“El movimiento es la primera palabra del ser humano.”
Jean Le Boulch
En las últimas décadas, las ciencias positivistas han promovido una visión de la educación física centrada en el rendimiento, considerándolo como una opción válida que responde a la sociedad de consumo: ha mirado al ser humano en términos de rendimiento, cuantificando las capacidades del cuerpo humano al servicio de una lógica productiva alineada con la sociedad de consumo. Esta perspectiva, que reduce la motricidad a resultados medibles, ignora la riqueza subjetiva, cultural y vivencial del cuerpo. En respuesta a esta mirada reduccionista el presente ensayo propone una reflexión crítica desde las ciencias humanas, rescatando el valor del cuerpo como eje de desarrollo integral, expresión de identidad y medio de relación con el mundo.
En este sentido, desde algunos referentes epistemológicos claves se propone una lectura alternativa de la educación física, que reconozca el cuerpo como sujeto, no como objeto. En esta perspectiva, el cuerpo no solo se mueve: siente, aprende, se expresa y se transforma. Así, se abordan tres enfoques – pedagógicos, psicológicos y filosóficos – que permiten legitimar una educación física anclada en la motricidad consciente y en la praxis de una cultura física humanizante.
Desde la perspectiva pedagógica, en el escenario didáctico de la clase, el cuerpo afronta desafíos coherentes con su desarrollo evolutivo, especialmente cuando es estimulado desde una educación psicomotriz. Jean Leboulch, pionero de este enfoque, propone una pedagogía centrada en el “cuerpo pensante”, donde el movimiento es vehículo de conocimiento, conciencia corporal y estructuración del esquema corporal. A través del método psicocinético, destaca como el desarrollo motriz influye en la personalidad, la autoestima y la construcción del yo.
En su Praxiología Motriz, Pierre Parlebas amplía la comprensión del juego como sistema de comunicación. El juego en la educación física no es solo entretenimiento, sino una forma rica y compleja de interacción compleja. Señales visuales, auditivas y táctiles estructuran una semiótica del movimiento que potencia el aprendizaje social, emocional y cognitivo. En este sentido, el deporte escolar se convierte en un laboratorio de relaciones, significados y reglas compartidas, más allá del simple rendimiento deportivo.
Según Michael Bernard en su obra El cuerpo, profundiza la idea de que la experiencia corporal está moldeada por los entornos culturales y educativos. Actividades como la danza, el folclore y los juegos tradicionales permiten que el juego incorpore ritmos, valores y formas de ser propias de una comunidad. Una pedagogía del cuerpo no solo tiene que centrarse en las destrezas, sino también en la construcción de identidad y pertenencia.
Desde la perspectiva psicológica, el cuerpo no es solo vehículo de acción, sino también de percepción, emoción y desarrollo de la identidad. Albert Bandura, a través de su Teoría de la Autoeficacia, explica cómo el éxito en tareas motrices fortalece la confianza y la autoestima en niños y jóvenes. La práctica corporal repetida, acompañada de retroalimentación positiva, construye una imagen de sí mismo capaz y segura, clave para la motivación y la persistencia Bandura.
Terry Orlick en su obra, Entrenamiento mental: propone una serie de estrategias psicológicas aplicables al deporte escolar que fortalecen la atención, la confianza y la autorregulación. En un entorno de juego y competencia (rivales, compañeros, públicos, situaciones de juego), estas habilidades permiten enfrentar la presión, el error o la frustración con mayor resiliencia.
Por su parte, Daniel Goleman en su libro Inteligencia emocional, aunque no se enfoca en el deporte, reconoce la importancia de las emociones que se suscitan en el ámbito del deporte. En el juego competitivo (agon), las emociones afloran con intensidad: frustración, euforia, miedo u orgullo. Aprender a regular es parte fundamental del desarrollo integral que la educación física puede y debe promover.
Coherente con lo anterior, Antonio Dámaso, en su obra El error de Descartes resalta la conexión cuerpo, emoción y toma de decisiones. Desee esta perspectiva neurocientífica, el cuerpo es fuente de sabiduría emocional, de intuición y de memoria encarnada. En el contexto escolar, cada experiencia corporal deja huellas que moldean la autoimagen, autoestima y el sentido de identidad.
Jean Leboulch, pionero de este enfoque, propone una pedagogía centrada en el “cuerpo pensante”, donde el movimiento es vehículo de conocimiento, conciencia corporal y estructuración del esquema corporal. A través del método psicocinético, destaca como el desarrollo motriz influye en la personalidad, la autoestima y la construcción del yo.
Desde la perspectiva filosófica, especialmente la fenomenología, el cuerpo no es un objeto entre otros, sino el sujeto encarnado que habita el mundo. Maurice Merleau Ponty, en Fenomenología de la percepción, afirma que el cuerpo no es una cosa ni una herramienta: es nuestra forma de estar en el mundo, de conocerlo y de interactuar con los demás. La conciencia se encarna; el cuerpo percibe, actúa, memoriza, elige.
La conciencia se encarna en el cuerpo, razón por la que la experiencia en la clase de educación física se siente, vive y se ancla. El cuerpo se vive desde dentro. El cuerpo sabe y conoce, tiene memoria, se enriquece de las vivencias personales. Posee una intencionalidad propia que se entrena y se experimenta en tareas específicas, sabe que hacer: en el lanzamiento al cesto, realiza los ajustes pertinentes; en la recepción de una pelota después de un saque en Voleibol, el cuerpo entrenado recurre a equilibrios y posturas que sabe de memoria. Desde esta perspectiva, el deporte más que competición es una forma de expresar el propio ser en el mundo. Esto descarta cualquier crítica destructiva; por lo que se requiere comprensión de los maestros por la falta de oportunidades, experiencias, programas, escenarios que se padecen, y que Manfred Max Neef ha denominado a estas carencias patología social.
En su Antropología del cuerpo y modernidad, David Le Breton, hace referencia a los entornos culturales que moldean la experiencia corporal. El cuerpo arropado por la cultura se impregna de significados, sin embargo, estos cambian de acuerdo a la sociedad, época, género o grupo social. Cada cultura tiene su propio cuerpo, su manera de entenderlo y sentirlo, por lo tanto, no hay un solo cuerpo. En la actualidad, por ejemplo, el crecimiento desmedido de las ciudades, la deforestación de los bosques, el progreso irracional e incontrolable, tienen un impacto en la vida cotidiana y el uso del cuerpo y sus significados. Las posturas, los gestos, el vestido, la movilidad, las marcas corporales (piercings), la inseguridad, vienen a significar lo que somos, hacemos y lo qué nos depara el futuro. En el cuerpo se evidencian las normas de la cultura vivida; en él nos reconocemos e identificamos.
Nietzsche rompe con la dualidad cartesiana y le da relevancia al cuerpo como sabiduría viva, como protesta a ese mundo que privilegia la razón y la técnica. Su filosofía rompe los esquemas de una educación física mecanicista, enfocada en la medición y el rendimiento. Es partidario de una concepción de cuerpo vivido, deseoso y expresivo, vivencias estas que se experimentan dese la motricidad. En palabras de Nietzsche: “el cuerpo no solo sirve, también siente, desea, ríe, baila, goza, crea”, ello implica comenzar a escucharlo y dejar de dominarlo en un acto de domesticación.
En conclusión, más allá de la obsesión por el rendimiento, la educación física no puede renunciar a centrarse en la corporeidad consciente: el cuerpo que aprende, se expresa, relaciona y se construye en diálogo con el mundo. Las ciencias humanas participan en recuperar una visión integral del cuerpo como sujeto, y no como objeto de entrenamiento. Desde la pedagogía, la psicología y la filosofía, se fundamenta una práctica educativa que promueva no solo las habilidades y capacidades motrices, sino también valores, emociones, identidad y sentido.
El juego, el deporte educativo y la actividad física se constituyen en medios que contribuyen a formar seres humanos con autonomía, sensibles y críticos, y no solo atletas de rendimiento. La tarea del educador físico, entonces, es guiar procesos que estimulen el movimiento en todas sus manifestaciones, en la alegría de moverse, en la conciencia de un cuerpo propio, en la convivencia con otros y el cuidado de la corporeidad como territorio de sentido.
Hoy más que nunca urge, repensar una educación física de carácter humanista, donde el cuerpo no sea entrenado únicamente para rendir, sino acompañarlo para alcanzar una vida plena.

Este articulo me lleva a la cita mente sana cuerpo sano, los escenarios deportivos es el lugar en donde el cuerpo se hace mas alto y mas fuerte, el citius, altius, fortius. El escrito presenta una perspectiva bien sustentada con autores respetables y conocedores del tema.
Me has obligado a repasar la educación fisica en el bachillerato. Nada de la visión humanista que exploras en este texto. Corríamos y correr era la meta. Nada de la versión corporal que tenemos ahora. Aquello de mente y cuerpo era subvalorado. El cuerpo era piernas, brazos, pulmones y corazón. De cuántas cosas nos hubieramos librado si se hubiera aplicado la versión de hoy.