La vida cultural de Barranquilla: un legado olvidado

“La cultura es la que nos permite acceder a la complejidad y la riqueza de la experiencia humana”.

George Steiner, La muerte de la tragedia.

Barranquilla, capital del departamento del Atlántico, localizada al norte de Colombia y a orillas de la ribera izquierda del río Magdalena, es una ciudad que tiene desafíos y retos grandes en materia cultural y ciudadana.

Tradicionalmente, la celebración del carnaval a comienzos de cada año (habitualmente en febrero), es una festividad que se vive con intensidad y profundo fervor por los barranquilleros, extranjeros y curiosos durante cuatro días comprendidos entre la Batalla de Flores y la muerte de Joselito carnaval.

Hoy, esta festividad ha sido reconocida como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO (2003), organismo subsidiario de las Naciones Unidas, lo cual le ha dado un estatus de reconocimiento a nivel mundial. Durante las carnestolendas, el comercio tanto formal como informal mueve miles de millones de pesos en utilidades y ganancias, lo cual hace atractiva la ejecución de esta festividad propia del folclor popular, en términos financieros.

Sin embargo, parece curioso e inquietante que la vida cultural de Barranquilla, una urbe tropical que sobrepasa los dos millones de habitantes (si incluimos su Área Metropolitana), estuviese reducida sólo a las festividades carnestoléndicas. Es menester recordar que la cultura de un colectivo humano, como es el caso de esta ciudad costeña, tiene otras expresiones culturales ajenas al carnaval y que pueden contribuir a enriquecer la vida espiritual de los ciudadanos que comparten este espacio urbano en el norte de Colombia.

Por ejemplo, el más importante teatro, el Amira de la Rosa, tiene sus puertas cerradas al público desde hace años (al parecer desde 2016) y recuerdo en mi época de estudiante universitario cuando asistíamos al Concierto del mes, que era posible gracias al apoyo del ilustre maestro, Alberto Assa, experiencia que nos permitía disfrutar piezas de música clásica y del barroco, ballet clásico, entre otras expresiones culturales universales tan necesarias para la formación de una sensibilidad y de una estética propia de una ciudadanía culta que hace parte de una democracia local. En ese mismo recinto tuve la oportunidad también de escuchar conferencias sobre economía, historia, filosofía y literatura y de otros temas de interés cultural y abierto a todo público interesado, contribuyendo a una formación de una conciencia crítica, organizadas por el Banco de la República y la Universidad del Atlántico.  

En la primera mitad del siglo pasado un destacado músico de origen italiano, Pedro Biava, ofrecía gratuitamente y al público en general en espacios abiertos (¿Parque Suri Salcedo?) conciertos de música clásica para el deleite de los ciudadanos. Una experiencia que, lamentablemente, no ha tenido réplica en la actualidad.

Pero también tengamos en cuenta que aquí vivió un escritor de ascendencia catalana, Ramón Vinyes, amigo personal de G. García Márquez, inmortalizado por este con el apodo, el Sabio Catalán, editor de la más importante revista literaria de América Latina, Voces en la década de los años veinte del pasado siglo. Revista reeditada por iniciativa del escritor samario residente en Barranquilla, (fallecido lamentablemente en la pandemia) Ramón Illán Bacca, quien durante años se desempeñó como profesor de literatura y humanidades en la Universidad del Norte, autor entre otras obras de un interesante libro, Escribir en Barranquilla, publicado en 1998.

De igual manera, hacia los años cincuenta del siglo XX, se conformó el Grupo de Barranquilla, que contó con la presencia de escritores, intelectuales, artistas que hicieron un significativo aporte al ámbito de las letras y de la cultura: Gabriel García Márquez -como habitual articulista en el periódico El Heraldo; Álvaro Cepeda Samudio -quien fuera director del Diario del Caribe; Germán Vargas; Alfonso Fuenmayor; Alejandro Obregón, entre otras personalidades de esta época. Así de vibrante ha sido la vida cultural en su historia.

Seguimos siendo una ciudad donde la informalidad es una constante, donde los estaderos y lugares de comida chatarra son aquellos espacios habituales de socialización del barranquillero de hoy, pero no los espacios de la alta cultura (Quizás con algunas excepciones: La Cueva, Luneta 50 y Casa Moreau).

Pero cuando comparamos esas expresiones culturales locales de antaño con los tiempos actuales, no deja de ser algo triste y perturbador. El alcalde parece estar interesado en construir malecones, o restaurantes en Puerto Mocho (una playa de aguas contaminadas) pero su gestión sigue siendo muy pobre en materia de políticas culturales. En Barranquilla no existen numerosos museos que puedan poner en contacto a sus habitantes con los valores universales de la cultura y del patrimonio. Seguimos siendo una ciudad donde la informalidad es una constante, donde los estaderos y lugares de comida chatarra son aquellos espacios habituales de socialización del barranquillero de hoy, pero no los espacios de la alta cultura (Quizás con algunas excepciones: La Cueva, Luneta 50 y Casa Moreau).

Ni qué decir de las bibliotecas públicas, que son verdaderos oasis que fomentan el hábito lector y el acceso al libro es otro aspecto gravemente descuidado por los dirigentes locales. Desde marzo de 1988, cuando se inició la primera elección popular de alcaldes, no tengo conocimiento que algún gobernante local elegido por voluntad popular haya tenido interés de construir una red de bibliotecas públicas donde la población pueda contar con espacios de crecimiento personal y de formación como ciudadanos.

Sobre este hecho vale la pena recordar, por su importancia histórica, las palabras que dijo en 1976 Karl C. Parrish Jr, uno de los fundadores de la Universidad del Norte: “A Barranquilla le hace falta muchos de los elementos necesarios para que pueda ser una ciudad más culta y más amable. ¿Qué se han hecho la orquesta sinfónica y el grupo de ópera que funcionaba hace años? ¿Y los grupos teatrales? ¿Qué se va a hacer con el Teatro Municipal, si es que algún día logramos terminarlo? A Barranquilla le hace falta una biblioteca (pública) de primera con sucursales en todos los barrios. No existe pueblito de 5.00 habitantes en los E.E. U. U. que no tenga su buena biblioteca. Muchas fundadas con donaciones del sector privado”. (Karl Parrish Jr. Problemas de más alta prioridad por solucionar en Colombia y Barranquilla. En: Revista Huellas, Universidad del Norte, 2012. Página 56).

De igual manera, vale la pena mencionar en esta ocasión a otras prominentes personalidades destacadas comprometidas tanto con la cultura, las ideas, la intelectualidad, la ciencia, la academia, la educación, para recordarles -sobre todo a las jóvenes generaciones de barranquilleros- que no sólo el carnaval o el equipo Junior es lo más importante en la vida cultural de la ciudad: señalo a dos notables científicos del siglo pasado, Armando Dugand Gnecco (pariente del banquero francés, Víctor Dugand) , destacado botánico y naturalista estudioso de la flora y fauna. Escribió artículos científicos, algunos en idioma latín que se encuentran en el repositorio de la Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.

En esta misma perspectiva, destacamos al profesor Francisco Álvarez Iguarán, escritor de temas científicos en particular sobre ecología e hidrología. Fue articulista en una de las secciones del diario El Tiempo. La obra de estos autores es clave para entender la crisis ecológica en la actualidad

En educación, se destaca Alberto Assa Anavi (nacido a orillas del Bósforo), gran maestro, escritor, políglota y fundador de numerosas instituciones educativas como el Instituto Experimental José Celestino Mutis o el Instituto de Lenguas Modernas. Su aporte en la formación de maestros es invaluable.

En las ciencias sociales y jurídicas, Luis Eduardo Nieto Arteta, autor de dos importantes libros sobre la historia del país e influido por el pensamiento de Karl Marx: El café en la sociedad colombiana (1956) y Economía y cultura en la historia de Colombia (1941).

De las mujeres destacadas en el ámbito de las letras sólo mencionaré a dos: Meira del Mar, cuya elegante y sublime obra –Poesía y prosa- también fue publicada por Ediciones Uninorte en 2003. Tuve la oportunidad de conocerla y escucharla declamar algunos de sus bellos poemas en un recinto universitario, comunicando al público intensas pasiones vitales. Asombrosa su memoria y fuerza espiritual para recitar piezas de su creación literaria. Y en esta misma dirección, destaco a Marvel Moreno, autora de una interesante novela, En diciembre llegaban las brisas (Alfaguara, 2022), cuya obra literaria empieza a ser valorada  y reconocida a nivel universal.  

Como vemos Barranquilla en su historia ha dado significativos ejemplos de personas comprometidas con la alta cultura, circunstancia que hoy no se ve en su bulliciosa cotidianidad. ¿En qué momento se debilitó y se fue perdiendo en gran medida ese ímpetu, esa fuerza espiritual que alcanza a expresar en diferentes lenguajes la vida cultural de esta ciudad? No es fácil responder a ese interrogante, pero lo cierto es que la ciudadanía barranquillera está en mora de exigir a sus gobernantes de turno y a las autoridades que toman decisiones en el ámbito de lo público un mayor compromiso para fomentar la cultura en todas sus manifestaciones porque esa es la mejor manera de contribuir a formar una ciudadanía impregnada de valores estéticos universales y a una convivencia civilizada y decente entre sus moradores.


Por: Alexánder Vega Lugo.

2 thoughts on “La vida cultural de Barranquilla: un legado olvidado

  1. Un tema de actualidad, que muestra como lo cultural se ha reducido al carnaval, estamos lejos de generar una ciudad con un ambiente y rica vida cultural, en contraste tenemos las ocurrencias del gobernante de turno.

  2. Interesante tu artículo como una reflexión crítica de la ciudad en materia cultural. Totalmente de acuerdo, nuestra ciudad se identifica y se vive desde el carnaval y el junior de Barranquilla. Sin embargo, la ilustración que haces de las actividades culturales, extraviadas en el tiempo y, por qué no, caídas en el olvido, son productos de esfuerzos individuales. Si Joan Carles Melich interpretara nuestra realidad seguro, seguro estaríamos de acuerdo con él, parafraseándolo: Barranquilla es una ciudad, donde el ser humano es un animal que no acaba de encontrar su lugar en la vida, donde los sucesos no le alteran la vida a la gente, estableciéndose una especie de status quo. El ejercicio político de la cultura trasciende y deja huellas profunda en la cotidianidad de la gente, y eso lo constituyen los acontecimientos, que nos marcan y ya no volveremos a ser como antes. Nacemos al mundo gramatical establecido con los simbolismos de la cultura, incluyendo a la moral, pero no la vida, porque para vivir la vida se requiere una capacidad de lucha que posibilite enfrentar la gramática heredada del mundo. Tal rebeldía no existe, y así vamos convertidos en masa que no piensa ni discierne, porque las individualidades se mimetizan en el anonimato.

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