El pensador barranquillero Moisés Pineda Salazar, como él mismo se define, es un educador colombiano especializado en la educación de adultos y en la formación para el trabajo. Es también un profundo estudioso del conflicto armado colombiano y de la gestión de los conflictos urbanos en la región del Caribe colombiano, áreas sobre las que ha realizado extensas investigaciones. Su pasión por estos temas solo es superada por su dedicación al Carnaval de Barranquilla, una fiesta popular de gran arraigo en la que participa desde su niñez.
Ha formado parte de diversos eventos, como el Carnaval de los Niños, el Carnaval SENA, el Carnaval Gay, el Reinado Departamental de las Comunidades Negras y los carnavales de la Tercera Edad, entre otros. Es autor de la obra Estampas Carnavaleras: Historias de Carnaval en Barranquilla, un libro que recopila una serie de artículos y ensayos que previamente había publicado bajo el título de “La Pelotera”. Algunos de estos trabajos le valieron, en 2023, el prestigioso premio Ernesto McCausland a la mejor crónica de Carnaval en la modalidad de colaborador habitual. En sus capítulos, Pineda Salazar cuestiona la validez de varios mitos, creencias y leyendas relacionadas con el Carnaval de Barranquilla, mientras propone una nueva teoría sobre el origen y la evolución de las danzas y prácticas propias de esta celebración.
Este conjunto de escritos contribuirá sin duda a generar nuevos espacios en la memoria de la ciudad. Estampas Carnavaleras: Historias de Carnaval en Barranquilla está diseñado para provocar debate, pues ofrece explicaciones alternativas sobre el origen, evolución y desarrollo del Carnaval de Barranquilla. Este evento, con sus danzas, cantos, letanías y actos conmemorativos que se celebran durante los cuatro días de festividades, ha sido reconocido como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. El carnaval es el resultado natural de las manifestaciones culturales, sociales y religiosas que, a lo largo del tiempo, han sido aportadas por los pueblos indígenas, la población afrocolombiana, así como por las tradiciones judía, árabe y europea, conformando un fascinante sincretismo cultural.
Pineda Salazar sostiene que el Carnaval de Barranquilla no es una herencia ni una extensión de las festividades griegas y romanas, sino que tiene sus raíces en tradiciones mucho más antiguas, particularmente en las tradiciones judías y cristianas. La figura de la reina del Carnaval, por ejemplo, proviene de las celebraciones del Purím judío, que llegaron a Barranquilla a través de la comunidad judía sefardí. Algunos de los presidentes del Carnaval en tiempos pasados, como Efraín Juliao y Ernesto Cortissoz, eran de este origen. El Purím es una festividad judía que celebra la victoria del pueblo judío, lograda con la ayuda de la reina Esther, esposa del rey Asuero, sobre el malvado funcionario persa Amán. Esta celebración tiene lugar el 14 de Adar, según el calendario hebreo, lo que corresponde a un día en el mes de marzo; en 2025, Purím será el 14 de marzo (Pineda, M. 2024, p.75).
En la obra se explica que los salones burreros son un legado de las tradiciones bíblicas del Sukot o Fiesta de las Cabañas. En 1960, era común ver en el Paseo Bolívar tiendas que funcionaban como restaurantes y bebederos, frecuentados por personas de todas las edades. Los salones burreros eran espacios semicerrados de acceso gratuito donde la gente del pueblo se reunía a bailar. Su nombre proviene de la costumbre de dejar los burros amarrados fuera del recinto antes de ingresar. El Sukot (en hebreo, cabañas o tabernáculos) es una festividad judía también conocida como la Fiesta de las Cabañas o la Fiesta de los Tabernáculos. Se celebra durante siete días en Israel (del 15 al 22 de Tishréi, entre septiembre y octubre) y ocho días en la diáspora judía (hasta el 23 de ese mes). De origen bíblico, conmemora las dificultades del pueblo israelita durante su peregrinaje por el desierto y la precariedad de sus condiciones materiales, simbolizada por el mandato de vivir en una cabaña provisional.
Pineda Salazar, en su obra Estampas Carnavaleras: Historias de Carnaval en Barranquilla, destaca la importancia histórica de las batallas de flores como una de las tradiciones más emblemáticas del Carnaval de Barranquilla. Según el autor, existen evidencias documentales que demuestran que las batallas de flores estuvieron presentes en los carnavales de la ciudad desde la segunda mitad del siglo XIX. De hecho, ya en 1873, en Barranquilla se conocía sobre las batallas de flores celebradas en los carnavales europeos, lo que subraya la influencia internacional en las festividades locales.
El autor también señala que la Batalla de Flores, tal como la conocemos hoy, tiene un origen específico en la procesión de los Reyes Magos, organizada por los frailes capuchinos de la Iglesia del Rosario en 1927. Esta procesión marcó un punto de inflexión, convirtiéndose en un elemento esencial del carnaval barranquillero, y con el tiempo evolucionó hacia el gran desfile de carrozas y flores que caracteriza a esta fiesta. Además, Pineda Salazar subraya que los carnavales de Barranquilla no solo se nutren de tradiciones locales, sino también de relatos y experiencias traídas por viajeros y comerciantes de diversas partes del mundo.
En este sentido, se hace referencia a las influencias de otros carnavales, como los celebrados en La Guaira (Venezuela), Vigo (España), Santander (Colombia), Le Havre (Francia), Liverpool (Reino Unido) y Southampton (Reino Unido). Particularmente, las celebraciones en los puertos españoles, donde se realizaban desfiles de carrozas alegóricas, jugaron un papel crucial en la formación de las festividades barranquilleras, impregnándolas con un aire cosmopolita que sigue vigente en la actualidad. En conjunto, estos elementos reflejan cómo el Carnaval de Barranquilla ha sido un proceso de intercambio cultural y adaptación, fusionando influencias locales y foráneas, lo que ha permitido que se conserve como una de las celebraciones más representativas de Colombia.
El autor sostiene que el carnaval no muere en el martes de Carnaval, sino que se toma un descanso, reposa y recarga energías para resurgir con todo su esplendor el Sábado de Gloria. En este día, el carnaval se levanta jubiloso con la misión de recorrer y llenar de alegría al mundo, demostrando que, en realidad, nunca muere. Esta idea, que sigue una perspectiva cristiana, me permitió dar a conocer una faceta poco conocida de Evaristo Sourdis, un sefardí que, sin lugar a dudas, dejó una huella indeleble en el Carnaval de Barranquilla. Sourdis introdujo en nuestra festividad elementos del carnaval estudiantil de Bogotá, lo que enriqueció significativamente nuestra tradición. De esta manera, no solo contribuyó al carnaval barranquillero, sino también al de la capital, fusionando y ampliando las manifestaciones culturales carnavalescas de ambas ciudades.
Esta idea, que sigue una perspectiva cristiana, me permitió dar a conocer una faceta poco conocida de Evaristo Sourdis, un sefardí que, sin lugar a dudas, dejó una huella indeleble en el Carnaval de Barranquilla. Sourdis introdujo en nuestra festividad elementos del carnaval estudiantil de Bogotá, lo que enriqueció significativamente nuestra tradición.
En estos aportes destaca especialmente la figura de Pericles Carnaval, un personaje que nació durante los carnavales de 1922 y que representa un hito importante en la evolución de las celebraciones en Barranquilla. Pericles Carnaval se erige como un antecedente clave de lo que más tarde se consolidaría en la figura de Joselito Carnaval, quien sería uno de los símbolos más icónicos de la festividad barranquillera. La aparición de Pericles en 1922 marcó un cambio significativo en la manera en que los carnavales eran celebrados, introduciendo una figura que, más allá de ser un simple personaje, se convirtió en un referente de la alegría, la irreverencia y el espíritu desbordante del carnaval. La esencia de Pericles, su carácter festivo y su conexión con el pueblo, sentó las bases para el nacimiento de Joselito, cuya figura se consolidaría como el protagonista máximo de las festividades y la representación de la muerte y el renacer que caracteriza a los carnavales.
Pineda Salazar sugiere que existe una posible conexión entre la tradición catalana, según la cual el 20 de enero se marca el fin de la Navidad y el inicio de los carnavales, y la ceremonia del bando, un acto que da apertura a los carnavales de Barranquilla. Esta vinculación podría estar relacionada con las costumbres traídas por los viajeros que seguían la ruta de Colón, pasando por Cartagena y Sabanilla. Es posible que, a través de estos recorridos, se haya trasladado esta tradición catalana a las costas del Caribe colombiano, en especial en Barranquilla, donde se fusionó con las festividades locales.
Además, es plausible que los inmigrantes provenientes de Curazao, en su mayoría sefarditas, hayan tenido un papel importante en la conformación de las festividades carnavalescas en esta región. Familias como los López, los Peña y los De Lima, que pertenecían a comunidades judías sefarditas, se asentaron en estos territorios y, a través de sus costumbres y tradiciones, habrían influido en el desarrollo de las celebraciones del carnaval en Barranquilla. La confluencia de diversas culturas y tradiciones, tanto locales como traídas por los inmigrantes, ayudó a forjar un carnaval único y enriquecido por diversas influencias históricas y culturales.
Si bien el tema central de la obra se enfoca en el Carnaval de Barranquilla, también aborda una serie de eventos históricos que, aunque aparentemente distantes, están profundamente vinculados con estas festividades y han tenido una incidencia significativa en la historia nacional. Entre estos eventos se destacan los Lunes de Emaús, una tradición que incluye las litaniae sanctorum (letanías de los santos), las cuales consistían en lecturas cantadas y representaciones escenificadas que se realizaban en Cartagena. Esta práctica podría ser el origen de las actuales letanías que forman parte de la celebración del carnaval.
La obra también resalta la figura emblemática de Benkos Biohó, líder afrodescendiente que, según el autor, era una persona culta, con un dominio amplio del castellano, el portugués y diversos dialectos africanos. Este detalle desmonta el mito de que aquellos que llegaron bajo la condición de esclavitud eran seres ignorantes, al contrario, se les presenta como portadores de un valioso patrimonio cultural que enriqueció profundamente las tradiciones del Caribe colombiano.
Además, se menciona a Don Nicolás de Barros, encomendero que estuvo a cargo de las tierras de la región, y se hace referencia a Simón Bolívar, así como a la masacre de pueblos indígenas cometida por los patriotas en el Magdalena. Estos episodios, aunque trágicos, constituyen parte de la historia de la región y están estrechamente vinculados con la formación cultural de Barranquilla y sus alrededores. La obra recoge estos y otros aspectos históricos, todos los cuales tienen como punto de encuentro el Carnaval de Barranquilla, el cual, más allá de su carácter festivo, actúa como un espacio donde convergen diversas narrativas históricas, culturales y sociales que siguen dando forma a la identidad de la ciudad.
Gracias @ Ricardo Sandoval . Por compartirnos tan invaluable articulo enriquesedor . Gracias. Fraternal abrazo
Muy buena la reseña histórica del libro de Moisés Pineda
Deseo comprar el libro, me parece muy interesante porque son las bases históricos de nuestro carnaval de Barranquilla como patrimonio
Excelente! No conocía este relato bien explicado, felicitaciones por sus aportes a la cultura y a nuestros conocimientos