Rodolfo Ortega Palma, quien se consideraba a sí mismo un facilitador de experiencias de aprendizaje, fue un educador que por gracia del destino, tuvo el privilegio de trabajar en los distintos niveles del sistema educativo colombiano. Desempeñó su labor en reconocidas instituciones como los colegios La Sagrada Familia y San Francisco, en la ciudad de Barranquilla, así como en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) y la Universidad del Norte.
Su obra Ética y desarrollo integral está muy próxima a ver la luz pública gracias al rescate realizado por Moisés Pineda Salazar y el suscrito, con el auspicio de la Universidad de la Costa y la especial colaboración de la doctora María Ardila de Maury. Esta publicación constituye una obra póstuma y un homenaje al insigne pedagogo, filósofo y pensador bolivarense Rodolfo Ortega Palma.
En las instituciones educativas en las que laboró, Rodolfo Ortega Palma desarrolló su labor docente a partir de la estrategia pedagógica de las guías de aprendizaje, especialmente en el área de las Humanidades. Su enfoque se centró en la enseñanza de asignaturas como Filosofía, Ética, Historia de la Ética, Bioética, Axiología y Deontología. Promovía una enseñanza dinámica, participativa y crítica, que buscaba superar el modelo tradicional de educación bancaria imperante en la época (década de los 80 siglo pasado), fomentando en sus estudiantes el pensamiento reflexivo, la autonomía intelectual y el compromiso ético con la sociedad.
Rodolfo Ortega Palma desempeñó una amplia variedad de roles dentro del ámbito educativo, consolidando una trayectoria ejemplar al servicio del conocimiento y la formación integral. A lo largo de su carrera, se destacó como conferencista, tallerista, maestro de aula, profesor universitario, instructor técnico, formador de formadores y asesor pedagógico. Cada uno de estos roles fue asumido con un alto compromiso ético y profesional, dejando huella en múltiples generaciones de estudiantes, colegas y comunidades académicas.
Su versatilidad y capacidad para adaptarse a distintos contextos educativos le permitieron incidir tanto en la educación básica y media como en la formación técnica y superior. Ortega Palma no solo transmitía conocimientos, sino que también inspiraba a pensar críticamente, a cuestionar la realidad y a actuar con responsabilidad social. Su enfoque pedagógico, centrado en el diálogo y la construcción colectiva del saber, lo convierten en un referente en la región Caribe y en un formador comprometido con la transformación educativa del país.
Hombre de profundos valores familiares, Rodolfo Ortega Palma construyó un hogar lleno de amor, respeto y armonía junto a su esposa Beatriz Angulo, con quien compartió una vida de compromiso y crecimiento mutuo. Fruto de esta unión nacieron sus hijos Elíseo, Beatriz, Míriam, Rodolfo y Marcelo, quienes no solo continuaron su legado de principios éticos y vocación por el conocimiento, sino que también lo colmaron de alegría al convertirlo en abuelo de una numerosa y querida descendencia.
Su hogar fue siempre un espacio de diálogo, formación y afecto, en el que se vivían los ideales que él mismo promovía en sus espacios educativos: la solidaridad, el pensamiento crítico, el amor por la verdad y el compromiso con los demás. Así, la familia de Rodolfo Ortega Palma no solo fue su refugio y sostén, sino también una extensión viva de sus enseñanzas y de su ejemplo como ser humano íntegro.
Ortega Palma plantea que la ética personal no se reduce a la obediencia de normas externas, sino que surge de una convicción interna que impulsa a vivir de acuerdo con principios universales de justicia y respeto. La persona ética, por tanto, no actúa por obligación, sino por la comprensión del valor de sus actos y del impacto que nuestras actuaciones tienen en los demás. En este sentido, la reflexión ética se convierte en una praxis formativa, un proceso de auto-reconocimiento que permite alcanzar una vida auténtica y plena.
Su libro Ética y desarrollo integral se estructura en torno a tres ejes temáticos fundamentales que articulan una propuesta ética coherente y profundamente humanista. En primer lugar, aborda la dimensión de la persona, concebida como un sujeto capaz de reflexionar críticamente sobre su propia vida y de actuar desde una eticidad interior. Esta eticidad eje central de su propuesta pedagógica, se construye mediante una relación constante entre la conciencia, la libertad y la responsabilidad moral, elementos que permiten al individuo encaminar sus acciones hacia el bien y reconocer la dignidad intrínseca que posee todo ser humano.
Desarrollando esta perspectiva, Ortega Palma plantea que la ética personal no se reduce a la obediencia de normas externas, sino que surge de una convicción interna que impulsa a vivir de acuerdo con principios universales de justicia y respeto. La persona ética, por tanto, no actúa por obligación, sino por la comprensión del valor de sus actos y del impacto que nuestras actuaciones tienen en los demás. En este sentido, la reflexión ética se convierte en una praxis formativa, un proceso de auto-reconocimiento que permite alcanzar una vida auténtica y plena.
En segundo lugar, la obra explora la dimensión comunitaria, entendida como el espacio donde la ética se concreta y cobra sentido práctico. La comunidad es el ámbito donde la persona se realiza plenamente, pues solo en la relación con los otros puede desarrollar virtudes como la empatía, la solidaridad y la cooperación. Ortega Palma subraya que la ética comunitaria exige reconocer la interdependencia humana y promover estructuras sociales más justas que garanticen la dignidad de todos sus miembros.
La comunidad, por tanto, no se concibe solo como un conjunto de individuos, sino como una red de vínculos morales y afectivos que sustentan la vida social. En ella se forjan valores compartidos y se construye un sentido colectivo que gira alrededor del bien común. Este enfoque ético es una invitación a trascender el individualismo contemporáneo y a recuperar la importancia de la corresponsabilidad social, donde cada persona se compromete activamente con el bienestar del otro.
El tercer eje temático de la obra de Ortega Palma es el trabajo, concebido no solo como un medio de subsistencia material, sino como una forma concreta de realización personal y de servicio a la sociedad. El trabajo ético implica asumir con honestidad, responsabilidad y compromiso las tareas propias de la vida cotidiana, reconociendo que cada acción laboral contribuye a la construcción del bien común. En esta perspectiva, el autor reivindica la dimensión humana del trabajo, donde el valor realizativo de la persona prevalece sobre el interés económico y la productividad desmedida.
Asimismo, Ortega Palma plantea que el ejercicio profesional debe orientarse por un sentido trascendente, que supere la mera eficiencia técnica. El trabajo se convierte, así, en un espacio de desarrollo moral y espiritual, donde el ser humano expresa su creatividad, su vocación de servicio y su capacidad de transformar positivamente la realidad. Este enfoque revaloriza la ética profesional como una herramienta esencial para el desarrollo integral de las sociedades humanas.
Estos tres pilares —persona, comunidad y trabajo— se entrelazan en la obra como una invitación a construir una vida íntegra, en la que la ética no sea un conjunto de normas abstractas, sino una praxis cotidiana que transforma tanto al individuo como a su entorno. La ética, en este sentido, se entiende como un proceso dinámico que acompaña al ser humano en su crecimiento individual y social, encaminándolo hacia su plenitud como persona.
En esencia, en su obra Rodolfo Ortega Palma propone una visión del desarrollo integral que trasciende lo meramente técnico o económico, colocando en el centro al ser humano como agente de sentido y protagonista de su propio destino. Su propuesta ética busca equilibrar la interioridad personal, la responsabilidad social y el compromiso profesional, promoviendo un modelo de desarrollo sustentado en valores humanos profundamente arraigados. De este modo, su legado intelectual se erige como una guía para repensar el papel de la ética en la construcción de una sociedad más justa, solidaria y humana.
