La poesía en “retratos de jazz” de Haruki Murakami y Makoto Wada

Comencé a leer a Haruki MURAKAMI, la tarde aquella en que la internista amiga, luego de examinar un reciente electrocardiograma recomendó, por escrito, que debía “hacer más lenta mi vida”, dedicada entonces a afrontar una agitada vida administrativa y estudiantil en la Universidad del Atlántico, donde laboraba como directivo. Esa tarde decidí leer libros de 500 páginas. Escogí literatura oriental. 

De Murakami había visto la versión cinematográfica de Tokio Blue. Nada había leído de él. Así que al descubrirme paciente cardíaco, recetado por la amistad y el amor filial, también descubrí a escritores orientales contemporáneos, ya que lo único que hasta entonces había leído, o estudiado, eran las tesis filosóficas de Mao Tse Tun, el Gran Timonel, que me enviaban, vía correo, desde Pekin. Tuve colección del libro rojo.

En mi biblioteca submarina en Puerto Alegre conservo de Murakami “De qué hablo cuando hablo de correr“(Tusquets), los otros libros leídos los botaron en decisión inconsulta, o sea “regalados” a un recolector de basura. Pero desde que supe de la publicación de “Retratos de jazz” (Tusquets), decidí buscarlo. El libro es fruto a cuatro manos y un solo amor: al jazz.  Contiene 55 retratos de músicos elaborados por Makoto Wada, con el respectivo relato poético de Murakami.

En este punto, me percato que he escrito “relato poético”. Y decido cambiar el título de la columna. La poesía en “retratos de jazz“. Este titular es más consistente. Coherente. Con mi lectura, pausada y de amaneceres, de los textos de Murakami. Coherente con lo que he sentido al leer. Sentí que leí poesía, amén de historias de músicos de jazz. Y paso a demostrarlo. La poesía es palabra… iluminada, al instante.

                  Benny Goodman                                                                Charlie Parker

-“Lo suyo no era arte, era magia”.

-“…como un amor que parece eterno y se queda en pasajero”.

Una muestra de frases poéticas, en retratos de jazz, son estas (usted juzgará, amable lector):

-“Lo suyo no era arte, era magia”.

-“…como un amor que parece eterno y se queda en pasajero”.

-“Me gusta escuchar este disco en plena noche, solo, con una copa de vino en la mano, y dejarme mecer por su música e inundar por la alegría”.

-“Siempre que me encuentro ante una pieza musical sublime, sea esta del tipo que sea, surge en mí, desde algún lugar que desconozco, un profundo sentimiento de empata y fraternidad”.

-“Es un ritmo brillante cual luna blanca en cuarto creciente”.

-“Escuchar esta canción hace que queramos volver a enamorarnos”.

-“y por supuesto trataba el vinilo con sumo cuidado, con tanto primor como trataba a mi novia. Lo tomaba en mis manos, lo olía y lo miraba centímetro a centímetro”.

-“Esgrime con urgencia su saxo como si de una espada se tratara y, al mismo tiempo, dibuja los contornos de un paisaje celestial”.

Mientras disfrutada de la lectura de “los poemas” en prosa de Murakami sobre cada uno de “Los retratos” de músicos de Jazz de Makoto, recordé el inicio de mi afición por el Jazz. Fue al leer, en el Bachillerato, el cuento del grande de Julio Cortázar, “el perseguidor”, uno del libro “Las armas secretas“, donde evoca la figura y el saxo de, otro grande, Charlie Parker, uno de los músicos, poetizado, por el escritor japonés.

Murakami, además de atleta, corredor de la media maratón, como lo confiesa y describe en el libro “de que hablo cuando hablo de correr”, fue barista. Mucho antes de dedicarse, por completo, a la literatura atendió y mantuvo un bar de jazz en su tierra natal. De la cotidianidad allí vivida, en especial su encanto por el Jazz americano, hay evidencias bien ilustrativas en cuentos y novelas suyas.

         Dizzy Gillespie                                                                            Louis Amstrong

Un detalle ajeno a la expresión musical de cada uno de los retratados, con los colores de Wada y las líneas de Murakami, que no deseo olvidar, es la adicción a las drogas y al whisky de la mayoría de jazzistas reconocidos en el libro, que es un álbum para los amantes del Blues, Be Bop, Funky Jazz, Swing, Free Jazz, Hard Bop, Funk y otras expresiones melódicas. Así mismo, del Latin Jazz en sus orígenes en el Norte de América.

Al concluir la reposada lectura de “Retratos de jazz” y tener clara la concepción de la reseña, leí que barranquijazz, el Festival que en las últimas tres décadas la ciudad ha realizado, exitosamente, no va en el presente año. Una mala noticia para los cultos amantes de ese género musical. Dificultades del “billetico: lo impiden. Aspiremos que los sonidos de libertad regresen pronto. Y así amar las noches de jazz bajo la luna barranquillera.

La próxima: Un crimen bajo el “fuego del amor

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