La Teoría del Universo Simulado comenzó a tomar relevancia en 2003 con la publicación del artículo de Nick Bostrom titulado ¿Vive usted en una simulación por computadora? Bostrom, filósofo sueco y profesor en la Universidad de Oxford, ha trabajado como consultor en diversos centros de investigación, como el Instituto de Investigación de la Inteligencia de las Máquinas, el Instituto para el Futuro de la Vida, el Instituto de Preguntas Fundacionales en física y cosmología, y el Centro para el Estudio del Riesgo Existencial de Cambridge.
En su artículo, Bostrom plantea que existen razones empíricas interesantes para creer que una proposición disyuntiva sobre la realidad podría ser cierta. Una de estas opciones sostiene que el universo en el que vivimos, con sus galaxias, planetas y formas de vida, es una simulación por computadora meticulosamente diseñada. En este escenario, las leyes físicas que rigen nuestra existencia serían simplemente algoritmos, y nuestras experiencias, el producto de los procesos computacionales de un sistema altamente avanzado.
En la antigüedad, los griegos solían referirse a un Dios como la primera causa del Universo en ciertos círculos iniciáticos. Haciendo una analogía con esta teoría, podría afirmarse que Dios, junto con su corte celestial, sería quien pone en marcha ese gran “computador” que rige la realidad. Los primeros registros sobre la idea de que la realidad es una ilusión provienen precisamente de la antigua Grecia. Allí, filósofos como Platón (427 a. C.) plantearon la pregunta: ¿Cuál es la naturaleza de nuestra realidad? Este cuestionamiento dio origen al idealismo. Los pensadores idealistas, como Platón, consideraban la mente y el espíritu como la verdadera y permanente realidad, mientras que la materia era vista como una simple manifestación o ilusión. De manera similar, algunas escuelas iniciáticas orientales sostenían que estábamos en la mente del creador, quien siempre estaba en proceso de creación. En este contexto, la idea de que el creador gestiona un vasto “computador” podría encajar perfectamente con esta visión filosófica.
Las bases teóricas de la teoría del universo simulado revelan una extensa tradición científica y filosófica en torno a la idea de que la realidad podría ser una ilusión. Esta hipótesis escéptica, que se remonta al pensamiento occidental de figuras como Parménides, Zenón de Elea y Platón, también se encuentra en las tradiciones orientales, como el concepto de Maya en el Advaita Vedanta. A su vez, anticipa el dualismo mente-cuerpo de Descartes.
Además, está estrechamente vinculada al fenomenalismo, corriente que fue brevemente adoptada por Bertrand Russell. En un sentido más moderno, la hipótesis de la simulación ha cobrado relevancia en la ciencia ficción y, en tiempos recientes, en el ámbito de la futurología, especialmente a través del trabajo de Nick Bostrom en el transhumanismo. Hoy en día, la simulación del universo es un tema de debate académico serio, que involucra diversas disciplinas como la inteligencia artificial, los videojuegos, la informática, las matemáticas, la física, la energía, la ciencia ficción y los experimentos científicos, incluyendo su representación en el cine, como se ve en películas como The Matrix.
El idealismo ha experimentado una renovación en la actualidad, convirtiéndose en una nueva corriente filosófica que postula que tanto el mundo material como la conciencia son parte de una realidad simulada. Este enfoque representa una extensión moderna del idealismo tradicional, impulsada por los avances tecnológicos recientes en informática y tecnologías digitales.
En esencia, se sostiene que la verdadera naturaleza de la realidad trasciende lo físico, una noción que recuerda las ideas de Tomás de Aquino, quien, a través de sus “Cinco Vías” para demostrar la existencia de Dios, afirmaba que la divinidad se refleja en la naturaleza. Hoy en día, este pensamiento ha evolucionado en una filosofía que sostiene que tanto el mundo tangible como la conciencia comparten una realidad simulada, constituyendo una versión contemporánea del idealismo clásico.
Dentro de la comunidad científica, el concepto de un universo simulado ha generado tanto fascinación como escepticismo. Algunos científicos sugieren que, si nuestra realidad fuera una simulación, podrían existir fallas o patrones en el tejido del universo que revelen su naturaleza artificial. Sin embargo, la búsqueda de tales anomalías sigue siendo un desafío complejo, dado que nuestra comprensión de las leyes físicas aún no ha avanzado lo suficiente para detectar estos posibles indicios.
Dentro de la comunidad científica, el concepto de un universo simulado ha generado tanto fascinación como escepticismo. Algunos científicos sugieren que, si nuestra realidad fuera una simulación, podrían existir fallas o patrones en el tejido del universo que revelen su naturaleza artificial.
En última instancia, aún carecemos de un marco definitivo que nos permita distinguir con certeza entre lo que es una realidad simulada y lo que no lo es. Esta misma distinción se encuentra presente en tradiciones esotéricas como la masonería y el rosacrucismo, que utilizan el término “Gran Arquitecto” como una alegoría del principio creador, el cual guía al ser humano de la oscuridad a la luz, de la ignorancia al conocimiento, permitiendo, a través del razonamiento, llegar a la Veritas—la capacidad de ver la realidad tal como es.
Podríamos estar frente a una nueva ley de la física, que sugiere que nuestra realidad física es una construcción simulada, en lugar de un mundo que existe de manera independiente de quien lo observe. Pero, ¿cómo se podría probar científicamente esto? Nick Bostrom cree que sería posible demostrarlo utilizando la teoría de la información. Esta teoría estudia de manera matemática cómo se mide, almacena y comunica la información, y fue desarrollada originalmente por el matemático Claude Shannon. Con el tiempo, la teoría de la información se ha vuelto más importante en la física y se aplica en una variedad creciente de áreas de investigación.
El uso de la teoría de la información ha llevado a proponer una nueva ley de la física, llamada la segunda ley de la infodinámica. Lo más relevante de esta ley es que parece apoyar la idea del universo simulado. En el centro de esta ley está el concepto de entropía, que mide el desorden dentro de un sistema y siempre tiende a aumentar con el tiempo. Un ejemplo sencillo es el de una taza de café caliente: si la dejas sobre la mesa, con el tiempo se enfriará hasta alcanzar la temperatura del ambiente. En ese momento, el sistema ha alcanzado su equilibrio, y la entropía está en su punto máximo, con la energía mínima.
La segunda ley de la infodinámica sostiene que la entropía de la información —es decir, la cantidad promedio de información que se transmite por un evento— debe mantenerse constante o disminuir con el tiempo, hasta alcanzar un valor mínimo en el equilibrio. Esta idea se relaciona con la teoría del universo simulado, ya que sugiere que la información en un sistema sigue un patrón determinado, que podría reflejar cómo funciona una simulación.
En este sentido, el hecho de que la información se mantenga constante y regulada sería lo que permitiría el trabajo de una divinidad o principio creador, garantizando así el correcto funcionamiento de un universo simulado. Esta idea encuentra respaldo en la segunda ley de la infodinámica, que establece que la entropía, como medida del desorden, es el mecanismo fundamental que asegura el orden dentro de un sistema. En un universo simulado, la entropía podría actuar como una fuerza reguladora, controlando el flujo de información y asegurando que el sistema permanezca estable y coherente a lo largo del tiempo.
La entropía, al ser una medida de la cantidad de desorden o incertidumbre en un sistema, no solo se relaciona con el calor o la energía, sino también con la cantidad de información que se maneja. En un universo simulado, este principio podría ser clave para el mantenimiento de la simulación, actuando como un control automático que regula cómo se distribuye la información a través de los eventos y las interacciones en el cosmos. De este modo, la divinidad o el “Gran Arquitecto” podría ser visto como el origen y la fuerza que da orden a este flujo de información, asegurando que, incluso en un universo simulado, exista un equilibrio perfecto entre el orden y el caos, entre la estabilidad y el cambio.
La idea del universo simulado ha ganado relevancia en la filosofía y la ciencia debido a los avances tecnológicos y las reflexiones sobre la naturaleza de la realidad. La pertinencia de esta hipótesis radica en su capacidad para cuestionar la naturaleza misma de la existencia y la conciencia humana. Si consideramos que nuestra realidad podría ser una simulación, surge una reflexión profunda sobre el papel del observador, la percepción y la relación entre la mente y el mundo físico. En un sentido más amplio, este concepto desafía las nociones tradicionales de la física, la biología y la metafísica, abriendo nuevas vías para entender el origen del universo, la evolución de la conciencia y el propósito de la vida. La idea de que podríamos estar viviendo en una simulación ha sido explorada por pensadores como Nick Bostrom, quien ha propuesto que, dadas las capacidades tecnológicas futuras, es plausible que civilizaciones avanzadas creen simulaciones de universos, y que incluso nuestra propia realidad podría ser una de estas simulaciones.
Además, la teoría del universo simulado también tiene implicaciones significativas en el campo de la inteligencia artificial y las ciencias computacionales. A medida que la tecnología avanza, los algoritmos de simulación y los sistemas virtuales se vuelven cada vez más complejos y realistas, lo que genera una reflexión sobre las fronteras entre lo real y lo virtual. La creación de simulaciones inmersivas, como las que se exploran en videojuegos y mundos virtuales, podría ser solo el primer paso hacia la creación de realidades totalmente simuladas. En este contexto, la pertinencia del universo simulado se extiende a las cuestiones éticas, filosóficas y científicas sobre la inteligencia artificial, la autonomía de las simulaciones y el destino de los seres conscientes dentro de ellas. Este debate no solo plantea preguntas sobre la estructura del cosmos, sino que también plantea cuestiones fundamentales sobre la naturaleza de la realidad, el conocimiento y la percepción de lo que nos rodea.
