El equipo colombiano llega a la semifinal de la Copa América, 2024. ¿Quién ganará hoy? Me preguntaron la mañana del miércoles, antes del partido con Uruguay. Ofrecí mi punto de vista a partir de la historia de los dos equipos en disputa por un cupo a la final. Un Uruguay que elimina a Brasil y una Colombia goleando a Panamá, 5 – 0, pero con un historial reciente de veintisiete partidos disputados, sin perder. Ambos hicieron méritos para enfrentarse esta noche – dije – y, ganará el que psicológicamente tenga disposición y actitud mental, lo dije, intentando ser objetivo, aunque difícil, porque soy colombiano y las emociones siempre abren un espacio a la subjetividad. Al final, resumo: Colombia ganó 1-0. Pero hay una serie de factores por los que la selección nacional llegó a la final, ganándole a Uruguay. Factores que son parte de la vida cotidiana de nuestros futbolistas y que viven a diario en sus clubes.
Uno a uno a los jugadores mostraron excelentes habilidades físico – técnicas, que les permitieron competir en el itinerario exigente de la Copa América y estar hoy en la disputa final con Argentina. Luis Díaz, Arias, Camilo Vargas y el resto de jugadores, con el acompañamiento de veteranos como Jerry Mina, James Rodríguez, Ospina, salieron y demostraron su experiencia, que muchos han adquirido en los procesos de adaptación en los países donde juegan y triunfan. La adaptación es la mejor expresión de inteligencia, nos recuerda el psicólogo suizo J. Piaget. No ha sido fácil vivir el exilio voluntario, por parte de estos jugadores, sobre todo cuando se tienen responsabilidades y metas que cumplir. Lejos de su país ha sido el talento futbolístico su carta de presentación y acomodación en ámbitos culturales diversos, costumbres y lenguas. Es por eso que ser parte de la selección nacional significa el regreso a casa, llenos de autoconfianza, más seguros de sí mismos y espíritus motivados. Más allá del dinero, ¿qué jugador no anhela el reconocimiento de ser convocado por la selección nacional de su país? Reconocimiento necesario en la vida de las personas, que establece el psicólogo Maslow, en su pirámide de necesidades; reconocimiento y aceptación social.
Pero esa habilidad técnica tiene sentido cuando se pone al servicio del trabajo en equipo. El fútbol es un deporte de conjunto; un microcosmo de convivencia que implica el ejercicio de la cooperación y solidaridad, de despojarse de los individualismos y hacer las jugadas más fáciles teniendo presente el imaginario colectivo. En el partido con Uruguay en la noche del miércoles, Sinisterra, dotado de gran habilidad y dominio técnico, al final del juego, recupera dos balones individualmente y cede sendos pases a Uribe, que lamentablemente no concreta. El abrazo, las palabras, la ausencia de reproches, los apoyos emocionales, han sido parte del sentido de equipo. Sinisterra no recrimina y persiste en pasar la pelota al mejor ubicado en un gesto sin egoísmo, a un Matheus Uribe, que se lamenta de las oportunidades perdidas; en su autocrítica, ¿qué se diría Matheus al dialogar consigo mismo? Quizás nunca lo sepamos.
Otro factor importante fue la mentalidad táctica colectiva de los jugadores para defender y atacar. El fútbol es fácil cuando se interioriza el concepto de ataque y defensa, cuando se logran reunir los futbolistas que necesita el técnico en cada posición de juego; cuando los jugadores aseguran y pasan el balón, realizan buenas entregas, acompañan en el ataque y la defensa, se respetan, comunican, se animan. Cuando son capaces de jugar en desventaja numérica: Colombia jugó con 10 jugadores frente a los once de Uruguay, terminó esperando en su campo y contragolpeando arriba con jugadores rápidos, como Luis Díaz, Sinisterra, Mateo Uribe. Para jugar el fútbol moderno se requiere inteligencia de juego y mentalidad táctica.
La vida fuera de las canchas requiere autocontrol para afrontar los estímulos de la sociedad de consumo, las relaciones tóxicas y pésimas influencias. Los futbolistas necesitan del apoyo y acompañamiento psicológico, de su equilibrio emocional depende su vida personal y laboral. El entrenamiento invisible promueve la autonomía de los jugadores en su tiempo libre, en su descanso, ocio familiar, horas de sueño. La madurez del futbolista profesional le permite discernir en lo que le conviene y lo que no, implicando todo ello un proceso de pedagogía social. En la actualidad, los futbolistas colombianos asumen con profesionalismo su vida y su trabajo. Este ejercicio de autonomía se ha vuelto costumbre para los jugadores colombianos que triunfan en el resto de América y del mundo. El mundo laboral del fútbol de rendimiento es altamente exigente; la persona evoluciona del homo ludens manifiesto en el niño, que disfruta el juego en su tiempo libre hasta el homo faber que requiere el mercado en un tiempo obligado con presiones y el estrés del rendimiento.
La selección Colombia ante Uruguay demostró firmeza, fortaleza mental, agresividad, espíritu de competición, sentido de equipo, comunicación, motivación. Vimos a un equipo luchando por su triunfo, a no dejarse quitar el logro conseguido. Supo sortear la desventaja numérica, apoyándose, haciendo equipo.
Wencel Valegas
La psicología del deportista, además de comprender las experiencias del trabajo en equipo y los valores sociales que promueve, lo compromete a considerar la importancia del factor mental durante los entrenamientos, antes, durante y después de la competencia. Habilidades psicológicas individuales como la atención, concentración, autoconfianza, autoeficacia, motivación, al ser comprendidas se constituyen en un aporte psicológico que acompaña los procesos técnicos, tácticos y físicos. La ansiedad, baja autoestima, temores, miedos, depresión, falta de autocontrol, pensamientos negativos, son parte de la vida del futbolista que está obligado a apropiarse de los recursos técnicos pertinentes para superarlos, especialmente ante el rival de la final, Argentina. La selección Colombia ante Uruguay demostró firmeza, fortaleza mental, agresividad, espíritu de competición, sentido de equipo, comunicación, motivación. Vimos a un equipo luchando por su triunfo, a no dejarse quitar el logro conseguido. Supo sortear la desventaja numérica, apoyándose, haciendo equipo. Los que presenciamos el partido sentimos angustia y ansiedad en los últimos veinte minutos, que los jugadores trasmitían ante la presión ejercida, por el contrario. Hay que comprender que estos deportistas han hecho del fútbol su trabajo y esta actividad los estresa, los frustra, les exalta su espíritu de competición ante las exigencias de los seguidores y barras en una eliminatoria o una final.
El cuerpo técnico es consciente del desgaste, ello implica la intervención de la medicina del deporte para coadyuvar el descanso y la recuperación de los deportistas, a través de terapias físicas, masajes, revisión médica, y espacios para la vida familiar, como espacio de apoyo emocional. Esta experiencia no es novedosa para ellos, que están acostumbrados a este tipo de asistencia médica y recuperación.
Al final, se evidenció el espectáculo de una Colombia que sabe jugar, atacando y defendiéndose. Al sentido de equipo se suma el sentido lúdico, no tanto del game, sino del to play, es decir, del juego fácil que divierte y se asume como esparcimiento, incluso, de arriesgarse en la libertad y tomar decisiones cuando existe la confianza para transgredir el libreto táctico, asumiendo el juego con responsabilidad y espíritu infantil, fluyendo con la confianza de la autonomía ante el desafío de los rivales de turno y la conciencia plena de vivir una experiencia óptima, una sensación que trasciende el tiempo y el espacio, donde cuerpo y mente trabajan juntos, sin esfuerzo casi, como bien señala Csikszentmihalyi, en su teoría del flow. Sólo en ese estado de flow, los jugadores disfrutan y se divierten, aunque los espectadores, frente al televisor o sentado en las gradas del estadio nos comemos las uñas angustiados y ansiosos.
El jueves por la mañana en la tienda de la esquina me volvieron a preguntar, ¿quién será el campeón de la Copa américa? Observo al interlocutor y le respondo, “los jugadores saben a qué van, el cuerpo sabe lo que sabe, pero la mente y los estados de ánimo fortalecidos les permitirá una experiencia óptima”, miro al interlocutor, recalcándole que no tengo la verdad, pero cualquiera puede ganar la copa. Argentina puede ganar, Colombia puede ganar. Ambos traen consigo un historial deportivo, todo depende de las convicciones de cada colectivo, de las motivaciones que se tengan. Ahora, si me preguntas si deseo que Colombia sea el campeón de la Copa América, sí, lo deseo, le digo al interlocutor.
“Emiro, dos frías, el profe las paga”, le hace señas al tendero. “Oiga profe”, prosigue, “te acordás del 5-0 de septiembre del 93, en el Monumental”, lo dice imitando el acento argentino, burlándose. Claro que me acuerdo. ¿Y qué tal si se repite?, me pregunta. Es una posibilidad, le respondo.