Ha partido el último moralista

Ha partido el ultimo moralista Alasdair MacIntyre nació en Glasgow, Escocia, 12 de enero de 1929 y falleció en la misma ciudad el 21 de mayo de 2025, fue un filósofo británico-estadounidense reconocido principalmente por sus contribuciones a la filosofía moral y política, así como por sus estudios sobre la historia de la filosofía y la teología, alguien que influyo notablemente en mis estudios de Filosofía. La trayectoria filosófica de Alasdair MacIntyre se caracterizó por una evolución profunda y crítica a lo largo de más de seis décadas de pensamiento. En sus inicios su carrera estuvo influida por el marxismo y el pensamiento analítico, pero con el tiempo se fue alejando de estos enfoques pasando a desarrollar una crítica radical a la ética moderna, la cual consideraba fragmentada y carente de fundamentos coherentes.

Su giro decisivo se dio con la publicación de After Virtue (1981), donde propone una recuperación de la tradición ética aristotélica y comunitaria, centrada en las virtudes y las prácticas sociales. A lo largo de su carrera, MacIntyre enseñó en prestigiosas universidades como Oxford, Princeton, Duke y, especialmente, en la Universidad de Notre Dame, donde fue profesor emérito. Su obra ha tenido una profunda influencia en la filosofía moral y política contemporánea, destacándose por su compromiso con una filosofía históricamente situada, orientada al bien común y en diálogo constante con la tradición.

A diferencia de muchos filósofos contemporáneos que privilegiaron enfoques lógico-analíticos y científicos, Alasdair MacIntyre adoptó una perspectiva distinta basada en la narración histórica, también conocida como filosofía narrativa. Este enfoque le permitió contextualizar el pensamiento ético dentro de las tradiciones y prácticas sociales.

Una muestra representativa de esta metodología está en su obra más conocida, After Virtue (Tras la virtud), en la cual analiza el desarrollo de los conceptos éticos desde la antigüedad hasta la modernidad. En ella, MacIntyre sostiene que la pérdida de una estructura moral coherente en el mundo contemporáneo solo puede comprenderse plenamente si se examina históricamente el declive de las virtudes clásicas, especialmente desde la época de Aristóteles hasta el pensamiento moderno. Su propuesta implica un regreso crítico a las tradiciones éticas antiguas, especialmente a la ética de la virtud propuesta por los pensadores griegos como Sócrates, Aristóteles y Platón, los cuales toma como base para reconstruir una moral significativa en un mundo fragmentado.

Entre las diversas corrientes o tradiciones de investigación filosófica —ya sea en el ámbito del ser (ontología) o del deber ser (ética y filosofía práctica)— Alasdair MacIntyre propone y defiende el modelo aristotélico como el más adecuado para abordar los problemas fundamentales de la filosofía. A su juicio, la tradición aristotélica ofrece una comprensión más rica y coherente de la naturaleza humana, la racionalidad práctica y el desarrollo moral. Este enfoque no solo informa su crítica a la filosofía moral moderna, sino que también orienta sus esfuerzos por reconstruir una ética basada en las virtudes.

MacIntyre recurre al mismo modelo aristotélico en su lectura e introducción al pensamiento de la filósofa Edith Stein, destacando cómo su obra se inscribe en una tradición filosófica que valora la integridad de la experiencia humana, la interioridad y la búsqueda de verdad enraizada en una visión teleológica del ser humano. Así, la influencia de Aristóteles se convierte en un hilo conductor que atraviesa tanto sus análisis éticos como sus interpretaciones de otros pensadores.

El enfoque de Alasdair MacIntyre en la filosofía moral entrelaza múltiples líneas de pensamiento que combinan historia, tradición, crítica cultural y teoría ética. Aunque su proyecto apunta en gran medida a revivir y actualizar la filosofía moral aristotélica centrada en las virtudes, no se trata de una simple restauración del pensamiento clásico. MacIntyre reconoce que esta recuperación debe hacerse desde una “comprensión peculiarmente moderna”, es decir, consciente de las condiciones históricas, sociales e intelectuales propias de la modernidad y la posmodernidad.

En este sentido, su propuesta no busca regresar nostálgicamente al pasado, sino reinterpretar y reinsertar la ética de la virtud en un contexto contemporáneo profundamente marcado por el individualismo, el relativismo y la fragmentación moral. Para ello, recurre a la noción de tradiciones racionales en conflicto, sostiene la centralidad de las prácticas comunitarias en la formación moral del individuo y argumenta que el florecimiento humano solo puede entenderse dentro de un marco teleológico compartido. Así, su filosofía moral no solo es una crítica a la modernidad, sino también una invitación a reconstruir el discurso ético desde una perspectiva histórica, encarnada y orientada al bien común.

Con su muerte, desaparece una de las voces más influyentes y provocadoras de la filosofía del siglo XX y comienzos del XXI. Sin embargo, su legado seguirá inspirando a generaciones futuras que busquen comprender y reconstruir una ética arraigada en la historia humana, la comunidad y la búsqueda del bien común.

En su obra más influyente, After Virtue, Alasdair MacIntyre critica con profundidad el proyecto ilustrado de construir una moralidad racional y universal desvinculada de toda concepción teleológica del ser humano. Sostiene que los pensadores de la Ilustración, al intentar fundamentar la ética únicamente en la razón, sin referencia a fines objetivos y a una concepción del bien humano, terminaron minando las bases mismas de la racionalidad moral que buscaban preservar.

Este intento —según MacIntyre— fracasó inevitablemente, y como consecuencia, abrió la puerta a un escepticismo radical en torno a la moralidad. Filósofos como Friedrich Nietzsche, Jean-Paul Sartre y Charles Stevenson, aunque desde perspectivas distintas, ejemplifican el resultado de este colapso: el rechazo total de la posibilidad de una ética racional. En particular, MacIntyre destaca cómo Nietzsche representa una figura clave en este giro, al llevar al extremo la crítica a la moral ilustrada y proponer una visión en la que la voluntad de poder reemplaza cualquier pretensión de objetividad moral. Para MacIntyre, este desenlace demuestra la necesidad de recuperar una ética enraizada en la teleología y en las virtudes, como la que proponía Aristóteles, para restaurar una comprensión coherente y significativa de la vida moral.

De manera más general, Alasdair MacIntyre sostiene que las disputas morales no ocurren en un vacío teórico ni pueden resolverse únicamente mediante argumentos abstractos y universales. Por el contrario, estas controversias se desarrollan siempre dentro de tradiciones racionales específicas, y entre tradiciones rivales que poseen sus propios marcos históricos, conceptuales y normativos. Cada tradición se apoya en un legado heredado de ideas, supuestos fundamentales, formas de argumentación, prácticas sociales y visiones del mundo compartidas por sus miembros. En este sentido, para MacIntyre, no existe un punto de vista moral “neutral” desde el cual se puedan juzgar todas las posiciones éticas, lo que invalida la pretensión moderna de una moral universal puramente racional.

Sin embargo, esto no implica que todas las tradiciones sean igualmente válidas o incomunicables. Aunque no haya una forma lógica definitiva de refutar externamente a una tradición desde otra, sí es posible someterlas a un tipo de evaluación comparativa. Las tradiciones pueden ser confrontadas por medio de críticas internas —señalando sus inconsistencias o fracasos para resolver dilemas dentro de sus propios términos— o externas, observando su capacidad para responder a crisis epistémicas, resolver problemas imaginativos complejos o generar avances fructíferos en la comprensión moral y práctica.

Una tradición muestra su superioridad no simplemente por imponerse en el debate, sino por su habilidad para crecer, adaptarse y ofrecer soluciones más coherentes, profundas y satisfactorias a los desafíos éticos reales. Así, MacIntyre plantea una visión dinámica y contextual de la racionalidad moral, en la que el progreso filosófico no se da por ruptura total con el pasado, sino por el desarrollo crítico de una tradición viva.

Alasdair MacIntyre fue una figura central en la renovación contemporánea de la ética de la virtud, una corriente que sitúa en el núcleo de la reflexión moral no tanto la resolución de dilemas éticos específicos —como el aborto o la eutanasia—, sino la formación del carácter, los hábitos y las virtudes que permiten al ser humano alcanzar una vida plena y coherente.

Su enfoque parte de la convicción de que la ética debe entenderse en relación con la totalidad de la vida humana, concebida como una narrativa en la que el individuo busca realizar su propósito o “telos” dentro de una comunidad y una tradición. Aunque MacIntyre no evade los temas morales concretos, su aproximación a ellos se da desde una perspectiva más amplia, que evita los enfoques legalistas o normativistas predominantes en la ética moderna. Para él, el juicio moral no surge simplemente de la aplicación de reglas abstractas, sino del desarrollo del carácter a lo largo del tiempo, mediante la participación en prácticas sociales significativas que moldean la identidad y la racionalidad práctica del individuo.

El fallecimiento de Alasdair MacIntyre representa una pérdida profunda e irreparable para el pensamiento filosófico contemporáneo. Su obra, marcada por una extraordinaria erudición y una crítica lúcida de la modernidad moral, no solo revitalizó la ética de la virtud, sino que también abrió caminos para repensar la racionalidad, la tradición y el sentido de la vida humana. Con su muerte, desaparece una de las voces más influyentes y provocadoras de la filosofía del siglo XX y comienzos del XXI. Sin embargo, su legado seguirá inspirando a generaciones futuras que busquen comprender y reconstruir una ética arraigada en la historia humana, la comunidad y la búsqueda del bien común.

2 thoughts on “Ha partido el último moralista

  1. Ricardo, muy acertado tu análisis a un pensador como Alasdair, de un talante moral y ético, en el siglo presente que agoniza este tipo de tendencia por el estilo de vida del hombre moderno y por su atrevida concepción intelectual en la historia del hombre moderno.Vale

  2. Se mueren los grandes en estos últimos tiempos, es la sensación que me deja tu análisis. He leído tu texto publicado hoy de un filosofo que nunca he escuchado, MacIntyre, pero tu exposición lo invita a uno a pensar en la importancia del regreso a esas virtudes clásicas, desde Aristóteles, pero la necesidad de adaptarlo a esta época a través de la reconstrucción y el repensar permanente de una ética coherente con los cambios; un repensar que requiere de un ejercicio interdisciplinario desde las ciencias humanas.

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