Carta de un futbolista a sus padres

Tengo la mala costumbre de revisar algunos textos, apuntes del pasado y notas que me trasladan a otras épocas, en mi biblioteca personal y en esa condición de andariego bibliófilo reviso vestigios de un poema, releo índices y contenido, me encuentro con un dibujo de mi nieta Sofía, en cuyos trazos gruesos interpreto que la llevo de la mano bajo un sol radiante y caribeño; también observo un mensaje escrito por Isaac, mi nieto, acompañado de un dibujo al final, donde un hombre viejo, que soy yo, juega con un niño que es él, a lanzarse bolas de nieve ante la llegada inminente de un invierno prematuro y sorpresivo. Mis manos escarban en un baúl pequeño hasta encontrar una libreta vieja con anotaciones diarias de un amor tímido y silencioso, escrito hace más de veinte años por uno de mis hijos. Mucho más reciente, tres o cuatro años quizás, tomo un sobre y leo la carta que contiene. La he leído tantas veces que casi la he aprendido de memoria. Dejo de revisar y a la orilla de una taza de café humeante me dispongo a leerla con la misma emoción de siempre, pero como si fuese la primera vez.

“Queridos padres:

Hoy quiero resaltar el agradecimiento y acompañamiento que siempre me dieron la seguridad física y emocional; a ese silencio prudente de ambos cuando me tocaba ver los partidos en la banca de suplentes durante una larga temporada y a la espera de mi oportunidad de jugar, que no se presentaba; por ese brazo paternal despojado de crítica rodeándome los hombros y donde sentía que la confianza renacía de nuevo; por ese abrazo que me llenó de orgullo de una madre amorosa, comprendiendo mis dilemas como jugador que tuve que pasar sin hacerme ninguna crítica. De permitirme evocar la experiencia del fútbol en la que fueron compañeros de viaje emocional, siempre detrás de bambalina, y donde compartieron conmigo la angustia y la tensión de cada partido; gracias por estar siempre ahí en la victoria y la derrota, en las buenas y malas jugadas en las que me vi implicado y de paso sentir la aceptación y el afecto, que me motivaban a dar lo mejor de mí mismo al equipo”.

“Lo más relevante de ese acompañamiento no sólo fue con la práctica deportiva, sino también en mi formación académica porque si algo hay que rescatar y resaltar – me decían ustedes – es que un deportista comprometido y responsable tiene que esforzarse para cumplir con las diferentes tareas que exigen el deporte y los estudios, distribuyendo el tiempo lo mejor posible. El comportamiento de ustedes fue siempre atento y cariñoso, mostrándome aceptación y comprensión sin jamás haber escuchado de sus labios que, si perdía el año o me iba mal en un periodo académico, me apartarían del fútbol. Eso jamás sucedió porque siempre me dieron el aliento y el optimismo que construyeron como padres, de alguna manera la práctica deportiva es parte de una educación integral, donde la familia juega un rol importante, y eso lo tuvieron claro”.

“También agradezco a los entrenadores que tuvieron paciencia y buen trato durante mis aprendizajes de los conceptos técnicos y tácticos que me obligaron a concientizarme de una práctica deportiva inteligente; a ellos, les estoy muy agradecidos por los valores inculcados para asumir los retos y desafíos, afrontar las derrotas y analizar los juegos empatados; por enseñarme que toda actividad deportiva tiene que asumirse con placer antes que todo desde sus inicios, de encontrarle un sentido lúdico al juego para el goce antes que afianzar un espíritu competitivo y estresante en el contexto de la sociedad de consumo; por ayudarme con sus orientaciones a planificar el tiempo libre y hacerme reflexionar que deporte y  estudio jamás podrían ser incompatibles; que llegaría el día en que tendría que tomar la decisión de afrontar la práctica deportiva como un satisfactor del ocio para el esparcimiento, o como una obligación laboral dentro del alto rendimiento, y todo lo que eso implicaba”.

“El deporte es una actividad que me brindó la oportunidad de reconocerme como sujeto responsable de mi propio desarrollo biopsicosocial, ético y moral, que se ponía a prueba en el juego, la competencia y la vida misma, trascendiéndola como ser humano, no como un robot automatizado e inconsciente. En este deporte aprendí que antes que ganar y perder eran más importante la diversión, la participación y el juego; pretender lo contrario era violentar los derechos de la niñez y hacer parte de un consumismo cuyos tentáculos también se hacen extensivos al deporte considerándolo como un objeto”.

Me acuerdo de ti papá, lo que me decías y ahora te doy la razón: “La diferencia que hay entre tú y ellos es que sus padres nunca los acompañaron a los partidos, y cuando lo hacían, los presionaron tanto para ver si la fuerza y el tamaño de sus sueños los sacaba de la pobreza en que vivían”. Estoy de acuerdo contigo”.

“Papá, mamá, les doy gracias por permitirme participar en diversas actividades deportivas y escoger, desde niño, el fútbol como actividad central en mi proyecto de vida y desarrollo personal. Gracias por esa compañía abnegada, nunca delegada, durante los entrenamientos y los partidos que me permitieran consolidar el sueño de ser un gran futbolista. Gracias por respetar las sugerencias de los entrenadores, que hacían lo posible para que mejorara con sus enseñanzas. Gracias por el silencio comprensivo cuando la frustración me llevó al llanto, la ira, o la agresividad. Siempre agradecí sus palabras asertivas de aliento y motivación en el momento justo. Gracias por no gritar y ser groseros cuando el equipo erraba; respetar a los técnicos en su papel de orientadores; por no usar palabras insultantes, ni asumir una actitud despectiva ante los técnicos y dirigentes; incluso, por no ser barbaros como aquel padre mexicano que atentó contra la vida del entrenador de baloncesto porque su hijo no jugaba ni era titular”.

“Gracias por comprender y tener la mente abierta para que les confiara mis sueños en momentos especiales de mi vida: “Ser el mejor futbolista de Colombia, o el mejor matemático”. Gracias por animarme en las decisiones correctas a través de sus sabios consejos. Siempre los admiré porque jamás los vi ingerir licor al celebrar la victoria, o cuando hacía un gol. Gracias por no compararme con mis compañeros de equipo y respetar mi autenticidad, por no traer a colación nombres de jugadores famosos y compararme con ellos. Cuánto les agradezco dejarme crecer y comprender que no era un hombre en miniatura, sino una persona cuyo desarrollo estaba supeditado a las leyes de la naturaleza humana y la cultura. Gracias les doy al permitirme tener autonomía y tomar decisiones ante cualquier conflicto que tuviese. Por ese abrazo sincero y amoroso cuando les dije: “He decidido dejar el fútbol para dedicarme a estudiar, quiero ser matemático”. Sé que se entristecieron, pero lo aceptaron con la comprensión de unos padres amorosos. Aún recuerdo lo que me dijeron con ese amor tan grande que me profesaban: “Si te apoyamos para ser un buen futbolista, también lo haremos para que seas un profesional universitario”. Ese apoyo incondicional y emocional fue decisivo y seguro cada vez que tuve la necesidad de hacer una elección”.

“Gracias por la prudencia en la derrota y la crítica, pero sepan que sus esfuerzos nunca fueron vanos. En la actualidad, me recreo jugando fútbol recreativo por salud física, social y mental. Soy un profesional egresado de una Universidad Colombiana que, además, transita por una Universidad Norteamericana en un itinerario complejo para obtener el título de Doctor en Matemática Aplicada. Haber estado conmigo siempre en esos instantes cruciales de mi vida es la mejor muestra de amor. Gracias por siempre. Los amo”.

Atentamente,

Webster.

“Posdata: los llevo en el corazón y los pienso en esta aldea global en que se ha convertido nuestro planeta. Cuando he ido a Colombia, observé que muchos de los amigos que jugaron conmigo, no sólo se les truncaron los sueños, sino la vida misma. Me acuerdo de ti papá, lo que me decías y ahora te doy la razón: “La diferencia que hay entre tú y ellos es que sus padres nunca los acompañaron a los partidos, y cuando lo hacían, los presionaron tanto para ver si la fuerza y el tamaño de sus sueños los sacaba de la pobreza en que vivían”. Estoy de acuerdo contigo”.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *