Soñar en viña del mar y almorzar en isla negra con las olas del océano

Necesito del mar porque me enseña: Lo que antes me enseñó lo guardo!. Es aire, incesante viento, agua y arena”. P. Neruda. Memorial de Isla Negra (1964).

El mar me fascina. Ulises enseñó a amar el océano, buscando regresar a Itaca. Pequeño lo conocí sentado en las piernas de Ma. Caamaño, mi madre, que, en cada descanso, religiosamente, me llevaba a las playas de Puerto Colombia para que respirara las brisas marinas, debajo de los pilares del histórico Muelle, en una terapia natural para combatir el asma que azotó el pecho hendido. Ese es, no lo dudo, mi primer y más lejano recuerdo de las olas, esas enamoradas que llegan y se regresan sonrientes. 

El Océano Pacifico en Viña.

Siempre que he podido viajar por estudios, trabajos o recreación, he visitado el mar. “El mare nosstro“, o sea, el Mar Caribe. Para contemplarlo, leer frente a la inmensidad o amar abrazado a las reposadas aguas. Unas veces, como reportero y/o turista, he navegado en Cartagena, Santa Marta o San Andrés. Fui a saludarlo al Golfo de México, donde las olas furiosas golpean las torres petroleras. Lo visité en Cojimar desde donde zarpó al pescador de “El viejo y El mar” de E. Hemingway. En La Habana he dormido viendo las playas de Mira-mar y desde la terraza del Hotel Nacional disfrutado los atardeceres de la bella y extensa Bahía, escuchando un son y paladeando un mojito.

Pero, la fascinación me llevó a mar de plata, invitado a un acto académico en la Universidad Nacional. Una vez instalado en el hotel, salí corriendo o caminando ligero, para ir a conocer el Océano Atlántico desde las “playas” de Mar de Plata. Pero, por la época, estaba congelado y los pocos “bañistas” lucían guantes y gorros de lana. Quede frustrado, pues mi imagen sentimental del MAR era la del civilizado Rodadero. Pero allá, cerca de las playas heladas, en una noche oscura, nos embriagamos de vino tinto y un amor cálido de olas viajeras y un biffet ardiente. La vida es una sola y se nos da para vivirla. 

El pacifico desde la terraza del Hotel Boutique en Viña del Mar

Desde aquel viaje al mar argentino, decidí que debía visitar el Océano Pacífico, en el sur de América. Así que cuando recibí la repetida invitación de viajar a CHILE, al país austral lo conocía por la lectura de biografías, auto-biografías, películas y poesía abundante de Pablo Neruda (nació en julio), no encontré ningún impedimento espiritual o físico, aún camino bípedamente, de ir a soñar frente al pacifico de viña del mar. Y, obvio, conocer el océano en Isla Negra.

No veo mejor descripción del lugar que eligió el poeta para “Sucede que voy a vivirme”. El cielo que es el océano invade la morada. Y el poeta lo canta. Desde las olas calladas del Viña del Mar enamorado, embriagado, es posible viajar, por tierra, a contemplar el océano que duerme en la Casa-Museo del poeta. Allí existe el Restaurante “Comida y poesía” que va del camino al mar, pues tiene una terraza de escalas de piedras y techos de dril.

Lo primero que solicite, a mi gentil y espléndido anfitrión, fue que deseaba pasar una noche en Viña del Mar -sugestivo nombre de ciudad, parecido a Mar de Plata-. Reservó en un hotel boutique situado frente a un rincón amplio del océano, de grandes piedras esculpidas por los vientos fríos y escapadas de las raíces de la Cordillera. Un lugar bohemio. Solo visitado por gaviotas, lobos marinos y, seguramente, amantes de la soledad de piedra. Ideal. Una noche sin luna, pero con un mar de brumas y seguras lunas de miel.

La noche fue mágica. Blanca. Callada. Contemplativa de un mar que invita a amar, a soñar. A beber vino y conversar. En viña el mar, el océano pacifico, está integrado a la columna vertebral de la ciudad. Va contigo a todas partes, no se desprende de la mirada. Y desde la habitación, con terraza de madera de pino, solo había que tener ojos y poesía en el horizonte. Me perdí en la melodía de olas calladas y gaviotas.  Como la sangre ardiente, aquella noche frente al Océano se grabó en la memoria. ¿Habrá que volver? La vida buena responderá.

El océano desde el patio de la casa del poeta

Neruda, en su autobiografía poética “memorial de isla negra“(1964), incluyó el poema “La Noche en Isla Negra” donde cuenta que:
“sola es la sombra, el cielo
Es ahora un latido del océano,
Y cielo y sombra estallan
Golpean las paredes de mi casa”.

No veo mejor descripción del lugar que eligió el poeta para “Sucede que voy a vivirme“. El cielo que es el océano invade la morada. Y el poeta lo canta.

Desde las olas calladas del Viña del Mar enamorado, embriagado, es posible viajar, por tierra, a contemplar el océano que duerme en la Casa-Museo del poeta. Allí existe el Restaurante “Comida y poesía” que va del camino al mar, pues tiene una terraza de escalas de piedras y techos de dril. Una terraza mediterránea en el Pacífico profundo, del Sur. Y allí, las piedras aparecen como gigantes “hongos” marinos. El mar del mediodía es un espectáculo.  

Después de recorrer, con pasos de asombro, todas y cada una de las estancias de la casa-nave de Neruda en Isla Negra, alimentada la mirada de Poesía, mastique y deguste la oda al congrio desde una ventana que permitía seguir coqueteando a las olas frías, heladas. El plato fue una “bouillabaisse” (bullabesa), o sea, una sopa de pescado elaborada exclusivamente con la blanca y firme carne del Congrio, pez grande y de profundidades. La curiosidad estaba cumplida plenamente.

He escuchado y visto “los latidos del océano”, tanto al norte como al sur del meridiano de ecuador, y tales oleajes son distintos, pero abrazados por la inmensidad que los hace cielo, gris o claro. Contento de la visita al Océano Pacífico chileno regrese, pero ahora añoro los vientos del Mar de Puerto Colombia –Mare nostro– y los brazos de mi madre, Ma. Caamaño, cuando visitamos las olas como cura contra el asma. El caribe me curó y me enseñó a amar el mar. Y ahora, como Ulises, el de Itaca, aprendí a amar el océano, para seguir viajando.

La próxima. “De qué hablo cuando hablo de escribir”, de Haruki Murakami.

One thought on “Soñar en viña del mar y almorzar en isla negra con las olas del océano

  1. En este escrito el autor hace un buen itinerario por los mares, con interesantes recuerdos de Puerto Colombia, Argentina y Chile, mostrando los contrastes y matices de estos encuentros marinos, que rejuvenecen el espíritu. Muy buen articulo.

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