La idea de fraccionar al ser humano en múltiples destrezas, habilidades, aptitudes y/o capacidades no es nueva en la historia de la humanidad. Siempre han existido autores que han propuestos varios indicadores o facultades humanas. A lo largo de la historia de la humanidad el número de aptitudes ha venido creciendo considerablemente, año tras año se descubría otra nueva. Tal fue su progresión que en 1951 el presidente de la APA, Guilford, postulo ¡120 factores intelectuales diferentes! Entonces la teoría de Howard Gardner de las siete inteligencias es demasiado conservadora.
Howard Gardner resume la investigación en este ámbito (The Mind New Science, 1985; La nueva ciencia de la mente, 1988) mediante la distinción entre las siguientes formas de inteligencia: la inteligencia personal, la inteligencia interpersonal (la capacidad para comprender a otras personas); la inteligencia cinestésicacorporal (la capacidad para coordinar los movimientos); la inteligencia lingüística; la inteligencia lógico-matemática; la inteligencia espacial (la capacidad para componer imágenes virtuales de objetos y manipularlos en la imaginación) y la inteligencia musical.
Es muy innovador resaltar las dos inteligencias personales (intrapersonal e interpersonal), base para el Best Seller de Daniel Goleman, su libro Inteligencia Emocional. Howard Gardner hace esta distinción argumentando que en lo individual es conveniente hablar de varias inteligencias humanas ya que los seres humanos nacen en culturas que agrupan una enorme cantidad de ámbitos: disciplinas, ocupaciones y otras empresas que podemos aprender y sobre las que podemos ser evaluados según el nivel de destreza que hayamos alcanzado.
Howard Gardner plantea que entre las inteligencias y los ámbitos existe una relación y que posiblemente una persona con inteligencia musical se interese, y logre destacar, en el ámbito de la música. Ahora bien, el hecho de que una persona muestre aptitudes y/o actitudes para la música, eso no quiere decir que esa persona sea inteligente. Todos conocemos músicos, artistas, deportistas, científicos y profesionales talentosos, capaces, competentes, supuestamente inteligentes y creativos, que su actuación en la sociedad es un infortunio, porque con su comportamiento constantemente causan daño a las personas que le rodean, e incluso a ellos mismos.
Ejemplos en la historia de la humanidad existen muchos, de personas que mostraron aptitudes y actitudes para la música, para el arte, para la literatura o para el deporte y sin embargo no fueron inteligentes, porque destruyeron su vida o la de otras personas con sus comportamientos negativos. Nada más lejano de la inteligencia humana.
A mi juicio, el principal error de Howard Gardner es, precisamente, no haber fundamentado una amplia y profunda definición de inteligencia, por cuanto la reduce a la capacidad de resolver problemas o de crear productos que sean valiosos en uno o más ambientes culturales.
Una persona puede ser capaz de resolver problemas y no mostrar indicios de inteligencia humana, porque la solución de dicho problema puede conllevar a lacerar la integridad, las emociones o los sentimientos de otras personas. Una persona puede ser capaz de solucionar problemas engendrando nuevos problemas autodestructivos, puede resolver problemas y simultáneamente causarse daño o causarle daño a los demás. ¡Y eso no es ser inteligente!, ¿O sí?
Howard Gardner se contradice al decir que casi todos los ámbitos requieren destreza en un conjunto de inteligencias; y toda inteligencia se puede aplicar en un amplio abanico de ámbitos culturales.
Lejos de constituir el anterior planteamiento un argumento fehaciente para argumentar la existencia de múltiples inteligencias, en realidad esta idea refuerza el criterio de que las destrezas y habilidades humanas se configuran y que para cada una de las inteligencias definidas por Howard Gardner se necesitan variadas, diversas y múltiples habilidades y destrezas. Entonces…. ¿Para qué separar la inteligencia humana en múltiples inteligencias?
A partir de la taxonomía aportada por Howard Gardner una persona podría mostrar ser aparentemente muy inteligente y en realidad no serlo. Si la comunidad no acepta a una persona por sus sentimientos, pensamientos, expresiones, hechos, actividades y comportamientos cotidianos, entonces esa persona no es tan inteligente, ¿o sí?
La inteligencia está asociada a la capacidad que tiene el ser humano para ser feliz y hacer felices a los demás, es por ello que yo no acepto la concepción de que existen varias inteligencias como afirma Howard Gardner.
El ser humano tiene una inteligencia única, general e integradora, holística, que se va desarrollando en el marco de las diversas experiencias y vivencias humanas, y en dependencia de la actividad humana en la que se desempeñe el ser humano, se podrían clasificar de diversas maneras. Las habilidades, destrezas, facultades y capacidades que integran esa inteligencia; es a lo que Howard Gardner llamó múltiples inteligencias.
¡Cuántas inconsistencias teóricas y conceptuales en la teoría de Gardner! A veces utiliza el término facultad, otras veces utiliza el término capacidad, en ocasiones utiliza el término destreza, por momentos utiliza el término habilidad, e incluso competencia. Otros autores, como Julián De Zubiría, al referirse a la inteligencia, utilizan también indistintamente los términos “aptitudes”, “procesos”, “talentos”. Y no son lo mismo.
A mi juicio, esta proliferación de términos lejos de ayudar a esclarecer las dudas que aún subsisten en el magisterio acerca de la conceptualización de la inteligencia humana y los mecanismos para estimular su desarrollo, lo que hace es confundir aún más a los docentes, ávidos de conocimientos científicos y de propuestas coherentes, armónicas, consistentes, firmes desde el punto de vista epistemológico, teórico y conceptual. En efecto, la inteligencia es una capacidad humana, pero no todas las capacidades del ser humano deben ser consideras como inteligencias humanas, y ese es uno de los principales errores que comete Gardner: ¡llamarle inteligencia a múltiples capacidades humanas, sin serlo!
El ser humano posee múltiples capacidades: la capacidad para comprenderse a sí mismo y a otras personas; la capacidad para coordinar los movimientos (cinestésicacorporal); la capacidad lingüística; la capacidad lógico-matemática; la capacidad para componer imágenes virtuales de objetos y manipularlos en la imaginación (espacial) y la capacidad musical. Y todas estas capacidades se relacionan, se combinan, se configuran en el cerebro, conformando así la inteligencia. Ahora bien, el hecho de que yo afirme que existe sólo una inteligencia no quiere decir que estoy de acuerdo con los test para medirla o que esa inteligencia es una capacidad global, estable, cuantificable y heredada, que no admite modificaciones, ¡no!, existe sólo una inteligencia pero es modificable, flexible, cualitativa, no cuantificable, integradora y holística-configuracional.
Por supuesto que el ser humano despliega todas sus potencialidades a través de una diversidad de procesos, pero eso no necesariamente nos debe conducir a considerar que para cada proceso el ser humano desarrolla un tipo específico de inteligencia, ¡no!, para cada proceso el ser humano desarrolla una habilidad particular, una destreza o capacidad, y el conjunto de esas habilidades, destrezas y capacidades conforman la inteligencia humana. Es decir, el hecho de que podamos clasificar la inteligencia en múltiples tipos no significa que el ser humano posea múltiples y variadas inteligencias.
El mismo Howard Gardner habla de una cooperación entre las diversas inteligencias, pero yo prefiero hablar de una configuración holística, sistémica, integradora y creativa de las diversas habilidades y destrezas particulares que integran esa supuesta inteligencia. Reitero, la inteligencia es una capacidad humana, pero no todas las capacidades humanas deben ser consideradas inteligencias.
La taxonomía no debe exonerar ni imponer criterios y prerrequisitos a la conceptualización. No podemos definir conceptos partiendo de las clasificaciones y tipologías, sino todo lo contrario, lo lógico sería conceptualizar los procesos cognitivos primero y luego clasificarlos y establecer tipologías de ellos, que siempre serían subjetivas y su utilidad estaría dada en los análisis teóricos y conceptuales que permiten hacer. En ese sentido, se puede considerar conceptualmente sólo una inteligencia, que se divide en varios subprocesos: destrezas, facultades, aptitudes, habilidades y/o capacidades.
Es cierto que Henri Wallon sostenía que debemos caracterizar al ser humano en tres dimensiones: cognitiva, afectiva y práxica, el sujeto que piensa, siente y actúa, pero eso no quiere decir que tengamos que proponer una inteligencia, por ejemplo, para cada una de esas dimensiones humanas, como lo sostienen Robert Sternberg y Julián De Zubiría, quienes proponen tres tipos de inteligencia, asociados a estas tres dimensiones humanas.
Hoy se reconocen una amplia gama de procesos intelectuales, talentos particulares, facultades, capacidades, habilidades y destrezas, y coincido con esta postura, pero el hecho de que el ser humano posea estas tres dimensiones, no significa que cada una de ellas sea un tipo específico de inteligencia.
Cuando se establecen clasificaciones, taxonomías y tipologías cada tipo específico dentro de la clase o criterio de clasificación debe tener autonomía e independencia para que puedan ser considerados tipos, por el contrario, si entre ellos existe cierta relación armónica, alguna interdependencia, aunque sea relativa, ya no serían tipos específicos dentro de una clase determinada, sino que deben ser considerados dimensiones, procesos asociados o configuraciones. Este es el caso de los mal llamados tipos de inteligencia por parte de Robert Sternberg y Julián De Zubiría. En todo caso, estas dimensiones humanas deben ser consideradas dimensiones de la inteligencia. En este sentido, la inteligencia humana tiene tres dimensiones: la dimensión cognitiva, del saber, la inteligencia como proceso; la dimensión instrumental, del saber hacer, la inteligencia como actividad; y la dimensión afectiva, del querer, la inteligencia como autodeterminación.
Estas dimensiones están estrechamente relacionadas, de manera armónica y coherente, en forma de sistema, una no puede activarse sin la otra, las tres están configuradas; constituyen las configuraciones de la inteligencia humana.
Ahora bien, el hecho de que yo afirme que existe sólo una inteligencia no quiere decir que estoy de acuerdo con los test para medirla o que esa inteligencia es una capacidad global, estable, cuantificable y heredada, que no admite modificaciones, ¡no!, existe sólo una inteligencia pero es modificable, flexible, cualitativa, no cuantificable, integradora y holística-configuracional.
La dimensión cognitiva está relacionada con los conceptos y el pensamiento, la dimensión afectiva o valorativa se relaciona con los afectos, sentimientos y emociones; y la dimensión instrumental o praxiológica se refiere a la práctica, a la acción, al componente operativo, ejecutivo y expresivo del ser humano. ¿Y acaso alguno de estos procesos se puede desarrollar de manera aislada?, ¿puede el ser humano ejecutar alguna acción cognitiva separada de las acciones afectivas e instrumentales y viceversa? Esto no es posible en el funcionamiento corriente, correcto y normal de la personalidad.
Las dimensiones cognitiva, afectiva o valorativa y práxica o instrumental del ser humano establecen lazos de interdependencia, es por ello que no es adecuado hablar de tres tipos de inteligencia humana: una de tipo cognitivo, otra práxica y otra socioafectiva. En realidad son procesos, habilidades y/o capacidades, cada una de ellas relativamente independiente de las demás, cada una con una autonomía relativa, pero no son tipos de inteligencia, más bien son dimensiones de la inteligencia humana.
El ser humano posee múltiples talentos pero sólo una inteligencia, no podemos confundir talento con inteligencia, no podemos confundir aptitudes con inteligencia, no podemos confundir capacidades, facultades, habilidades o destrezas con inteligencia, que es una capacidad configuradora de lo cognitivo, lo afectivo y lo instrumental.
El ser humano es total, holístico y configuracional, todas esas dimensiones están configuradas, son interdependientes, una no puede existir sin la otra, sólo las separamos para su estudio teórico, haciendo una abstracción científica, una modelación; pero en la práctica es imposible separarlas, ninguna actuación humana es puramente cognitiva o puramente afectiva, todo comportamiento humano es afectivo-cognitivo. Es decir, simultáneamente, en la solución de problemas, el ser humano despliega los procesos afectivos y al mismo tiempo los procesos cognitivos e instrumentales, configurados.
Es cierto que pueden existir personas muy capaces para el análisis, la interpretación, lectura, y muy torpes en la vida cotidiana o en el manejo de los contextos socioafectivos, pero eso no indica que la persona es inteligente desde el punto de vista cognitivo y no es inteligente desde el punto de vista afectivo, ¡eso no es posible!, no podemos decir que una persona es inteligente desde el punto de vista afectivo y no es inteligente desde lo cognitivo, o viceversa.
En todo caso esto último lo que indica es que esas personas son hábiles y tienen un alto grado de desarrollo en sus capacidades para analizar, interpretar y leer, pero muestran falencias en las habilidades socioafectivas, muestran fisuras en su capacidad de amar. Tienen grietas, quiebras y fracturas en su inteligencia, que es única, general, integradora, holística y configuracional. ¡Y listo!, no hay necesidad de fragmentar al ser humano, ¿para qué?, ¡si el ser humano es holístico y configuracional!
Por otro lado, según la teoría de Howard Gardner, las múltiples inteligencias se modifican cualitativamente e incluso en cuanto a la cantidad, lo cual coloca a este autor en una encrucijada sin salida, porque si analizamos la cantidad de ámbitos en los que se desempeña el ser humano, así como las diversas ocupaciones y disciplinas científicas y no científicas que existen, y las nuevas ciencias y áreas del saber que están emergiendo y que han surgido en los últimos 20 años, sería prácticamente incuantificable el número de inteligencias.
Realmente la lista es interminable, dentro de 20 años más tendremos, no sólo 7 ó 9 inteligencias como propone Howard Gardner, sino infinitas inteligencias, una inteligencia para cada actividad, acción u operación que ejecute el ser humano. ¡Qué tal!
Hay una inteligencia de carácter general sin la cual no puede existir ningún otro tipo de inteligencia.
La inteligencia es única y en esta inteligencia única pueden encontrarse talentos. Esta idea le da una estocada mortal a la Teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner.
Es necesario aclarar que no estoy de acuerdo con los test para medir la inteligencia humana, pero tampoco estoy de acuerdo en que existen varias inteligencias. El hecho de que los test no midan la verdadera inteligencia de un ser humano no deslegitima la existencia de sólo una inteligencia, el error está en la errónea utilización de los test y en su contenido, que no miden inteligencia sino otros procesos intelectuales, el error no está en la conceptualización de inteligencia, lo que no me parece lógico ni justo es que se pretenda cuantificar la inteligencia de un ser humano mediante un test. ¡Fatal!
Las múltiples inteligencias propuestas por Howard Gardner no son más que destrezas, habilidades y/o capacidades humanas que forman parte de la inteligencia general, única, holística e integradora; son manifestaciones de la inteligencia humana en un contexto cultural o actividad determinada, son talentos humanos.
Según la actividad en la que interactúe el ser humano se podrá identificar un tipo específico de habilidad, destreza y/o capacidad, pero eso no necesariamente es inteligencia humana, es talento humano. El mismo Howard Gardner proporciona una herida mortal a su propia teoría cuando afirma que los seres humanos tienen inteligencias particulares en virtud de los contenidos de información que existen en el mundo: información numérica, información espacial, información acerca de otras personas.
En realidad tiene poco sentido, desde la dimensión humana del ser, que una persona se relacione excelentemente con los números y no se relacione bien con los demás, no tiene valor ni significado trascendente en la vida de un ser humano, que éste se relacione bien con la información numérica, espacial, etc., y no sea capaz de llevarse bien con las personas que le rodean, ser feliz y hacer felices a los otros. Ser inteligente es regocijarse en la vida, ser feliz, vivir una vida sosegada, armónica, coherente y consecuente, llena de paz, tranquilidad y seguridad, y por supuesto, irradiar estos estados psicológicos a todas las personas con las cuales interactuamos.
Sin embargo, Howard Gardner hace una fuerte crítica a los test de inteligencia utilizados para medir el coeficiente intelectual, a través del cual se obtiene un número que ejerce un efecto positivo o negativo en el futuro del sujeto evaluado, influyendo de manera considerable en la manera en que piensan acerca de esa persona sus profesores, padres de familia, amistades e incluso el propio ser humano al que se le ha medido, supuestamente, su inteligencia.
No obstante, Howard Gardner también afirma que “la importancia dada al número no es del todo inapropiada”, porque “la calificación en una prueba de inteligencia sí predice la capacidad personal para manejar las cuestiones escolares, aunque poco predice acerca del éxito en la vida futura”. ¡Cuánta contradicción interna en la teoría de Gardner! Él mismo lo reconoce y se contradice, por cuanto la supuesta inteligencia musical, espacial, lingüística, lógico-matemática o cinestésicacorporal, tampoco garantizan éxito en la vida de una persona, o sea, que tener un alto desarrollo de estas habilidades, destrezas o capacidades que Gardner erróneamente llama inteligencias, poco predice acerca del éxito en la vida futura. ¡Herida gravemente la teoría de las inteligencias múltiples! ¡Y con sus propias palabras!
Es necesario ampliar y reformular lo que entendemos por intelecto humano. ¡Howard Gardner lo reconoce! ¡Y él debe reconceptualizar su propia definición y clasificación de inteligencia!
La inteligencia es una configuración de configuraciones neuropsicológicas, por lo tanto, no es necesario identificar de manera rígida, sectaria y determinista, otros tipos de inteligencias. No es necesario convertir en “apellidos” o adjetivos a esas otras habilidades, destrezas y capacidades humanas que caracterizan determinado grado de inteligencia del ser humano para resolver un problema determinado y desempeñarse con éxito en determinada actividad. En este sentido, la estimulación del desarrollo de la inteligencia humana, es posible mediante un proceso activador y configurador de las redes y circuitos neuronales. La inteligencia humana está diluida en el cerebro así como está diluida la sal en el mar, y los docentes universitarios debemos estar dispuestos para estimular su desarrollo, no sólo para detectar los talentos de los estudiantes.
En edades tempranas debemos hablar de talento, no de inteligencia, y ya a partir de la adolescencia comenzamos a observar manifestaciones de la inteligencia humana tal como la concebimos, la hemos conceptualizado y defendido en este libro.
En el ser humano sí podemos encontrar múltiples talentos pero sólo una inteligencia, configurante de múltiples dimensiones humanas: la afectiva, la instrumental y la cognitiva. Ya hemos planteado que ninguna actividad humana es puramente cognitiva, puramente afectiva o puramente práctica; lo cognitivo, lo instrumental y lo afectivo son inseparables en el funcionamiento normal del ser humano, de ahí que no tenga sentido hablar de inteligencia cognitiva, inteligencia afectiva o valorativa e inteligencia práctica. La inteligencia es sólo una: afectiva, práctica y cognitiva al mismo tiempo.
La inteligencia humana no tiene apellidos, circunscripciones, contornos, ni límites. Las configuraciones subjetivas son sistemas autorregulados, con posibilidades imprevistas de cambio, modificación y reestructuración a lo largo del tiempo, así como de integración y desintegración dentro de otras configuraciones que, en cada momento del desarrollo humano, caracterizan los sentidos subjetivos dominantes en cada persona concreta.
Estos procesos, talentos, habilidades o destrezas (cognitivas, afectivas, instrumentales) que la caracterizan en un momento determinado de la actuación del ser humano lo que hacen es significar el desarrollo o utilización de una de las tantas habilidades que la integran y que simultanean y se configuran en el proceso de solución de problemas, pero predominando siempre una o varias de ellas, lo cual no es un criterio válido para hacer taxonomías o tipologías de inteligencias.
En todo caso, esas habilidades y capacidades se configuran creativamente en el cerebro humano, se correlacionan, se entrelazan, se solidarizan entre sí, de manera armónica, coherente, sistémica, formando así una configuración de configuraciones: la inteligencia humana.
Una reflexión final acerca de este tema tan interesante, encantador y controvertido:
“El principal autor y motor del universo es la inteligencia. Por tanto, la causa final del universo debe ser lo bueno de la inteligencia y eso es verdadero…..De todas las buscas humanas, la de la sabiduría es la más perfecta, la más sublime, la más útil y la más agradable. La más perfecta, porque en la medida que el hombre se da a buscar la sabiduría, en esa medida disfruta ya de cierta porción de la verdadera felicidad” (San Agustín).Los planteamientos del padre de la fe, San Agustín, a principios del Medioevo confirman mis aseveraciones. En efecto, la inteligencia humana está estrechamente relacionada con la felicidad, no hay felicidad sin inteligencia y viceversa, ambas están ligadas entre sí, están configuradas, por lo tanto, una persona puede mostrar un alto grado de desarrollo de cualquiera de las múltiples inteligencias definidas por Howard Gardner y, sin embargo, aun así, no ser feliz ni hacer felices a los demás, por lo tanto, esta persona no es altamente inteligente. ¡Así de sencillo! ¡Ha muerto la teoría de las inteligencias múltiples!, q.e.p.d.