Divagaciones de un maestro

Wensel Valegas

(II)

 1.

Soledad es un municipio que no se ha detenido en su crecimiento demográfico. Más barrios, más urbanizaciones. Ha entrado en el camino de erigirse como ciudad de bloque, es decir, crecer hacia arriba; cada conjunto residencial es una trinchera blindada que impide el paso de los visitantes. Niños y jóvenes son confinados a estar en la casa, se les cercena cada día la posibilidad del juego, el recreo, el esparcimiento, el deporte, la lectura. Donde antes había un escenario de juego, ahora la gente lo usufructúa para vivir, para guarecerse. ¿Dónde jugarán nuestros niños en los años venideros? Las calles lentas de antaño padecen la nostalgia de la tranquilidad, han dado un paso al costado para que transite la velocidad; se perdieron muchos juegos tradicionales, incluso, el placer de ser peatón. ¿Dónde jugarán las nuevas generaciones, expresarán su talento, o degustarán el placer de un buen libro? ¿En qué parques aprenderán a manejar bici, si no hay una banca para que abuelos y padres, sentados, contemplen las habilidades de sus niños? Las calles se volvieron peligrosas, ruidosas; hay un irrespeto cotidiano hacia el transeúnte, se violenta la ciudadanía, la amabilidad, la cortesía, nos negamos el saludo y alabamos la indiferencia. Hemos perdido la lentitud de la contemplación.

2.

He trabajado muchos años en la Institución Educativa de Soledad, Inobasol, toda una vida. He sido testigo de sus afanes, de sus deseos. He compartido la angustia de la frustración y el engaño. Alguna vez se jugó con nuestras aspiraciones, con el sueño de una colectividad de maestros. Nadie se preocupó jamás sobre los efectos que la burla de los gobernantes causó en nuestros imaginarios. Sin embargo, recurro al término de resiliente para decir que también eso somos, igual que nuestros estudiantes, resilientes con una capacidad enorme de amor a la vida, con un sentido de lo biófilo en nuestra labor que trasciende la desesperanza y las carencias sociales mínimas: una familia, un entorno social, desmotivación. “A pesar de las vicisitudes, la mejor respuesta es la vida”, fue una frase que leí durante muchos años en la puerta de la Universidad del Atlántico. En todo este tiempo vemos crecer otras instituciones educativas y no sentimos envidia por su aparente desarrollo, sino un coraje por mantener el optimismo que nos empuja cada día a ser mejores maestros y salir de la marginalidad; a hacer uso de la imaginación para superar las limitaciones en un país donde existen una diversidad de educaciones.

3.

Cuántas cosas sucedieron en nuestra escuela durante la pandemia. Los maestros íbamos de asombro en asombro. Las clases digitales remotas comenzaban a las 7:00 am. En los ratos libres – estando en casa – revisábamos y escuchábamos audios de padres de familia, de acudientes, incluso, de estudiantes. Entre los maestros socializábamos los audios enviados a los wasaps personales. A continuación, un audio enviado por un padre de familia: “buen día, profesor, le envío esta nota de voz a esta hora de la noche, cuando la escuche quizás estaré en la empresa pues entro a la 5:00 am y no nos dejan hacer llamadas. Soy el padre del niño Benavides, de 6º A, jornada matinal, que no estará en clase mañana porque me traje el celular para el trabajo por razones familiares urgentes, ya que es el único que tenemos. En la noche que regrese, le ayudaré a estudiar y ponernos al día. Como es usted su director de grupo, le agradezco me colabore con los otros profes…”. Escuchamos el audio cada uno en su casa. Los gobiernos local, departamental y nacional, sacan a relucir el pretexto de la pandemia, pero no pueden ocultar la pandemia de la pobreza que viven la mayoría de los estudiantes de las instituciones educativas en Soledad, sobre todo cuando el Ministerio de las TIC les negó a muchos la posibilidad de la conectividad.

4.

Estamos en medio de un caos político. Los candidatos en la línea de salida han partido hacia la búsqueda del poder presidencial. En ese tránsito observan a sus contrincantes, sus adversarios: releen sus hojas de vida, analizan los discursos del otro, lo que dicen y lo que no, revisan antecedentes; cualquier actuación en sus itinerarios del pasado y el presente se convierte en noticia nacional, nunca para exaltar, solo para denigrar. ¿Cuántas veces hemos padecido la pasión de un discurso y caído bajo los estragos del carisma de un político?, Es, ¿eso la política?, me pregunta un estudiante de 11º, después de hablarle del ser político de todo ciudadano desde la concepción aristotélica. Sólo le digo que no se desmotive ni desfallezca, apenas comienza su vida como ciudadano político; además, sólo trato desde la acción educativa orientarle, que perfeccione su intelecto observando la realidad nacional en los medios de comunicación y desarrolle su sentido de criticidad y toma de decisiones a futuro.

Le hago ver que los candidatos sólo se preocupan por los otros, pero nadie se preocupa por sí mismo, o si misma. La paranoia y el miedo les impide la autocrítica ante su propio ethos de credibilidad, por lo tanto, no es común que se pregunten: ¿Qué tanto he trabajado para construir una credibilidad ante los colombianos de todos los estratos sociales? O, que en un momento de meditación hagan uso del autodiálogo y la inteligencia intrapersonal y se cuestionen: “qué tan buena es mi credibilidad, soy acaso un sujeto digno de fiar, ¿qué haré para que me crean?, lo que digo se corresponde con lo que pienso; tengo claridad de cómo aplicar lo que pienso y digo en beneficio de los demás”. El ethos de la credibilidad se construye desde lo serio, lo virtuoso y el ser competente, en palabras de Charaudeau. Uno de los retos de país, en este siglo XXI, es aprender a autorregularnos como sujetos de deseo y convivir con el dilema moral de elegir como políticos la sinceridad, o la mentira.

5.

Antes de la pandemia tenía el hábito de recorrer los escenarios deportivos de fútbol del municipio, incluso, del departamento. Se volvió frecuente observar a un entrenador “parado en la raya”, gritando fuera de sí, insultando cuando los niños cometían errores en su desempeño; el lenguaje soez y amenazante era el instrumento hostigador. Algunos padres sumaban sus voces furiosas a los gritos impotentes de algunos entrenadores. Admiro y acepto al entrenador comprometido – sin importar si tiene un título o no – con la lectura autodidacta, que anda con un texto en su maletín, que se cualifica permanentemente, planifica las tareas de la semana de acuerdo a los ciclos de entrenamiento y competencia; el que se autoevalúa constantemente y se propone mejorar su buen trato, sus relaciones interpersonales; el que se esfuerza por ser mejor padre y esposo, asumiendo su responsabilidad. Sin duda alguna, la personalidad en todas sus manifestaciones y ámbitos de la cotidianidad es la mejor carta de presentación. Tanto el jugador que juega por esparcimiento como el que incursiona en el deporte de rendimiento, requieren de un entrenador que le dé continuidad a una vida saludable, o la motivación de un líder entusiasta que potencialice el talento y los sueños de los deportistas. El entrenador es un maestro antes que todo, de él depende mucho que un deportista deserte o continúe su práctica.

En todo este tiempo vemos crecer otras instituciones educativas y no sentimos envidia por su aparente desarrollo, sino un coraje por mantener el optimismo que nos empuja cada día a ser mejores maestros y salir de la marginalidad; a hacer uso de la imaginación para superar las limitaciones en un país donde existen una diversidad de educaciones.

6.

Qué tanto afán porque los maestros volviéramos a las aulas a finales del 2021. Era el afán de un estado impotente enviando a los maestros indefensos ante la guerra viral que se vivía. No hay duda que la pandemia nos volteó la realidad y fueron más los efectos negativos que positivos si analizamos la sinergia en todos los ámbitos de la sociedad. ¿Además, qué nos mostró la pandemia? Nuestra desnudez como país tercermundista, un ejemplo del subdesarrollo y una exhibición de las desigualdades como antesala para un futuro que nos tomará por sorpresa con los calzones abajo. El siglo XXI fue un referente del futuro en el siglo pasado. Como un ejercicio de antesala al futuro (efecto positivo), la pandemia mostró la incapacidad para afrontarla.

Tenemos arraigado el concepto de una escuela con cuatro paredes del que cuesta desligarse porque aún no se concibe una sin espacio. La educación del futuro será fluida a través de la virtualidad, pero hay que contar con una tecnología al alcance de todos que permita el goce de aprender, de interactuar socialmente con los compañeros de curso en vez de provocar frustración y desidia, y para eso se necesita un estado serio y responsable. No estamos preparados para una escuela sin espacio físico, se requiere adaptarnos al acceso de una tecnología que día a día nos deja rezagados. Locura o no es lo que viene y tener la mente abierta es una opción a la aceptación, la opinión, la crítica y la toma de decisiones. En esta realidad global, la escuela está en cualquier parte, sin embargo, la exclusión no puede continuar. No puede usarse la tecnología sólo para el control social de las personas. No añoramos el Mundo Feliz de Huxley, solo queremos respeto a la no conformidad y la desobediencia. Es sólo la opinión y la impotencia de no seguir naufragando en el remedo de la educación virtual actual.

7.

“Todos los poemas son una pregunta, una meditación o un himno frente a una ciudad, un paisaje, una historia …El libro es así, viaje en el tiempo y viaje en el espacio”. Mientras leo este comentario de Octavio Paz, veo a los estudiantes en recreo con sus morrales desgastados donde llevan una o dos libretas, un lápiz, ningún libro. Toda la escuela está preocupada por animarlos a la lectura. Es el mes de abril, época en que se conmemora nuestro idioma. Es entonces cuando se resalta la lectura y la escritura, cuando afloran las preocupaciones dormidas. Todavía los jóvenes no inician su primer viaje en tiempo y espacio, tampoco se preguntan, meditan, pareciera que no tuviesen problemas. Salgo a la puerta de mi colegio y veo la nueva plaza, sin embargo, la memoria sólo me muestra los recuerdos de la vieja placita; ya no hay teatro de cine. La biblioteca esconde su timidez, es un animal que duerme su ocaso, sus puertas parecieran estar cerradas para siempre, condenadas al anonimato. Medito mientras sigo leyendo a Paz y me lleno de optimismo: “Hay que dormir con los ojos abiertos, hay que soñar con las manos, soñemos sueños activos de río buscando su cauce, sueños de sol soñando sus mundos, hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, ramas, pájaros, astros…hay que soñar hacia atrás, hacia la fuente, hay que remar siglos arriba…”.

8.

Mayo es el mes de variadas celebraciones: día de la madre y homenaje a los maestros en su abnegada labor. Los fines de semana de mayo se observan reuniones de familiares homenajeando a la madre, o de maestros reunidos para resaltar la importancia del maestro. En esas celebraciones se ha vuelto frecuente el silencio trastocado por el mundo digital del celular. Cada día las conversaciones se agotan, se vuelven opacas y se exhibe un cansancio en las interlocuciones de los reunidos. Con lentitud y parsimonia hasta el descaro desmedido, las personas alrededor de la mesa toman su celular y enfocan su atención en los mensajes que llegan y las respuestas que salen; los emoticones viajan por las redes en wasaps angustiosos y largo peregrinar. El desayuno se enfría, la hora del almuerzo se hace menos importante, la cena en casa depende de la televisión, o el mundo anidado en el móvil. Tanto en los restaurantes como en la casa se ha perdido el placer de conversar durante la comida; sólo se mastica mientras las yemas de los dedos rozan la pantalla de los teléfonos; hay una indiferencia hacia la comida arrebatada por los mensajes dispersos que van y vienen. Sin quitar los ojos de la pantalla se escucha el tintineo de los cuchillos y tenedores; y el sonido agudo de los mensajes en medio del silencio de las voces de los comensales. Hay una falta de reconocimiento por los olores, los sabores, la estética de la comida; hay un automatismo que deshumaniza y nos convierte en robots; estamos padeciendo la pérdida de sentido y de interés por todo lo que nos rodea. No se vive el presente, el instante de la fiesta; nos causa ansiedad la llamada esperada, o los mensajes que suenan en el móvil.

9.

Un maestro puede cambiar la vida de sus estudiantes, nos recuerda Nucio Ordine, al referirse a la relación entre Albert Camus y Louis Germain. Al serle conferido el premio nobel de literatura, Camus sólo pensó en su madre y en su maestro, Germain. “Sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada esto”, expresa Camus a su maestro en una conmovedora carta que resalta el agradecimiento. “Sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello… continúan vivos en uno de sus pequeños escolares”, reconoce la labor del maestro, la huella de su trato presente siempre con él. “Pese a los años no he dejado de ser su alumno agradecido”, enfatiza el escritor al exaltar la labor de su maestro. Hijo de una madre sorda y analfabeta, huérfano de un padre muerto en la guerra, el maestro descubrió el talento de Camus y se convirtió en su oportunidad para llegar a ese máximo galardón.

El maestro Germain se emociona con la carta de su “pequeño Camus”. El profundo conocimiento por su discípulo le permite al maestro indicar que: “el pedagogo que quiere enseñar concienzudamente su oficio no descuida ninguna ocasión para conocer a sus alumnos, sus hijos, y éstas se presentan constantemente. Una respuesta, un gesto, una mirada, son ampliamente reveladores”. El maestro Germain es un libre pensador que educa en la libertad, anima a que sus estudiantes se liberen de ese status del rebaño uniforme y emerjan como sujetos dueños de sí y capaces de pensar por sí mismo; a ejercer el sagrado derecho de buscar su propia verdad.

Todos nos sentimos impactado por esos maestros abnegados que, con conocimiento y sabiduría, nos encantaron al mostrarnos la verdadera razón de la escuela. Maestros guiados por el amor, preocupados por los cambios significativos de la sociedad, visionarios de un futuro incierto. Eso pensamos cuando encontramos un estudiante y nos regocijamos de sus logros, de sus esfuerzos realizados. ¿Qué tanto tuve que ver en su formación como ser humano, profesional y ciudadano? Eso nos preguntamos al verlos respirando el éxito, o deprimidos ante el fracaso.

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