El suicidio en la literatura

Wensel Valegas

No existe un patrón de conducta o un perfil de quien toma la determinación de suicidarse. No es la mejor opción, ni el camino a seguir, sin embargo, se acude a él. El suicidio es un tema que, aunque triste y horroroso, también despierta una fascinación morbosa, que invita a la especulación médica, psicológica y filosófica. Muchos casos de suicidas quedan en el anonimato, en el dolor de familias que se preguntan, ¿por qué? Las respuestas encajan dentro del abanico de hipótesis, pero… ¿cuál es la verdadera? Quizás los casos más evidentes y conocidos son los de personajes famosos, como Hemingway, o Robín Williams, cuyas muertes con el tiempo, se han convertido en leyenda bajo la óptica de los medios de comunicación y la crítica social.  

Después de leer El viejo y el mar, parece inconcebible que Ernest Hemingway se haya suicidado. ¿Adónde quedó el carácter del escritor, manifiesto en su célebre afirmación: “el hombre no está hecho para la derrota, puede ser destruido, pero no derrotado”? Tal vez no pudo escapar de una tara familiar que lo perseguía: su padre, su hermana Úrsula y Leicester, su hermano también se quitaron la vida. O quizás fue un títere del destino, como Edipo en la tragedia de Sófocles, condenado por fuerzas más allá de su control.

Gabriel García Márquez escribió para una revista mexicana: “Hemingway no parecía pertenecer a la raza de los hombres que se suicidan. En sus cuentos y novelas, el suicidio era una cobardía, y sus personajes eran heroicos solamente en función de su temeridad y su valor físico”. En otras palabras, el suicido parecía ser una contradicción. Hemingway vivía rodeado de armas en su casa de Idaho, las mismas que usaba para cazar en los bosques venecianos o en África. Sobrevivió a tres guerras – la Primera Guerra Mundial, Segunda Guerra Mundial y la guerra civil española –, era amante del boxeo, las corridas de toros y de las emociones fuertes. Su personalidad estaba forjada por la aventura, el riesgo y el dolor. La literatura le permitió canalizar gran parte de sus tensiones internas. Fue una forma de equilibrio, un mecanismo de defensa. Sin embargo, la oscuridad fue más profunda.

¿Por qué Yukio Mishima eligió un suicidio tan espectacular? ¿Fue una manera de hacer honor a la filosofía samurái en decadencia? Lo cierto es que en él se manifiesta el anhelo por una época imperial perdida, y al mismo tiempo, una profunda conciencia del fracaso personal. En Confesiones de una máscara, Mishima relata en primera persona datos autobiográficos sobre su niñez y juventud. Allí explora su conflicto interno con su condición homosexual, sumergiéndose en una represión que exige confesión. La introspección lo lleva a una lucha entre lo religioso y lo psicoanalítico, en un intento por construir una identidad coherente. Su suicidio ritual – el seppuku – fue, más que una muerte, una declaración estética, política y existencial.

Virginia Wolf, llevó a cuestas el dolor de una depresión severa y un trastorno bipolar. En 1941, bombardeos alemanes destruyeron su casa en Londres, dejándola devastada. Un día, llenó los bolsillos de su abrigo con piedras y se sumergió en las aguas frías del río Ouse. No puedo seguir arruinando tu vida durante mucho más tiempo, le escribió a su esposo, que siempre estuvo a su lado. Su suicidio no fue una huida, sino una expresión de agotamiento profundo, y su literatura refleja la sensibilidad de una mente que percibía el mundo de forma intensamente poética y dolorosa.

Emilio Salgari, autor del personaje Sandokán, cargó con una tradición suicida familiar: su padre, él mismo y dos de sus hijos murieron por su suicidio. Aquejado por deudas, contratos abusivos y desequilibrios mentales intento quitarse la vida en una primera ocasión, hasta que finalmente lo logró mediante el ritual japonés del seppuku. Dejó una carta una carta a sus editores que resume su desencanto: “Sólo os pido que en compensación por las ganancias que os he proporcionado, os ocupéis de los gastos de mis funerales”.

Entre más se conecte una persona con su comunidad, es menos probable que se suicide. En cambio, cuanta menos conexión tenga, es más probable que surja una tendencia al suicidio. La sociedad proporciona una sensación de conexión y propósitos en la vida. La gente se siente parte de algo más grande que ellos mismos y tienen motivaciones para seguir viviendo.

La muerte de Jack London, es casi una leyenda. Aunque su certificado de defunción indica “uremia” se especula que una sobredosis de morfina – intencional o accidental – contribuyó a su muerte.

desmitifica el suicidio, en torno a su muerte surgen una serie de controversias, entretejidas por la especulación de una uremia que lo llevó a su deceso y los rumores extraídos de sus escritos de ficción. Es posible que una sobredosis de morfina, accidental o deliberada, contribuyera su muerte. Quizás fue una sobredosis intencional para soportar el dolor físico y deterioro de la salud. Clarice Stasz, estudiosa de la vida del escritor, escribe sobre su semblanza: “Tras la muerte de London, por varias razones, se crea el mito en el que se le presenta como un alcohólico mujeriego que se suicidó “.

En su novela autobiográfica, Martín Eden, el protagonista se suicida. En su memoria autobiográfica John Barleycorn, London confiesa los estragos que causa la embriaguez desde su adolescencia, que incluso lo llevó a lanzarse a la bahía de San Francisco. En La damita de la casa grande, una heroína se dispara en el pecho, víctima de un triángulo amoroso. Allí London desplaza el conflicto de la naturaleza hacia los dilemas morales del alma humana. Sus obras son un espejo de su tormento interno, un ejercicio de autoconciencia que bordea lo autobiográfico.

Desde una perspectiva sociológica, el sociólogo francés Emile Durkheim, en su obra, El Suicidio, concluye que la sociedad influye directamente en ese acto. Entre más se conecte una persona con su comunidad, es menos probable que se suicide. En cambio, cuanta menos conexión tenga, es más probable que surja una tendencia al suicidio. La sociedad proporciona una sensación de conexión y propósitos en la vida. La gente se siente parte de algo más grande que ellos mismos y tienen motivaciones para seguir viviendo. Cuando la conexión se rompe, sea por aislamiento, falta de normas o cualquier otro motivo, la gente siente que ya no tiene nada porqué vivir.

Émile Durkheim identifica tres tipos de suicidio en función del grado de integración y regulación social del individuo. El Suicidio egoísta: ocurre cuando una persona se siente desvinculada de su comunidad. La falta de integración social lleva a una pérdida de sentido, más frecuente en sociedades individualistas y capitalistas. Hemingway, por ejemplo. El Suicidio altruista: se produce cuando el individuo está tan integrado en su grupo que está dispuesto a morir por él, como en el caso de soldados o mártires. Este tipo de suicidio predomina en contextos colectivistas o con fuerte cohesión religiosa. Es el caso de Yukio Mishima, por ejemplo, sin embargo, no se descartan elementos egoístas y anómicos. El Suicidio anómico: tiene lugar en situaciones de crisis o cambio social, donde las normas se debilitan y el individuo se siente desorientado. Es común en sociedades en transición o en momentos de inestabilidad económica y moral. Tanto Wolf como Salgari son ejemplos evidentes.

Este texto es apenas una introducción a un estudio más amplio sobre el suicidio. La literatura con sus biografías y obras, es una fuente invaluable para explorar este tema que intriga, apasiona y duele. Porque en el fondo, en la mente del colectivo del barrio, la región, o el país, todos nos preguntamos lo mismo: ¿Por qué lo hizo?

El suicidio es el único crimen donde el autor material se lleva consigo el secreto de su decisión. La mente colectiva queda atrapada en una telaraña de certezas e hipótesis, porque aquí, aunque se sabe quién es el autor, jamás se conoce con certeza su motivo. Es un misterio con final sellado, cubierto por el velo de la impunidad definitiva.

4 thoughts on “El suicidio en la literatura

  1. El escrito de Wencel Valega titulado: El suicidio en la literatura es una interesante reflexión sobre casos emblemáticos como Ernest Hemingway, Emilio Salgari y Yukio Mishima entre otras figuras del mundo literario que optado por el suicidio, para algunos una decisión a la que se llega cuando se considera que no se merece seguir existiendo, para algunos la ley del cobarde o el ultimo acto de un valiente. Un tema interesante y polémico.

  2. el texto argumenta que el suicidio no es un acto simple ni uniforme. No hay un solo perfil de persona que lo cometa. Más bien, es una compleja interacción de factores internos como trastornos mentales y conflictos personales y externos presiones familiares, sociales y culturales. A través de estos ejemplos, el documento ilustra cómo el suicidio puede ser percibido de diferentes maneras: como una manifestación de valentía (Mishima), una liberación de un sufrimiento insoportable.

    1. En este momento histórico de la humanidad están reportanto un número elevado de suicidios en el mundo.
      Lo caótico genera incertidumbre, desesperanza y ganas de no continuar. Cuántos soldados israelí se han suicidado?
      En Colombia las cifras también están elevadas y son las mujeres las que se van abructamente de la vida.
      Se han preguntado que podría ocurrir en el mundo si no existiera esta opción?
      Wensen, bien jalao el artículo.

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