, proclaman principio fundamental, del ejercicio profesional, el “Respeto por la vida humana”.

Clínicas de la Muerte. El auspicio de la eutanasia puede llevar al aumento en suicidios y muertes por facultativos amparados en la justificación legal. Al surgimiento de clínicas, tal existen para la práctica del aborto clandestino, emulas del doctor Jack kevorkian, el norteamericano que con el lema “Morir no es un crimen”, fue condenado en el Estado de Michigan a 25 años de cárcel luego de comprobársele la ejecución de 130 suicidios en su “Clínica de la Muerte”. 

Muchas personas, con la complacencia de utilitaristas doctores, pensarán que el “Uso terapéutico de la muerte” es una oportunidad fácil, la pendiente resbaladiza, para liberarse no solo de enfermos incurables, con intenso sufrimiento y dolor; de otros con incómodos trastornos emocionales, serios problemas económicos, consecución de una herencia o reclamo de un seguro de vida. 

Consigna platónica. ¿De dónde emanan las leyes que promueven el suicidio asistido o la acción occisiva para poner fin a la vida? No son profesionales de la medicina y sus asociaciones quienes las plantean y estimulan. Investigadores médicos, por el contrario, trabajan con ahínco en el logro de la calidad y consiguiente aumento de la expectativa de vida humana. Proyectos como el “Genoma Humano” en el siglo pasado y “Conectoma Humano”, en estos primeros años del siglo XXI, prometen la cura a corto plazo, de patologías graves e incurables, el Alzheimer, por ejemplo, en las que, precisamente, los instigadores de la “muerte piadosa” se apoyan para su justificación.  Mientras, poderosas multinacionales que manipulan las riendas de la industria farmacéutica están afanadas, en eliminar a “los que no sean sanos del cuerpo”,  en cumplimiento de una antiquísima consigna platónica.  Que obstáculo son a sus ambiciosos esquemas capitalistas de producción y riqueza.

Eutanasia colectiva. Hasta dónde tienen razón, me cuestiono incrédulo, las teorías de la denominada “Conspiración” que señalan a la actual pandemia del coronavirus como una especie de complot proveniente de quien sabe que poder oculto… averígüelo, Vargas, que pretende reducir la población mundial. En principio, con la gente más vulnerable, es decir, “Con los que no están sanos del cuerpo”, en una especie de eutanasia colectiva. Se aproximan a los cinco millones el número victimas que en 18 meses ha producido la actual pandemia del Covid 19.

Incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS) a partir de enero del 2022 tiene la intención de declarar a la vejez como una enfermedad, bajo el código MG2A, dentro de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud Relacionados.  Bastante sospechoso y contradictorio el estatus que da el organismo multinacional a las personas que han llegado a esta etapa privilegiada de la vida.  De seguro, ya me lo imagino, en tiempo no muy lejano, a venerables abuelitos que superen la edad centenaria, convertidos en candidatos a recibir el “coctel de la muerte”, por estar incluidos en la lista de males que normatiza una “ley piadosa”, en el artículo 7º de la reglamentación colombiana.

La ignominia de la Ciencia médica. Mayor afrenta que muestra la ciencia médica,  a lo largo de su evolución histórica  es que,  paradójicamente, muchos de sus practicantes e investigadores, a nombre y en un supuesto beneficio de la ciencia, no de la humanidad, se hayan prestado para destruir la vida misma desde los tiempos más remotos, pasando por el genocidio médico-nazi y el Caso Tuskegee, para mencionar solo  dos,  de los más sonados, hasta nuestros días,  cuando existimos bajo el señorío macabro de la eutanasia, que  justifica esta destrucción.  

Monstruosa ignominia pesa sobre la profesión médica que se ha prestado, en cumplimiento de leyes que vienen de afuera, del mandato interno de su organización, de sus propios códigos éticos, para deshacer vidas, acabar la vida mediante el ominoso remedio de la muerte provocada.

Medicina Paliativa. Para enfrentar esta encrucijada surge la medicina paliativa como instrumento de humanización de la muerte en correspondencia con la dignidad debida a la persona humana como muriente. Es el amor al hombre el que predomina sobre el amor a la ciencia en el profesional de la medicina que pone toda su atención en un enfermo que ya no tiene curación.

Cátedra de Eutanasia. No quiero figurarme en las clases de anestesiología y Bioética indicándoles a mis alumnos los últimos medicamentos y más recientes adelantos científicos en el manejo del dolor crónico e intratable. Y en cumplimiento de un diseño curricular, de una carta descriptiva, sujeta a las disposiciones del Ministerio de Protección Social, enseñarles teoría y práctica de una técnica eutanásica, es decir, teoría y práctica del sofisticado arte de quitar la vida.  

“Implicaciones medico legales al final de la vida de los pacientes”, fue título de la conferencia virtual organizada por la Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación; a la que asistí el pasado 27 de julio. El abogado, expositor, ante una pregunta mía en este sentido, respondió sin titubeos: “Claro que sí, en mi opinión las Facultades de Medicina, se verán obligadas a incluir en su currÍculo académico, para aprendizaje de sus estudiantes, el “PROTOCOLO PARA LA APLICACIÓN DEL PROCEDIMIENTO DE EUTANASIA EN COLOMBIA” ya diseñado por MINSALUD. !Ay, Dios mío! musité, solo, para mis adentros.

Sospecho, pesimista que, en un futuro cercano, jóvenes respetuosos de la vida humana, que sueñen con estudiar medicina, ser médicos, tendrían sus dudas para llevar a cabo esta aspiración ante la encrucijada del cumplimiento de su recta conciencia que les ordena “no matar”, en acuerdo con sus valores seculares. Con mucha más razón, perderían el entusiasmo, millones de creyentes obedientes del 5º mandamiento de la ley de Dios.

De mi parte, pensándolo bien, después de una extensa y gratísima carrera médica si, por arte de magia, me viera transformado en un chico de hoy y me enfrentara a la decisión de escoger profesión a seguir, de seguro, la medicina no estaría entre mis opciones. El presente y nefasto panorama que se vislumbra para el profesional de la medicina no es en nada halagador.  Sobre él, recae, el peso de las soluciones a las mayores inequidades de una sociedad que no reconoce, en justa medida, su loable labor y del Estado que lo explota, lo usa, mediante resoluciones draconianos, como las que imponen “El Uso Terapéutico de la Muerte”, es decir, de la eutanasia.  Si tuviera sesenta años menos, tal vez, me inclinaría por algo más romántico como la poesía y sembraría semillas en tierra buena.  Gozaría recogiendo sus benditos y nutritivos frutos al compás del alegre canto de los pájaros y chicharras del campo.


 Coronado Hurtado T, 2001, Del Respeto a la Vida, Editorial Antillas, Barranquilla, p. 204

https://www.bbc.com/mundo/noticias/2011/06/110603_perfil_doctor_jack_kevorkian_en

 Se dejará morir a quienes no sean sanos de cuerpo”. Platón, Libro III, De la Republica.

 https://www.emol.com/noticias/Nacional/2021/07/02/1025480/oms-declara-vejez-como-

 Coronado Hurtado T, 2019, MEDICINA. Ética, Ciencia y Vocación. Digresiones de un Docente. Santa Barbara Editores, Barranquilla, p. 14

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