“Aquel que trabaja con las manos es un artesano.
Aquel que trabaja con el corazón es un artista.
Aquel que trabaja con las manos, el corazón y la mente es un cirujano”.
Octavio Ruiz Speare
Excepcionales cirujanos los dos. Luis Francisco Ovalle y Nelson Zúñiga Ruales apreciados colegas con quien tuve el privilegio de compartir quirófanos y ser espectador de sus asombrosos talentos e impresionantes destrezas quirúrgicas. El Hospital de Barranquilla fue escenario propicio en donde, anestesiólogo, pude contemplar sus maravillosas proezas en los ruedos iluminados de los quirófanos.
Los prominentes doctores han partido con un lapso de setenta y dos horas de diferencia, 19 el primero y 22 de noviembre el segundo, dejándonos a sus compañeros y amigos el anima abatida. Adolorida. El cuerpo médico de Barranquilla esta de duelo. De un duelo que, con ellos, no termina tras fallecimiento de tantos otros, una larga lista de víctimas, sobre todo, del inmisericorde Covid 19, que han partido hacia el oriente eterno en estos días aciagos de la pandemia.
Eximios exponentes, los dos, de la por alguna vilipendiada escuela médica del Hospital General de Barranquilla. Ovalle el sapiente maestro y Zúñiga su precoz alumno.
LUIS FRANCISCO OVALLE
Luis Francisco Ovalle es ilustre egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Cartagena. En el hospicio barranquillero, luego, estructuró sus naturales dotes quirúrgicas para llegar, con el tiempo, a ser integrante del selecto grupo de cirujanos que dieron brillo a la medicina barranquillera en las cuatro últimas décadas del siglo pasado.
Dada su pericia con el escalpelo se daba las manos con el admirable quinteto integrado por Fermín Zurbarán, Humberto Espinoza, Jorge El Toto Daez y José Vélez de La Lastra. Reunían las características singulares de los quirurgos excelsos: precisión diagnóstica, habilidad quirúrgica, intrepidez operatoria, seguridad, imperturbabilidad y sensibilidad humana.
No sabría decir cuál de los cinco era el mejor. Sin duda, Luis Francisco espectacular como ninguno en la disección anatómica, un anatomista, un artista del bisturí que iba describiendo paso por paso, estructura por estructura el área operatoria, a sus deslumbrados asistentes. Cátedra magistral que me recordaba a los viejos anatomistas de nuestra Facultad de medicina: Carlos Esquivia Cortina, Francisco Haydar, Rafael Alvear Terán y Carlos Cruz.
Por su consagrada aplicación a la cirugía de cabeza y cuello se constituye no solo en cirujano pionero de esta especialidad en la ciudad, sino que también es precursor de la cirugía máxilo facial. Primeros odontólogos que ejercieron en Barranquilla, como tal, doctores Enrique Llanos, Antonio Casale y Coltón Rosales, tuvieron en el doctor Ovalle un experimentado y solicito guía.
El estilo refinado de que hacía gala en las salas de cirugía guardaba armonía con una personalidad distinguida. Siempre bien vestido (saco y corbata) y de palabra comedida era todo un caballero. Resplandecía con la estampa doctoral de los médicos de antes, de una época inolvidable. ¡Qué tiempos aquellos!
De brillante y exitosa carrera en la práctica privada logró convertirse en socio accionista de la Clínica del Caribe. Casado con Myrian Llinás de Ovalle, alcaldesa de Barranquilla, la primera, tuvieron dos hijos: Luis Francisco y Milena.
Primera persona en nuestra ciudad, de que tengo noticia, le fue practicada, a finales de los 70 en Estados Unidos, una intervención cardiaca de by pass coronario.
Me contaba el Dr. Ovalle que una vez el Dr. DeBakey, quien lo operó en Houston, Texas, le dio de alta le preguntó:
- Dr. DeBakey ¿será que yo puedo seguir operando, ejerciendo la cirugía, a mi regreso a Barranquilla?
El Dr. DeBakey se desabotono su blanca bata y mostrándole el pecho le contesto:
- Vea Dr. Ovalle. Mire ¿observa esta cicatriz? yo estoy operado de lo mismo que usted. Siga mi ejemplo.
Los prominentes doctores han partido con un lapso de setenta y dos horas de diferencia, 19 el primero y 22 de noviembre el segundo, dejándonos a sus compañeros y amigos el anima abatida. Adolorida. El cuerpo médico de Barranquilla esta de duelo. De un duelo que, con ellos, no termina tras fallecimiento de tantos otros, una larga lista de víctimas, sobre todo, del inmisericorde Covid 19…
Luis Francisco siguió su ejemplo de manera más tranquila y hasta pasado los 80 conservó en todo momento su peculiar proceder profesional. “Un grande de la cirugía” muy difícil de emular, en especial, en el área operatoria de cabeza y cuello.
NELSON ZÚÑIGA REALES
Natural de Pasto y Egresado de la Universidad del Cauca, iniciamos juntos nuestra travesía médica por el Hospital general de Barranquilla en 1971, que es lo mismo que decir nuestra paralela vida profesional. Para la época Nelson interno y yo residente de anestesiología.
Después de realizar su medicatura rural regresó al “Memorial Hospital” y lo mismo que Ovalle consolidó una formación quirúrgica que lo llevó a brillar con luz propia en el firmamento científico de la capital del Atlántico. Formando parte de una generación nueva de cirujanos ejecutores de las técnicas de “Cirugía Mínima Invasiva”, videolaparoscópica; novedosa tecnología de punta que marca la pauta en el actual quehacer asistencial.
La faena quirúrgica del doctor Zúñiga es impresionante en su evolución. De cirujano general a cirujano vascular para culminar su grandioso recorrido como cirujano de tórax. ¡Fenómeno! Diría un argentino apasionado. En los distintos frentes con la humildad del sabio maestro. Callado, no hacia ostentación de nada e inmutable hacia caso omiso a los que obnubilados con su grandeza murmuraban resentidos su prodigiosa hazaña.
Conversando, no hace mucho tiempo, con el doctor Antonio Chagui Anaya, de los más sobresalientes cirujanos con quien he tenido el gusto de trabajar, me comentaba “Que en su concepto el mejor cirujano de tórax que había en la ciudad era el Dr. Nelson Zúñiga.
El Hospital de los Andes del Seguro Social nos juntó también en la actividad etérea y sangrienta de las salas de cirugía para además de la rutinaria agenda quirúrgica formar parte del primer equipo de trasplantes que hubo en Barranquilla. Los hermanos Antonio y Álvaro Chagüi, Romualdo Fonseca, Leopoldo y Klee y Dimas Badel, adláteres suyos en el equipo comandado por el nefrólogo Joaquín Cueto, supieron de su asombrosa capacidad y competencia.
En Fresenius lo tenían como uno de sus servidores estrella. Practicaba la fistula arteriovenosa a pacientes con insuficiencia renal que recibían tratamiento de diálisis.
Quizá, atrevido, puedo decir que el pastuso galeno recoge en su osadía las sabidurías de eminentes prohombres de la cirugía barranquillera, entre otros: Fermín Zurbarán, Luis Francisco Ovalle, Carlos Hugo Palacio, Efraín Gaines, Enrique Escorcia, Marcos Llinás y Marcos Mendoza. Que lo convirtieron, autodidacta, en auténtico “Maestro de la Cirugía”.
A manera de anécdota recuerdo a la señora, modista, que bronco aspiró un alfiler. Fue llevada a cirugía e intervenida utilizando, por vez primera en el Hospital de los Andes, un amplificador de imagen. Después de casi cuatro horas infructuosas no había sido posible, por los médicos intervinientes, su extracción. Apareció el Dr. Zúñiga, como enviado de lo alto, introdujo sus manos milagrosas y, escasos minutos transcurrieron para que levantara y mostrara el objeto perdido, ante el asombro de todo el equipo quirúrgico.
En la actividad gremial tuve oportunidad de complacerme con la compañía y afecto de Nelson; fundadores y directivos, ambos, de la Cooperativa Médica de la Costa, Coomedicosta. Prudente en su discurso, sin dejar por eso de mostrar su recio carácter al momento de defender sus posiciones, su palabra era respetada por la seriedad y acierto de sus apreciaciones.
Llevaba, no obstante, su inmenso talante hipocrático, una vida personal modesta y apacible. Amante de la fotografía y del arte en general su tiempo libre lo dedicaba a degustar la belleza inmensa que nos prodiga la madre naturaleza que, viajero incansable, exploraba con pasión a través de sus video dispositivos de última tecnología.
CONCLUSIÓN
Enorme lección la de estos encumbrados exponentes de un arte como la cirugía que según la British Medical Association: “Se ejerce con la mente, con el corazón y con las manos”. Demostraron con sobrados méritos que más allá de ostentar diplomas y sinnúmeros de títulos lo que en verdad cualifica y engrandece a un practicante de la medicina es su talento, amor al hombre y entusiasmo por la ciencia, a la par de sus infaltables virtudes éticas. “El cirujano no puede ser menos que excelente y perfecto, en cuerpo y alma, tanto en su propósito como en la ejecución de sus actos”, es sentencia del doctor José Félix Patiño Restrepo en su libro “Humanismo, Medicina y Ciencia” (2011)
El diploma no cura, repetía insistente a mis estudiantes, solo sirve para colgarlo de adorno en el consultorio o en la casa. Eso sí, sáquele el mayor número de copias posibles que las va a necesitar para cuanto empleo solicite.
El Hospital General de Barranquilla, Hospital insignia de la ciudad, demuestra con la ejemplar trayectoria profesional de los doctores Ovalle y Zúñiga que es una indiscutible escuela de formación médica. En sus salas y pabellones innumerables servidores de la salud, de diferentes especialidades, han encontrado el sanatorio en donde perfeccionar su saber y hacer médico – asistencial; han sido y son honra y prez de la profesión.
Honor y gloria a los doctores Luis Francisco Ovalle y Nelson Zúñiga Ruales.