“La educación puede ser un factor de cohesión si procura tener en cuenta la diversidad de los individuos y de los grupos humanos y al mismo tiempo evita ser a su vez un factor de exclusión social”.
Jacques Delors.
La educación encierra un tesoro (1996).
Madrid: Santillana, Ediciones UNESCO.
Una larga experiencia como educador en una escuela oficial del municipio de Soledad de Colombia, departamento del Atlántico, me ha permitido conocer de primera mano las dinámicas institucionales de escuelas y colegios públicos en esta parte del país.
El panorama general es bastante desalentador, tanto en la dimensión académica (repitencia escolar, bajísimos desempeños académicos) como en la convivencial (situaciones constantes de acoso e intolerancia entre iguales), constituyen desafíos grandes tanto para las comunidades y autoridades educativas.
De las 32 instituciones oficiales que existen en este municipio, pocas en verdad están contribuyendo a formar lectores y escritores competentes. La mejor evidencia que confirma lo anterior es el bajísimo resultado de la gran mayoría de estudiantes de grado 11°, cuando se enfrentan a la Prueba SABER, instrumento aplicado por el ICFES que evalúa cinco ámbitos de interés académico: Matemáticas y razonamiento cuantitativo; Ciencias Sociales y Competencias ciudadanas; Ciencias Naturales (química, física y biología); Lectura crítica e idioma inglés.
La escuela donde trabajo lleva 8 años consecutivos en el nivel más bajo en materia de resultados en la escala establecida por el ICFES (nivel D), lo cual pone de manifiesto que se hace necesario repensar acerca de todas aquellas variables que inciden directa e indirectamente en los procesos de formación de sus estudiantes. Por consiguiente, se requiere fortalecer los procesos de enseñanza aprendizaje; dotación de un mínimo de recursos didácticos (que son muy escasos); rediseño de un conjunto de estrategias pedagógicas que estimulen el interés y la curiosidad por las ciencias, las humanidades, el arte y la literatura, saberes indispensables para la comprensión crítica de un mundo complejo, cambiante, dominado por la revolución digital y tecnológica. Pero, sobre todo, hacen falta muchos libros, libros y más libros para los niños y jóvenes.
La mayoría de las escuelas en esta parte del país cuentan con sedes bastante obsoletas, donde el desgreño y el abandono estatal se hace evidente. La planta física no es atractiva a simple vista y contrasta con el agradable diseño de las fachadas e interiores de las escuelas y colegios de élite, lo cual revela las profundas diferencias socioeconómicas del país. He visto escuelas que se encuentran localizadas en barrios de alto riesgo donde hay presencia de pandillas y donde hay “fronteras invisibles”, donde el microtráfico y la ilegalidad están al orden del día. Muchos jóvenes y familias enteras son víctimas de esta compleja realidad que parece desbordar la capacidad del estado en materia de atención y de políticas públicas hacia las comunidades más vulnerables: ¿Qué futuro de esperanza podemos ofrecer a los niños y jóvenes de los sectores populares en materia educativa? Indudablemente, una formación integral de alto nivel, exigente, metódica y rigurosa orientada a la satisfacción de las necesidades de la vida espiritual de este grupo de jóvenes que, en pocos años, serán los futuros ciudadanos llamados a ser agentes de cambio y de transformaciones profundas que necesita nuestra sociedad.
No siempre la planta física cuenta con un diseño adecuado para el desarrollo de los procesos de enseñanza y aprendizaje. En muchos casos, los salones, son calurosos y precariamente iluminados; ambientes disfuncionales donde el ruido impide los necesarios momentos de silencio comunitario para el fomento de significativas experiencias lectoras. Lamentablemente, en la mayoría de las clases, las fotocopias parecen haber reemplazado el acceso al libro impreso, tesoro indispensable de todo saber riguroso y sistemático, escrito para la difusión del conocimiento y estímulo constante del acto de pensar. Son pocas las escuelas que cuentan con una organizada biblioteca (ideal si estas fuesen administradas por bibliotecólogos profesionales, quienes son los grandes aliados en esta aventura del saber, como también en la animación hacia la lectura). Nada de lo anterior se observa en las escuelas oficiales contribuyendo poco a la necesaria formación de lectores, condición necesaria en una democracia como forma de gobierno.
De igual manera, no siempre se cuentan con espacios para las diferentes expresiones culturales y en este sentido, es muy difícil formar a niños y jóvenes con valores cívicos y universales. A ellos no se les permite el acceso temprano a las grandes manifestaciones del arte como la literatura, la danza, el teatro, la pintura, entre otros, porque son expresiones del espíritu humano orientadas a desarrollar la sensibilidad, la empatía, la tolerancia, atributos necesarios ante un mundo que se nos revela, al decir de Ernesto Sábato (escritor argentino), como “duro y enigmático”.
Nuestros niños y jóvenes padecen en carne propia las miserias del mundo de los adultos. Se les nota ansiosos, faltos de atención, impacientes, irritables, poco tolerantes a situaciones frustrantes, faltos de empatía, aburrimiento profundo, indiferencia, pésimos modales y de buenas maneras. Algunos de ellos han descuidado hasta su presentación personal. Lo anterior, no debe ser entendido como un absoluto.
Nuestros niños y jóvenes padecen en carne propia las miserias del mundo de los adultos. Se les nota ansiosos, faltos de atención, impacientes, irritables, poco tolerantes a situaciones frustrantes, faltos de empatía, aburrimiento profundo, indiferencia, pésimos modales y de buenas maneras. Algunos de ellos han descuidado hasta su presentación personal. Lo anterior, no debe ser entendido como un absoluto. Por el contrario, hay estudiantes esmerados, esforzados, con grandes valores que les ha permitido salir adelante en sus proyectos de vida y hoy son un ejemplo valioso ante la sociedad.
Recuerdo en este sentido a la distinguida señorita, Laura Tapias, egresada de nuestra escuela cuando estaba en vigor el programa gubernamental, Ser Pilo Paga. Por su disciplina e inteligencia logró alcanzar un elevado resultado ante la Prueba Saber siendo beneficiaria de este programa. Aprendió idioma inglés y escogió estudiar literatura en la Universidad de Los Andes en la capital del país. Posteriormente, hizo una maestría en ese campo del saber. Actualmente es catedrática en esa prestigiosa institución de educación superior siendo ejemplo de superación personal y orgullo para su familia y sociedad. Un testimonio como el anterior, muestra la importancia de garantizar a los niños y jóvenes igualdad de oportunidades, un valor democrático que no siempre se ofrece sobre todo a quienes han nacido en condiciones de pobreza o vulnerabilidad.
Pero es evidente que la crisis de la escuela y de la educación es también una crisis de la familia y de la sociedad en general. Nunca como antes, la disfuncionalidad de la familia ha alcanzado niveles preocupantes y perturbadores. Esto explica, en gran medida, el hecho de que muchos jóvenes y niños han crecido en hogares donde la figura paterna está ausente con las inevitables consecuencias en la dimensión emocional y afectiva en los estudiantes.
Lamentablemente, muchos padres de familia no siempre asumen con la responsabilidad indicada su rol paternal en la formación integral de sus hijos y se tornan hostiles a la labor que ejecutan los maestros. Algunos se tornan permisivos y poco exigentes, mostrando una actitud negativa en cuanto al ejercicio del principio de autoridad ante su prole. Pocos son lectores y en muchos hogares no tienen bibliotecas que pueda ser espacios de formación y de estímulo constante hacia el desarrollo de las habilidades de comprensión lectora.
Pese al panorama anterior, la escuela y la educación oficial puede abrazar el horizonte de la esperanza y del cambio. ¿Por dónde empezar? No hay respuestas fáciles a tan compleja realidad. Es compromiso de toda la sociedad repensar seriamente acerca de qué tipo de educación pública queremos y hacia donde orientar los procesos de formación de niños y jóvenes sobre todo de los sectores populares. Hay que tomar en serio la educación. Comenzando por los políticos quienes toman decisiones no siempre acertadas que impactan el sistema educativo. Hay que saber escuchar a los científicos, pedagogos y filósofos de la educación.
Este asunto no sólo es de recursos públicos es también de ofrecer garantías de formación integral, de estimular la educación en materia de lectura, escritura, ciencias, humanidades, arte y de todo aquello que contribuya al desarrollo de un sentido de ciudadanía y de una ética cívica que pueda configurar una democracia y de una política que beneficie el conjunto de la sociedad. Necesitamos hoy más que nunca buenos y excelentes maestros y esto se logra siendo más exigentes en la admisión en las facultades de educación de quiénes a futuro van a ser maestros. Pero la sociedad debería valorar más a sus maestros y no tanto a quienes participan en la banalidad de la farándula.
Una sociedad que tome en serio la educación es una sociedad que tiene futuro y podrá tener las herramientas que le proporciona la alta cultura y la tradición humanística para enfrentar los desafíos que constantemente nos presente el complejo mundo que nos ha tocado vivir.

Haces una radiografía de la escuela pública, que me permite evocar la educación impartida en el municipio. Es cierto que hay estudiantes, padres de familia y maestros comprometidos con la acción de gestionar los procesos educativos. Pero también es cierto que hay un alto porcentaje de actores poco comprometidos con la formación y el ser educados. Tu artículo invita a la reflexión y la autocrítica de cada uno de los actores comprometidos en las comunidades educativas. Sino hay autocrítica y se sigue pensando en no querer pensar seguiremos jodidos.
Me parece interesante tu columna, como bien indicas en tu escrito: la educación puede ser un factor de cohesión social, siempre que tenga en cuenta la diversidad de los individuos y de los grupos humanos, y logre evitar convertirse en un mecanismo de exclusión. Sin embargo, la realidad nacional muestra que muchas instituciones educativas cuentan con vetustas sedes y pocas realmente contribuyen a formar buenos lectores y escritores. El bajo desempeño escolar dificulta la formación integral de jóvenes con valores cívicos. Una sociedad que tome en serio la educación es una sociedad que tiene futuro, y podrá enfrentar de mejor forma los desafíos del mundo actual.