Pedagogía para la paz

La UNESCO ha subrayado la importancia de considerar la formación integral como una dimensión que trasciende la mera capacitación profesional, es decir, como un enfoque que abarca a individuos multidimensionales, pensantes y críticos, y no solo como ejecutores de tareas mecánicas. De acuerdo con la misma organización, los estudiantes deben recibir la guía de profesionales capacitados, así como una educación que incluya el desarrollo de competencias ciudadanas orientadas hacia un modelo de participación integral y el reconocimiento del otro. Esta perspectiva se vincula estrechamente con las ideas de Edgar Morin (1999), quien, en su obra Los siete saberes para la educación del futuro, plantea que “la primera e ineludible tarea de la educación es enseñar un conocimiento capaz de criticar el propio conocimiento. El primer objetivo de la educación del futuro será dotar a los alumnos de la capacidad para detectar y corregir los errores e ilusiones del conocimiento, y al mismo tiempo enseñarles a convivir con sus ideas sin ser destruidos por ellas” (p. 8).

En términos generales, las instituciones educativas están compuestas por individuos que pertenecen a diversos grupos sociales, lo que da lugar a diferencias y enfrentamientos naturales que generan la necesidad de promover una pedagogía para la paz. Esta pedagogía debe ser capaz de armonizar la convivencia en los entornos escolares, facilitando el manejo y la resolución adecuada de los conflictos que surgen en las aulas. Además, es crucial comprender los procesos pedagógicos de paz que se desarrollan en las comunidades educativas, observando cómo se relacionan con el uso de herramientas dialógicas e inclusivas que contribuyan al fortalecimiento de las relaciones intrapersonales (Ruiz-Silva y Chaux, 2005). El propósito es identificar cómo la pedagogía para la paz incide en los currículos, las concepciones y las prácticas educativas, abriendo la posibilidad de generar una formación específica y explícita orientada a la paz.

Pensadores como Franco y López sostienen que esta problemática se puede explicar a partir de tres razones principales. En primer lugar, señalan la necesidad de incorporar en los currículos académicos contenidos teóricos y metodológicos que favorezcan el desarrollo de estrategias pedagógicas centradas en la paz. Esto responde a la idea de que la violencia escolar en Colombia se origina, en parte, en la forma en que se ha entendido y abordado el conflicto, así como en las metodologías utilizadas para resolverlo. Tradicionalmente, las instituciones educativas se han enfocado principalmente en el desarrollo de contenidos temáticos, relegando la formación de la dimensión humana de los estudiantes. Este enfoque ha tenido un impacto significativo en el desarrollo de habilidades esenciales para que los estudiantes resuelvan sus conflictos de manera pacífica. Esto podría explicarse por la estructura jerárquica de las instituciones, que, junto con su tendencia a fragmentar los saberes, dificulta que la formación sea “un proceso dirigido y ampliamente participativo de profundo y acelerado cambio sociopolítico, orientado a la producción de cambios sustanciales en la economía, la tecnología, la ecología y la cultura general de un país, de tal manera que el avance de la mayoría de su población pueda obtenerse en condiciones de igualdad, dignidad, justicia y libertad general”.

En segundo lugar, el discurso pedagógico colombiano carece de directrices claras que guíen a los docentes en la implementación de los objetivos de aprendizaje que requieren el desarrollo de competencias. A pesar de que las competencias ciudadanas se han incorporado como proyectos transversales en los planes de estudio, en la práctica pedagógica, estas competencias han quedado marginadas dentro de los mismos entornos de aprendizaje. Esto se debe a que han sido absorbidas por los contenidos temáticos, priorizando la creación de estos sobre el desarrollo e interacción de los estudiantes. Por tanto, como expresa el pedagogo puertorriqueño Ángel Villarini se hace urgente “el diseño de un currículo orientado al desarrollo humano integral, que integre las bases filosóficas, biopsicosociales y sociopolíticas, con un enfoque humanista, constructivista, social y liberador”.

Las instituciones educativas están compuestas por individuos que pertenecen a diversos grupos sociales, lo que da lugar a diferencias y enfrentamientos naturales que generan la necesidad de promover una pedagogía para la paz. Esta pedagogía debe ser capaz de armonizar la convivencia en los entornos escolares, facilitando el manejo y la resolución adecuada de los conflictos que surgen en las aulas.

En tercer lugar las falencias en el discurso pedagógico evidencian la necesidad de una pedagogía que permita comprender el sentido de la paz y contribuya a transformar el sistema de creencias, valores, percepciones, representaciones y actitudes necesarios para una sociedad que busca la reconciliación. Este objetivo, especialmente en las instituciones educativas, se fundamenta actualmente en las competencias ciudadanas y en la necesidad de fortalecerlas dentro de los currículos académicos. En este contexto, Magendzo y Arias (2015) señalan que la generación de políticas públicas para la formación ciudadana en Colombia ha pasado por dos momentos clave: el primero, en la década de los noventa, se enmarca dentro de los proyectos transversales; y el segundo, en el siglo XXI, con la formulación de los estándares de competencias ciudadanas.

La pedagogía para la paz ha surgido como una posible respuesta a los conflictos de manera general y al interno colombiano en particular, por lo que recientemente ha sido incorporada en las directrices educativas del país. Su objetivo es repensar la formación de los futuros ciudadanos, con la finalidad de construir una sociedad crítica, participativa e inclusiva, que reflexione sobre los problemas y escenarios políticos nacionales. Además, la falta de cuestionamiento de los discursos públicos, sumada al reconocimiento de que Colombia ha sido históricamente marcada por la violencia y el conflicto interno, refleja una problemática que se ve agravada por las deficiencias del sistema educativo.

Este sistema, centrado en estrategias pedagógicas tradicionales, ha descuidado la inclusión de planes, programas y contenidos relacionados con la paz, el manejo y la resolución de conflictos en los currículos. Estos vacíos son los fundamentos que justifican la necesidad de llevar a cabo este trabajo. Johan Galtung (2006) sostiene que “el hombre es un ser con capacidad de paz”, lo que implica la “capacidad de manejar los conflictos con empatía, no violencia y creatividad” (p. 35). Esta afirmación guarda relación con el meollo de este asunto, que busca evidenciar la necesidad de una formación integral basada en el conocimiento del contexto en el que se vive. Se trata de una educación que forme a los jóvenes desde una perspectiva de paz, permitiéndoles asumir su rol como sujetos políticos emancipados, con un profundo sentido crítico y social.

Sin embargo, en las instituciones educativas, el tema de la paz no ha tenido la relevancia que merece. Aunque en sus propósitos misionales se declara la importancia de una formación integral, esta se ha quedado en el plano discursivo y no se ha traducido en una práctica concreta que fomente, desde el proceso de enseñanza-aprendizaje, la convivencia armónica en la comunidad educativa. Los conflictos que naturalmente surgen en las aulas no son visibilizados, ya que se ha priorizado el dominio de los saberes sobre el desarrollo de habilidades para la resolución de conflictos. Además, se ha mostrado un escaso interés en cultivar buenas actitudes, sentimientos y emociones en los estudiantes, lo que se refleja en el ambiente de aprendizaje a través de diversas formas de violencia.

Es urgente y necesario que las instituciones reflexionen sobre un marco epistemológico claro y preciso que oriente el enfoque de competencias adoptado en sus procesos educativos. En este sentido, resulta prioritario analizar los conceptos de competencia, competencia emocional y competencia laboral, desglosando sus elementos constitutivos. Asimismo, es fundamental examinar el modelo pedagógico que sustenta el proceso de enseñanza-aprendizaje y que guía el desarrollo de estas competencias, así como revisar el concepto de pertinencia entre la formación, la vida y el sector productivo. Este último aspecto debería reflejar la convergencia entre los intereses de la sociedad y los del proceso formativo, garantizando una relación coherente y efectiva. Contar con un marco epistemológico para el proceso de enseñanza-aprendizaje, orientado al desarrollo de competencias (cognitivas, axiológicas, comunicativas, procedimentales y transversales), conferiría significado y propósito a la acción formativa de los estudiantes.

Sería ideal que tanto estudiantes como docentes, junto con las instancias directivas, reorientaran la formación integral hacia el enfoque de la pedagogía para la paz, particularmente en los procesos de formación para la ciudadanía y la convivencia armónica en sociedad. Además, es esencial aprovechar diversos espacios de la comunidad educativa—como eventos pedagógicos, proyectos de aula, tutorías, clases, y reuniones de consejos y comités institucionales—apoyados en un trabajo colaborativo con otras instancias académicas, como la orientación escolar, el bienestar estudiantil y los grupos de trabajo.

Para lograrlo, será necesario generar las condiciones para implementar una propuesta pedagógica sustentada en una pedagogía para la paz en cada institución, que fomente la formación para la vida, el trabajo y el desarrollo humano. Esto incluye la asignación de presupuesto, el apoyo y la asesoría de personal externo altamente calificado, así como la dedicación de espacios durante las semanas de planeación institucional para ejecutar algunas fases de la propuesta. A su vez, será crucial institucionalizar espacios permanentes de formación pedagógica y reuniones de colectivos docentes, con el fin de realizar un control, seguimiento y evaluación continuos de la experiencia misma.

5 thoughts on “Pedagogía para la paz

  1. Los felicito y les deseo mucho éxito en esta tarea tan importante para las comunidades. Barranquilla ha crecido mucho, la han embellecido, pero así también es necesario que sea embellecida por dentro en el hacer y sentir de una población que debe hacer prosperar su cultura, su sentido de lo humano

  2. Interesante disertación sobre la pedagogía para la paz, Dr. Ricardo, la relación entre la sociedad y el sector educativo es crucial para el abordaje de necesidades contextualizadas, estableciendo consensos basados en el respeto de las diferencias, pero siempre orientados hacia el bien común, no para satisfacer los intereses de sectores corruptos o malintencionados.

  3. Sería de suma importancia que las instituciones educativas incluyeran una Cátedra para la Paz, un aspecto tan debatido y que tiene a la sociedad sumida en un impasse del cual ha demostrado incapacidad para resolver, solo con un proceso educativo diseñado con la premisa de transformar la mentalidad de los educandos se pueden obtener resultados que beneficien las relaciones entre todos los miembros de la sociedad.

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