La perseverancia, camino a la excelencia

Teobaldo Coronado

Nunca, nunca te rindas. Winston Churchill

¿Seguimos? …… ¿Paramos?

¿Seguimos? …… ¿Paramos?

Es bullanguero dilema que proponen, a incansables bailadores, los cantantes de la orquesta que amenizan la rumba. “Seguimos” gritan todos en coro, eufóricos, henchidos de entusiasmo.

Así mismo, en la actividad en general, debemos percibir el sentido de la perseverancia. Consigna por seguir es continuar más allá de lo posible, no claudicar ante los embates de la adversidad o el infortunio. No parar.

La palabra perseverancia, según la Real Academia de la Lengua viene del latín. Perseverantĭa y significa 1. Acción y efecto de perseverar; 2. Constancia en la virtud y en mantener la gracia hasta la muerte.

Por supuesto que, en ocasiones, vacilamos para tomar decisiones, la incertidumbre muchas veces nos angustia, dificultades pueden atajar el interés por seguir adelante, superar contingencias que trae consigo cualquier iniciativa. Es indispensable, la perseverancia, para dar los pasos de mayor trascendencia en la vida. Iniciar un proyecto arranca con la inseguridad de culminarlo con éxito o fracasar en él. Los novios no tienen asegurada la dicha por el solo hecho de casarse y por eso no rehúyen la marcha hacia el altar. 

A lo largo de la existencia hay que estar tomando determinaciones respecto a nuestros más caros intereses. Si a esto añadimos el insoslayable compromiso con los demás, la responsabilidad de servir a una causa en favor del bien común hace perentoria la necesidad de la virtud de la perseverancia.

Cualquier actividad humana está sometida a permanentes riesgos sobre la integridad personal y competencia profesional, a la disyuntiva de lo que puede suceder en contra de nuestros propósitos. A la imperiosa necesidad de tomar decisiones con el firme criterio de decir que si en algunos casos y, en otros, con la firme resolución de pronunciar un no.

Perseverar es cuestión de coherencia, empeño y firmeza, de mantener la palabra dada, de conservar esa palabra en los momentos cruciales. Es fácil ser coherente por un día, por una temporada, a la hora del entusiasmo y la exaltación cuando todo sale bien; difícil es mantener la coherencia, el buen ánimo, todo el tiempo, en especial, en las ocasiones confusas de la tribulación. 

El sentimiento solidario con las personas que tanto esperan de nosotros, que necesitan nuestra ayuda, comunica la fuerza moral, el temple, que mueve a no claudicar ante la adversidad.  No podemos defraudarlas. La familia cree en nosotros, la sociedad nos necesita, la nación se construye con nuestro esfuerzo ciudadano.

La Perseverancia es cualidad propia de individuos que tienen firme convicción en todo lo que emprenden. Es sinónimo de entereza, persistencia, tenacidad y trabajo.

Sin embargo, en cumplimiento de los requisitos que señala la ley y del mismo devenir de la vida, llega el momento del retiro forzoso de la actividad laboral. Toca parar y “paramos”.

Perseverar es cuestión de coherencia, empeño y firmeza, de mantener la palabra dada, de conservar esa palabra en los momentos cruciales. Es fácil ser coherente por un día, por una temporada, a la hora del entusiasmo y la exaltación cuando todo sale bien; difícil es mantener la coherencia, el buen ánimo, todo el tiempo, en especial, en las ocasiones confusas de la tribulación.

Socialmente, cuando nos pensionamos alcanzamos el jubileo, la jubilación. Con la jubilación, en su exacto alcance semántico llegamos a la edad de la alegría. Toca continuar avante por el camino que el destino nos señale y “seguimos” con la conciencia, gracias a Dios, tranquila y en paz, gozando de la justa recompensa ganada con nuestro esfuerzo, con nuestro trabajo. Plenos de alegría por haber sabido perseverar y con ganas, aun, de seguir siendo útil.

La correndilla en que andamos, el vértigo que nos acosa, la impaciencia y el afán, no saber esperar, hacen embarazoso el ejercicio de la perseverancia en el mundo de hoy. Cuando la inmediatez es la norma, la improvisación es el estilo, obtener resultados a como dé lugar y pronto es el fin, aun con medios inescrupulosos, non sanctos. Las apariencias nos engañan.

Paciencia, constancia, prudencia, esperanza, fe son valores que alimentan a los espíritus perseverantes que, desafortunadamente, tienen pobre acogida en mentes ligeras que funcionan como si todo fuera provisional, instrumental, desechable; seguidores fieles de la moda, la frivolidad y el consumo.   Califican, sarcásticos, de testarudos a quienes se comportan en forma contraria a sus facilistas intenciones.  Por eso advertimos, cómo cada vez, es menos posible la honestidad ciudadana, convivencia familiar, sinceridad en la amistad, probidad en el trabajo, reciedumbre en los buenos propósitos.

Es dable apreciar en la actividad profesional una saturación de fracasados semicultos, talentosos frustrados, perdedores inteligentes, “analfabetos funcionales”. Personas con desmedido ingenio y sagacidad para hacer lo que no deben. Se han trazado metas incorrectas, escabrosas y actuado en consecuencia. Sin perseverar en el saludable ideal de conquistar la excelencia a través de la imprescindible práctica de las virtudes. La excelencia va de la mano con la felicidad, algunos filósofos la confunden con ella.

EXCELENCIA

¿Qué es la excelencia? Opino que un individuo excelente es aquel que alcanza las más altas valoraciones tanto en su conducta personal como en la actividad profesional. La excelencia es una manera de ser, de hacer y de pensar las cosas bien, con un mínimo de errores, con actitud y voluntad de servir. De ser bueno en forma continua y permanente a través del tiempo, todo el tiempo. Hay que llegar a ella, no es algo congénito, ni se improvisa, no baja del cielo. Amerita dispendioso proceso que arranca desde la niñez pasando por las distintas etapas de la vida con la puesta en práctica de virtudes, valores, destrezas y conocimientos para las variadas incidencias que toca enfrentar a lo largo de la existencia. Para Aristóteles la excelencia es una virtud del carácter que denomina areté, que induce a la perfección de uno mismo. Según el hombre del Liceo “la virtud es la disposición que resulta de los mejores movimientos del alma y es a la vez la fuente de las mejores acciones y pasiones de esta… Es ese modo de ser que nos hace capaces de realizar los mejores actos y que nos dispone lo mejor posible a un mejor bien u obrar, que está acorde con la recta razón”.

 Alcanzada la excelencia, es decir, la cúspide de su desarrollo, el individuo no puede fallar. Si esto llega a suceder pierde la condición de excelente y se le puede seguir considerando bueno, en un escalón inferior, si conserva los méritos que lo colocaron durante cierto tiempo en la jerarquía de la excelencia.

La excelencia además de habilidades técnicas y el conocimiento, de una sabiduría teórico – práctica en términos aristotélicos, tiene como soporte esencial el carácter personal, el virtuosismo moral de una vida ética que de manera singular descuella en el sujeto por la elevada autoestima alcanzada.

La perfección no existe, no es alcanzable, dada la fragilidad humana, pero, la excelencia, la mejora continua para llegar a ella, está a nuestro alcance si seguimos el luminoso camino de la perseverancia.

El culto a la perseverancia corresponde a un imperativo de los tiempos difíciles que enfrentamos, habilidad impostergable de los jóvenes que aspiren a ser pulcros ganadores en la vida. Para que cuando toque la hora grata de los honores o la obligada del jubiloso retiro se hagan dignos merecedores a la presea dorada de los que sí han perseverado, mantenido su gracia, la mística de los triunfadores.

“No es la fuerza, sino la perseverancia de los altos sentimientos, la que hace a los hombres superiores”. Nos advierte el sajón Friedrich Nietzsche.


 Diccionario de la Real Academia, Espasa Calpe, Madrid, S.A. 23º edición. 2005.

 https://es.wikipedia.org/wiki/Analfabetismo_funcional

   Ética Eudemia1222a8).

    Nietzsche F, Humano Demasiado Humano, Edaf, Madrid, 1996, p. 278

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