Diálogo con Papa Noel. Cuento de navidad

Mientras la nieve cae abrupta, espolvoreada e inclemente sobre el jardín, instalo fría escalera de aluminio que me permite bajar, uno a uno, disimiles “Papa Noel” de los anaqueles en donde reposan desde diciembre pasado. La mayoría de aspecto regordete y otros de panza aplanada los encaramo parsimonioso en el tupido y multicolor árbol de navidad que mi hija dispuso esta temporada de fiestas, en la sala de su casa californiana, vecina a la populosa ciudad de los Ángeles.

Oriundo del trópico ardiente del Caribe Colombiano la faena me resulta algo incomoda ante el flagelante helar de la comarca enmarcada por las nevadas Colinas del Parque Natural de Sequoia, que adornan el Valle de San Joaquín donde se ubica la paradisiaca localidad de Visalia.

El último barbudo que logro descender es un veterano y simpático neoyorkino que en la pascua de hace 2 años encontré en ostentosa tienda de Manhattan.

  • Hola, Ho, Ho, Ho me dice al verme, un corpulento papa Noel; no esperaba tropezarme contigo otra vez.

A sabiendas de lo lejos de mi procedencia, me pregunta:

– ¿Cuéntame… por esas tierras septentrionales donde tú vives, si llegan mis colegas con su colorida vestimenta roja y blanca?

 – Pues sí, también llegan Santas como tú, le respondo, pero, en menor cantidad. Supongo, al faltar la nieve en mi región, por donde rodar sus veloces trineos poco se animan a viajar como lo hacen Uds. con desbordado entusiasmo hacia estas regiones del Norte.

Perdóname la impertinencia apreciado viejo para preguntarte:

¿Por qué son tan grandes, robustos y rozagantes los Papa Noel? ¿Porque see llaman así?

  • Ho, Ho, Ho camarada latinoamericano me produce gran curiosidad y gracia tu pregunta. Debe ser cuestión de raza y a lo mejor para denotar poder que me visten de esta forma. Fíjate, amigo mío que yo no soy de por aquí en donde me pusieron el nombre de Santa Claus, pero ahora solo me llaman por Santa, lo que a mí me gusta. Mi nombre original es San Nicolas y nací en Turquía, en el siglo IV.  Fue en Francia en donde me pusieron Papa Noel. Noel en francés significa Navidad. Como ves yo soy un símbolo de la navidad.

Cómo te parece, me dice, a los Papá Noel, resulta imposible cargar esos inmateriales regalos en nuestras enormes talegas.  El dinero, el capital que tenemos solo alcanza para conseguir juguetes producidos en serie por poderosas empresas multinacionales que patrocinan los viajes que realizamos en esta época por el mundo entero. La forzosa alegría que aportamos con la figura bonachona y risa característica que nos identifica, Ho Ho  Ho,   estimula un mercado de consumo masivo que hace de la navidad una fiesta con un objetivo comercial, profana, no sagrada como es la cristiana tradición que me dio origen.

¿Cuál poder? Te refieres al poder del capital, del capitalismo le incrimino.

  • Puedes tener razón, argumenta amable. A lo mejor somos utilizados como un distintivo del poder mercantilista del dinero, del capital,  que todo lo compra y lo vende

Fíjate, le comento, a los niños de mi ciudad los regalos de la Nochebuena no llegan en carruajes similares a los de Uds. La medianoche del 24 un niño nacido en un pesebre, semejante a cualquier infante, cumple el milagro de entregarles sus aguinaldos. Tiene uniforme distinto, un vestido normal, el común y corriente de un papá… convertido en niño Dios.

  • Quieres decir, me increpa Papa Noel… el niño Dios igual que nosotros: reparte dulces, regalos y alegría a todos los pequeñines.
  • Correcto. Y sabes una cosa, lo mejor de todo, además de sus innumerables obsequios ofrece tres hermosos aguinaldos: amor, paz y felicidad tanto a chicos como a grandes. Ahí estriba la gran diferencia que yo encuentro entre Uds. y el niño Dios.
  • Cómo te parece, me dice, a los Papá Noel, resulta imposible cargar esos inmateriales regalos en nuestras enormes talegas.  El dinero, el capital que tenemos solo alcanza para conseguir juguetes producidos en serie por poderosas empresas multinacionales que patrocinan los viajes que realizamos en esta época por el mundo entero. La forzosa alegría que aportamos con la figura bonachona y risa característica que nos identifica, Ho Ho  Ho,   estimula un mercado de consumo masivo que hace de la navidad una fiesta con un objetivo comercial, profana, no sagrada como es la cristiana tradición que me dio origen.

Caramba, amigo Santa, le comento, si supieras que el niño Dios nuestro, no precisa dinero, ningún capital para regocijarnos con sus bienaventurados presentes de amor, paz y felicidad. Basta hagamos su santa voluntad para celebrar cada día, todos los días como una fecha especial. Tan linda al mismo día de la navidad. La celebración más solemne del año. En nuestros corazones palpita siempre el sentimiento de la navidad.

Para decirte verdad, Papa Noel, me caes bastante bien, eres un personaje sin igual. Me encanta tu disposición paternal, cariñosa, cándida con la infancia. Ojalá pudieras imitar al niño de Belén repartiendo las abundantes gracias que este concede a niños y adultos, a los hombres de buena voluntad.  Enhorabuena sería juntarlos a los dos en este jolgorio sacro para así darle complacencia al cuerpo y mayor regocijo al espíritu.

Querido papa Noel, amigo mío, con mucho pesar me despido de ti hasta la próxima navidad. Que el niño Dios te bendiga y te proteja.

¡Feliz navidad …! ¡Feliz navidad!

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